EL BESTIARIO POR SANTIAGO J. SANTAMARÍA
Nació en 1959, pero no fue una organización nacida para combatir la dictadura de Francisco Franco, ex aliado de Adolf Hitler y Benito Mussolini. Su carrera de asesinatos empezó en los estertores del franquismo, en 1968, y se prolongó 43 años más, hasta 2011. ‘Euskadi Ta Askatasuna’ (Patria Vasca y Libertad) practicó el terrorismo sólo siete años durante la dictadura y 36 entre la Transición y la democracia, muerto el Caudillo el 20 de noviembre de 1975. Fue una organización terrorista que, en su pretensión de imponer un proyecto totalitario en Euskadi, trató de desestabilizar la democracia española y el autogobierno vasco, a las que atacó con más saña en los momentos más difíciles de la Transición. Concretamente, entre 1979 y 1980 -años del referéndum constitucional, de la votación del Estatuto de Gernika y de la creación del primer Gobierno vasco, tras la Guerra Civil- asesinó a 244 personas, cerca de la tercera parte de sus crímenes. ETA, que en 1977 se benefició de una amnistía que excarceló a todos sus presos- le sirvió al teniente coronel de la Guardia Civil, AntonioTejero, como excusa para justificar su intentona golpista el 23 de febrero de 1981, ‘el 23-F’. Su balance terrorista y desestabilizador es nítido: El 93% de sus 829 asesinatos los cometió entre la Transición y la democracia, Sólo el 7%, durante la dictadura. Una nueva fecha histórica que evoca ‘Los fusilamientos del 3 de Mayo’, el cuatro del pintor aragonés Francisco de Goya, al inicio de la Guerra de Independencia Española contra las tropas de Napoleón…
Seis años y medio después de declarar el cese definitivo del terrorismo, ETA ha anunciado su desaparición como organización a través de un comunicado hecho público a las 14.06 de la tarde, de este jueves, otro histórico 3 de Mayo, en la historia de España.. La fórmula que ha utilizado para expresar su disolución ha sido “el desmantelamiento total del conjunto de sus estructuras” y “el final de su trayectoria y su actividad política”. ‘El 3 de mayo en Madrid’ (también conocido como ‘Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío’ o ‘Los fusilamientos del 3 de Mayo’) es un cuadro del pintor aragonés Francisco de Goya terminado en 1814 que se conserva en el Museo del Prado de la capital de España. La intención de Goya al elaborarlo era plasmar la lucha del pueblo español contra la dominación francesa en el marco del levantamiento del 2 de Mayo, al inicio de la Guerra de la Independencia Española.
Su pareja es ‘El 2 de Mayo de 1808 en Madrid’ -también llamada ‘La carga de los mamelucos’-. Ambos cuadros son de la misma época y corriente artística. Su técnica y cromatismos propios del Goya maduro. Goya sugirió el encargo de estos cuadros de gran formato a la regencia liberal de Luis María de Borbón y Vallabriga, antes de la llegada del rey Fernando VII. Habitualmente se decía que adornaron un arco del triunfo dedicado al rey en la Puerta de Alcalá pero últimas investigaciones lo desmienten. En cualquier caso, la intención de Goya para hacer estos cuadros queda plasmada en una carta autógrafa del aragonés, donde escribe: “Siento ardientes deseos de perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa”.
La pintura es oscura, muestra imágenes fuertes y crea el arquetipo del horror en la pintura española, que Goya aprovechó en esa época para sus aguafuertes titulados ‘Los desastres de la guerra’. El 3 de Mayo de 1808 ha inspirado numerosos cuadros, como ‘El fusilamiento de Maximiliano’, de Édouard Manet, así como otras obras de éste relativas a la acción bélica. ‘Guernica’ y ‘Masacre en Corea’ son las dos obras de Pablo Picasso en que se aprecia la influencia de ‘Los fusilamientos’.
El comunicado de ‘Euskadi Ta Askatasuna’ (Patria Vasca y Libertad) , publicado por los medios vascos Gara y Berria, ha sido leído en español por Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera, y Soledad Iparraguirre, Amboto, dirigentes históricos de ETA. Josu Ternera participó en el proceso de diálogo que mantuvieron el Gobierno de Zapatero y ETA en 2006 y actualmente está en paradero desconocido al estar perseguido por la justicia española. Por su parte, Amboto está encarcelada en Francia. El texto, titulado ‘Declaración final de ETA al pueblo vasco’, de 378 palabras -una extensión similar al comunicado de octubre de 2011 en el que decretó su cese definitivo-, no hace ninguna alusión a las víctimas que ha causado su acción terrorista. Asimismo, trata de justificar su trayectoria criminal durante los últimos 59 años. Así, el texto habla de “los y las exmilitantes” de quienes señala que continuarán con “la lucha por una Euskal Herria reunificada, independiente, socialista, euskaldun y no patriarcal en otros ámbitos, cada cual donde lo considere más oportuno, con la responsabilidad y honestidad de siempre”.
ETA no hace ninguna referencia a las víctimas que ha causado en sus 59 años (más de 800 muertos), amén de otros miles de heridos y exiliados
En la parte final de texto señala: “Esta última decisión la adoptamos para favorecer una nueva fase histórica. ETA surgió de este pueblo y ahora se disuelve en él”. Señala, también, como reto “construir un proceso como pueblo que tenga como ejes la acumulación de fuerzas, la activación popular y los acuerdos entre diferentes, tanto para abordar las consecuencias del conflicto como para abordar su raíz política e histórica”. Lo hace antes de reivindicar el derecho a decidir y el independentismo de izquierdas: “Materializar el derecho a decidir para lograr el reconocimiento nacional será clave. El independentismo de izquierdas trabajará para que ello conduzca a la constitución del Estado Vasco”, indica el último comunicado de la banda.No contiene expresamente la palabra disolución, aunque en la parte final de texto dice: “Esta última decisión la adoptamos para favorecer una nueva fase histórica. ETA surgió de este pueblo y ahora se disuelve en él”. ETA no hace ninguna referencia a las víctimas que ha causado en sus 59 años de existencia (más de 800 muertos). A mediados de abril pasado hizo público un escrito en el que pide perdón “de veras” a una parte de ellas, solo a los “ciudadanos y ciudadanas sin responsabilidad en el conflicto”.
El comunicado final de ETA tiene el visto bueno de los mediadores internacionales. Miembros de la Fundación Henri Dunant, una organización suiza con sede en Ginebra especializada en la resolución de conflictos, han certificado la veracidad del último comunicado de ETA en el que anuncia su disolución. La ceremonia del fin de ETA comenzó con la intervención de agentes internacionales que dan la veracidad del comunicado de la banda. El presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, ha garantizado que “haga lo que haga y diga lo que diga ETA”, no va a cambiar la política antiterrorista, va a seguir aplicando la ley en todo momento y la banda terrorista no va a encontrar ningún resquicio para la impunidad de sus crímenes. La decisión de ETA de poner fin a su trayectoria se produce un día antes de la cumbre internacional que se celebró en la localidad vascofrancesa de Cambo (cerca de Bayona), y a la que asistieron miembros de la Fundación Henri Dunant, del grupo Intermediate, del Grupo Internacional de Contacto (GIC) y de la Comisión Internacional de Verificación (CIV).
