EL BESTIARIO POR SANTIAGO J. SANTAMARÍA
Donald Trump ofreció sus condolencias y oraciones por lo que calificó “el terrible tiroteo en el Instituto de Parkland”, con un saldo inicial de17 muertos y otros tantos heridos, algunos en estado crítico. Casi en su totalidad alumnos adolescentes. En declaraciones al periódico ‘El Nuevo Herald’, el presidente más histriónico de la historia de los Estados Unidos, volvió a dejar alucinada a la opinión pública internacional. Algunos creímos enfrentarnos a nuevos ‘fake news’ (noticias falsas) utilizadas como nadie por los comunicólogos de la Casa Blanca y del Kremlin de Vladímir Putin, en tiempos de nuevas ‘Guerras Frías’: “Ningún niño, maestro, nadie, debe sentirse inseguro en las escuelas estadounidenses. No deben ser lugares donde haya temor alguno…”.
Corría el año 1929 en la ciudad de Chicago, más en concreto el día 14 de Febrero, San Valentín, y las luchas entre las diferentes familias mafiosas de Chicago se hacían patentes por momentos. La famosa ‘Ley seca’ había hecho que el hampa centrase sus actividades en el tráfico y contrabando de alcohol, haciendo de esto el negocio más rentable de la época, y a la vez, inundando las calles de sangre con sus continuas vendettas y golpes de mano entre las cohortes de soldados del crimen. La noche de San Valentín marcó un antes y un después en la historia del crimen organizado de EE UU, pues fue cuando Al Capone, el más famoso mafioso de todos los tiempos consiguió deshacerse de su competencia, convirtiéndose en el líder del hampa en la ciudad, y a la vez, tras esta masacre, la aceptación publica de la mafia comenzó a caer, eran vistos como delincuentes y no como los “héroes populares” que eran considerados durante los años anteriores por la gran masa.
En el momento las dos grandes casas que controlaban los negocios ilegales en Chicago eran, por un lado John Torrio (mentor de Capone) y Dion O’Banion, y este segundo, cometió un agravio contra Torrio estafándole en la venta de un inmueble, haciendo que O’Banion fuese asesinado para enmendar dicha ofensa. Como sucesor del fallecido, se alzó con el poder Bugs Moran, y Torrio a su vez se alejó de la ciudad dejando a Capone al mando de sus negocios. En la mañana de San Valentín, y a las 10:25 los hombres de Moran llegaron a un almacén situado en el 2122 de la calle North Clark para recoger un cargamento de alcohol, y allí se vieron sorprendidos por una patrulla de policías seguida de un coche no identificado. Esto suscitó desconfianza en los hampones, pues habían pagado su cuota a los agentes días antes, con lo que tenían carta blanca para operar, y se lo dijeron a los policías, que les golpearon con sus culatas y les ordenaron ponerse contra la pared.
Moran, que llegaba tarde, al ver a los policías decidió esconderse en una cafetería cercana para evitar problemas. A las 10:30, los tres mafiosos vestidos de policías y los dos acompañantes arrojaron una ráfaga de plomo que terminó con la vida de los hombres de Moran, perpetrando así la llamada Matanza de San Valentín. Uno de los asaltantes era Mc Gurn, también conocido como Machine Gun (Metralleta), y en un primer momento fue acusado del crimen, pero salió absuelto por su coartada (decía que había estado con su novia Louise Rolfe pasando el día). Capone, por su parte, alegó estar en Florida durante esos días, lo que le liberó de la pena, aunque solo por un tiempo.
Nikolas Cruz, el asesino de Parkland era un estudiante marginado que exhibía su obsesión por las armas y la violencia, es supremacista blanco
Este pasado miércoles, 14 de febrero, acabados los Carnavales en Cancún y en Miami y en el resto del mundo, Florida pasó a ser escenario del otro ‘St. Valentine’s Day Massacre’, 89 años después, de ‘La Masacre del día de San Valentín’. Otro rostro para buscar las raíces del mal. Como en cada asesinato en masa que ocurre en Estados Unidos, la fotografía policial de Nikolas Cruz tras perpetrar su irracional matanza y ser capturado se vuelve un objeto de contemplación. ¿Quién era? Otra faz que se olvidará de una enfermedad social. Un muchacho de 19 años, miembro de una organización supremacista, que fue expulsado de la secundaria de Parkland (Florida) y que regresó para vaciar en sus excompañeros un torrente de ira fraguado en quién sabe qué caldera personal de fantasmas y delirios. Un continuador de la saga americana de los individuos que explotan, apuntan y asesinan.
