La estrategia de campaña de la alianza PRI-PVEM-Panal fue revelada en la víspera del arranque por Pedro Flota Alcocer, generalísimo del candidato Mauricio Góngora Escalante: “Vamos a tocar manos, ver rostros y convivir con cuantos sea posible, apelando al contacto directo”.
Los de ahora parecen abandonar la usanza del viejo PRI, que anteponía los discursos en templete o en sendas ceremonias protocolarias con personalidades; están cambiando los modos de ejecutarla, al no mostrar el músculo en mítines multitudinarios como nos tenían acostumbrados.
Todo ello está respaldado por dos estructuras que le brindarán, decía Flota, “viabilidad real de triunfo”: la estructura de activismo político, y la electoral, basada fundamentalmente en la representación ante casillas y órganos electorales, la cual otorga la ansiada certeza jurídica cuando la competencia es apretada.
Es decir, la estrategia no solamente está limitada a recorridos, reuniones y boletines, sino que prioriza lo que da sustento legal al proselitismo propiamente tal, tan importante como las primeras acciones mencionadas.
¿Será suficiente? Eso se sabrá el 5 junio o en días posteriores a la jornada electoral, cuando se confirme el triunfo o la derrota. Lo que sí se reconoce, es que era necesario, ya que por un lado la gente está desencantada con la partidocracia o los “candidatos convencionales”, y por el otro, el tricolor ha demostrado capacidad de convocatoria, por lo cual resultaría improductivo recurrir a lo mismo, sin estremecer.
Al PRI le ha faltado sensibilidad, retribución y cercanía, algo que a Góngora se le da natural por carisma, por lo cual la apuesta de su candidato a gobernador se pretende replicar en municipios y distritos. Aprendieron de la experiencia de 2013, cuando debieron convencer casa por casa que la alternancia en 2010 no fue la panacea prometida por sus contrincantes.
En definitiva, el “viejo lobo” aseguró que, la única coalición que presentó candidatos para todos los cargos en disputa, está trabajando para ganar todo.
La contraoferta
En 2010 los opositores tuvieron una estrategia similar, ganando cinco ayuntamientos y varias curules, aunque ahora, si bien están en medios informativos y redes generando percepciones positivas, no se les ve en terreno con la fuerza de entonces.
Quizá la negociación entre los grupos y partidos que conforman esta alianza se ha complicado más de la cuenta. Ejemplo concreto sería las cuatro postulaciones en Benito Juárez, donde la gente de Carlos Joaquín González mandó precandidato (Jesús Pool Moo) dos días después de que se inscribieran -vía PRD- Julián Ricalde Magaña, Jaime Hernández Zaragoza y Gerardo Mora Vallejo, exhibiendo la falta de consensos.
Esta es una coalición fuerte; muchos de los postulados en otros cargos tienen méritos y presencia, aunque deben dejar las diferencias si quieren competir en serio. Los que gozan buena imagen debieran enarbolar la causa, y no aquellos que por colmilludos se imponen en el rol.
Por lo pronto, la estrategia del candidato a gobernador se vislumbra en el mismo sentido que su rival más visible: en busca del contacto estrecho con el ciudadano.
Desorbitado
La cartelera la complementan José Luis Pech Várguez, por Morena; Rogelio Márquez Valdivia, por Encuentro Social, y Alejandro Alvarado Muro, por el Partido del Trabajo. Sus posibilidades son más reducidas respecto a Góngora y Joaquín, aunque enriquecen las opciones. Para gustar necesitan más que una estrategia digna y para convencer requieren cambiar el paradigma endeble de la política tradicional. Para eso, 60 días son pocos. ¿Qué esperan para sorprender?