El acto se celebró en la villa Arnaga de la citada localidad francesa y sirvió para “certificar” y dar por definitiva la desaparición de ETA como organización. El denominado ‘Encuentro Internacional para avanzar en la Resolución del Conflicto en Euskal Herria’ comenzó, con la intervención, entre otros, del líder del GIC, el abogado sudafricano Brian Currin, y del alcalde de Baiona, Jean René Etchegaray, uno de los principales impulsores de este proceso final de ETA. Tras la conferencia, que se prolongó durante una hora, personalidades de la comunidad internacional dieron lectura a una declaración con la que se puso punto y final al encuentro.
Los Gobiernos vasco y navarro no acudieron, lo hicieron Arnaldo Otegi de la izquierda abertzale y Andoni Ortuzar, presidente del PNV
A la cita no acudieron representantes del Gobierno Vasco ni del de Navarra, a la espera de comprobar cómo se va a escenificar el final de ETA, pero sí hubo miembros de las principales formaciones vascas. Andoni Ortuzar, presidente del PNV, ha adelantado que asistió al acto con “vocación notarial”, también estuvo Arnaldo Otegi, referente de la izquierda abertzale, y un integrante de Podemos Euskadi. En cambio, no hubo ninguna delegación de los socialistas vascos, del PP, ni de Ciudadanos. Seis años y medio después de declarar el cese definitivo del terrorismo, una representación internacional -en la que figuraron el exlíder del Sinn Fein, Gerry Adams y el ex jefe de Gabinete de Tony Blair, Jonathan Powell- levantó ‘acta notarial’ de la desaparición de ETA como organización. El de este jueves, 3-M, ha sido el último comunicado de la última organización terrorista que ha operado en Europa. En realidad, ETA desapareció de la vida el 20 de octubre de 2011 cuando cesó definitivamente el terrorismo y terminaron sus asesinatos, sus secuestros, sus extorsiones y sus amenazas.
Su obstinación por intervenir en el futuro de sus presos ha alargado en seis años y medio su existencia ya meramente nominal. ETA fue derrotada en 2011 al cesar el terrorismo sin lograr ninguno de sus objetivos políticos: el derecho a la autodeterminación y la unión del País Vasco y Navarra. Ahora desaparece como organización sin lograr, como pretendía, algún acuerdo de paz por presos. Deja detrás una historia sangrienta con 853 asesinados -según la web del Ministerio del Interior-, la mayoría vascos; 79 secuestrados, 12 de ellos asesinados; y 6.389 heridos. Desaparece quedando pendientes de esclarecer 197 casos; 170 sobreseídos y 27 archivados. Nació en 1959, pero no fue una organización nacida para combatir la dictadura de Franco. Su carrera de asesinatos empezó en los estertores del franquismo, en 1968, y se prolongó 43 años más, hasta 2011. Su balance terrorista y desestabilizador es nítido: El 93% de sus 829 asesinatos los cometió entre la Transición y la democracia, Sólo el 7%, durante la dictadura.
Francisco Franco Bahamondeef (Ferrol, 4 de diciembre de 1892-Madrid, 20 de noviembre de 1975) fue un militar y dictador español, integrante del grupo de altos cargos de la cúpula militar que dio el golpe de Estado de 1936 contra el Gobierno democrático de la Segunda República, cuyo fracaso desembocó en la Guerra Civil Española. Fue investido como jefe supremo del bando sublevado el 1 de octubre de 1936, y ejerció como caudillo de España -jefe de Estado- desde el término del conflicto hasta su fallecimiento en 1975, y como presidente del Gobierno -jefe de Gobierno- entre 1938 y 1973. En abril de 1937 se autoproclamó jefe nacional de la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS), partido único resultado de la fusión de la fascista Falange Española de las JONS y de la Comunión Tradicionalista. Acabada la guerra instauró una dictadura fascistizada, o régimen semifascista e incorporó una influencia clara de los totalitarismos alemán e italiano en campos como las relaciones laborales, la política económica autárquica, la estética y el uso de los símbolos. En sus últimos estertores el régimen transitó más próximo a las dictaduras desarrollistas, aunque siempre conservó rasgos fascistas vestigiales, régimen que en su conjunto es conocido como franquismo, caracterizado por la ausencia de una ideología claramente definida más allá de su proclamado nacionalcatolicismo.
Durante su mandato al frente del Ejército y de la jefatura del Estado, especialmente durante la Guerra Civil y los primeros años del régimen, se produjo una fuerte represión, en particular contra los partidarios del bando republicano que fue derrotado en la contienda, a la que se sumó el exilio de centenares de miles de españoles al extranjero. La cifra total de víctimas mortales varía en torno a varios centenares de miles de personas, que perecieron en su mayoría en campos de concentración, ejecuciones extrajudiciales o en prisión.
Su justificación histórica en la Guerra Civil, en la destrucción de Gernika por la aviación nazi y con la autorización de Franco
La historia de ETA fue un absurdo. Aunque inspirada en el IRA y los movimientos de liberación nacional -Cuba, Argelia…-, a diferencia de ellos, hizo la inmensa mayoría de su recorrido terrorista contra una España que inauguraba democracia y una Euskadi que estrenaba autogobierno, con el amparo de la Unión Europea. En esas condiciones, estaba destinada a desaparecer sin lograr sus objetivos, tal y como ha sucedido. Aunque progresivamente debilitada desde 1982, con la disolución de la rama político-militar de ETA, su injustificada vitola antifranquista, la guerra sucia y algunos errores en la lucha antiterrorista, contribuyeron a que su final fuera más lento. ETA no se resigna al juicio condenatorio de la historia. Pretende blanquearla. En su penúltimo comunicado, el pasado 20 de abril, trató de buscar su justificación histórica en la Guerra Civil, en la destrucción de Gernika por la aviación nazi y con la autorización de Franco. Trata de presentarse como la respuesta legítima a los desmanes en Euskadi de los regímenes totalitarios del siglo XX cuando ETA los emuló al practicar la persecución étnica, especialmente, en su etapa de “socialización del sufrimiento”.
Además de la batalla por el relato, a las instituciones democráticas, especialmente en Euskadi, les queda otra tarea importante: trabajar por la convivencia. ETA desaparece sin reconocer el daño injustamente causado a las víctimas del terrorismo. Esa tarea la tendrá que acometer la izquierda abertzale, representada en el Parlamento vasco por Bildu, para facilitar el acercamiento a las víctimas. Es deseable que en Euskadi se pase página sobre lo sucedido, pero antes de hacerlo sus protagonistas deberán leer la página de las atrocidades del terrorismo para que no vuelva a repetirse. La izquierda abertzale tiene, además, una razón práctica para avanzar en el reconocimiento del daño injusto causado a las víctimas del terrorismo: la situación de los casi 300 presos de ETA. La disolución de la banda, unida al reconocimiento del daño causado a las víctimas del terrorismo, es un buen colchón para que los presos de ETA puedan acogerse a la legalidad penitenciaria y cumplir los requisitos que marca la ley para reinsertarse y obtener beneficios penitenciarios. Ahí puede jugar un papel clave la izquierda abertzale.
Al Gobierno del conservador PP (Partido Popular) le corresponderá exigir el cumplimiento de la legalidad a los presos de ETA que pretendan reinsertarse, pero sin excederse en las condiciones. Es el momento de que el Ejecutivo de Mariano Rajoy cumpla lo que muchos de sus representantes dijeron en el pasado: que cuando ETA se disolviera se replantearían la política penitenciaria, concebida para luchar contra el terrorismo. Tanto el Gobierno Vasco como el Parlamento autonómico jugarán un papel supervisor. La convivencia pasa, también, por un cumplimiento de la legalidad sin cláusulas abusivas. El avance en la convivencia pasa, asimismo, porque no sólo se trate de esclarecer los casos pendientes de víctimas del terrorismo etarra. También de las víctimas de la guerra sucia, pendientes de investigación en más de un 60%. Asimismo, a efectos legales, las instituciones deben conceder a todas las víctimas, sean de ETA, de la guerra sucia o de abusos policiales, el mismo reconocimiento.
