EL BESTIARIO
Liberia, Sierra Leona y Guinea Conakri vuelven a la normalidad, los nuevos casos de ébola han descendido hasta el centenar en una semana, desde Atlanta se sigue vigilando a unos enemigos invisibles y globales
SANTIAGO J. SANTAMARÍA
Por primera vez desde junio, se han registrado menos de 100 nuevos casos en una semana en los tres países africanos más afectados por el ébola: Liberia, Sierra Leona y Guinea Conakri. Ahora que las cifras de infectados comienzan a bajar en Liberia, es cada vez más frecuente ver a sus habitantes hacer una vida normal. El Gobierno, sin embargo, advierte de que hay que seguir alerta hasta que la erradicación sea total. Unos niños juegan en una playa del país. Un trabajador excava en un cementerio construido por la cooperación estadounidense para entierros seguros en Disco Hill (Liberia). Allí han dado sepultura a casi 300 personas en solo un mes. Su creación es un gran logro, ya que permite a los familiares contemplar el proceso, algo muy apreciado en la cultura del país. En un esfuerzo por controlar la epidemia de ébola, el gobierno ha ordenado la cremación de todos los muertos en la capital, lo que ha provocado que muchas familias supervivientes queden traumatizadas e incluso que hagan rituales de enterramiento clandestinos… Estas son magníficas noticias. Liberia, Sierra Leona y Guinea Conakri vuelven a la normalidad, los nuevos casos de ébola han descendido hasta el centenar en una semana…
Desde Atlanta, en EE UU, decenas de expertos vigilan las 24 horas del día a unos enemigos invisibles y globales. La amenaza ahora es el ébola; mañana, nadie lo sabe. El Centro de Control de las Enfermedades y Prevención, que cuenta en sus filas con un total de 1.600 trabajadores libra el último capítulo de este combate. Viendo el remolque de venta ambulante con hortalizas aparcado al aire libre en la puerta del edificio de operaciones de emergencia del CDC cuesta creer que solo unos pisos más arriba, franqueando los controles de seguridad de la entrada, decenas de expertos pegados a sus monitores, alguno de ellos con uniforme militar, combaten durante 24 horas al día y 365 días al año las epidemias más peligrosas del mundo.
O que a escasa milla y media de distancia trabaja una de las bestias negras del ébola, el especialista estadounidense Bruce Ribner, quien en su pionera unidad de aislamiento de la Emory University, la primera que se abrió en el país, en 2002, fuera de una instalación militar, ha conseguido salvar a cuatro enfermos llegados de África. Pero basta con subir esas dos plantas y pisar la sala de emergencias del CDC, o comentar con el doctor Ribner lo que podría provocar el ébola en un país como India, o escuchar el relato sobre Liberia del comandante médico Neil Vora para que el visitante tome consciencia de que las cosas que aquí se manejan son serias. Y muy peligrosas. Amenazas globales. A veces, mortales.
La sala principal del centro de emergencias del CDC se asemeja más a una unidad de seguimiento de la NASA o a un búnker militar para comandar un conflicto nuclear que a un espacio donde abordar brotes epidémicos. Sobre la enorme pantalla que domina el lugar se proyecta de forma dinámica, con gráficos, fotos e imágenes en vivo, la radiografía de los estallidos contagiosos registrados en el mundo entero. Durante minutos, la imagen se congela en un enorme mapa de África Occidental donde se superponen todos los datos actualizados de la crisis del ébola. En un extremo, una pantalla de tamaño medio advierte de cualquier situación inesperada. “No hay alertas activas”, se puede leer en ella bajo el rótulo “National Terrorism Advisory Alert”.
Material de urgencia (mochilas, trajes de protección PPE, dispositivos GPS, botas…) para salir volando hacia cualquier rincón del mundo
En el lugar hay un silencio tenso, solo roto por el teclear de los miembros de los equipos de seguimiento de cada una de las pandemias que aparecen en la pantalla (polio, ébola, fiebre chikungunya…). Unas 60 personas atadas a sus ordenadores intercambian información en tiempo real con los equipos sobre el terreno y digieren todo aquello relevante que llega a este centro. En un extremo del pasillo de acceso, cerca de la entrada, una pequeña sala atendida por dos personas prepara el material de urgencia (mochilas, trajes de protección PPE, dispositivos GPS, botas…) para salir volando hacia cualquier rincón del mundo.
