El juego se llama `propaganda´. Y es peligroso en tanto que no se ha medido con precisión el resultado del efecto emocional que genera. Los resultados actuales, aún cuando ni siquiera ha empezado el periodo para el nuevo gobierno, están a la vista y son apenas un escarceo de lo que ha de presentarse en no pocos meses.
Una opinión pública divida, donde cada parte se siente dueña de una verdad absoluta, sin matices ni grises en los posicionamientos, son el primer resultado de esta guerra de `buenos y malos´, como si se tratara de una confrontación religiosa donde no caben las discusiones ni los argumentos. Únicamente la confrontación, que muchas de las veces se acaba decidiendo en una cúpula que negocia y acuerda, pero donde la ciudadanía resiente todos los costos políticos y económicos más graves.
Ambas facciones dieron inicio por su cuenta a la `propagación´ de sus ideas. Hay que recordar lo que es el concepto para ir poniendo los puntos sobre la íes.
“La propaganda es una forma de comunicación que tiene como objetivo influir en la actitud de una comunidad respecto a alguna causa o posición, presentando solamente un lado o aspecto de un argumento. La propaganda es usualmente repetida y difundida en una amplia variedad de medios con el fin de obtener el resultado deseado en la actitud de la audiencia.
“De modo opuesto al suministro de información libre e imparcial, la propaganda, en su sentido más básico, presenta información parcial o sesgada para influir una audiencia. “Con frecuencia presenta hechos de manera selectiva y omite otros deliberadamente para sustentar una conclusión, o usa mensajes controlados para producir una respuesta emocional, más bien que racional, respecto de la información presentada. El efecto deseado es un cambio en la actitud de una audiencia determinada acerca de asuntos políticos, religiosos o comerciales. La propaganda, por lo tanto, puede ser usada como un «arma de guerra» en la lucha ideológica o comercial”.
Por un lado se encuentra el presidente Barak Obama, del Partido Demócrata, y su principal candidata sucesoria, Hillary Clinton, con un discurso de tolerancia, inclusión, ayuda social y con ofertas de reformas constitucionales que no ha podido resolver en su mandato, como la migratoria.
En el otro lado, el empresario y genio del entretenimiento, Donald Trump, aventaja en el Partido Republicano, un representante de los vetustos pero aún vigentes valores norteamericanos, con un discurso incendiario, que llama a `proteger´ América de invasores y a hacer resurgir el `imperio´ y la hegemonía de Estados Unidos en el planeta.
Ambas posiciones tienen una dosis propagandística muy fuerte. La que menos conviene a México es precisamente la de Donald Trump, a quien se le debe agradecer que el resto del mundo hubiera volteado la mirada hacia este país, que atravesaba por una mala fama, también efecto de la propaganda, con una difusión de la ola de asesinatos producidos por el narcotráfico como si sólo esos fuera México.
Hoy además se ve a México como un país con una economía debilitada por el concierto internacional, por la caída de los precios del petróleo, con mexicanos trabajadores que no quisieran dejar su país para ir a Estados Unidos, pero que se ven obligado a hacerlo, de la misma manera que ocurre en numerosos países del África o en países árabes, como Siria, cuyos habitantes se arriesgan a morir en el trayecto, mientras huyen de la guerra, la miseria y el hambre.
Es un fenómeno mundial, donde las corrientes de derecha de los países desarrollados, alguna vez imperios conquistadores del resto del planeta, ya no quieren más inmigrantes que se toman una rebanada del pastel de los recursos para programas sociales. Sólo quisieron ir, conquistar, arrasar, saquear, asesinar y volver con su botín.
De la misma manera es Donald Trump y su discurso. Sólo quiere el dinero de los mexicanos que compramos prácticamente todo lo que nos mandan. Vestimos, comemos y consumimos productos culturales e ideológicos pro el `american way of life´, pero somos incómodos en territorio estadunidense.
Para ganar a la opinión pública, ambos bandos echaron a andar maquinarias propagandísticas. La de Barak Obama incluye a México porque entiende el gran valor del mercado económico mexicano. Y la de Donald Trump excluye a México y a los mexicanos porque sabe que un sector importante de estadunidenses vive en condiciones precarias, y piensa que se debe a los beneficios que se deben `desviar´ para los inmigrantes.
Estados Unidos está sumido nuevamente en el debate sobre la `homofobia´ y la `discriminación´. Los asesinatos de Orlando, contra la comunidad homosexual, y la reciente muerte de dos hombres negros a manos de la policía, generaron sentidas protestas, revueltas callejeras y discursos sobre la confrontación ideológica política de republicanos y demócratas.
Esos son los efectos que no se han calculado. Las minorías hispanas, negras y árabes, son objeto de un rechazo por parte de los simpatizantes de Trump, y han tomado la lucha por su propia mano. Es muy frecuente que se presenten disturbios y peleas en las inmediaciones donde se presenta el dueño de `Miss Universo´ a dar algún discurso.
Y ese dato, por cierto, el que sea el organizador del concurso de belleza femenina del mundo, no debería ser tomado en cuenta en forma desdeñosa. Porque Donald Trump es un experto en propaganda y en mercadotecnia.
Sus analistas le proporcionan exactamente el pulso de cada país, no sólo de lo que compran, sino también del patrón cultural que les hace discriminar lo que es `belleza´.
Le ha vendido al mundo entero una ganadora que nadie discute. No hay impugnaciones ni marchas de protesta, porque lo hace de tal manera que tiene entretenido y contento al auditorio. Así está realizando su campaña política, posicionándose cada vez mejor, creciendo sobre la base de la inconformidad social de los norteamericanos más blancos.
Ningún país del mundo debería estar desatento de lo que está ocurriendo en el ambiente político de Estados Unidos. Cualquiera de los dos resultados, sea Hillary o Trump, traerá consecuencias contundentes en el resto del planeta, pero en primerísimo lugar en México.
Dato para la siguiente entrega es el paralelismo que estudian los politólogos mexicanos. Creen que si llega Hillary a la presidencia, la eventual candidata del PAN, Margarita Zavala, tendría más oportunidades.
Y el otro extremo, consideran que si llega Trump, el antídoto a ese nacionalismo sería una cuña del mismo palo: Andrés Manuel López Obrador sería el beneficiario.
Así las cosas, estamos en medio de una guerra de propaganda y necesitamos estar informados para discernir lo que está ocurriendo en una especie de nuevo orden mundial, donde los países desarrollados están generando un rechazo contra los países que, consideran, les representa una carga económica. Y México está en eso.