Josu Ternera, ‘La voz de su amo’, el histórico dirigente etarra, fugado desde 2002, ha leído el comunicado del final de ETA
José Antonio Urrutikoetxea, alias Josu Ternera, (Miravalles, Bizkaia, 1950) ha sido el encargado de poner voz a la declaración de disolución y desmantelamiento de ETA, la organización terrorista en la que ha militado medio siglo y desempeñado prácticamente todas las funciones orgánicas y estratégicas. Josu Ternera, uno de los símbolos y cabecillas de ETA, ha seguido una vida paralela a las principales acciones protagonizadas por los terroristas. Desde 2002 se encuentra en paradero desconocido y la Justicia le requiere para juzgarle por delitos de lesa humanidad… His Master’s Voice (‘La voz de su amo’), normalmente abreviado en HMV, es una famosa marca de la industria musical y, durante años, el nombre de una compañía discográfica del Reino Unido. El nombre fue acuñado en 1899 como el título de un cuadro del perro Nipper escuchando un gramófono de cuerda. Sus tiendas de distribución son actualmente las primeras en ventas en el Reino Unido, pero tiene una fiera competencia dentro del Reino Unido por parte de Virgin Megastores y, más recientemente, de Music Zone.
Su famosa imagen corporativa proviene de una pintura del artista inglés Francis Barraud, miembro de la Royal Academy of Arts, titulado His Master’s Voice. Fue adquirido al artista en 1899 por la recién formada Gramophone and Typewriter Company (G & T). De acuerdo con el material publicitario contemporáneo de la empresa, el perro, una variante del perro perdiguero llamado Nipper, había pertenecido originariamente al hermano de Barraud, Mark. Cuando Mark Barraud murió, Francis heredó la posesión de Nipper, junto a un fonógrafo de cilindro y algunas grabaciones de la voz de Mark. Francis apreció el peculiar interés que el perro tenía por la voz de su difunto amo emanando del gramófono, y concibió la idea de inmortalizar la escena sobre el lienzo. A principios de 1899 Francis Barraud obtuvo los derechos sobre la obra. Le fue imposible vendérselos a ninguna compañía de fonógrafos de cilindro, hasta que la Gramophone Company la adquirió a finales de ese año, bajo la condición de que Barraud lo modificara para que mostrara una de sus máquinas de reproducción. La imagen se utilizó por primera vez en la publicidad de 1900 y copias adicionales fueron encargadas al artista para variados propósitos corporativos.
A petición del inventor del gramófono, Emile Berliner, los derechos norteamericanos del cuadro pasaron a ser propiedad de la Victor Talking Machine Company. Victor utilizó la imagen de forma más agresiva que su compañero británico, y desde 1902 todos los discos de Victor llevaban sobreimpresa el dibujo del perro y el gramófono de Barraud. Los anuncios en las revistas urgían a los compradores de discos a “buscar el perro”. Es interesante anotar que el cuadro se trata de Nipper oyendo la voz de Mark, algo que era posible con el Ediphone original, que podía tanto grabar como reproducir, mientras que el gramófono sólo podía reproducir, de manera que Nipper sólo podría haber escuchado la voz de su amo si éste hubiera sido un artista con grabaciones.
Negoció la paz con el Gobierno socialista del José Luis Rodríguez Zapatero en 2006, siendo apartado por los ‘duros’ Thierry y Txeroki
Josu Ternera se unió muy joven a la causa terrorista, durante el régimen franquista, primero como un militante más y al poco tiempo como uno de sus máximos dirigentes. Ingresó en ETA en 1968 a la vez que su amigo José Miguel Beñarán Ordeñana, alias Argala, otro histórico. Fue el año en que la banda cometió su primer crimen, el asesinato del guardia civil José Antonio Pardines. Buscó refugio en Francia en 1971, donde intervino directamente en el robo de explosivos que pudieron ser utilizados, como figuró en las imputaciones judiciales, en el atentado que costó la vida al almirante Carrero Blanco en 1973. En 1987, ya como uno los máximos jefes de la banda junto a Txomin Iturbe, ETA perpetró sus mayores y más sanguinarios atentados, como el de Hipercor (21 de junio de 1987), y otros gravísimos como el de la casa cuartel de Zaragoza o el de Vic. Con la escisión de la banda en 1974 en dos ramas, la político-militar (ETA pm) y la militar (ETA m), Ternera aprovechó para adentrarse en la cúpula, pero no fue hasta 1984, con la detención Antxon Etxebeste, cuando se erigió en uno de los máximos responsables del aparato político, el internacional y el de finanzas.
La muerte de Txomin Iturbe en Argel en 1987 le dio plena autoridad sobre la organización, pero dos años después fue arrestado en Francia y condenado en 1990 a 10 años de prisión. Cumplió los seis primeros en aquel país hasta su extradición a España, precisamente el mismo día que Jaime Mayor Oreja asumió la jefatura del Ministerio del Interior. Ahí comenzó la actividad política de Urrutikoetxea, quien logró un escaño como parlamentario vasco en las elecciones de 1998 y lo revalidó en los comicios autonómicos en 2001. En ese tiempo, representó a Euskal Herritarrok, una de las marcas de la izquierda abertzale, como miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco, un hecho que fue considerado como una grave ofensa para las víctimas. Pero en 2002, cuando la justicia le citó para tomarle declaración por su participación en el atentado de la casa cuartel de Zaragoza, Ternera se dio a la fuga y recuperó su vida en la clandestinidad.
Esto no le impidió participar en las conversaciones con el Gobierno socialista del José Luis Rodríguez Zapatero en 2006, cuando en el seno de la banda se estaba librando una guerra fratricida por el poder en la que se impuso el sector más duro encabezado por Francisco Javier López Peña, alias Thierry y Mikel Garikoitz Aspiazu Rubina, más conocido como Txeroki. Ternera fue apartado, aunque la ascendencia que tenía en la organización volvió a concederle protagonismo el día en que la banda anunció en 2011 el cese definitivo de la lucha armada. ETA ha querido que uno de los símbolos de su lucha haya reaparecido como su altavoz el día de su disolución.