“Región de las Américas. Chikungunya. 878.745 sospechosos (15.793 confirmados). 154 muertes”, puede leerse hoy sobre un mapa de Sudamérica y el Caribe sombreado de rojo. Es el último informe sobre el virus, que recientemente ha llegado a México: 14 infectados en el Estado de Chiapas en noviembre. El chikungunya es una enfermedad contagiosa originaria de África que se transmite a los humanos a través de la picadura de ciertos mosquitos, los mismos que portan el dengue: Aedes aegypti y Aedes albopictus o mosquito tigre, presente en varias zonas de Europa, entre ellas Barcelona.
En el otro extremo de la sala, la situation room, donde el director del CDC, Thomas Frieden, se reúne con su equipo para cualquier emergencia. Por todos lados, monitores dinámicos ofrecen información continua sobre las medidas de prevención contra el ébola y otras enfermedades.
Desplazados 274 expertos en África Occidental, en Sierra Leona, Liberia y Guinea, el momento actual del ébola es “crítico”
El momento actual del ébola es crítico. Salvo con el huracán Katrina en 2005, nunca el CDC había tenido tantos desplazados, 274, de sus 1.600 trabajadores. La mayoría están en África Occidental (170), básicamente en Sierra Leona, Liberia y Guinea. El resto, un centenar, están desplegados por Estados Unidos. Unas 1.500 personas llegadas de África Occidental a Estados Unidos son controladas desde el CDC, con mediciones diarias de temperatura, para actuar en el caso de que desarrollen la enfermedad. El control se realiza por teléfono o correo electrónico. Si no hay noticias de alguna de las personas controladas, la policía local acude a su domicilio.
La actual es la crisis número 44 que atiende el centro desde los ataques con ántrax de 2001, después de los atentados del 11-S. A lo largo de todo ese tiempo, el CDC ha abordado desafíos de todo tipo: la enfermedad de las vacas locas, el síndrome respiratorio agudo (SARS), la gripe aviar, el virus del Nilo, el cólera en Haití… En su hoja de servicios figuran también catástrofes como el huracán Katrina o el terremoto y tsunami de Japón, o acontecimientos como los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004 o la toma de posesión del presidente George W. Bush en 2005.
“Vivimos en un mundo en el que todos estamos conectados por el aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que comemos y por aviones que pueden llevar enfermedades de un punto a otro del mundo en un solo día”, afirma el director del CDC, Tom Frieden. Su lema es: “Podemos tener miedo, o podemos tener cuidado”.
La llegada del virus a Malí ha desatado de nuevo todas las alarmas y confirmado que el ébola puede seguir avanzando
Las víctimas del combate contra las enfermedades no lo son solo por el efecto de estas. A veces, las causas son otras. En los últimos días de noviembre llegó al CDC una de las alertas más temidas. Cuatro vacunadores contra la polio fueron asesinados a tiros en el oeste de Pakistán, país que registra el 85% de los casos en todo el mundo. En las zonas más conservadoras, de fuerte influencia talibán, circula la falsedad de que la vacuna contiene carne de cerdo, por lo que no se puede administrar a musulmanes. Otros rumores aseguran que la inmunización esteriliza, lo que alimenta un desquiciado temor a un complot mundial para exterminar a los musulmanes. El caso es que en los dos últimos años han muerto violentamente 65 trabajadores sanitarios que administraban la vacuna.
Entre los responsables del CDC, la palabra que va de boca en boca estos días es Malí. La llegada del virus al país africano ha desatado de nuevo todas las alarmas y confirmado que, pese al despliegue de medios y personal en la región, el ébola sigue dando quebraderos de cabeza debido, básicamente, a la falta de sistemas de salud en condiciones. Seis muertos y 300 personas en observación en dicho país en noviembre pueden ser la antesala de un brote como los conocidos en los países vecinos. De confirmarse, sería un verdadero desastre que echaría por tierra las previsiones de la Organización Mundial de la Salud de tener controlada la enfermedad a primeros de 2015.
