Quintana Roo es hogar de migrantes y tierra de fronteras. Residen aquí oriundos de más de 100 países, con su idioma, sus costumbres y sus hábitos…
Quintana Roo es hogar de migrantes y tierra de fronteras. Residen aquí oriundos de más de 100 países, con su idioma, sus costumbres y sus hábitos. La frontera sur limita con Centroamérica, principalmente con Belice, y la zona norte colinda con el Mar Caribe, donde las Antillas mayores son las naciones vecinas. Su importancia geoestratégica es única en el país.
Estas cualidades -que definen también al “quintanarroísmo”, tan en boga durante los últimos días- le otorgan un rol preponderante al estado en el nuevo mapa de la globalización, el cual debe ejercer con todo y sus desafíos. La reconfiguración inmediata la plantean Cuba, en el Caribe, y los países centroamericanos al sur del Río Hondo. Hay condiciones favorables y adversas, aunque retos al fin.
La tendencia a “normalizar” las relaciones entre Estados Unidos y Cuba está motivando a los inversionistas de distintas latitudes a ver al segundo con sumo interés debido a su tremendo potencial para detonar mercados, entre ellos el turístico. Aun cuando no es un competidor directo, pues su industria es incipiente, podría convertirse en una amenaza, pero también en un aliado si se implementan las estrategias correctas.
Tanto autoridades como turisteros, agentes de viaje y empresarios en general, deben estar ya participando en el establecimiento de las nuevas rutas en favor de la isla, para no vernos desplazados, para incluirla en nuestros circuitos, para fomentar las conexiones aéreas, para procurar el intercambio y para aprovechar el “boom” con el arribo no solo de norteamericanos, también de europeos y asiáticos. Tan cercana y rica en muchos ámbitos, representa así una oportunidad para diversificar la oferta.
En contraste, lo que ocurre en torno a la región sur confunde y preocupa. La semana pasada coincidieron reportes sobre violaciones a derechos de extranjeros y el anuncio de que la Unidad de Atención Integral de los Migrantes fue fusionada con otras instancias federales por el reajuste al presupuesto, justo cuando rendían los primeros frutos logísticos en la franja de Chiapas con Guatemala, y más acá. Incluso se especuló que los recientes decomisos de mercancía en el sur de nuestra entidad fueron ejecutados bajo ese esquema de cooperación.
Humberto Mayans Canabal, ex coordinador de la Unidad mencionada, declaró en entrevista que tardaría unos 15 años en rescatarse la frontera sur solo en caso “de dar continuidad a las acciones del actual gobierno”, con lo cual dio a entender que dicha política es ahora transexenal, de voluntad.
De pasadita dio un dato que pone a pensar en el inmenso mercado desaprovechado: “El PIB centroamericano es de 198 mil millones de dólares”, pero son países sudamericanos los que se benefician de las oportunidades.
Lo que no reconoció, son las vejaciones contra los migrantes, que persisten no obstante la perfección de la ley, las incontables iniciativas y las denuncias con pruebas irrefutables. Cada año entran a México entre 250 y 300 mil indocumentados (la mayoría de América Central), pero muchos no buscan su futuro en Estados Unidos como se cree, sino en polos de desarrollo nacionales como Quintana Roo.
Las expresiones de Mayans desorientan porque ahora no se sabe con certeza cómo y cuándo se concretarán los casi 200 proyectos anunciados por los gobiernos de la zona, los cuales buscarían frenar el flujo ilegal de personas, la protección de sus garantías, así como mejorar la calidad de vida de todos los habitantes.
En este contexto, en Quintana Roo se debe revisar la política en las fronteras y la atención a los migrantes para consolidarse como referente geopolítico y seguir siendo ese hogar de tantos, como se plantea al inicio del presente texto. Para ello es necesaria la participación activa de las autoridades, de la iniciativa privada, de las fuerzas políticas y de la sociedad. De lo contrario, no se avanzará.