EL BESTIARIO
Joaquín Sabina traerá su gira ‘500 noches para una crisis’ a México, en mayo: “Decidí cambiarme de la compañía de los músicos y sus drogas, por la de los poetas, borrachos que te cuentan cosas interesantes”
SANTIAGO J. SANTAMARÍA
El cantante Joaquín Sabina publicó en su página web oficial, que dará una serie de conciertos en México con su gira ‘500 noches para una crisis’. “En México estaremos todo el mes de mayo aunque sin definir la totalidad de fechas, pero sin duda las ciudades de Guadalajara y Monterrey las visitaremos ya que no lo hicimos en nuestra última gira”, se informó en el comunicado. Los días 1 y 2 de mayo próximos, Sabina se presentará en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. El poeta y cantante andaluz es un apasionado de Mérida. No sería descartable el que nos diera una agradable sorpresa. De hacerlo, se lo comunicaríamos.
En nuestro número 32 de la revista impresa EL BESTIARIO -pueden leerlo en PDF en www.educacionyculturacancun.com- publicamos una entrevista de Joaquín Sabina, que la titulamos… Joaquín Sabina, en la retaguardia de Podemos, “como buen cobarde, no estoy para la primera línea”. “Decidí cambiarme de la compañía de los músicos, donde las drogas estaban muy presentes, por la de los poetas, que eran borrachos que te contaban cosas interesantes…”, reconoce el cantautor y poeta, quien como Chaplin se ha inventado un disfraz, un bombín y algunas chaquetas de tahúr del Misisipí; reapareció en la capital de España y le da la ‘pájara’. En unas semanas llega a México.
En el éxito y en el fracaso, la diferencia entre un artista y un burócrata del arte suele estar marcada por la soledad. Es que tiene muchas tablas, decimos de aquellos que, después de muchos años, consiguen acercarse a las palabras o a un escenario como quien cumple un trámite. Son los que convierten la profesionalidad en una receta, no en un oficio. Porque hay otros artistas con oficio y años que no pueden acomodarse a las recetas, que viven cada cita como un acontecimiento y se sienten solos, inseguros, en medio de las ovaciones. La verdad en el arte puede consolidar con fuerza un mundo propio, pero condena al creador a una perpetua debilidad. Una exigencia continua, una vida a la intemperie.
Joaquín Sabina reapareció el sábado 13 de diciembre en Madrid, en plena resaca de las ‘mañanitas a la Guadalupana’ o serenata a la Virgen de Guadalupe en México, después de cinco años de giras por el mundo. Cuando se anunció el concierto, las entradas volaron como pájaros dispuestos a anidar en un acontecimiento. En una hora se colgó el cartel de aforo completo en el Palacio de los Deportes y los organizadores tuvieron que programar una segunda actuación para dar respuesta a las ilusiones desatadas.
El éxito de convocatoria intensificó su soledad. Madrid me rejuvenece, le dijo a sus amigos, porque sintió de nuevo ante el concierto ese estado quebradizo del muchacho que empieza, los nervios del cantautor que sueña con un escenario, una banda y un puñado de canciones memorables. Los protagonistas de las canciones de Joaquín son seres solitarios, almas que sobreviven en una ciudad y negocian con la pérdida el saldo rojo de la memoria y el sentimiento. “Sus letras conmueven porque encierran una verdad, su verdad, la verdad de Joaquín convertida en arte y en la verdad de todos”, como dice el poeta y catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, Luis García Montero.
Cuando ese sábado decembrino salió al escenario, todo estaba en su sitio: una banda cómplice y trabajada, la voz en plena forma sabinera, el espectáculo acompañado por pantallas con imágenes bien seleccionadas y el público decidido a corear cada verso de sus 500 noches para una crisis. La gente aplaudió, bailó, cantó y preparó el éxito fácil de un cantante que pertenece desde hace muchos años a nuestra educación sentimental. Pero de pronto, Joaquín empezó a sentirse débil, su cara reflejó un esfuerzo de resistente combatido por la tristeza y salió del escenario para dejar que Jaime Asúa y Pancho Varona cantaran “El caso de la rubia platino” y “Conductores suicidas”.
