EL BESTIARIO
La ‘Mata Hari’ del Caribe no pudo envenenar a Fidel por amor, el rumbo de la isla caribeña de los cubanos y de la ‘Guerra Fría’ reposaba en forma de píldoras venenosas en un bote de crema rejuvenecedora Pons, allí las había escondido Marita Lorenz cuando embarcó en Miami a principios de 1960, rumbo a La Habana…
SANTIAGO J. SANTAMARÍA
Su misión: matar a Fidel Castro, su amante durante ocho meses. Conoció a Castro en La Habana en febrero de 1959 cuando ella tenía 19 años y él 33. Ella era la ‘Mata Hari’ del Caribe. Nerviosa, casi en estado de pánico y temerosa de que a su llegada al aeropuerto José Martí fuera registrada y encontrasen las pastillas envenenadas que llevaba consigo, Lorenz las depositó en un bote de crema facial. “Me sentía incapaz de llevar a cabo la misión que Frank Fiorini -Frank Sturgis, condenado luego por el Watergate- me había encomendado. No iba a matar a Fidel, no fallé, como otros cientos que lo intentaron después. Sencillamente, fui incapaz y no me arrepiento”, explica hoy Lorenz.
Pero incluso si hubiera decidido seguir adelante con la llamada Operación 40, una trama gubernamental que, según Lorenz, unía a la CIA, al FBI, al exilio cubano y la mafia, no podría haberlo hecho. Cuando en la habitación del hotel Habana Libre, que solía compartir con Castro, abrió el bote de crema comprobó que las pastillas se habían desintegrado y solo quedaba una masa pastosa del arma que debía de acabar con la vida del líder del Movimiento 26 de Julio.
“Lo tiré por el bidé”, relata tranquila. “No se iba por el desagüe y tuve que empujarlo, hasta que despareció del todo. Entonces me sentí libre”, relata. “No lamento no haber matado a Fidel, al contrario: es la decisión de la que estoy más orgullosa en mi vida”. Hablar de la vida de Marita Lorenz es repasar gran parte de la historia del siglo XX, de su peor historia, la del Holocausto, los asesinatos políticos y la miseria humana.
Partía el pasado martes hacia Miami cuando leía de la presentación de un nuevo libro, ‘Yo fui la espía que amó al comandante’. No era una historia más del montón de los 600 planes para liquidar al líder de la Revolución Cubana, que triunfó el primero de enero de 1959, nada menos que hace 56 años. La tentativa frustrada por ‘amor’ de Marita Lorenz la oí hace muchos años cuando viví en La Habana… Por entonces, el periodista cubano Luis Báez, me regaló su ensayo ‘El mérito es estar vivo. Objetivo: Asesinar a Fidel’, cuando tomábamos un café con nuestro amigo común, el diplomático habanero Gustavo Mazorra, en el hotel Habana Libre, el antiguo Hilton…
Marita, ya mayor, regresó a Cuba y pidió entrevistarse con Fidel. Fue recibida en el palacio presidencial de la Plaza de la Revolución. El Comandante no quiso hablar con ella, siendo recibida por Carlos Lage Dávila, hombre fuerte del régimen entre 1993 y 2009. Su polémica destitución la decidió Raúl Castro tras tomar las riendas del poder por enfermedad de su hermano. El médico y político apareció involucrado en una conspiración con miembros de los servicios secretos de España y Euskadi, obsesionados con prepararle como ‘futuro sucesor’. Los ingenuos ‘inteligentes’ confundieron sus deseos con la realidad.
La espía que ‘surgió del calor floridano’ relató que en el despacho donde habló con Lage había unas grandísimas cortinas rojas, importadas de algún proveedor oficial de telas soviéticas para los teatros Bolshói de Moscú y Kirov del entonces Leningrado, hoy San Petersburgo. “Presentí que detrás de aquellos largos cortinones estaba Fidel, escuchándonos. Estábamos hablando de él…”.
