Justo cuando el Estado registra logros turísticos históricos, datos del Inegi lo sitúan en el segundo lugar nacional de la materia, después del Distrito Federal. Con resultados y proyecciones tan favorables, no ser el primero deja un sabor amargo. Aunque al fin y al cabo se “perdió” contra la capital, con lo que implica. Por eso mismo, debe prevalecer la satisfacción, más no la comodidad; porque si bien los beneficios se multiplican, falta por hacer, sobre todo distribuir los frutos del éxito de mejor manera.
El contexto es extraordinario: Quintana Roo estrena dos Pueblos Mágicos, Tulum e Isla Mujeres, los que se suman a Bacalar. Dos destinos de clase mundial como Cancún y Playa del Carmen, además de Cozumel y Mahahual, puertos líderes que reciben a millones de cruceristas todo el año, hacen del territorio un auténtico paraíso por mar y tierra.
Asimismo, debe considerarse a Puerto Morelos, una alcaldía con exuberantes bellezas que se convertirá pronto en municipio; a Othón P. Blanco, con nuestra capital Chetumal, que ofrece una inagotable historia, así como a Felipe Carrillo Puerto y Holbox, ambos postulantes recientes a Pueblos Mágicos, que no obstante sus innegables atributos, no fueron nominados.
El caso es que, de 10 municipios, cinco son potencias turísticas: Benito Juárez, Solidaridad, Isla Mujeres, Tulum y Cozumel.
Gracias al Caribe mexicano en su conjunto, México ocupa el segundo lugar en el continente con más llegadas de visitantes, después de Estados Unidos, y es el décimo en la escala mundial. Porque Quintana Roo, junto con el DF, Jalisco, el Estado de México y Baja California Sur, concentra más del 60% de la inversión en el ramo.
El estado es clave y basta un ejemplo: de enero a agosto llegaron más de 10 millones de visitantes y hubo una derrama económica superior a los 6 mil millones de dólares, con lo cual se perfila un nuevo récord.
Pero si el contexto es extraordinario, el reto es enorme y redunda en cómo aprovechar esta realidad al máximo para procurar un desarrollo equilibrado. No es una inquietud nueva; de hecho, para fines prácticos se han establecido tres polos de progreso: Cancún, Playa del Carmen y Chetumal, que deben ejercer su liderazgo consolidando su posición y permeando la bonanza hacia áreas vecinas.
Cancún lo ha hecho. Francisco López Reyes, director de Turismo, revela que se apuntalan tres premisas: diversificar la oferta, impulsar el turismo social e incrementar la difusión de los atractivos. Ello, en paralelo a las campañas tradicionales en torno al turismo de lujo, al de convenciones, al de bodas y otros. El flujo se comparte principalmente con Puerto Morelos, Riviera Maya, Isla Mujeres y Holbox.
Playa del Carmen también lo ha hecho. La cabecera de la Riviera Maya, galardonada con el “Apple Crystal Award” como Mejor Destino Turístico del país, atrae inversiones privadas por más de 3 mil millones de dólares y ostenta una ocupación general por arriba del 80 por ciento. Envía turistas a Tulum, Cozumel y en menor medida a la zona maya. Sus autoridades aseguran que alcanza para todos.
Chetumal lo cumple a medias. En un intento por dinamizar su mercado turístico, revitaliza la promoción en Yucatán, el sureste, Belice y la misma zona norte. Aun es tímida la participación, la que debe ser mayor para ayudar a la Ribera del Río Hondo, Bacalar, Mahahual, José María Morelos y Carrillo Puerto, que siguen estando bajo su influencia.
Los tres Pueblos Mágicos, las ocho playas certificadas de Benito Juárez y los reconocimientos internacionales a la Riviera Maya, deben servir para replantear algunas estrategias: desde cómo atraer más viajeros o motivar su consumo, hasta cómo exigir mayor presupuesto de la Federación en reciprocidad a lo captado en casa. Antes que eso, debe ser el marco para decidir por fin cómo incorporar a tal dinámica a las regiones menos favorecidas, identificadas por todos. Ante hechos históricos, las decisiones deben ser de ese calibre.