Octubre de 1989 no era el mejor momento para entrar en coma viviendo en la República Democrática Alemana, de Erich Honecker
En esos años editábamos en La Habana tres revistas, Mar Caribe, Récord y Habanera. Eran tiempos de superadas ‘Perestroikas’, ‘Períodos Especiales’, Empresas Mixtas e Inversiones Extranjeras’… Los tejados, balcones y tanques de agua se llenaron de antenas para captar imágenes de otros canales, principalmente miamenses de programas de humor, telenovelas y películas. Los ciudadanos no estaban por los servicios informativos ‘anticastristas’. Las familias buscaban complementar la oferta de entretenimiento audiovisual a Cubavisión y Tele Rebelde, con horarios limitados, salvo los domingos que tras el Noticiero Nacional, llegaba la Telenovela -sus protagonistas canallas servían para para rebautizar a la gripe anual que llegaba a la Isla de Caribe-, el programa de humor ‘Sabadazo’ y dos películas de acción norteamericanas que se estrenaban en los televisores ‘Caribe’ y ‘Panda’ de Santiago, Camagüey, Cienfuegos, Pinar del Río… antes que en los cines de Nueva York, Cancún, Madrid, Londres…
Mientras en Euskadi y España se intentaba alcanzar la paz, con referencias no lejanas a la Revolución Cubana y al libro ‘Nacionalismo Vasco y luchas sociales’ de Emilio López Adán ‘Beltza’, no faltaba un protagonista de piedra, Vladimir Ilich Lenin. Europa superaba fiebres de marxismo leninismo de décadas que siguieron al Mayo del 68 de París y otros lugares. En los principios del nuevo siglo XXI, en la casa del barrio de Santa Fe, próximo a la Marina Hemingway, en La Habana, me impactó la película titulada Good Bye Lenin!, dirigida por el alemán Wolfgang Becker, cuyo reparto incluía a Daniel Brühl, Katrin Sass, y Chulpan Khamatova. La mayoría de las escenas fueron tomadas en la Karl-Marx-Allee en Berlín y alrededor de las Plattenbauten cerca de la Alexanderplatz. Octubre de 1989 no era el mejor momento para entrar en coma viviendo en la República Democrática Alemana, y eso es precisamente lo que le ocurre a la madre de Alexander Kerner (Daniel Brühl), Christiane, una mujer orgullosa de sus ideas socialistas y miembro del Partido Socialista Unificado de Alemania. Entregada a la política tras el abandono y huida de su marido a Alemania Occidental, pierde el conocimiento al ver a su hijo metido en disturbios a raíz de una manifestación en contra de Erich Honecker, con la política del estado que tanto admira.
Alex se ve envuelto en una complicada situación cuando su madre sale del coma ocho meses después. Ninguna otra cosa podría afectar tanto a su madre como la caída del Muro de Berlín y el triunfo del capitalismo en su amada Alemania Oriental, y ya advertido por el médico de dejarla en reposo y sin grandes disgustos, para evitar una posible recaída, ocultará a su madre lo sucedido mientras ella estaba enferma: el Muro de Berlín ha sido derribado y la reunificación alemana se ha ejecutado bajo el mando de la capitalista Alemania Occidental. Para ello Alex, con ayuda de su amigo Denis (un aspirante a cineasta de Berlín Occidental), montará una serie de falsos telediarios, en los que escribirá su propia historia del país. Por eso, para salvar a su madre, Alex convierte el apartamento familiar en una isla anclada en el pasado, una especie de último bastión del socialismo en el que su madre vive creyendo que nada ha cambiado. Lo que empieza como una mentira piadosa se convierte en una gran estafa cuando la hermana de Alex y algunos vecinos se encargan de mantener la farsa para que la madre de Alex siga creyendo que nada había cambiado. Una de ellas es Lara, una enfermera soviética que Alex enamora durante el coma de su madre.
Descubre que frente a su ventana se despliega un enorme cartel de Coca Cola y una estatua de Lenin es trasladada de su pedestal
Algunos sucesos hacen dudar a Christiane sobre lo ocurrido: descubre que frente a su ventana se despliega un enorme cartel publicitario de Coca Cola y luego ve que una estatua de Lenin es trasladada de su pedestal. En cuanto puede salir a las calles, Cristiane se da cuenta también que sus vecinos han comprado muebles nuevos y que no usan el mobiliario típico de la RDA, por lo cual Alex debe inventar nuevas mentiras para evitar un gran disgusto a su madre. Para relajar a la familia, Alex lleva a Christiane, a su hermana y al novio de ésta a un paseo campestre, donde Alex se entera que su padre, Robert, trató de huir a Alemania Occidental con toda su familia en 1978 pero que Christiane temió perder a sus hijos si el plan fallaba, por lo cual a último momento rehusó acompañar a su esposo, de lo cual se arrepintió después. Poco después sufre Christiane un nuevo infarto y es ingresada en el hospital, situación que aprovecha Alex para falsear un nuevo telediario: en esta ocasión convence a Sigmund Jähn (el primer astronauta germano-oriental) que lo descubre trabajando como taxista, para que se haga pasar por el nuevo “presidente de la RDA” y con su discurso proclame “la necesidad de unirse con Alemania Occidental” para así poner fin de manera suave a las mentiras creadas para cuidar a Christiane.
No obstante, durante su estancia en el hospital, Lara le revela a Christiane todas las transformaciones políticas de los últimos meses. Poco antes de morir, viendo uno de los últimos telediarios falsos de Alex, Christiane es consciente del montaje que su hijo le ha preparado por amor; conmovida por el empeño de Alex en crear una realidad paralela sólo para no disgustarla, Christiane se niega a revelarle que ella ya conoce la realidad de los hechos. Como trama paralela, la película revela la verdadera historia del padre de Alex y el reencuentro con su hijo. A su vez, la película plantea críticas al socialismo de Estado de la RDA (lleno de parafernalias, burocracia y militarismo), así como al capitalismo implantado en la Alemania Oriental tras la caída del muro. Sitúa al personaje central como un hombre que vacila entre su rebeldía juvenil y sus observaciones del tiempo posterior a la caída del muro: las primeras son hechas de forma concreta, por ejemplo, mostrando la violencia ejercida por la policía de la DDR durante las manifestaciones y la ciega veneración de Christiane por los símbolos e ideología del régimen, mientras que las segundas se verifican desde un plano un tanto más irónico, por ejemplo, cuando Alex crea un oxímoron entre la película pornográfica, que se emite en una tienda del lado oeste de Berlín, y el concepto de cultura, también se hace referencia crítica al desempleo de la RFA y a las empresas de comida chatarra, particularmente Burger King, cuando la hermana del protagonista abandona sus estudios universitarios para trabajar en un establecimiento de hamburguesas.
ETA, ‘El último de la Fila’, otros grupos armados europeos como el IRA, la RAF y las Brigadas Rojas se disolvieron hace años
El anuncio de la disolución de ETA acaba con la presencia de los grupos armados europeos, cuyo auge tuvo lugar entre los años 70 y 80. Junto con la del País Vasco, el Ejército Republicano Irlandés (IRA), la Autodenominada Fracción del Ejército Rojo (RAF), en Alemania, y las Brigadas Rojas, en Italia, conformaron durante décadas las grandes bandas terroristas del continente, aunque con ideologías y motivaciones diferentes. Así fue la historia de cada una de ellas y su desaparición, tras la que dejaron miles de víctimas. El 28 de julio de 2005, el Ejército Republicano Irlandés (IRA) ordenó a todos sus militantes, en un histórico comunicado, que cesaran las acciones armadas y contribuyeran a alcanzar sus objetivos a través de medios exclusivamente “democráticos, políticos y pacíficos”. Tres años después, en septiembre de 2008, el Gobierno británico concluía que el grupo armado ya no constituía una amenaza, después de que un informe de la Comisión Independiente de Observación del conflicto asegurara que el mando del IRA había “cumplido su compromiso” y ya no era “operativo ni funcional”. Atrás quedaban 30 años de conflicto que dejaron 3.600 muertos, la mitad de ellos atribuidos al IRA.