En Miami, en el fondo, hasta lo admiran clandestinamente porque ha sobrevivido a siete Papas y diez presidentes estadounidenses Hoy ya nadie habla de matar a Fidel, ni siquiera hablan casi de él en La Florida, más preocupados en salir de la crisis y mantener la ‘pincha’ -trabajo-. Estuve desayunando en el ‘anticastrista’ Café Versailles de la calle Ocho, donde no faltaron las ‘señoritas’ -pasteles de hojaldre de vainilla o chocolate-. Visité la Torre de la Libertad, la Ermita de la Virgen de la Caridad del Cobre, terminando en el Palacio de los Jugos en el barrio de Hialeah, ‘Jaialía’ en el condado de Miami Dade…, donde las chuletas de cerdo y la ropavieja, y el arroz congrí, la yuca y los tostones y el boniato, dominaban la carta del menú.
Pude hablar con muchos cubanos residentes desde tiempos del Mariel y de otros éxodos masivos como el de 1994… Los rumores y las noticias del fallecimiento de Fidel en las historias ‘conspiranoicas’ de las redes sociales han casi desaparecido… Tiene una familia longeva y centenaria. Su hermano mayor, Ramón, nonagenario, todavía está vivo. Algunos parecen resignados en Miami. En el fondo, hasta lo admiran clandestinamente porque ha sobrevivido a siete Papas y diez presidentes estadounidenses. Ningún líder político mundial ha logrado eso, admiten solapadamente con orgullo. Tenía que ser un cubano. Cuestión de raza. “El tipo es un ‘caballo’, a pesar de todo…”.
“Siempre estuve destinada a estar sola. Y no sé por qué”, escribe en sus memorias ‘Yo fui la espía que amó al comandante’ quien hoy tiene 75 años y sobrevive, con ayuda de la asistencia pública en Baltimore (Estados Unidos), en un oscuro y diminuto piso cuyo destartalado cuarto de baño por no tener no tiene ni puerta. Lorenz debía haber llegado al mundo junto a su hermana gemela, pero cuando su madre ingresó en el hospital de la ciudad alemana de Bremen para una revisión, el pastor alemán de un oficial de las SS, que la increpaba por haber seguido acudiendo hasta el final de su embarazo a un médico judío, le atacó y una de las dos niñas murió. Sobrevivió Marita y murió Ilona. Sus padres honraron a la pequeña fallecida sumando ese nombre al de la superviviente: Ilona Marita Lorenz. Era el 18 de agosto de 1939. Hitler se disponía a invadir Polonia.
“No lamento no haber matado a Fidel. Es la decisión de mi vida de la que estoy más orgullosa”, declara ‘La Alemanita’, así le llamaba Fidel Así se inicia el primer capítulo del libro ‘Yo fui la espía que amó al comandante’, que publica Península, del grupo Planeta. Las primeras 48 páginas del volumen son los primeros 19 años de La Alemanita, como la bautizó Fidel. En la Segunda Guerra Mundial, Lorenz, de madre americana y padre alemán, acabó internada en el campo de concentración de Bergen-Belsen cuando tenía cinco años. “En los barracones en los que yo estaba, los mismos en los que falleció Anna Frank, nos abrazábamos entre nosotros.
Desde niños pequeños a adolescentes, para no morir de frío, aunque algunos ya estaban medio muertos”, relata serena para concluir que, sin embargo, entonces lloró hasta que no le quedaron lágrimas. A Marita Lorenz la encontraron escondida debajo de un camastro de madera tras liberar el campo los británicos el 15 de abril de 1945. “Cuando el conductor de la ambulancia me sacó de debajo de mi escondite estaba llena de piojos, de gusanos, de moratones y pesaba menos de 20 kilos”. Fue una de los 200 niños que sobrevivieron aplicando el lema: “No hables, no pienses, no respires”.
La señora Lorenz, que el día de su entrevista con los periodistas para a conocer su libro viste camiseta y dos camisas, una encima de otra, y a quien su hijo Mark, de 45 años, retoca el despeinado cabello para que luzca mejor en las fotos, define lo que sucedió en 1945 como el final de una pesadilla y el inicio de otra. Con siete años, Marita fue violada el día después de Navidad de 1946 por un sargento estadounidense en la Alemania liberada por los aliados.