El miedo y la insatisfacción de un creador son poco visibles cuando un estribillo mil veces cantado desata ovaciones
Joaquín pudo haber engañado a su público, porque todo estaba dentro de la normalidad. Poca gente podía sospechar lo que estaba escondido el camerino. El miedo y la insatisfacción de un creador son poco visibles cuando un estribillo mil veces cantado desata ovaciones. Pero al salir de nuevo al escenario, decidió confesar que no se encontraba bien, que había tenido un ataque de inseguridad, un pánico escénico parecido al de Pastora Soler, cantante, famosa por combinar copla, flamenco y canción española con sonidos pop. Siguió después con el programa previsto y completó hora y media larga de actuación. Con eso y un bis, hubiera podido dar por bueno un concierto regular. Pero necesitó de nuevo ser honesto, decirle al público que no estaba bien y que no iba a hacer los bises que habían preparado. En realidad, pidió perdón por no cantar esos dos o tres éxitos que se guardan para asegurar el éxito final de un concierto. Joaquín no estaba contento con él mismo y quiso decírselo a la gente.
Lo de Joaquín, me comentó al salir del Palacio de los Deportes el poeta Felipe Benítez Reyes, ha sido un problema de falta de vanidad. Otro artista cualquiera hubiese estado feliz consigo mismo, dichoso de la convocatoria y de la entrega del público. A Joaquín le hubiera bastado con callar sus propios sentimientos y con utilizar un par de estrategias profesionales para despedirse con la apariencia de un éxito. Pero Joaquín estaba delante de Madrid -buenas noches, Madrid-, y engañar a Madrid era tanto como perder la lealtad consigo mismo, como romper el lazo de honestidad, libertad, impertinencia y verdad que definen su mundo.
Joaquín Sabina es poeta no porque haga endecasílabos perfectos y sonetos bien pulidos, sino porque ha creado su propia verdad, la historia a la que necesita ser leal. Los amigos lo hemos visto dudar muchas veces, llenar de tachaduras los papeles, dejar abandonada una canción, vivir la soledad del que se responsabiliza de manera íntima de cada palabra que decide asumir. Los amigos lo hemos visto soportar muchas nubes negras, muchas depresiones y algunas muy graves. Cuando el ictus lo dejó desarmado, llegó a pensar incluso que se acababa su carrera. Pero lo más débil es lo más fuerte a la hora de superar los propios abismos. Los amigos lo hemos visto levantarse muchas veces y salir reforzado de las lluvias más secas.
Cambió en una canción el Sur de su nacimiento por el Madrid de su guitarra, sus causas perdidas y su historia
Joaquín es una persona acostumbrada a admirar mucho lo que hacen los demás. Sus devociones lo acompañan de hotel en hotel y de casa en casa. El éxito lo ha hecho generoso con los demás y vigilante con él mismo. No quiere perder la lealtad, engañar a su vocación, borrar la melancolía insegura del joven que leyó a César Vallejo y escuchó a Brassens o a Dylan. Allí, en el refugio débil de una lealtad vital, está su fortaleza.
Un día, quizá en el último verano de la juventud, Joaquín Sabina cambió en una canción el Sur de su nacimiento por el Madrid de su guitarra, sus causas perdidas, sus malditos, sus benditos y su historia. A ese Madrid le pidió perdón Joaquín Sabina porque no estaba bien. Prefirió no engañar, no engañarse. Ante ese Madrid se levantará mañana una vez más. De ese Madrid se despedirá para siempre cuando sospeche que la burocracia del arte y los escenarios intenta sobrevivir a costa de devorar la verdad de sus canciones.