Fred Angulo, director médico de la unidad de protección sanitaria global del CDC, confirma la preocupación de todo su equipo. “De diez medidas básicas que había que tomar para evitar que el virus llegara a Malí fallaron seis. No hubo control en la frontera, no se hicieron las pruebas pertinentes, la víctima fue enterrada sin las medidas preventivas, el sistema de respuesta rápida falló, hubo complacencia…”, explica junto a alguno de sus colegas en una sala del CDC.
Alerta en 15 países de África Occidental para evitar que el virus vuelva a estar fuera de control, “la enfermedad no conoce fronteras”
Las consecuencias no se han hecho esperar. El centro ha fijado como prioridad desplegar personal y medios en otros 15 países de África Occidental, desde Mauritania hasta la República Democrática del Congo. Se trata de diez países francófonos, cuatro anglófonos y uno lusófono. Entre ellos, y además de los citados, están Guinea-Bissau, Costa de Marfil, Gambia, Senegal, Ghana, Sudán, Camerún, Gambia, Togo, Congo y Nigeria. El CDC tenía personal en nueve de ellos. En los otros esperan desplegarse en breve, con la ayuda de personal sanitario francófono. Es una operación preventiva para evitar que el virus vuelva a estar fuera de control. “Las enfermedades no conocen fronteras, todos los países deben estar concernidos”, reclama Angulo con evidente preocupación. “La clave es la respuesta internacional y mejorar los sistemas de salud locales. Esta es una guerra en la que la parte científica está obteniendo resultados. Lo que fallan son las infraestructuras. Necesitamos una aproximación integral al problema”.
El despliegue realizado por Estados Unidos contra el ébola en estos tres meses da idea de lo serio de la situación: 34 nuevos centros de tratamiento en Estados Unidos y 24 en África Occidental, 42 laboratorios en suelo propio, 700.000 trabajadores sanitarios adiestrados, petición al Congreso de 6.000 millones de dólares para acciones de emergencia, 3.000 soldados sobre el terreno y cinco vacunas en investigación. El presidente Obama está librando la ‘Tercera Guerra Mundial’.
“Hay que invertir en buenos sistemas de atención sanitaria en África, en el sur de Asia y en algunas zonas de América Latina”
“Hemos tenido unos 30 brotes de ébola en los últimos 40 años. Cada uno de ellos ha sido controlado”, advierte Ariel Pablo-Méndez, responsable del programa de salud global de la agencia estadounidense de cooperación (USAID), muy implicada en el combate contra el virus. “Sabemos cómo controlar el virus, pero lo más importante sigue pendiente: fortalecer los sistemas de salud. La debilidad en este tema es la clave de esta epidemia, ya que ha alcanzado zonas urbanas en países sin experiencia con el ébola. Hoy es esto, pero mañana será otra enfermedad. Hay que invertir en buenos sistemas de atención sanitaria en África, en el sur de Asia y en algunas zonas de América Latina”. Junto al doctor Angulo, su colega Justin Williams, responsable de políticas de comunicación en zonas de contagio, y los comandantes médicos David Sugerman y Neil Vora relatan las dificultades del trabajo sobre el terreno. “En Sierra Leona hay 120 médicos para combatir la epidemia. Es difícil encontrar voluntarios. Y este tipo de crisis no permite despliegues masivos de personal, ya que hay que controlarlo todo al máximo”, explica Sugerman, de regreso hace un mes de Sierra Leona.
“Trabajamos con supervivientes. Es fundamental que los enfermos y sus familiares estén en contacto con gente que ha superado la enfermedad. Elimina supersticiones, uno de los principales problemas en zonas como las de África Occidental, y ayuda a hacerles ver que las medidas preventivas funcionan”, explica Vora. “Informar es clave. Una de las cosas que hacemos es ir a las iglesias para explicarles que la enfermedad es un problema real. Muchos creen que son invenciones de los extranjeros. Los líderes locales, con mucha credibilidad, son fundamentales para que la población asuma los mensajes”, añade Williams.