Conoció a Castro en La Habana en febrero de 1959 cuando ella tenía 19 años y él 33. “Me convertí en su amante y quedé embarazada. En Cuba fui drogada y forzada a lo que calificaron como un aborto. Décadas más tarde supe que mi hijo había sobrevivido y se llamaba Andrés”, dice. “¿Alguien puede imaginar qué supone eso para una madre a la que le arrebatan a su bebé en una mesa de operaciones y sale de Cuba con el vientre vacío?”, se pregunta en alto Lorenz, mientras acaba de comerse un plátano y acaricia a su perro, Bufty. Cerca hay más animales, quizá ellos impregnan el lugar de un pesado olor que se pega a la piel: una gata, una tortuga y un enorme pez naranja que “de vez en cuando se lanza como en una misión suicida contra el cristal de la pecera”. “No lamento no haber matado a Fidel, al contrario: es la decisión de la que estoy más orgullosa en mi vida”, repite hasta la saciedad…
Ya no luce la esbelta figura de sus años de ‘party girl’ de la mafia neoyorquina, de la que salieron algunos de sus amantes Lorenz concede que ha sido una mujer en un entorno de hombres, que ha inventado mentiras para protegerse, a ella y a sus hijos, y que ha dicho la verdad cuando le ha convenido. “Ahora quiero dejar las cosas claras”, declara.
La Mata Hari del Caribe ya no tiene el pelo negro-cuervo. Ya no luce la esbelta figura de sus años de ‘party girl’ de la mafia neoyorquina, de la que salieron algunos de sus amantes. Asegura que tampoco porta pistola y que ya no teme por su vida. Parece deprimida. “Nunca he pensado en quitarme la vida, aunque a veces he querido morir. Pero morir es fácil, el reto es vivir”. Sentada frente a la televisión con la que pasa sus días, junto a un cartel de la película de Los Doors, dedicado por Oliver Stone, quién la contactó para hacer una película sobre su vida, la señora Lorenz habla de cómo fue testigo del complot para matar a John F. Kennedy en Dallas.
Antes del magnicidio hubo más historias. Fruto de su relación en Miami con Marcos Pérez Jiménez, brutal dictador venezolano al que acabó dando Franco refugio en España, llegó su hija Mónica Mercedes. Tampoco tuvo suerte. Fue abandonada en la selva venezolana con una tribu de indios Yanomami con su hija de entonces 14 meses. Querían que muriesen. La historia de Marita Lorenz tiene luces y sombras. “Hay quien puede pensar que es bastante increíble”, reconoce. “Pero, ya sabe, la realidad supera la ficción”. En el caso de Lorenz, esa realidad está construida con recuerdos que, ocasionalmente, se enfangan en la historia oficial. “Esa que, si me permite que se lo recuerde, no siempre es la creíble”.
Sobreviviente a siete Papas y diez presidentes de EE UU, en Miami anuncian a menudo su ‘muerte virtual’ en las redes sociales En Miami siguen confundiendo los deseos con la realidad. En los últimos años, en los noticieros más importantes de sus canales de televisión ‘anticastristas’ Canal 41, Mega TV, Univisión, Telemundo, de la ‘innovadora’ CNN de Fernando Rincón, de sus Miami Herald’s, de sus emisoras radiofónicas no amigas, de sus redes ‘insociales’ y en particular de su ‘Radio Bemba de Hialeah’ había una sola noticia destacable: la ‘muerte virtual’ del Comandante de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz. Todo el mundo lanzaba, a diario, nuevas ‘exclusivas’ para subir los ‘raitings’… “Lleva muerto desde hace dos meses y no lo van a decir…”, era uno de los últimos titulares más llamativos. Nadie se preocupaba por confirmar lo que se aseguraba.
“Nuestras fuentes son seguras, pero saben cómo son las cosas en Cuba, nadie quiere salir con su nombre en la prensa…”. No faltaban teorías ‘conspiranoicas’ sobre dobles y ‘clones’… Esto ha cambiado radicalmente. Estas y otras justificaciones de la más pura criptología miamense lograron ‘penetrar’ en muchas opiniones públicas de medio mundo, incluida la de Cancún y Quintana Roo, donde se daba por hecho la muerte de Fidel, y con mayor insistencia… Esto no era nada nuevo. Desde que editábamos las revistas “Mar Caribe”, “Récord” y “Habanera”, en La Habana, veinte años atrás, Castro ha ‘resucitado’ no menos de cincuenta veces. El ‘barbudo’ de Sierra Maestra no es inmortal. Todos tenemos que morirnos. La naturaleza marcará la fecha de cada uno de nosotros y la del propio Fidel Castro.