El fin de la violencia en Irlanda del Norte fue fruto de un largo proceso de paz. Conversaciones secretas entre ambos bandos a finales de los ochenta dieron paso a un alto el fuego del IRA, declarado en 1994, y a las negociaciones que se materializaron en 1998 en el Acuerdo de Viernes Santo, de cuya firma se cumplieron 20 años el pasado 10 de abril. Fue rubricado por los Gobiernos británico e irlandés, aceptado por la mayoría de fuerzas políticas norirlandesas y aprobado en sendos referendos por irlandeses y norirlandeses. A cambio de abandonar las armas, los republicanos lograron su plena integración en la vida política y la liberación, en un plazo máximo de dos años, de todos los presos que aceptaran esa renuncia a la violencia. La RAF, el grupo que cayó con el Muro. Andreas Baader y Ulrike Meinhof fundaron a finales de los sesenta la Autodenominada Fracción del Ejército Rojo (RAF, por sus siglas en alemán), el grupo terrorista y anticapitalista que acabó con la vida de 34 personas. La Baader Meinhof comenzó siendo un movimiento estudiantil y anticapitalista, que declaró la guerra a un Estado que consideraban una continuación del nazismo. Vietnam y el papel de la generación de sus padres en el Tercer Reich fue para aquellos jóvenes motivo suficiente para alzarse en armas a finales de los sesenta. Empezaron atacando objetivos capitalistas y robando bancos, pero en seguida comenzaron los secuestros y los asesinatos. Su popularidad inicial se tornó en rechazo a medida que las acciones armadas fueron cobrando intensidad.
El Estado alemán se empleó a fondo para dar caza a los terroristas. Ya a principios de los años setenta, la mayoría de los integrantes de la banda estaban encarcelados. La detención de los cabecillas no logró sin embargo desmantelar una organización, que dio sangrientos coletazos. En 1976, Ulrike Meinhof apareció ahorcada en su celda. Su muerte tampoco aceleró la disolución del grupo. Un año más tarde, el terror de la banda alcanzó su punto álgido durante seis semanas, conocidas como “el otoño alemán”. Hanns-Martin Schleyer, director de la patronal alemana, fue secuestrado con el objetivo de intercambiar al rehén por la libertad de Baader y otros miembros encarcelados. En paralelo, un grupo armado palestino secuestró un avión de Lufthansa con destino a Mallorca y que acabó en Mogadiscio para pedir la salida de prisión de los terroristas alemanes. La liberación de los rehenes por parte de fuerzas especiales alemanas resultó un golpe mortal para la banda. Sus cabecillas acabaron cometiendo un suicidio colectivo en la cárcel de Stammheim, a las afueras de Stuttgart. Aun así, los asesinatos en nombre de la Baader Meinhof continuaron durante los años ochenta. Finalmente, fue la caída del muro en 1989 y la consecuente pérdida de apoyo de la Alemania socialista la que asestó el golpe definitivo a la banda, que en 1992 anunció que dejaría de matar y en 1998 su disolución.
Las Brigadas Rojas y su disolución no oficial. Las Brigadas Rojas se fundaron en Italia en el año 1969, en un periodo convulso de reformas, inestabilidad y revueltas. La llama social prendió siguiendo la estela del mayo del 68 francés y al calor del Partido Comunista Italiano, pero se transformó en un grupo terrorista que asesinó a 84 personas entre 1974 y 2003. Tal y como sucedió con la Cosa Nostra, el grupo comenzó su autodestrucción con su golpe más mediático: el secuestro y asesinato de Aldo Moro, del que se cumplen ahora 40 años y que provocó el efecto contrario que esperaban. Un suceso que mantuvo en vilo a toda Italia -como sucedió en España con el concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco, en 1997- y que despertó el rechazo de toda la sociedad y el inicio de su desaparición.
Pero a diferencia de ETA, las Brigadas Rojas no realizaron nunca una declaración formal de cese de la violencia. Los arrepentidos, que fueron desfilando ante los jueces ayudaron a desmantelar poco a poco la banda, pese a que en los noventa hubo un intento de reconstruirla con las Nuevas Brigadas Rojas, que protagonizaron dos asesinatos más (el último en 2003). La banda languideció y desapareció sin hacer ruido. Su jefe en Roma, el asesino confeso de Aldo Moro, Mario Moretti, pasó 14 años en la cárcel y salió en libertad condicional. Pasó a dirigir una ONG de reinserción de presos y escribió diversos libros. La banda no está disuelta oficialmente, pero no hay rastro de ningún pulso vital en la actualidad. Cinco de sus integrantes permanecen en la cárcel y se niegan a salir en libertad, pese a que podrían optar a ello.
La explosiva revuelta estudiantil y obrera que cambió para siempre a Occidente hace ahora 50 años afronta una revisión
Marc Bassets, periodista español recibió en París el primer premio François Fontaine de la Asociación Jean Monet, un galardón que reconoce los mejores trabajos sobre la construcción europea. Considera que Mayo no acaba nunca no solo en Europa sino en el resto del Mundo, incluido nuestro México. La explosiva revuelta estudiantil y obrera que cambió para siempre a Occidente hace ahora 50 años afronta una revisión a manos de una nueva generación de intelectuales… Mayo del 68 queda hoy tan lejos en el tiempo como entonces quedaba el final de la Primera Guerra Mundial. Cinco décadas, medio siglo. Sometida a relecturas periódicas y objeto recurrente de disputas políticas, la última gran revuelta estudiantil y obrera en París empieza a ser un objeto histórico distante. Los protagonistas -el equivalente a los excombatientes de 1918- o están jubilados o han muerto. Por primera vez, este país tiene un presidente, Emmanuel Macron, nacido después y biográficamente desligado de unos hechos que, quizá por última vez, colocaron a Francia en el centro de un movimiento político e intelectual de impacto mundial.
La peculiaridad de la efeméride es que las pasiones que en otros momentos despertó parecen apagarse. Mayo del 68 sigue siendo una presencia constante en la vida francesa: no hay movimiento de protesta que no se mida con el de hace 50 años; el último caso es el de los estudiantes que ocupan Facultades desde hace semanas o los ferroviarios en huelga contra la reforma de la SNCF, la compañía pública de ferrocarriles. Un consenso sobre su significado -un momento de cambio social profundo en las sociedades francesa y occidental, cambio irreversible y ya asumido a izquierda y derecha- se dibuja poco a poco sin las objeciones estridentes de otras épocas. “Mayo del 68 es una fecha que nunca se extinguirá”, explica el historiador Benjamin Stora. Stora participó en las protestas de hace 50 años como estudiante de instituto y ahora acaba de publicar ‘68, et après’ (68, y después), un libro autobiográfico sobre las consecuencias de Mayo del 68 en su itinerario político y vital. “Es una fecha”, continúa, “parecida a la Comuna de París, a la revolución de 1848, al Frente Popular en 1936, a la Liberación de París en 1944. Son las grandes fechas de la historia francesa, y esto permanecerá en la memoria colectiva”. Que quede tan lejano en el tiempo no significa, según Stora, que se haya convertido en un objetivo histórico frío, indiferente para el presente. “Ah, no”, responde. “Mayo del 68 no puede ser un objeto frío, porque arrastra muchos sentidos diferentes. La fuerza de Mayo del 68 es que representa un movimiento de arranque, de sacudida. Sacude una sociedad: en las relaciones entre hombres y mujeres, en las relaciones con el Estado, en las relaciones con la política, en las relaciones con la organización del trabajo, en las relaciones con la escuela. Abre una secuencia nueva. Por eso no puede ser un astro muerto”.
