3Los primeros discursos de los 11 nuevos presidentes municipales, de hombres y mujeres, estuvieron cargados hacia al romanticismo, a proyectar más la imagen de la “reconstrucción” que de la “devastación”; sobre todo, en aquellos municipios sumidos en caos y crisis.
Prevaleció el “sí se puede” al “nunca más”, aun cuando los debutantes no perdieron oportunidad de restregar errores y omisiones a sus antecesores, muchos de los cuales huyeron por la puerta trasera.
No podía ser diferente. Era necesario explotar esa idea, porque si durante tres meses condenaron sin compasión a los ex gobernantes y reprodujeron el sonsonete del “cambio”, ya en funciones es obligatorio mantener altas las expectativas.
Pero lo han hecho evocando el “paraíso” de los primeros lustros o imaginando una mejor vida como conceptos vagos, y no con planes concretos para sortear los obstáculos. Salvo excepciones, el futuro es propuesto en términos confusos. Imperdonable a estas alturas.
La gente reclama cambios, aunque no siempre participe en la transformación.
“Enamorarlos” parece lo más lógico bajo esa perspectiva para seguir ganando adeptos cuando asumen que solos es imposible lograrlo. Así, recurren al “control de masas”, una táctica tan antigua como peligrosa.
Porque si bien todas fueron alocuciones multiformes, el contenido converge en una constante: más libertad, unión y reconciliación; conceptos que, por cierto, parecen manejar solamente ante quienes conviene.
Los románticos del templete deben aterrizar sus palabras porque topan con una realidad opuesta y tienen el tiempo encima. Dos años, con un proceso electoral intermedio, es una carrera con innumerables desafíos y tentaciones, por lo que deben ofrecer resultados inmediatos y no escudarse en el melodrama.
¿Qué realidad? Las deudas millonarias a proveedores y a instancias crediticias; los casi nulos servicios públicos, como la recolección de basura; la deficiente obra, con calles impresentables; acusaciones graves a sus predecesores por mal desempeño, y la inseguridad, por citar problemas recurrentes.
Casos como el de Playa del Carmen, donde la basura depositada en Palacio fue tema nacional (acción replicada en Chetumal en menor escala), o la violencia de los últimos días en Cancún, son la muestra de que es imposible crear una atmósfera de cuento sin brindar soluciones satisfactorias.
Por ello no sirven esta vez las palabras llenas de nostalgia o de amor, ya que pretender empatarlas con la arenga del cambio no convencerá en el corto plazo a los ciudadanos, quienes exigirán pruebas de que ya pasó la etapa de la inmoralidad pública, como han calificado a los trienios anteriores en Solidaridad y Othón P. Blanco.
La tarea no sólo les compete a las autoridades. Habitantes, empresarios, académicos y especialistas de todas las áreas deben comprometerse en mejorar las dinámicas desde sus trincheras; de lo contrario, ninguno de los que han asumido el encargo estará a la altura de las expectativas. Es el tiempo de todos y no de unos cuantos.
Desorbitado
Perredistas más que panistas andan soñados. Exhiben la misma arrogancia que tanto criticaron a los de otrora en esta nueva era, más aquellos que son vistos con proyección natural para seguir contendiendo por cargos públicos.
Durante las tomas de protesta, a los “Ayuntamientos amigos” fueron enviados como representantes de la XV Legislatura los que son candidateables, jugando un rol más allá del administrativo. Eso trae en la nube a unos cuantos.
Por cierto, priistas y verdes la están pasando mal en el recinto legislativo, donde los comandantes les dan recursos sólo para lo justo. ¿Merecido? Es cuestión de análisis.