Quisiera recordar en este nuevo EL BESTIARIO varios episodios históricos tragicómicos memorables de los últimos años, en relación con el óbito del Comandante, sobreviviente a siete Papas y diez presidentes de los Estados Unidos.
El próximo 13 de agosto cumplirá 89 años y volverán los rumores sobre su muerte o las teorías ‘conspiranoicas’ sobre sus dobles y clones “Desde Miami intentaron de nuevo ‘atentar’ contra Fidel Castro…”, este era el titular de un comentario que publicábamos a principios del pasado año. No era la primera vez que anunciaban la desaparición de su enemigo, el líder de la Revolución Cubana. En esa ocasión el ‘rumor’ se transmitió vía Twitter, con foto y féretro incluido. Twitter es esa nueva vía de comunicación que ha logrado que el tiempo y espacio sean más relativos cada día. Hay quien mal utiliza esta herramienta. Si no que se lo cuenten al joven actor de la saga de “Crepúsculo”, Taylor Lautner, quien filmó en nuestra ciudad su no estrenada obra, a menos hasta hora, “Cancún”. Le atribuían, por aquellos ‘twiteros’ días, unas declaraciones en las que admitía haber salido del armario, afirmando ser homosexual. Para ello, se utilizó Twitter y una falsa portada de la revista “People”. Tiempo atrás, a través de Twitter se ‘líquidó’ también al ex James Bond, el actor escocés Sean Connery. El tuit del que fuera presidente de Cuba tenía toda la pinta de haber sido ‘armado’ en Miami, donde han ‘asesinado’ a Fidel una vez y otra también.
Coincidiendo con el 89 cumpleaños de Fidel Castro, este próximo 13 de agosto, volverán a reanudarse los rumores letales. Serán tiempos de recordar también del clima que se vivió en la Florida, tras el anuncio de su enfermedad y la cesión al poder a su hermano Raúl Castro. En la noche del 31 de julio del 2006, cuando el mundo se enteró de que Fidel Castro se había enfermado gravemente y renunciado al poder, miles de exiliados e inmigrantes cubanos salieron a las calles de Miami, celebrando la noticia. No se sabe muy bien la razón de esa reacción espontánea. Después de todo Fidel seguía vivo, había dejado a su hermano Raúl en el poder y, en ese momento, el sistema político no cambió un ápice. Después de todo, el viejo revolucionario renunciaba al poder voluntariamente, la forma más inesperada y poco revolucionaria. A todos, exiliados y seguidores, su decisión los atrapó desprevenidos.
Yo estaba en Cancún. Había regresado unos días antes de La Habana. La presencia de Carlos Valenciaga, el ‘secretario’ de Fidel en la CNN, leyendo un comunicado era algo inusual. Los gestos de su cara denotaban preocupación. No era el Carlos Valenciaga siempre sonriente y extrovertido. Me sorprendió la noticia en un bar de la Avenida Yatchilán. Esa noche en Miami, cuando se preguntaba a los manifestantes si celebraban una enfermedad o la continuidad de un sistema que odian, y al que culpabilizan de todos sus males, muchos cayeron en la realidad y no sabían qué contestar. Otros decían que “algo es algo”, en la gran jornada hacia “la liberación de la patria”… Hay siempre un cubano jodedor, discípulo de Álvaro Guedes que ‘inventa’ un cuento. Aquellanoche circulaba el que decía que había un borracho en un bar que aseguraba que hablaba por teléfono con Dios. Varios clientes al oírle le pidieron que llamara a Dios y le preguntara cuanto le queda a Fidel y a la Revolución. El borracho tomó el teléfono. Marcó un número. Comenzó a hablar. Medio minuto después dejó el teléfono. Los otros cubanos, impacientes, le preguntaron qué le había contestado Dios cuando le preguntó sobre el futuro del Comandante. “Me han colgado”, dicen que gritaba molesto el borracho.