“Hay mucha superstición y rumores, mucha gente cree todavía que la enfermedad la llevaron los extranjeros, muchos sanitarios”
La liberiana Bisi Ideraabdullah, directora de la Imani House, una ONG de Nueva York que posee un hospital en Monrovia, confirma este problema: “En Liberia, el 60% de la población es analfabeta. Hay mucha superstición. Es muy duro para ellos entender lo que intentamos decirles porque nosotros tenemos un punto de vista occidental. Hay muchos rumores. Mucha gente cree que la enfermedad la llevaron los extranjeros”. Como ejemplo de la precariedad sobre el terreno, Vora muestra fotos tomadas por él mismo en Liberia. En una de ellas se ve el Community Care Center de Bomi, una de las instalaciones locales de la lucha contra el ébola. Se trata de una empalizada de troncos y planchas metálicas que encierra unos pobres habitáculos para tratar a los enfermos. En otra de las fotos se aprecia una furgoneta descubierta trasladando a una madre y su hijo contagiados del virus. Como única protección, un plástico cubre sus cuerpos. En otra instantánea, dos operadores cuelgan un enorme cartel con la leyenda: “Ebola is real”.
Todos ellos recuerdan momentos de tensión, sobre todo en zonas apartadas donde se practican entierros sin las medidas de prevención adecuadas. El 80% de los contagios son producto del contacto con cadáveres. “¿Cómo atiendes a una familia de 18 personas que está en cuarentena y estigmatizada por los habitantes de su aldea? ¿Cómo logras que un enfermo curado sea aceptado de nuevo en su comunidad? La comunicación es decisiva para combatir la mucha desinformación que hay”.
Cerca del CDC, en la Emory University, se localiza otro de los centros de combate más eficientes contra el ébola. Atlanta, en este sentido, es un lugar privilegiado, ya que el Departamento de Salud de la ciudad también cuenta con un laboratorio de referencia capacitado para atender contagios. De los muchos profesionales que trabajan en la ciudad, dos destacan sobre el resto, los especialistas en enfermedades infecciosas y profesores de la Emory University Carlos del Río y Bruce Ribner, dos verdaderas eminencias.
La mortalidad real del ébola es de un 20%, se muere el 60% en los países africanos porque no hay medios para tratarles
“No es cierto que la mortalidad del ébola sea del 60%. Se mueren el 60% de los infectados en África Occidental porque no hay medios para tratarles, pero la mortalidad real de una enfermedad se ve cuando es tratada de forma agresiva”, explica Ribner. “Por nuestra unidad han pasado cuatro enfermos. Todos se han salvado. La mortalidad real del ébola sería en realidad del 20%. La diálisis, los ventiladores artificiales, todo eso funciona contra el virus. Pero hay que disponer de ellos. Ni siquiera podríamos enviar esas máquinas a África tal y como están aquí. El clima, la humedad y el calor las harían inservibles en cuestión de días”.
Este experto en enfermedades infecciosas alerta sobre cualquier tipo de complacencia u optimismo. Al contrario. “Los resultados positivos en Estados Unidos o España con algunos pacientes nos demuestran que sistemas de salud solventes pueden hacer frente a desafíos como este. Pero pensemos no en Nueva York o Madrid, sino en un contagio en una ciudad de un país con otras condiciones, pensemos en Ciudad de México o Bombay. ¿Nos estaríamos felicitando? ¿Qué habría pasado? Queda mucho por hacer”, advierte el mexicano Del Río, sentado junto a su colega en la sala de juntas del campus de la Emory University.
La actual epidemia evoca la crisis del Sida, en los ochenta, hubo también estigmatización, miedo, desinformación y rechazo a los enfermos
Para los dos médicos, el ébola tiene muchas similitudes con la crisis del sida en los ochenta. “También entonces hubo estigmatización, miedo, desinformación, médicos que se negaban a intervenir a pacientes con VIH. La diferencia es que los enfermos de Sida tenían gente que les defendía, abogados, grupos que les apoyaban. Los enfermos del ébola no tienen a nadie. Son personas pobres de países pobres”, explica Del Río. “Se puede luchar contra el ébola como se luchó contra el sida, con un sistema de salud adecuado. Cuando estalló el sida parecía que nunca lo lograríamos, y hoy es una realidad. Esta epidemia es el aldabonazo. No podemos seguir ignorando este problema. Es necesario invertir en sistemas de salud globales. La salud es un problema global, y hasta que no lo entendamos así seguiremos sufriendo crisis como las del ébola. Deberíamos estar menos preocupados por nuestras fronteras y más por mejorar los sistemas de salud en todo el mundo”, añade Ribner.