Entre sus defectos no están la competencia ni la envidia, tiene alma de niño con moscas de pueblo
A propósito de Serrat, ¿cómo lleva el éxito de los otros? “Entre mis defectos no tengo ni el de la competencia ni el de la envidia. Tengo el alma de niño con moscas de pueblo; siento que los dioses paganos me dan más de lo que merezco. Y me voy a Las Vegas a verle recoger el Grammy de Honor. ¡Por favor, han tardado 40 años!”.
¿Y su éxito, cómo lo lleva? “No ha sido tan difícil de llevar. Salgo poco desde hace 15 años; a veces hay baño de masas, pero pasa cada dos años, y así se colma mi vanidad”.
¿Qué pasa cuando se queda solo y es de noche? “Como Chaplin, me he inventado un disfraz: un bombín y algunas chaquetas de tahúr del Misisipí, como diría Alfonso Guerra. Cuando me lo quito desaparece inmediatamente. Brindo con amigos y vuelvo al aurea mediocritas”.
“Por ahí asoma el fracaso. Tengo un carácter optimista y sociable y un fondo, mi más yo, profundamente pesimista y solitario. Al fracaso lo llevo desde que nací, como diría Onetti. Nunca he hecho la canción, el poema o el dibujo que he soñado, ni he sido el tipo que he soñado. Soñaba con lo que soñaban los poetas del 50, que eran partidarios de la felicidad”.
¿Ya se ha acabado la nube negra? “Está ahí, agazapada. Cuando la sufrí, como la muerte cuando eres muy joven, creía que eso solo le pasaba a otros. El miedo a que vuelva no se mata nunca”.
Gobiernos sin piedad ni saben lo que pasa en la calle; va a costar décadas que nuestros hijos vivan más decente y libremente
“Esa nube negra ahora está sobre este país. Es grave. Produce indignación, rabia y vómito. Parecía que Europa no tenía vuelta atrás; que aquel Estado de bienestar no se acabaría… Y ahora van contra algo tan sagrado como la Ilustración. Me parece atroz y brutal”.
¿Un culpable? “El Gobierno actual no tiene piedad ni empatía ni compasión ni sabe lo que pasa en la calle; va a costar décadas que nuestros hijos vivan más decente y libremente. Es algo por lo que sólo podemos llorar y patalear… Por si no me preguntas por Podemos…”.
Adelante… “Pues si no existiera habría que inventarlo. No me fijo ni en las caras ni en el discurso que tienen; me fijo sobre todo en que no son ni de Berlusconi ni de Le Pen… En esas estamos: estupefactos, endemoniados y a verlas venir”.
Le dijo a Pablo Iglesias en el programa de Évole que se sumaba a su ejército en la retaguardia… “Como buen cobarde, ja, ja, ja. No estoy para la primera línea”.
¿Lo que ha cantado le retrata? “Trato de no ser autobiográfico. Mis canciones contribuyen a crear la caricatura de tipo borracho que anda por ahí follisqueando sin freno. A lo mejor hubiera querido ser ese, quién sabe, ja, ja, ja”.
¿Y quién es usted? “El que está hablando contigo. Como dice Gil de Biedma, alargué ‘el último verano de mi juventud’ hasta los 50 años. Por eso celebro ahora este disco que fue el último que escribí atormentadamente, sin dormir y entregado a todo tipo de exaltaciones físicas y mentales. Por eso ahora lo voy a cantar en Madrid y en Barcelona, y lo he cantado en mi queridísimo Cono Sur de América”.
¿Por qué ese disco? “Porque ese año cumplí 50, tuve un ictus, me di cuenta de que tomaba unas cosas que ya no me gustaban y lo dejé todo sin ningún tipo de rehabilitación ni de expertos. Lo dejé porque lo que tomaba era una mierda. Bebía hasta que nos echaban de los bares. Decidí cambiarme de la compañía de los músicos, donde las drogas estaban muy presentes, por la de los poetas, que eran borrachos que te contaban cosas interesantes.
¿Y es feliz? “Mato el tiempo de buena manera, pero feliz no diría yo que soy”.