Los cubanos son ‘inventores’ de una red social caribeña, ‘Radio Bemba’, donde historias se convierten en leyendas urbanas en cuestión de cuadras Vinieron días entretenidos. Al día siguiente, asimilada la noticia, la comunidad cubanoamericana del sur de Florida se sumió en la mayor de las especulaciones sobre el futuro. A ello contribuyó con entusiasmo todo un ejército de políticos, comentaristas, activistas, santeros, espiritistas y alguna que otra gitana desnortada, todos ellos con su versión personal de los acontecimientos. Comenzaba a funcionar lo que se conoce en la Isla como ‘Radio Bemba’, donde los locutores son miles y miles de cubanos, ‘inventores’ de una ‘red social caribeña’, donde las historias se convierten leyendas urbanas en cuestión de cuadras.
Aunque con matices muy personales, los argumentos se dividieron básicamente en dos. Para unos, Fidel estaba condenado a morir en los próximos días, semanas, quizá, y para otros, había fallecido hace tiempo y el Gobierno lo estaba ocultado. Sin embargo, dos cosas eran ‘ciertas’: no había la más mínima posibilidad de recuperación por parte del enfermo y ‘la libertad de Cuba’ se encontraba al doblar de la esquina. Además, de repente, en Miami todo el mundo tenía un familiar en La Habana que conocía alguien, que estaba en contacto con un portero, que era novio de una enfermera, que tenía una prima, que atendía directamente a Fidel. ¿Y?: “El ‘mokongo machévere’ está que ni abre los ojos”, especulaban. Citaban, incluso, a nunca identificados, supuestos guardaespaldas de Fidel.
Todos ellos tenían no sé cuántos ‘aceres’, amigos íntimos, de toda la vida del barrio, en el edificio verde, ahora azul, de la calle Línea Fueron días en que las líneas telefónicas de las emisoras de radio locales colapsaron con las llamadas de oyentes queriendo aportar su granito de arena a la muerte del Comandante, divulgando informaciones exclusivas, datos que nadie tenía ni se imaginaba, versiones “de la verdad” y denuncias “de la quinta columna castrista que nos quiere manipular”. Nunca, como en esos días, los exiliados tuvieron tantas ‘fuentes confidenciales’ en la isla. Cada uno manejaba su CIA particular, sus ‘inteligencias’, sin grandes complejos. Todos ellos tenían no sé cuántos ‘aceres’, amigos íntimos, de toda la vida del barrio, en el edificio verde, ahora azul, de la calle Línea, sede de la Inteligencia de Cuba … Cuando se les preguntaba por las fuentes, la respuesta era invariable: “Eso no se puede comentar, mi amigo. Se pueden comprometer”.
Fueron momentos en que, también como nunca antes, las iglesias de la Pequeña Habana tuvieron tantos feligreses y los santeros barajaron tantos caracoles o sacrificaron tantas gallinas a los santos. Pero lo cierto, como se demostró posteriormente, es que nadie sabía rigurosamente nada de lo que estaba pasando. El poco conocimiento que tenían de la situación de Fidel provenía… del propio Fidel. Tras salir del quirófano, el líder cubano emitió un comunicado con algunos detalles de la operación intestinal a que se vio sometido, decretó que su enfermedad era “un secreto de Estado” y cerró el grifo informativo. Los ‘Elvira confronta’, “A mano limpia”, “Noticiero de José Díaz Balart”… no dejan de aburrir ya al personal sobre todo más joven, nacido y criado en Miami, quien tiene que estudiar y trabajar como todo ciudadano norteamericano para salir adelante. Los debates o informes de expertos ‘cubanólogos’ como Carlos Alberto Montaner sobre la inminente desaparición de Fidel, solo sirven, y lo saben hasta los chinos, para justificar unos ingresos de los ‘fondos reservados’ para derrocar el ‘comunismo de los hermanos Castro’. Esto suena en estos momentos a música celestial para sordos.
Recuerdo que un eminente neurólogo se dedicaba a describir los gestos y tics del líder de la Revolución Cubana y afirmaba el doctor que “el deterioro gradual del paciente era muy patente”. No creo que hace falta ser profesor de una Universidad como la de Miami para saber que todos sufrimos un ‘oxidación’ conforme pasan los años y el mejor ‘antioxidante’ es tener 18 años. La herencia genética de los Castro les está jugando una mala pasada a los aprendices de Nostradamus.
