El Estado Libre y Soberano de Quintana Roo no se podría entender sin su antecedente: el Territortio federal. Esta entidad no surgió de la nada. No fue obra de la casualidad o de un capricho.
Fue producto de una prolongada lucha de la que nosotros somos usufructuarios. En este devenir histórico no debemos olvidar a los mayas, que son los dueños orignarios de esta tierra, hoy en la marginación.
En 1902, Chan Santa Cruz, ahora Felipe Carrillo Puerto, cabecera del municipio del mismo nombre, estaba ocupada por las tropas del general Ignacio Bravo. Los mayas se habían refugiado en la selva, llevando consigo sus cruces, su cultura, sus tradiciones y, sobre todo, su enorme deseo de recuperar su tierra. A pesar de encontrarse en situación de desventaja porque sus pertrechos bélicos ya eran anticuados en comparación con el moderno armamento del ejército porfirista, los mayas se aferraban a sus antiguos sueños y seguían combatiendo para recuperar su tierra.
En los últimos días de 1902 comenzó a circular por la selva una hoja con un texto en maya y en español que decía: “El gobierno mexicano llega a estos montes para dar la tranquilidad y colmar de beneficios a los mayas honrados; para dar trabajo al que lo desee, así es que los que quieran vivir pacíficamente, tendrán tierras que trabajar, vivirán adonde les agrade, se les nombrarán las autoridades que les convengan y se les darán todas las seguridades para que no sean molestados.”
Y enseguida el mismo documento precisaba: “Para que puedan vivir con las comodidades que se les ofrece, es necesario que vayan a presentarse a los campamentos, lo que harán siguiendo los caminos y llevando un trapo blanco, que, como bandera, irá amarrado a una vara. En los campamentos se les dará alimentos, instrumentos para labrar la tierra, y se les mandará al lugar que quieran, para que formen sus pueblos…
“Todos los que formen familias estarán siempre juntos y trabajarán en lo que quieran solamente, sin que se les obligue a trabajar para el gobierno ó a personas”.
Y entonces venía la amenaza, el agravio, la afrenta: “Si no se presentan, vendrán las tropas todos los meses a destruir los sembrados y casas, a hacer prisioneros a todos, y entonces si se les obligará a trabajar en los caminos; y a los que se coja llevando arma, se les pasará por las armas”
Ni un hijo de Chan Santa Cruz se presentó a los campamentos de Bravo a rendirse.