En Mérida, en el 2010, 2011 y 2013, para volver tan rápido sobre decir que tienen muchos ‘sabinianos’ en el Yucatán mexicano
“Uno escribe siempre la misma canción/sobre un niño con cara de viejo/que se atreve a volar bajo el cielo marrón/que agoniza detrás del espejo. /Uno inventa siempre la misma canción/del poeta borracho y su musa/del teclado mellado del acordeón/del pecado mortal sin excusas./Uno canta siempre la misma canción/otra noche en el bar de la esquina/cerca de la estación donde duerme un vagón/cuando el tiempo amenaza rutina. /Uno rumia siempre la misma canción/como un perro ladrando a la luna/con la misma trompeta y el mismo trombón de mariachi/que no hizo fortuna. /Uno acaba nunca la misma canción/que me ayuda a pagar hipotecas/luego llega la hora de alzarse el telón/en la Mérida más yucateca”. Este es un poema que escribió el cantautor español Joaquín Sabina, tras su concierto el 4 de mayo del 2010, después de presentar su gira “Vinagre y Rosas” en Mérida. Otro 30 de octubre del 2011 volvió a actuar en la capital de Yucatán, y por tercera vez lo hizo, el 28 de octubre del 2013. Para volver tan rápido sobre decir que tienen muchos ‘sabinianos’ en el Yucatán mexicano.
Joaquín Sabina nació en un pueblo andaluz, llamado Úbeda. Hace muchos años nos trasladamos hasta allí y pasamos un día hablando con sus vecinos sobre su ‘embajador’. Pasados los cerros de Úbeda, antes de llegar a la ciudad, te encuentras con un mural de Antonio Machado a un lado de la carretera. Un mural pequeño, pero muy bello, de azulejo andaluz, desde el que el poeta te mira con esos ojos de paz y sosiego que escriben con la mirada. Para un sabiniano, que te reciba don Antonio antes de callejear por las cuestas de la ciudad es un regalo inesperado. Antes de nada aclaro lo de sabiniano. Yo soy vasco que respeto las ideas de Sabino Arana, el ideólogo del independentismo democrático de esta parte de ‘las Españas’, pero no las comparto. Son ideas del siglo XIX, recicladas al XXI para seguir las pautas marcadas desde el Vaticano. No es ciencia ficción… Uno de los grandes avances de la Europa en el siglo XX, tras sufrir dos Guerras Mundiales, una Guerra Civil en España, un estado ‘nacionalsocialcatólico’ durante décadas con Francisco Franco… fue el lograr una Europa de los Estados, no confesionales, marcados por las pautas jacobinas de la Revolución Francesa. La separación del Estado y la Iglesia está debidamente regulada para que no haya dudas legales al respecto, en todos los países. La Iglesia ha perdido protagonismo, de ahí que desde su sede en Roma o desde sus bases ‘populares’ y ‘progresistas’ se hayan apoyado movimientos nacionalistas, no importando si estos utilizan consignas discriminatorias por cuestiones de raza, sexo, ideas…, incluso acciones violentas -es el caso de ETA, en el País Vasco-. Lo importante es defender otro modelo de Europa, la Europa de las nacionalidades.
No es que el sol me haya quemado las pocas ideas que me adornan; es que uno es un seguidor de Joaquín Sabina -no tan acérrimo como de Paco Ibáñez, Joan Manuel Serrat, Raimon, Imanol, Mikel Laboa…, quienes lucharon mucho más activamente contra la dictadura franquista, lo que es algo de agradecer-, quien, como todo el mundo sabe o debería saber, nació en esta ciudad antes de tomar el tren que le llevó desde la mendicidad musical hasta la gloria de Lavapiés. Como en una canción de Sabina, es en una taberna junto a la catedral donde encuentro las bases del cantante y poeta. El tabernero es un tipo irónico, con un fuerte acento jienense al que cuesta seguir en ocasiones. Se declara analfabeto e inmediatamente vemos que varios libros de escritores clásicos españoles y latinoamericanos, que reposan sobre un arcón frigorífico del bar. Eran tiempos de los ‘Cien Años de Soledad” de Gabriel García Márquez de Colombia, Julio Cortázar de Argentina, Carlos Fuentes de México y Mario Vargas Llosa de Perú…El ‘barero’ era vacilón, está claro, muy sabiniano, pero de Joaquín Sabina.