Mayo del 68 designa el reflejo muy local de un fenómeno internacional que tiene sus prólogos y réplicas en Berlín, México, Berkeley o Praga
La dificultad para entender Mayo del 68 se explica porque el término ofrece múltiples significados e interpretaciones. En su sentido estricto, designa el quinto mes del año 1968, cuando París sobre todo -pero también otras ciudades francesas- fue el escenario no de una, sino de, como mínimo, tres crisis que acabaron confluyendo y retroalimentándose. Primero, la crisis estudiantil, que tuvo por escenario el Barrio Latino de la capital francesa, y que proporcionó las imágenes más memorables de la revuelta: los eslóganes imaginativos, la ocupación de la Sorbona, las barricadas y los adoquines. La segunda crisis fue obrera, y se expresó en una huelga general de varias semanas que desembocó en unos acuerdos laborales que representaron una subida del salario mínimo del 35%. La tercera crisis fue política: la contestación sindical y estudiantil al régimen de la V República que puso contra las cuerdas al general De Gaulle, hasta entonces su único presidente, en una situación que acabó desembocando, tras el triunfo del gaullismo en las elecciones legislativas de junio, en la derrota en un referéndum al año siguiente y su dimisión.
Pero Mayo del 68 va más allá de estas cuatro semanas, que en realidad fueron 10, entre finales de marzo, cuando prendió la mecha de la movilización universitaria en Nanterre, en las afueras de París, y principios de junio, cuando De Gaulle y su Gobierno retomaron el control de la situación. Mayo del 68 es un símbolo de algo más: de las revueltas de toda una generación. Y en este caso la cronología es más amplia, se extiende desde finales de los años cincuenta, con el activismo contra la guerra de Argelia, hasta bien entrados los años setenta, con la deriva más dogmática y, en algunos casos, violenta del movimiento. Finalmente, Mayo del 68 designa el reflejo muy local -concentrada en unos kilómetros cuadrados en el centro de París- de un fenómeno internacional que tiene sus prólogos y réplicas en Berlín, México, Berkeley o Praga.
“Para mí, Mayo del 68 no son las 10 semanas que hicieron temblar Francia y la confluencia de las tres crisis mayores: la estudiantil, la obrera y la del poder”, dice en un café del Barrio Latino Patrick Rotman, que estuvo ahí y es coautor con Hervé Hamon de la monumental crónica en dos volúmenes ‘Génération: Les années de rêve y Les années de poudre’ (Generación. Los años de sueños y Los años de pólvora), publicada en los años ochenta. Génération también tiene una versión en documental. “Para mí, Mayo del 68 es otra cosa: una especie de epicentro de una mutación social y cultural que atraviesa las sociedades francesa y occidentales”. Rotman parte de la base de que Mayo del 68 “es un acontecimiento cuyos efectos han terminado” y que por este motivo “hay que estudiarlo como un objeto histórico”.
Pensar en 1968 hoy, con la perspectiva de medio siglo, significa desgajarlo de sus ropajes ideológicos más aparentes y entender, por ejemplo, que responde a un cambio de fondo de la sociedad. Rotman cita tres aspectos. Uno, el boom demográfico de la posguerra, que genera una sobrepoblación de jóvenes que la universidad es incapaz de absorber en condiciones. Dos, el paso de una sociedad rural a otra urbana. Y tres, un ritmo de crecimiento económico que Francia y las sociedades occidentales no han vuelto a vivir. Estas mutaciones -que podrían resumirse por un salto acelerado y no planificado a la modernidad- chocaron con unas estructuras de poder anquilosadas: en el mundo político (incluido el Partido Comunista) y universitario, pero también en los sindicatos y en la familia.
“No fueron los partidos los que recuperaron lo que cristalizó en Mayo del 68, sino la sociedad. Temimos que se sirvieran para subir al poder”
A lo largo de las décadas, como si los hechos de mayo se observasen con un caleidoscopio, la mirada ha ido transformándose. Incluso para los protagonistas. “Tuvimos un marco de lectura excesivamente determinado por las teorías marxistas que más o menos habíamos entendido, y que ocultaron el sentido del movimiento y de la revuelta”, dice Alain Geismar, uno de los tres líderes universitarios visibles. Los otros dos fueron Daniel Cohn-Bendit y Jacques Sauvageot, recientemente fallecido. El mismo Geismar, entonces un joven profesor que presidía el sindicato SNESup y que procedía de la socialdemocracia, entró en Mayo del 68, al principio, con la idea de que la arcaica universidad de la época “no podía continuar así”. Podría decirse que a primeros de mayo era un reformista. Unas semanas más tarde terminó convencido de que se estaba gestando un movimiento revolucionario. Acabó liderando el grupo maoísta Gauche Prolétarienne (Izquierda Proletaria) y pasando 18 meses en prisión. Después regresó a la socialdemocracia y trabajó en el Ministerio de Educación, donde colaboró con varios ministros socialistas. Ahora vota a Macron. “En 1968”, recuerda, “rechazábamos lo que llamábamos la recuperación. Temíamos que los partidos recuperasen el movimiento y se sirviesen de él para subir al poder. Y el hecho es que no fueron los partidos los que recuperaron lo que cristalizó en Mayo del 68, sino la sociedad”.
Otro veterano de aquellos días, Marc Kravetz, que después sería reportero del diario Libération, cuenta que, pese a que los participantes albergaban ideas revolucionarias más o menos articuladas, en seguida entendieron “que no se trataba de esto, que no era el grand soir [el gran atardecer, o el momento decisivo de la revolución], que era simplemente un momento de liberación, de libertad”. “El Mayo del 68 francés”, dice en otro momento, “es un enorme movimiento de liberación. Hoy se habla mucho, a propósito del acoso sexual, de la liberación de la palabra de las mujeres. Mayo del 68 es la liberación de la palabra, sin más. [El filósofo jesuita] Michel de Certeau dijo: ‘En Mayo del 68 se tomó la palabra como se había tomado la Bastilla en 1789”. La interpretación histórica, una vez superada la ilusión en algunos de que Mayo del 68 podía ser el primer capítulo de la verdadera revolución, osciló entre dos visiones, que vagamente se correspondían a la izquierda y la derecha. Para la izquierda, encarnada en Francia por un Partido Socialista que integró en sus filas a muchos de los veteranos de Mayo del 68, esta fecha abrió las puertas a la modernización de Francia, un país más tolerante y democrático a partir de entonces. Desde los derechos de los gais hasta la igualdad de los géneros, pasando por una escuela y una universidad más abiertas e igualitarias, todo esto se consideró desde esa óptica herencia de Mayo del 68.
“1968 se ha convertido en una evidencia. La victoria de Macron hace un año y el hundimiento del Partido Socialista cierran un capítulo”
En la derecha se desarrolló desde los años ochenta, con el ensayo de los filósofos Luc Ferry y Alain Renaut La pensée 68 (El pensamiento 68), una crítica de Mayo del 68 como momento esencialmente destructor -de las jerarquías, de las tradiciones, de las normas sociales, del respeto a los símbolos de la nación…- y precursor del hedonismo y el individualismo de las décadas siguientes, del relativismo y el todo vale que borra las fronteras entre el bien y el mal, de la cultura del arrepentimiento y la autoflagelación por los crímenes cometidos por Francia, de la existencia de los guetos islamistas, e incluso del capitalismo desenfrenado que agrava las desigualdades y provoca crisis financieras. Toda esta enumeración, con variaciones, aparecía en un discurso que Nicolas Sarkozy pronunció en su campaña para la elecciones presidenciales de 2007, que ganó. “En esta elección”, dijo, “se trata de saber si la herencia de Mayo del 68 debe perpetuarse o si debe liquidarse de una vez por todas. Quiero pasar página de Mayo del 68”.
