En el marco del XI Encuentro Nacional de Playas realizado en Cancún la semana pasada, cuando el gobierno de Benito Juárez recibió seis galardones internacionales “bandera azul” y dos de “bandera blanca” por sus playas públicas en inmejorables condiciones, el presidente municipal Paul Carrillo expuso: “El rescate de todos los espacios públicos para ciudadanos y visitantes ha sido y seguirá siendo una constante”. Reveló la clave de una estrategia ansiada por muchos.
Porque el nuevo Cancún no se trata solamente de Las Perlas, Chac Mool, Delfines, Marlín, Ballenas y El Niño, las que hoy presume al mundo entero. Cancún ha cambiado gracias a esa recuperación de espacios. En menos de dos años nuestra ciudad luce un mejor rostro. En el olvido quedaron las avenidas principales repletas de baches, los parques públicos convertidos en vertederos, la poca iluminación en la zona fundacional y los recintos culturales abandonados.
Los críticos se han callado: ¿Quién recuerda a los que se acostaban frente a las máquinas en pleno centro para evitar la remodelación?, ¿quién no se acuerda de cuando auguraban una hecatombe en la Tulum por privilegiar al peatón y no a los choferes del transporte público? Es más, ¿quién recuerda ya a los anteriores gobernantes, que dejaron al municipio prácticamente en bancarrota?
Hasta hace no mucho transitar por las primeras supermanzanas o el Boulevard Colosio era una travesía. Daba miedo quedar sin vehículo a medio camino por los desfondes y las grietas. Hoy se sabe que la administración municipal ha rehabilitado 340 mil metros cuadrados de vialidades.
Aunado a eso se cuentan 10 canchas de fútbol con pasto sintético, 38 gimnasios al aire libre, 130 mil lámparas de alumbrado y más de 170 vehículos policiales entregados para aumentar la cobertura de seguridad en todo el municipio, logros tan importantes como la limpieza de los arenales y la preservación de los ecosistemas por los que se obtienen distinciones, con los cuales además se consolida la idea de la transformación, multicitada en los discursos.
Y aun cuando se puede apuntar con justicia que en esto también hay mérito de servidores públicos de los otros dos niveles, lo cierto es que la voluntad, la oportunidad, el cariño por la ciudad y la proyección política son factores a ponderar; por lo mismo, Paul está más vivo que nunca en la sucesión.
Ser el municipio de México con más premios “blue flag” (bandera azul) por el buen estado de sus playas no valdría tanto si no existieran tales avances. El tiempo es poco, pero la bonanza da para más. Recientemente, las autoridades del Estado pronosticaron que habrá un verano récord encabezado por esta ciudad, con aproximadamente 90 por ciento de ocupación entre el 15 de julio y el 16 de agosto.
Lo anterior significa que en ese periodo habría un promedio de 60 mil turistas diarios hospedados en los cerca de 35 mil cuartos disponibles en Cancún y Puerto Morelos. La mayor parte llegará vía aérea, para lo cual las aerolíneas nacionales incrementarían un 30% la disponibilidad de asientos hacia el destino y los aviones operen al 100% de su capacidad, a lo que se sumará un repunte similar en la afluencia de turismo carretero, que beneficia principalmente a los hoteles del centro.
Ante este panorama, Cancún vivirá por segundo año consecutivo una temporada extraordinaria en afluencia y ocupación, pues ha sabido maniobrar con destreza para compensar con nuevos nichos las caídas ocasionales de alguno de sus principales mercados emisores y mantener así el liderazgo en Latinoamérica.
A la autoridad le falta por hacer, por supuesto. Mientras tanto, a los ciudadanos les toca cuidar lo ganado y, por qué no, también presumirlo.