El especialista forma parte del equipo de agencias estadounidenses de la salud que están trabajando en una vacuna contra el ébola. Los primeros resultados en humanos han sido positivos, aunque en una fase preliminar. Ribner es optimista. “Es un ejemplo más de que, atacando agresivamente y con medios, se vence a la enfermedad. Creo que aquí se podría aplicar la frase aquella de: ‘Qué caro es que algo parezca barato’. Prepararse es mucho más barato que reaccionar”.
¿Hemos aprendido la lección? ¿Hemos extraído una nueva conciencia sobre la importancia de entender que el gasto en salud global es una inversión en el bienestar de todos? Transcurridos más de 42 días desde la curación de Teresa Romero, España está oficialmente libre de ébola. Lo hemos leído en la prensa. Sin embargo, lo cierto es que el ébola no ha desaparecido. Si no es controlado puede convertirse en el nuevo Sida. Para controlar el brote y su expansión la ONU estima necesario triplicar, incluso cuadruplicar, la presencia de ayuda internacional en África Occidental. Uno de los mayores retos para contratar personal especializado es asegurar su repatriación cuando puedan haber estado expuestos al ébola en el transcurso de su trabajo, con independencia de su nacionalidad y la organización a la que pertenezcan. La OMS ha calculado que serán necesarias varias repatriaciones al mes. Hasta la fecha todo el personal infectado o con peligro de contagio ha tenido acceso a una repatriación médica, si bien muy costosa por la falta de planificación.
De ahí la necesidad de responder positivamente a la solicitud realizada por la ONU de utilizar el aeropuerto de las Palmas de Gran Canaria para el despliegue de la ayuda internacional y las futuras repatriaciones pertinentes. Es el momento de que la Unión Europea dé una repuesta coordinada y contundente a través de un plan integral de cooperación que ponga al servicio de los países afectados tanto los fondos de cooperación como las capacidades científicas y de investigación, que además consolide un plan europeo de repatriaciones con los recursos más oportunos, desde la constitución de canarias como base aérea, a la Clínica Universitaria de Hamburgo-Eppendorf como centro de referencia.
Una de la preguntas más acuciantes es la de si realmente hemos aprendido que el ébola es un problema de salud global. El riesgo de que la comunidad internacional reduzca su ya tardío e insuficiente esfuerzo en responder a esta epidemia una vez desaparezca de nuestros medios de comunicación es una posibilidad real que podemos pagar muy cara. Todavía no somos conscientes de las consecuencias que el ébola tendrá a medio plazo, no solo en la tasa de mortalidad directa en los países afectados, sino en las condiciones de vida de la población mundial que ha dejado de recibir la atención necesaria sobre otras enfermedades que se cobran más muertes diarias que el ébola. Por ejemplo, cualquier día del año pasado murieron en los países más desfavorecidos más personas de malaria y tuberculosis que todas las que han muerto hasta este momento por la crisis del ébola. El ébola mata personas, consume recursos y fuerza la desatención de otras enfermedades. Poner freno a su propagación debe ser una responsabilidad compartida por toda la comunidad internacional.
Es aquí donde vuelve a surgir la pregunta: ¿Hemos aprendido la lección? ¿Hemos extraído una nueva conciencia sobre la importancia de entender que el gasto y el dinero destinado a la salud global es una inversión en el bienestar de todos? Que mantener y aumentar la ayuda oficial a la cooperación y al desarrollo es una obligación ética, ¿pero también una mayor garantía de seguridad global? Dicho de otra manera, ¿somos de una vez conscientes de que nuestros retos en cuestiones de salud hoy en día no tienen fronteras y que no se sostiene esa simple y reduccionista visión sobre la prioridad de los problemas de aquí sobre los problemas de allí, cuando los problemas de allí son también los de aquí?
La realidad nos sigue poniendo a prueba y es necesario analizar si estamos prestando la atención necesaria a otras enfermedades latentes que de ser tratadas con la misma distancia y falta de atención con la que hemos reaccionado frente al ébola, podrían convertirse en la próxima pandemia, por ejemplo, el virus del chikunguña, una enfermedad que hasta ahora ha ocupado una parte muy residual de la atención mediática y política en Europa.