Una década después, los ánimos se han calmado, y si efectivamente se ha pasado página de Mayo del 68, no ha sido para denigrarlo, pero tampoco para convertirlo en una gesta. Como dice el historiador Stora, “el pensamiento anti Mayo del 68 ha perdido fuerza porque, tanto a la izquierda como a la derecha, 1968 se ha convertido en una evidencia”. La victoria de Macron hace un año y el hundimiento del Partido Socialista cierran un capítulo.
Mayo del 68 queda lejos, tanto como 1918 en aquel tiempo, y otra generación revisa el momento histórico. La escritora Laurence Debray, autora del premiado ‘Fille de révolutionnaires’ (Hija de revolucionarios), aporta una mirada particular. Ella no es hija de sesentayochistas, sino, como dice el título de su libro, de revolucionarios de verdad: Régis Debray y Elizabeth Burgos, que en los años sesenta participaron en las revoluciones latinoamericanas. Régis Debray estuvo con el Che Guevara en la selva de Bolivia y pasó cuatro años preso en este país mientras los estudiantes se rebelaban en París. El libro de Laurence Debray, nacida en 1976, un año más joven que Macron, puede leerse como una carta a sus padres, tierna pero severa: la carta de una hija que no cree en la revolución, que ha sido banquera en Wall Street, que cuestiona los compromisos de sus padres, Elizabeth y Régis.
“Mis padres eran revolucionarios de verdad”, dice Laurence Debray. “Tenían esta disciplina casi militar, una ideología muy seria, una experiencia en el terreno con armas reales. Entonces, claro, para ellos, regresar a Francia, donde lo máximo que habían vivido sus compañeros era Mayo del 68, fue un poco difícil. A ellos no les interesaba Mayo del 68”. “Mi visión”, dice Laurence Debray sobre los sesentayochistas, entre los que, insiste, no incluye a sus padres, “es que vivían muy bien en una Francia que iba muy bien”. “Lo que les reprocho es que dejaran una Francia endeudada, con problemas en la educación, en las pensiones, en las banlieues [los barrios periféricos]”, añade. Es de reprocharles que no quieran envejecer, que no hayan querido dejar el poder. La revolución hoy es la llegada al poder de Emmanuel Macron. Macron ha echado a la generación de Mayo del 68, que se aferraba al poder. Para mí, este es el cambio. Ojalá este cambio ‘macroniano’ no se imponga en nuestras próximas elecciones del Primero de Julio en México y en España y en el País Vasco se destierre aquel ¡Viva la Muerte! de José Millán-Astray y Terreros, un militar fundador de la Legión y de Radio Nacional de España. Amigo personal de Franco, fue puesto al frente del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria. Aquel histérico grito de necrofilia franquista que perturbó la libertad de la Universidad de Salamanca, fue valientemente cuestionado por el propio rector, el escritor vasco de la Generación del 98, Miguel de Unamuno…
“Me atormenta el que Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas, un mutilado sin la grandeza de Cervantes”
“Sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir lo mismo. El señor obispo lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, y aquí está para enseñar la doctrina cristiana que no queréis conocer. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao y llevo toda mi vida enseñando la lengua española…”
Millán Astray entra en estado de cólera absoluta, pronunciando ¡Vivas! a España e insultando a la intelectualidad (con el supuesto “¡Muera la Inteligencia!”), sus escoltas y otros legionarios presentes lanzan a las sabias paredes de la universidad el lema atroz de la legión: ¡Viva la Muerte! Millán pide hablar, repite voz en grito sobre Cataluña y Euskadi como cánceres de España… Sin inmutarse, a pesar de la crispación del momento, Unamuno continúa hablando: “Acabo de oír el necrófilo e insensato grito ‘¡Viva la muerte!’. Esto me suena lo mismo que ‘¡Muera la vida!’. Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Como ha sido proclamada en homenaje al último orador, entiendo que va dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como he dicho, que no tenga esta superioridad de espíritu es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray desea crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por eso quisiera una España mutilada (…)”
Es cuando Millán hace el primer amago de amenazar con su arma al filósofo, pero el sabio anciano no se acobarda y sigue: “(…) Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”. La tensión era tal que cuentan muchos de los asistentes que si no hubiese sido por Carmen Polo, la mujer de Franco, el general legionario hubiera partido la cara al intelectual allí mismo o, más dramático aún, descerrajado su pistola en el enjuto cuerpo de don Miguel de Unamuno. Lo que es cierto es que Unamuno, como demuestra la foto, salió a empujones y rodeado de encolerizados exaltados que enarbolando el saludo fascista no dejaban de gritar: ¡Viva la Muerte! ¡Mueran los intelectuales! También es cierto que el incidente fue como un disparo al corazón; así lo relató a su entorno más cercano. Quedó relegado de su cargo de rector y confinado en su domicilio. Miguel de Unamuno, moriría dos meses y medio después, el 31 de diciembre de 1936.
Congratulaciones de Gerry Adams, exdirigente del Sinn Féin (el brazo político del IRA) y el mexicano Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD
Los firmantes de la denominada ‘Declaración de Arnaga’ han dado hoy la bienvenida a la decisión de ETA de disolverse para siempre e invitan a abrir ahora “un proceso de reconciliación que debe desembocar en una “solución global, justa y duradera” en el País Vasco. “Es un momento histórico”, han repetido prácticamente todos los intervinientes en el foro al referirse a la declaración final de ETA. Desde Kofi Annan, en un mensaje que el exsecretario general de la ONU ha enviado para que se leyera durante el acto, hasta Gerry Adams o Jonathan Powell, representantes internacionales que han acudido hoy a Cambo para dar su apoyo a la decisión de la banda de poner fin a su existencia. El adiós de ETA “marca el final de un capítulo difícil de la historia de España”, ha expresado Annan en un texto leído por Michel Camdessus, ex responsable del Fondo Monetario Internacional. “Es una jornada histórica que pone fin al último grupo armado de Europa y se tendría que celebrar en toda Europa”, ha añadido.
Gerry Adams, exdirigente del Sinn Féin (el brazo político del IRA), también se ha sumado a las congratulaciones por la desaparición de ETA. Lo ha hecho el mexicano Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del Partido Democrático de la Revolución (PRD), y el ex primer ministro irlandés Bertie Aehrn. Todos han destacado la importancia histórica que conlleva el mensaje que leyó en español el histórico dirigente etarra Josu Ternera. Adams ha sido muy explícito al marcar la hoja de ruta que debe abordarse a partir de ahora. “Pido al Gobierno español que dé pasos positivos en favor de los presos vascos para aproximarlos a sus lugares de residencia”. Y ha concluido así: “El enfado no es una política y la venganza no es la solución. Espero que nuestros hijos no nos vean como vengadores”.
Para ETA matar no era un problema, casi consiguen sus fines en 1981, pero por fortuna la democracia, militares y policías se resignaron
“ETA se disuelve. Por fin. Pero lo hace por la razón equivocada. Se puede dejar de matar por dos razones. Una porque la organización y sus miembros llegan al convencimiento de que en una democracia el asesinato y el terrorismo no son instrumentos legítimos para conseguir fines políticos. Otra, porque, considerando la violencia un instrumento legítimo de actuación política, uno no logra matar lo suficiente, sea cuantitativamente o cualitativamente, para lograr esos objetivos…”, escribía días pasados José Ignacio Torreblanca, profesor titular en el Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España y doctor miembro del Instituto Juan March de Estudios e Investigaciones. En el caso de ETA, creo que estamos ante el segundo supuesto, que proponía el profesor Torreblanca. Ni los dirigentes de ETA ni sus compañeros de viaje en los partidos, sindicatos y organizaciones sociales de la izquierda abertzale llegaron nunca a la conclusión de que matar estaba mal y de que, de acuerdo con ese razonamiento, había que dejar la lucha armada. La violencia siempre estuvo justificada, fuera en razón de la opresión del Estado, el derecho de autodeterminación, los compañeros caídos o el propio final de la violencia y la salida de los presos.
