José Mauricio Góngora Escalante ya es el candidato oficialista a la gubernatura. Se presentó como tal ayer en Chetumal tras ser elegido en unidad por los 5 mil 500 delegados priistas, en Convención Estatal, como fue previsto desde el arranque del proceso electoral.
Su postulación acapara espacios informativos y de análisis porque el PRI no conoce derrotas en ese cargo a disputarse el 5 de junio, por lo que tiene la historia a su favor. Si bien en política nada está escrito, desde que el Revolucionario Institucional se alía con Verde Ecologista y Nueva Alianza (como esta ocasión), sus triunfos son aún más holgados.
Sin embargo, para seguir cantando victoria, lo de este domingo debe representar el fin del enojo, la frustración, los amagues, el divisionismo y la traición; de lo contrario, los pronósticos halagüeños se verán amenazados, pues frente tiene al opositor Carlos Joaquín González con sed de triunfo (probablemente también de revancha y venganza).
Desde ahora, y en cuanto la ley lo permita, tanto líderes naturales como referentes de esta alianza deberán reivindicar esa imagen de fortaleza propagada a los cuatro vientos, pero que ha sido puesta en duda por el actuar de unos cuantos, sobre todo, luego de conocerse los precandidatos a diputados y miembros de ayuntamientos.
Visto desde afuera, Góngora sigue siendo el único capaz de convocar a todos los grupos del poder en esta coyuntura, ya que demostró su faceta de conciliador al ser nombrado precandidato, lo que implicó primero el aislamiento de los no favorecidos, aunque no demoró en convencerlos de un proyecto común y compartido en el que todos caben.
Hoy su misión es apaciguar los ánimos de los aún renuentes, en tanto llega la fecha de campaña, cuando no deberían perdurar las rebeldías porque, lo acepten o no, a ninguno de ellos les conviene la alternancia.
Por un momento imaginamos a un Góngora desgastado por ese proceso interno tan complejo, pero lo vemos llegar con solvencia, con amarres valiosos, con estrategia y optimismo, factores determinantes en este periodo. Lo reconoció así recientemente: “Para lograr lo que buscamos debemos tener entusiasmo, pero también lealtad y unidad. Hoy se está logrando”.
Comienza una nueva etapa y por lo tanto la unidad no debe ser puesta a prueba. Qué mejor coyuntura ésta, con la visita de su líder nacional, Manlio Fabio Beltrones, quien lo acompañó ayer en la capital del estado, donde destacó –como en otras oportunidades– que sin la inclusión es imposible tener fuerza, y sin fortaleza, es difícil vencer.
Y es que Manlio sabe lo que habla y por qué lo dice de esa manera. Aun cuando no lo admite todavía, el sonorense se juega algo más: su prestigio como operador modelo, lo cual le dará presencia de sobra en el país rumbo a las presidenciales de 2018. Por su trayectoria, capacidad y experiencia lo sitúan inevitablemente entre los candidateables; y si su partido triunfa en las 12 gubernaturas con él a la cabeza, tendrá méritos suficientes para decir, ahora sí, “ya quiero”.
El ex gobernador, ex diputado y ex senador vio en Góngora a un político que puede garantizarle un bastión más en esa competencia todavía no declarada. Por eso lo eligió y por eso vino. Con ese panorama, las hipótesis conspiracionistas no tienen congruencia: a Mauricio lo pusieron para ganar.
Desorbitado
La actual segunda fuerza política en Quintana Roo es Morena, no PAN ni PRD. Aun así, poco o nada se sabe de lo que hace José Luis Pech Várguez, su aspirante a gobernador. Que alguien le avise del segundo campanazo.