Una visita a Úbeda, a Jaén, ayuda a construir, en quererlo, una canción de un moderno Miguel Hernández, removiendo conciencias
Taberna, catedral, tabernero vacilón, la canción de Sabina se va construyendo sola poco a poco. “Mire; Sabina vivía tres calles hacia atrás del parador, frente a la Iglesia de San Pablo. Le he visto montones de veces por aquí, aunque, qué quiere que le diga, me gusta un poco su música, no soy un fan. De hecho, el disco que más me gusta es el primero, Malas compañías, que grabó con Movieplay, y precisamente es del que Sabina reniega”. Merodea por otros temas hasta que le devuelvo a Sabina y, a regañadientes, dice que tuvo suerte, “hombre, también talento porque la suerte no dura tanto tiempo”. Bueno, el sabiniano que llevo dentro se viene arriba, pero solo un momento porque “él en el fondo tiene un punto conservador”, dice, y el sabiniano se viene abajo.
Los profetas en las tierras ya se sabe que sufren, aunque el pub Calle Melancolía, un poco más abajo, es todo un éxito de crítica y público, aunque su dueño es menos sabiniano que el tabernero. Hay cuentas pendientes, está claro, cuitas locales, pero cuando Sabina toca en Úbeda se llena. Hay feligresía todavía. Y me acuerdo de Machado, que fue tan andaluz como castellano.Y pienso que Sabina es un madrileño de Úbeda. Y el tabernero insiste: “Esta ciudad es muy bonita, es mucho más que Sabina”. Mire, por fin estamos de acuerdo: yo pienso lo mismo. Y Joaquín, el nuevo ‘embajador’ de Mérida, de la Península de Yucatán, de México, de Latinoamérica, también.
Una guitarra cambió su vida pues su padre quería que sus hijos fueran policías como él, no le pegaba para nada el uniforme
Joaquín Sabina nace el 12 de febrero de 1949 en la localidad de Úbeda (Jaén), segundo hijo de Adela Sabina del Campo, ama de casa y de Jerónimo Martínez Gallego, inspector de policía. Cursa sus estudios primarios con las monjas Carmelitas y con catorce años comienza a escribir poemas y a componer música en una banda formada con sus amigos llamada “Merry Youngs”, que se dedicaban sobre todo a versionar a cantantes de rock como Elvis Presley, Chuck Berry o Little Richard. Por esa época, tiene a su primera novia, Chispa, que le sirve como inspiración para crear algunos poemas de amor. Esta relación es un poco accidentada ya que el padre de Chispa, un notario de Úbeda, se opone desde un principio a esta relación y se la lleva consigo algunos años después, siendo Joaquín universitario, a Granollers con el fin de apartarla definitivamente de él. Pero Joaquín emprende, en compañía de un amigo, un viaje en su busca, instalándose en una tienda de campaña junto a la casa familiar de Chispa. Los dos jóvenes se escapan juntos recalando finalmente en el Valle de Arán (Lérida), donde viven juntos unos días.
Posteriormente cursa el bachillerato en los Salesianos. En esa época sigue escribiendo versos y lee a Fray Luis de León, Jorge Manrique y José Hierro pero también a Marcel Proust, James Joyce y Herbert Marcuse. El día en que aprobó cuarto y reválida su padre quiso recompensar a Joaquín con un reloj de pulsera, a lo que él se negó manifestando que prefería una guitarra, siendo satisfecha dicha petición. En cambio, su hermano mayor sí que aceptó el reloj y, según Joaquín, ese pequeño detalle sería el que los empezaría a distanciar: su hermano se acabaría convirtiendo, como el padre de ambos, en policía y él en cantante.