De ahí que ETA ensayara todas las formas de utilizar la muerte y la violencia. Primero matando a policías, militares y guardias civiles, a ver si así lograban que el ejército se sublevara contra la democracia o, alternativamente, que se declarara la ley marcial y se sacaran los tanques a la calle en el País Vasco para forzar una espiral de acción y represión. También, y en esto tuvo relativo éxito, en forzar una guerra sucia que a su vez legitimara la idea de la existencia de un conflicto, dos bandos y dos violencias simétricas. Casi consiguen sus fines en 1981, pero por fortuna la democracia se impuso al golpe de Estado de Antonio Tejero, aquel 23 de febrero, y militares y policías se resignaron. Así que probaron con atentados indiscriminados, como Hipercor y Vic, para ver si doblegaban a la sociedad. Tampoco funcionó, así que probaron con la violencia callejera, secuestros de desgaste como el de Ortega Lara y asesinatos políticos que provocaran gran conmoción como los de Tomás y Valiente, Miguel Ángel Blanco, Ernest Lluch o Isaías Carrasco, entre otros. Después de matar a más de 800 personas, ETA ha llegado a la conclusión de que la violencia no funciona. Pero si alguien les llega a decir que matando a otras 800 hubieran logrado sus objetivos, no lo habrían dudado un minuto.
¿Por qué Gerry Adams no mandó ningún mensaje a ETA cuando miles de ciudadanos, en todas las plazas de Euskadi y España, protagonizaran uno de las movilizaciones populares más multitudinarias habidas en la Unión Europea, pidiendo a ETA que no asesinara al joven concejal del PP de Ermua, Miguel Angel Blanco, de 29 años? Pasaron del clamor. Le dispararon el 12 de julio de 1997, muriendo al día siguiente. Le habían secuestrado dos días antes, cuando se dirigía a su trabajo, en mi ciudad natal de Eibar, Guipúzcoa. Se había licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad del País Vasco en Sarriko, Vizcaya. Durante un tiempo trabajó como albañil con su padre, un emigrante gallego, hasta que encontró otro trabajo como economista. El comando de tres miembros de ETA, exigieron el acercamiento de los presos de la organización terrorista a las cárceles del País Vasco… El fallo del juicio ‘revolucionario’ era una misión imposible en plazo de tiempo de apenas unas horas, aunque el Gobierno hubiera accedido a estas exigencia. No hubo posibilidad de apelar, tampoco.
Me hubiese sentido orgulloso que el ex primer ministro irlandés Bertie Aehrn hubiera intercedido. Muchos de que los manifestantes, en mi juventud, apoyamos a Bernadette Devlin, una política socialista irlandesa, fundadora del Partido Socialista Republicano Irlandés (Irish Republican Socialist Party). Tuvo gran notoriedad durante los disturbios acaecidos en Derry en 1969 conocidos como ‘Batalla del Bogside’, mientras era estudiante de psicología y a raíz de los cuales fue detenida. De tendencia nacionalista progresista, ese mismo año fue elegida diputada en la Cámara de los Comunes, donde representaba a Mid-Ulster con sólo 22 años: era la parlamentaria más joven de la Cámara. Se hizo querer entre los universitarios españoles porque, cuando el ministro británico del Interior, Reginald Maudling, declaró en el Parlamento británico que los 14 manifestantes muertos en Derry por disparos del ejército el ‘Domingo Sangriento’ lo fueron para defenderse los soldados, la diputada, que había asistido a la manifestación, le dio una sonora bofetada llamándole mentiroso y afirmando que los manifestantes iban desarmados y que fueron tiroteados por la espalda. En 1981 sufrió un atentado junto a su marido por parte de grupos paramilitares unionistas británicos. Plasmó sus memorias en 1969 en el libro ‘El precio de mi alma’. En 2003 le fue impedida la entrada a Estados Unidos por considerarla un peligro para la seguridad.
Desde mi niñez, en mi casa, mis padres Jacinto y María Lourdes, siempre me inculcaron un amor por México y por uno de sus hijos: Lázaro Cárdenas del Río, un general y estadista mexicano, presidente de México del 1 de diciembre de 1934 al 30 de noviembre de 1940. Destacó, entre otras acciones de gobierno, por la reforma agraria y la creación de los “ejidos” en el sector agropecuario mexicano; por la nacionalización de la industria petrolera, por haber brindado asilo político a exiliados españoles durante la Guerra Civil Española. Cárdenas acogió a unos cuarenta mil exiliados republicanos españoles, que debieron salir de su país, tras el golpe de estado de Francisco Franco un 18 de julio de 1936. En 1937, por intercesión de su esposa Amalia Solórzano, quien presidía el Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, asiló a 456 menores, huérfanos de la Guerra Vivil e hijos de combatientes republicanos que fueron llevados a México, a petición del Comité Iberoamericano de Ayuda al Pueblo Español, y recibieron alojamiento, sustento y educación en la ciudad de Morelia. Con el pasar de los años, el grupo fue conocido como “los Niños de Morelia”.
Su apoyo a la República Española no se limitó a esto, la defendió en foros internacionales e intentó ayudarla económicamente, incluso con exportación de armas; el gobierno de Franklin D. Roosevelt se opuso a estos planes. Al finalizar la guerra con el triunfo del ejército sublevado, Cárdenas puso bajo su protección a los exiliados españoles en Francia, incluyendo al presidente Manuel Azaña, quien murió bajo protección diplomática mexicana y fue enterrado envuelto en una bandera mexicana, porque las autoridades colaboracionistas francesas se negaron a que fuera enterrado con la bandera española republicana. Cárdenas logró que decenas de miles de exiliados fueran acogidos en México, incluidos numerosos intelectuales que enriquecieron sensiblemente la cultura mexicana.
Cuauhtémoc Lázaro Cárdenas Solórzano, hijo del expresidente de México Lázaro Cárdenas del Río y fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), ha mostrado su apoyo al fin de ETA. Fue tres veces candidato a la Presidencia de México y el primer Jefe de Gobierno del Distrito Federal electo por votación. Durante su militancia en el PRD se le describió como su líder moral, aunque el político cuestionó en diversas ocasiones ese título. Se le considera un político de izquierda y ha criticado las administraciones de los presidentes de México desde 1988. Su ideología política incluye el rechazo al neoliberalismo, la defensa de políticas sociales en favor de las clases bajas y sectores vulnerables, el apoyo del gobierno a la cultura y el control por parte del Estado de sectores estratégicos (especialmente el de los energéticos). Otros ideales que ha defendido son la austeridad y la honradez en la burocracia, el laicismo y la soberanía nacional. Euskadi y España estuvo necesitada durante décadas de apoyos amigos progresistas, opuestos a una ‘ekintza’ (acción) como la cometida en la persona de Miguel Ángel Blanco. A pesar de todo, en mi corazón siempre habrá un espacio para Lázaro y su esposa Amalia y su hijo Cuauhtémoc. Y, máxime, ahora, en mi etapa mexicana, cancunense y quintanarroense, cuando apenas restan menos de dos meses para el Primero de Julio, jornada en la que debemos lograr unos representantes políticos, que protagonicen una regeneración democrática en México.
@BestiarioCancun