Giovanni Sartori, uno de los más importantes pensadores políticos de nuestro tiempo, declaró hace unos años en la ciudad de México, al recibir el doctorado Honoris Causa de la UNAM, que los mini partidos son un lastre para la democracia en el país, ya que se han convertido en chantajistas políticos que se suben al tren del ganador sólo para sacar provecho faccioso de las ventajas de la democracia.
Sartori, en declaraciones que levantaron ámpula, refiriéndose al caso mexicano, señaló que uno de los obstáculos para la plena democratización de la vida nacional son los mini partidos que no aportan nada para el enriquecimiento democrático, sino que, al contrario, la empobrecen.
Como uno de los puntos a lograr dentro de la reforma del Estado, consideró necesario regular la permanencia de los partidos políticos minoritarios, debido a que poco aportan a la democracia, sólo «chantajean» para obtener poder.
El autor de decenas de libros sobre teorías de la democracia, de la sociedad y del impacto de los medios de comunicación, detalló: «Si un partido pequeño con 2% del voto aparece en escena, irá con el PRI o con el PAN o con alguno de los tres grandes, y dirá: “Sé que no puedo ganar la elección, que no puedo ganar un asiento uninominal, pero puedo hacer que pierdas; así que o me das algunos lugares gratis en otros distritos o vas a perder ese asiento”. “Eso es chantaje, simple y llanamente».
En nuestro estado hemos visto y vemos este fenómeno. Partidos como el Verde, Movimiento Ciudadano y PT, entre otros, que son incapaces de ganar por sí solos un distrito uninominal, venden “caro su amor” a quien se los quiere comprar. Chantajean y presionan al PRI y le piden regidurías, lugares preferentes en las listas de diputados plurinominales, puestos administrativos, y otras prebendas con cargo al erario.
En su mayoría, me atrevería a decir que todos, estos partidos son franquicias familiares. El caso más ilustrativo es el del Verde, que es propiedad de la familia González-Torres-Martínez. Se llaman “partidos bisagra” porque tienen que estar muy “bien aceitados” para que funcionen y asuman el papel que les dicta el amo en turno. No sirven a la democracia ni son útiles para la pluralidad, sino que son “negocios” de unos cuantos vivales a costa del erario público. Los partidos minoritarios, esos que no alcanzarían a subsistir por si solos, son un fraude a la ciudadanía y salen muy caros.
¿Para qué seguir con tanta farsa?