El ambiente de violencia e inseguridad permea en todas las capas de la sociedad y en cualquier parte del país. Por eso se ha insistido, con estudios serios en mano, que la percepción negativa se ha propagado aun cuando los indicadores reflejen cierta mejoría.
Citemos el caso de Cancún, que al compararlo con otros destinos premium del mundo, no representa “peligro” para habitantes ni visitantes. En Barcelona, Nueva York y tantos otros se registran actos terroristas con inusitada frecuencia.
Allí la sicosis es permanente. Esto no debe ser un consuelo: la autocomplacencia fue de los peores errores del pasado reciente. Se trata, más bien, de colocar las cifras en su justa dimensión para evitar el miedo colectivo que tanto daño ha hecho en términos más sociales que políticos.
Cabe aclarar que violencia e inseguridad son vertientes distintas. Por ejemplo, es cierto que la violencia ha aumentado por una guerra a muerte entre las bandas criminales, como tan cierto es que los delitos de bajo impacto han disminuido durante el último año.
El 7 de noviembre fuentes de Seguridad Pública de Benito Juárez entregaron datos reveladores:
Los daños en propiedad ajena han disminuido 45%; los robos de vehículos, 23%, y los robos a casa habitación, 6%. Estos son los que exhibían las mayores tasas en años anteriores, por lo cual fue necesario implementar operativos en los que participan actores de diversos sectores. Y los resultados son evidentes.
Deben citarse dos útiles para tal análisis: el Operativo Caseta Móvil ha logrado reducir la incidencia delictiva en 40% y la incidencia de faltas administrativas en más de 50%; asimismo, el Operativo Kukulcán, que ha logrado bajar la incidencia en 59% y las faltas en más de 37%.
Pero no solo los de bajo impacto: las privaciones de la libertad han decrecido
35%; las violaciones, 40%, y las extorsiones, 21%.
Ello confirma que se han recuperado espacios gracias a la participación ciudadana que ha progresado y a una autoridad municipal que no deja de pedir ayuda a los otros niveles por tratarse de una problemática transversal. Y como les han respondido favorablemente en variables como la coordinación, es posible que los números sigan en picada.
El presidente Remberto Estrada Barba había anticipado a mediados de año que la estrategia en marcha daría resultados en el ámbito de su competencia, y que para seguir mejorando en otros campos era obligatoria la suma de esfuerzos, como el Mando Único y otros operativos articulados con los demás gobiernos e instancias vinculadas. Tenía razón.
Sus dichos fueron respaldados esta semana por el general de Brigada, Gabriel García Rincón, comandante de la 34 Zona Militar, quien, en una conferencia magistral impartida en la Universidad de Quintana Roo, consideró que “la estadística local está por debajo de la media nacional (17 homicidios por cada uno de los 10 meses completos transcurridos)”.
“Es una inseguridad aceptable”, sintetizó al entregar la visión del Ejército.
En la misma línea discursiva, el mando militar reconoció que la mayor preocupación era la información errada que llegaba a la población y que evidentemente influye en esta percepción cuestionable. Por eso, dijo, se debe trabajar para que la información con datos duros llegue en un contexto real.
Sin duda, falta por hacer. Pero se ha avanzado.