Georg W. Bush ‘celebró’ con un desayuno en el ‘Versailles’, se impuso la cautela, no era conveniente que las calles de Miami se desbordaran
A su vez, la Casa Blanca también se movía en la oscuridad. El mismo 31 de julio por la mañana, George W. Bush fue a desayunar a un restaurante de la Pequeña Habana con empresarios del exilio cubano y un par de locutores de radio. Fue una conversación entre amigos, llena de promesas, algunas sin intenciones de cumplir, y se discutieron planes de como ‘acabar con Castro’.
Pero, en esa mesa del café y restaurante ‘Versailles’, nadie tenía la más remota idea de lo que estaba pasando en la capital cubana. Meses después, un par de asesores del ex mandatario, admitieron abiertamente que si supieran que Fidel Castro se debatía en esos momentos entre la vida y la muerte, George W. Bush jamás hubiera ido a desayunar con sus amigos cubanos. Cuando se enteraron tardíamente, la Casa Blanca asumió una postura de cautela. Después de todo, no era conveniente que las calles de Miami se desbordaran.
Con el pasar de los días, en los cuales algunas organizaciones exiliadas como Comandos F4 se atribuyeron, delirantemente, la enfermedad del líder cubano “a la actuación de nuestras células clandestinas dentro de Cuba”, los ánimos populares se fueron calmando y las noticias desde La Habana, disminuyendo.
El entusiasmo, los activistas, los políticos, las pitonisas y los ‘columnistas’, desaparecieron como por arte de magia. Y nadie asumió, ante la opinión pública, la responsabilidad por las especulaciones. “Fueron días divertidos, realmente. Visto a la distancia, se dijo cada disparate en esa época”, comentó un profesor de la Universidad Internacional de Florida, que suele observar los acontecimientos en Miami con cierto humor, pero a la distancia y que quiere el anonimato. En los meses siguientes, el entusiasmo fue sustituido por la incertidumbre y la depresión… De repente, centenares de exiliados, ya mayores, se despertaron hacia la realidad y se dieron cuenta de que no iban a ver morir a su mayor enemigo… Y comenzaron otras especulaciones. Siguieron llamando, nerviosamente, a las emisoras de radio ‘informando’ que los medios de la isla estaban transmitiendo música fúnebre y, por ello, un desenlace de la suerte del dictador era inminente, sino real. Nada más lejos de la verdad, se probó después. La verdad es que nunca en la radio cubana, toda oficial, se tocó tanta música salsa, como en esos días. Desde entonces, un académico exiliado suele decir a sus amigos que los cubanos tienen el dedo indicador derecho más corto que el común de los mortales, porque no se cansan de batirlo sobre una mesa, asegurando que Fidel está en sus últimos momentos. En estos últimos cinco, incluso, se han registrado crisis de fe, porque Dios “parece que se ha vuelto socialista…”.
En la Calle Ocho, algo así como el ‘Broadway’ del exilio hay una que otra manifestación de protesta contra el régimen comunista Ocho años después, Fidel Castro cumplió 13 de agosto del 2014, sus 88 años. Vivo. Y los exiliados han vuelto a la rutina, con la realidad de que él les ha sobrevivido. A cada rato, en la Calle Ocho, algo así como el ‘Broadway’ del exilio hay una que otra manifestación de protesta contra el régimen. Todos los días al atardecer algunos exiliados vuelven al ‘Versailles’ a conspirar contra Fidel, porque después de todo el hombre sigue vivo… Fidel viene de una familia de longevos y su hermano mayor, Ramón, todavía está vivo. Ellos, los más antiguos exiliados hombres y mujeres de la generación de Fidel, y muchos sus ex compañeros de batalla prefieren no especular este fin de semana sobre el futuro. La realidad es dura. El hombre no se murió y “la vida sigue igual”, como decía la canción y la película de Julio Iglesias, cuyo estreno en La Habana fue un gran acontecimiento. Los pobres cubanos estaban ya hartos del ‘Koniec’, el ‘The End’ de los dibujos animados rusos y de ver decenas de veces “El Acorazado Potemkin” y la escalera de Odessa de Sergei M. Eisenstein., las partes interminables de Iván El Terrible y las guerras, la hambruna, las heladas tundras y estepas… Cuba estaba en el Caribe….