Transmitido por los mosquitos Aedes aegypti y Aedes albopictus, el virus del chikunguña se describió por primera vez en Tanzania en 1952 y desde entonces se ha extendido por África, Asia y, más recientemente, por el continente americano, llegando a provocar también diversos brotes en Europa. Cuando todavía estamos inmersos en plena batalla contra el ébola, el reto es llegar a tiempo para que virus como el chikunguña se puedan acotar, tratar, y frenar su propagación mundial. En estos días en los que se ha debatido en España, en el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado para el año que viene sería necesario analizar si el ébola ha dejado una huella profunda en lo que se refiere al aumento de la ayuda oficial, o si ha tenido el mismo eco efímero de nuestra realidad informativa.
En Quintana Roo tuvimos una alerta con un pasajero de Estados Unidos que viajaba en un crucero por las aguas del Caribe Mexicano. Se le prohibió desembarcar al buque en Cozumel, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y previo acuerdo entre la naviera y el Gobierno de Quintana Roo, presidido por Roberto Borge Angulo. México ha creado sus mecanismos de control en los aeropuertos y ha entrenado a personal sanitario y acomodado salas especiales en varios hospitales para hacer frente a una emergencia sanitaria por él ébola. La clave, como recalcan los expertos, es mejorar cada día más nuestros servicios públicos de Salud. Los últimos datos conocidos en relación con enfermedades derivadas de nuestros mosquitos son más que esperanzadoras. Los casos del dengue se han reducido drásticamente a lo largo de este último año.
Los “luchadores del ébola”, personajes del año por la revista Time, suceden al papa Francisco en una simbólica portada
Coincidiendo con el Día Internacional de los Derechos Humanos, la revista Time nombró, el 10 de diciembre, a todos los sanitarios que luchan contra el virus del ébola “personajes del año 2014”. Suceden así, en este reconocimiento, al papa Francisco en una simbólica portada que resume, año tras año, las figuras de cada momento. Como ocurriese en 2011, cuando Time designó al manifestante como personaje del año, los editores de la revista han vuelto a reconocer a un colectivo. En esta ocasión, los “luchadores contra el ébola” ocupan las cinco portadas que ha elaborado la publicación. La directora de la publicación estadounidense, Nancy Gibbs, ha explicado la decisión aludiendo a la “pesadilla” en que se ha convertido una enfermedad que, hasta ahora, había permanecido recluida en África. El brote, que ya se ha cobrado más de 6.000 vidas en Guinea, Sierra Leona y Liberia, ha afectado a médicos y enfermeros de una manera “sin precedentes”.
Una de las enfermeras estadounidenses que sobrevivieron al virus, Nina Pham, ha comentado este martes en su cuenta de Twitter el “honor” que significaba para ella salir en la revista Time. Pham, junto con otra enfermera, se contagiaron de Thomas Duncan, un ciudadano con nacionalidad liberiana tratado en el Hospital Presbiteriano de Dallas (Texas) y que no superó el ébola. “Cualquiera que trate a víctimas del ébola corre el riesgo de convertirse en una”, ha indicado Gibbs, que considera “héroes” a quienes se arriesgan para ayudar a los enfermos. Time recoge los testimonios de algunos de estos “luchadores”, entre ellos el del norteamericano Kent Brantly, que sobrevivió a la enfermedad tras ser repatriado a Estados Unidos.
Para Time, la del ébola es también la epidemia del “miedo”. La directora de la revista ha recordado los casos de un instituto de Ohio que no admitía inscripciones de alumnos de Nigeria o el sacrificio del perro Excalibur, de la auxiliar de enfermería española Teresa Romero. Asimismo, ha apuntado que ‘#VamosAMorirTodos fue tendencia en Twitter’ tras conocerse el primer contagio en España. “El ébola es una guerra y una advertencia. El sistema de salud global ni se acerca a mantenernos a nosotros seguros de enfermedades infecciosas, y nosotros significamos todos”, ha añadido Gibbs, que ha concluido su texto recordando que gracias a la lucha de unos pocos trabajadores sanitarios, “el resto del mundo puede dormir”.
Liberia, Sierra Leona y Guinea Conakri vuelven a la normalidad, los nuevos casos de ébola han descendido hasta el centenar en una semana, desde Atlanta se sigue vigilando a unos enemigos invisibles y globales.
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