En 1968 se traslada a Granada para matricularse en la Facultad de Filosofía y Letras e iniciar los estudios de Filología Románica en la universidad, donde descubre la poesía de César Vallejo y Pablo Neruda. Su ideología izquierdista -algo usual entre los hijos de franquistas- le lleva a relacionarse con movimientos contrarios al régimen y su padre. Este mismo año, cuando se proclamó el estado de excepción, su padre, que era comisario en Úbeda, recibe la orden de detenerle por pertenecer al Partido Comunista. En 1970 comienza a colaborar con la revista “Poesía 70”, compartiendo páginas con Luis Eduardo Aute o Carlos Cano. En ese mismo año lanza un cóctel molotov contra una sucursal del Banco de Bilbao en Granada en protesta por el Proceso de Burgos, por lo que se ve obligado a exiliarse.
Al carecer de pasaporte, no puede salir inmediatamente del país, pero conoce a un hombre, Mariano Zugasti, que, tras unas horas de conversación, le cede el suyo. Con nombre falso, Joaquín pone rumbo a París, donde pasa unos meses, y posteriormente a Londres, donde vive como ‘squatter’ (okupa) durante su primer año de estancia en la ciudad. Joaquín necesita sensibilizar a la opinión pública a su favor, ya que de otro modo sería repatriado a España, y consigue que le hagan una entrevista y presente su caso. El “Daily Mirror” publica que a su vuelta a España le espera la pena de muerte, hecho totalmente falso, pero consigue que las autoridades británicas le concedan el asilo político por un año. Se marcha a Edimburgo a vivir. Permanecen allí cuatro meses, tras los cuales Joaquín se marcha a Londres.
En un bar de Londres, el ‘Mexicano-Taverna’, actuó en un cumpleaños del exbeatle George Harrison
Colabora en Londres con el “Club Antonio Machado”, uno de los centros frecuentados por emigrantes y exiliados. En la capital inglesa escribe sus primeras canciones y organiza un cineclub donde se exhiben películas de Luis Buñuel, prohibido entonces en la España franquista. Reconstruye el grupo de teatro “Juan Panadero” y monta polémicas obras teatrales como “La excepción de la regla”, de Bertolt Brecht, y “El cepillo de dientes”, de Jorge Díaz. Se gana la vida cantando en el metro, restaurantes y cafés. En 1974, según una de las anécdotas más divulgadas sobre su vida, actuó ante George Harrison, quien celebraba su cumpleaños en un bar local llamado “Mexicano-Taverna”. El ex-beatle le dio una propina de cinco libras. En algunas entrevistas, Sabina ha relatado que conserva el billete que recibió como un tesoro, pero en otras ocasiones ha desmentido su propia leyenda (“En realidad, me los bebí aquella misma noche”).
En 1976 publica el libreto de canciones “Memorias del exilio” y comienza a organizar conciertos para la colonia de exiliados españoles en Inglaterra, donde actúan Paco Ibáñez, Lluís Llach, Francesc Pi de la Serra o Elisa Serna. Estos versos constituirían el grueso principal dos años más tarde de su primer disco, “Inventario”. El libro fue editado por la Editorial Nueva Voz, con una tirada de 1.000 ejemplares que el propio Joaquín se encargó de distribuir por el área de Portobello Road, vendiendo hasta el último de ellos gracias a su don de gentes y a las muchas amistades trabadas en el más de medio lustro transcurrido en la capital británica. En el año 1977, tras la muerte de Franco, consigue volver a España gracias a un pasaporte legal facilitado por Fernando Morán, cónsul español en Londres.