Algunos parecen resignados. En el fondo lo admiran clandestinamente porque ha sobrevivido a siete Papas y diez presidentes estadounidenses. Ningún líder político mundial ha logrado eso, admiten solapadamente con orgullo. Tenía que ser un cubano. Cuestión de raza. “El tipo es un caballo, a pesar de todo…”, una frase peligrosa en los ambientes ‘versaillescos’, pero usual en muchos hogares miamenses de cubanos, quien no viven del ‘Fidel Fashion’ de los diputados ‘anticastritas’ Mario Rafael Díaz-Balart y su hermano Lincoln Díaz-Balart y de su inseparable ‘jefa’ del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Ileana Ros-Lehtinen.
Fidel Castro se reunió en 2012, nada menos que con el Papa Benedicto XVI, de su misma edad. Por la actitud de ambos, no se llevan nada mal. El Papa, como ocurrió con su antecesor Juan Pablo II, fue recibido con cariño por el pueblo cubano. Para los católicos era su Padre espiritual y para los socialistas era el ‘presidente’ de un Estado amigo como es el Vaticano. Santiago de Cuba y La Habana se volcaron con el Papa, quien regresó a Roma con un listado de cuentos o chistes donde él y su amigo Fidel eran los protagonistas. La foto del encuentro en la sede que tiene la Santa Sede en la capital cubana, fue la más importante de la visita pastoral. Un ‘sincretismo’ similar al que forjaron españoles y negros, siglos atrás, volvió a repetirse, pero esta vez entre catolicismo y comunismo. El ‘milagro’ decepcionó en “Versalles”.
Un cuento afirma que el Comandante anduvo sobre las aguas del Malecón, “Está tan mal que no pudo ni nadar”, titulaba el Nuevo Herald No obstante, según un cuento que circulaba en Centro Habana, no muy lejos de la calle San Francisco, y que me contó mi amigo el taxista cubano, Gustavo Mesa, el del coche con el número 29, ‘ratón’ en la ‘charada’ -juego de azar popular-, el Malecón fue testigo de otro ‘milagro’ por aquellos días de marzo… “Fidel y el Papa decidieron irse a pasear por el Malecón. De repente, la comitiva fue sorprendida por una ráfaga de viento, llevándose el ‘solideo’ o gorro papal hasta las aguas donde había varios pescadores artesanales de agujas, provistos de carretes y cámaras de rastras o camiones gigantes. Estos ‘compañeros’ de San Pedro pudieron ver como Fidel se bajó hasta el mar y comenzó a andar sobre las aguas, recogiendo el sombrero de Benedicto XVI.
Inmediatamente, el Granma, el periódico oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, sacó una edición especial: “El compañero Fidel logró andar sobre las aguas” En el Vaticano no se quedaron atrás. L’Osservatore Romano titulaba “El Papa logró el milagro de que Castro pudiera marchar sobre las aguas como San Pedro”. El Nuevo Herald de Miami fue el último en reaccionar, pero su titular fue contundente, en su más pura línea necrofílica al referirse al líder cubano: “Fidel Castro está tan mal que no pudo ni nadar en el Malecón habanero”.
Hay un último dato que va a sentar bastante mal a los que desean la desaparición del Comandante desde hace más de medio siglo. La herencia genética de los Castro y los Ruz es nonagenaria y centenaria, según datos fidedignos que nos llegan no de Cuba sino de Galicia, allá en España, de donde son originarios los dirigentes socialistas. De todas maneras es muy sospechoso ese interés tan obsesivo compulsivo por la salud del Comandante Fidel. Cuando eso ocurra saben que se les va acabar el ‘chollo’. No van a tener contenido de trabajo. Somos muchos los que deseamos que sigan muchos años más viviendo del cuento.
La ‘Mata Hari’ del Caribe no pudo envenenar a Fidel por amor, el rumbo de la isla caribeña de los cubanos y de la ‘Guerra Fría’ reposaba en forma de píldoras venenosas en un bote de crema rejuvenecedora Pons, allí las había escondido Marita Lorenz cuando embarcó en Miami a principios de 1960, rumbo a La Habana…
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