En su casa de la capital británica dio refugio a militantes antifranquistas, pero no ‘etarras’ que ‘luchaban’ por la independencia del País Vasco
Durante esta época su casa en Londres sirvió de refugio para miembros de la banda terrorista ETA. Años más tarde afirma que “la izquierda de este país, a la que orgullosamente he pertenecido y creo pertenecer, debiera pedir perdón por su complacencia con ETA durante muchos años. Yo tuve en mi casa de Londres a etarras y era una gente encantadora que pegaban tiros en la nuca, algo que nos parecía una cosa muy graciosa en ese momento. Y hacíamos mal. Porque de aquellos polvos vinieron estos lodos. Así que creo que la gente como yo está muy obligada a estar muy en contra y a decirlo muy alto por cobardes que sean. Y yo lo soy como el que más”.
Sus declaraciones sobre temas políticos reales no han sido nunca su fuerte. Nos habla de la etapa de ETA anterior a la proclamación de la democracia, cuando esta organización y el Partido Comunista de España de Santiago Carrillo, Dolores Ibarruri ‘La Pasionaria’, eran los baluartes de la lucha contra el terrorismo de estado que ejerció Francisco Franco hasta su muerte, un 20 de noviembre de 1975. ETA aglutinaba alrededor suyo, al igual que el PCE, a los sectores antifranquistas de aquella época. Joaquín Sabina no era un cantautor y poeta activo antifranquista, a pesar de su ‘historiografía oficial’. Entendemos sus condicionantes familiares. Sus ‘amigos etarras’ no eran tales, sino militantes antifranquistas. Un cantante catalán “Loquillo y los Trogloditas” tenía una canción que preguntaba a la gente, dónde estaban en los setenta… Está claro que Joaquín Sabina, en un ‘exilio de puta madre’ en Londres.
Estas ‘ausencias políticas’ de Joaquín Sabina le han vuelto a pasar facturas estos días en México, haciendo unas declaraciones, coincidentes en el tiempo con el expresidente de México, el panero y el ‘motero’ Vicente Fox. “Ante será divertido, nos íbamos hasta las mil de reventón y ahora eso no se puede hacer, lo cual quiere decir que la calidad de la vida de la gente está en un momento muy bajo. México es un país que está al borde del abismo, si no pisándolo ya, en cuanto a la infiltración del narco en todos los sistemas y por la insoportable violencia. No creo que se pueda seguir así mucho tiempo. La solución es que se legalicen absolutamente las drogas aquí y que se prohíban absolutamente las armas en Estados Unidos…”.
“Es mejor que Joaquín nos siga deleitando con sus letras y se olvide de los narcos mexicanos”
Un mensaje al respecto de varios vecinos de Cancún y Riviera Maya… “No es tan fácil Joaquín… Por la difusión que tienen tus palabras, piénsalas un poquito más, eso sí frente a un buen tequila y una cochinita al pil bil, un queso relleno, unos papazules… Si no te gusta el alcohol métele a la chaya, un buen jugo te va a ayudar. Lo mejor es que nos sigas deleitando con tu música y las letras de tus canciones…, y se olvide de los ‘narcos’ mexicanos. Si nosotros no nos ponemos de acuerdo, imagínese qué puede hacer el pobre de Sabina.”.
Es importante recordar algunas frases de las canciones de Joaquín Sabina, que pueden ayudarnos más que sus opiniones coyunturales. Sus letras de cantautor y poeta son redentoras de este ‘aceitunero altivo: “Ni me vengo tan pronto ni la tengo tan gorda, ni consuelo de tontos ni ganas de palmar, los jamases que asumo los tiro por la borda, no me fumo las clases a la hora de olvidar…”; “Siempre he pensado que no soy un cantante, sino un estafador profesional, pero todavía me falta mucho para dejarlo, aunque lo pienso todos los días…, lo que pasa es que luego subo al escenario y él te da una energía fantástica para seguir”; “Hoy como caliente, pago mis impuestos, tengo pasaporte, pero algunas veces pierdo el apetito y no puedo dormir. Y sueño que viajo en uno de esos trenes que iban hacia el norte. Cuando era más joven la vida era dura, distinta y feliz”; “Me falta una mujer, me sobran seis tequilas, no ver para querer, malditas sean las pilas que hacen trasnochar echándonos de menos, echándome de más, almíbar y centeno”; “Y si protesta el corazón en la farmacia puedes preguntar: ¿Tienen pastillas para no soñar?”; “Las heridas que ya ni Dios nos quita, la mierda que arrastramos sin remedio, todo lo que nos dieron y quitaron, los años transcurridos tan deprisa, el pan que compartimos, las caricias. La ceniza que queda, los despojos, el tiempo del dolor, los agujeros, el gato que maullaba…”; “Yo soy una persona más triste y solitaria, que tiende a quedarse en un rincón, soy mucho menos sociable y más introvertido de lo que la gente cree, porque la gente solo ve la caricatura del gilipollas del bombín”; “Algunas veces vivo y otras veces se me va con lo que escribo; algunas veces busco un adjetivo inspirado y posesivo que te arañe el corazón; luego arrojo mi mensaje, se lo lleva de equipaje una botella, al mar de tu incomprensión”; “Yo no soñé nunca con ser famoso y tener dinero. Yo solo quería ser libre. No tener que dar explicaciones. Y creo que, más o menos, eso lo he conseguido. He tenido una vida en la que hubiera pagado por poder hacer las cosas que he hecho”; “Besarte es desatarte un huracán…, que suba en el termómetro en el mercurio”; “Yo no tengo tiempo para los enemigos, hay demasiadas ciudades por ver, demasiadas mujeres por conocer, demasiados libros por leer y canciones por escribir como para pararme a pensar en mis enemigos. Eso crea odios, porque a los miserables les encanta que tú les contestes y también seas un miserable”; “Por decir lo que pienso sin pensar lo que digo más de un beso me dieron… y más de un bofetón”.
Estas letras de Joaquín Sabina, cantautor y poeta de afortunados nuevos tiempos de paz en España, son redentoras. Sabina es uno de esos andaluces de Jaén, aceituneros altivos, a quien Miguel Hernández, dedicara este poema un tanto ‘sabiniano’ para aquella época de la historia negra de España: “Andaluces de Jaén,/aceituneros altivos, decidme en el alma: quién,/quién levantó los olivos?/ No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor./ Unidos al agua pura/y a los planetas unidos,/los tres dieron la hermosura de los troncos retorcidos./ Levántate, olivo cano,/dijeron al pie del viento./Y el olivo alzó una mano/poderosa de cimiento./ Andaluces de Jaén/aceituneros altivos,/decidme en el alma: quién amamantó los olivos?/ Vuestra sangre, vuestra vida,/no la del explotador/que se enriqueció en la herida/generosa del sudor./ No la del terrateniente/que os sepultó en la pobreza,/que os pisoteó la frente,/que os redujo la cabeza./ Árboles que vuestro afán/consagró al centro del día/era principio de un pan/que sólo el otro comía./ ¡Cuántos siglos de aceituna,/los pies y las manos presos,/sol a sol y luna a luna,/pesan sobre vuestros huesos!/ Andaluces de Jaén,/aceitunros altivos,/pregunta mi alma: ¿de quién,/de quién son estos olivos?/ Jaén levántate brava/sobre tus piedras lunares,/no vayas a ser esclava/con todos tus olivares./Dentro de la claridad/del aceite y sus aromas,/indican tu libertad de tus lomas”.
Un 30 de octubre del 2011 viajamos desde Cancún y Quintana Roo -junto al escritor, periodista, columnista de la revista EL BESTIARIO, y amigoJorge González Durán- a Yucatán a disfrutar de lo mejor de Joaquín Sabina. ¿Hay muchos ‘sabinianos’ en Mérida y en Úbeda?
Joaquín Sabina traerá su gira ‘500 noches para una crisis’ a México, en mayo: “Decidí cambiarme de la compañía de los músicos y sus drogas, por la de los poetas, borrachos que te cuentan cosas interesantes”.
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