En el instituto, Cruz, depresivo sin tratamiento, tenía fama de ser una granada lista para reventar. Tanto le temían que le llegaron a prohibir la entrada con mochila y en 2017 fue expulsado por indisciplina y sus amenazas a otros alumnos. Sus compañeros lo recuerdan portando armas, sin reparos en mostrarlas, y que una vez, en un arranque violento, destrozó a patadas una ventana del colegio. Apartado de los demás, callado y respetuoso dentro del aula, con “problemas con algunas chicas” según un profesor, cultivó un perfil de adorador de las armas. En sus redes sociales publicó contenidos “muy, muy inquietantes”, ha afirmado la policía. Eran frases como: “Quiero matar gente con mi AR-15”. Se refería al fusil de asalto que a la postre usó en la escuela. Auténticas amenazas que llevaron a un usuario de YouTube a alertar en septiembre al FBI, que realizó pesquisas sin resultados concluyentes.
Cruz, huérfano y cuyos padres adoptivos había muerto, también había colgado retratos suyos con pistolas y con la cara cubierta y empuñando cuchillos, o de una cama deshecha sobre la que aparecían tendidas varias armas largas y un chaleco antibalas. El AR-15 lo había adquirido de forma legal gracias a la permisividad de Florida con las armas. Y aún más: había emprendido un programa de entrenamiento militar para jóvenes, cosechando óptimas calificaciones. Nadie detuvo a Nikolas Cruz, pero él había completado con esmero el autorretrato de un individuo listo para matar. El miércoles, 14 de febrero, día del amor y la amistad, le dio a su lienzo el brochazo último, de sangre real. Pertrechado con su fusil de uso policial y militar y aprovechando su conocimiento como exalumno de los protocolos de alarma por tiroteo de la escuela, hizo saltar la sirena para provocar caos, lanzó botes de humo para aumentar la confusión y con la boca y la nariz tapadas con una mascarilla avanzó entre la neblina disparando con su fusil de asalto mientras alumnos y profesores buscaban un aula donde encerrarse para salvar su vida.
Los corresponsales de los principales ‘mass media’ radicados en Miami hablaron la noche de la matanza con Daniel Journey, 18 años, un estudiante superviviente que lo conoció. Dijo lo mismo que otros compañeros. Que era un bicho raro, un marginal sin amigos que tenía la manía de activar la alarma de incendios de la escuela, como hizo en la matanza. Journey no le daba vueltas a la naturaleza humana de Cruz. “Estaba loco. Acabó matando a 17 personas”, dijo. Sus compañeros lo miraban con recelo y pensaban que si algún día en su escuela irrumpía un tirador armado con un deseo ciego de aniquilar, ese sería Nikolas Cruz. “Todos lo habíamos previsto”, sentenció un alumno.
Aaron Feis, el héroe que puso su cuerpo ante las balas. El entrenador de fútbol americano, de 37 años, murió haciendo de escudo humano
De la matanza de Parkland ha emergido una figura heroica. Herido otra vez por su cara más amarga, la violencia enfebrecida de individuos con armas de fuego, EE UU ha señalado el envés de la moneda en la figura de uno de los asesinados en el instituto: Aaron Feis, el entrenador de fútbol americano de la escuela que se interpuso entre Nikolas Cruz y dos alumnos. Él recibió los balazos y murió tras ser trasladado al hospital. De 37 años, casado y con una hija, era muy querido por los estudiantes.
El jueves, 15 de febrero, la policía local publicó la lista completa de las víctimas mortales. Son 14 estudiantes de entre 14 y 18 años y tres empleados, ocho mujeres y nueve hombres. Dos chicos más luchan por su vida en el hospital y una chica todavía no ha sido localizada. Los otros dos adultos asesinados son Chris Hixon, 49 años, director de atletismo del instituto, y Scott Beigel, de 35, profesor de Geografía. Beigel tuvo la valentía de abrir el aula donde se encontraba para permitir que entrasen más estudiantes. Cuando estaba cerrando de nuevo, Cruz le disparó.
Siete de los alumnos muertos eran de primer año. Tenían 14 años. Ellos son… Alyssa Alhadeff, una chica extrovertida que jugaba en el equipo de soccer (fútbol) y que el martes había hecho un gran partido, según su madre “el mejor de toda su vida”. Alex Schachter tocaba el trombón en la banda escolar y es descrito por su padre como “un encanto de niño”. Extrañaba a su madre, que falleció cuando tenía cinco años. Un hermano suyo sobrevivió al tiroteo. Cara Loughran, cuya muerte lloró su tía Lindsay en Facebook: “Esto no le debió haber pasado a nuestra sobrina ni debe pasarle a otras familias”. Era una estudiante destacada que adoraba ir a la playa. Gina Montalto, que estaba en un grupo femenino de coreografía. “Mi corazón está roto en pedazos”, escribió uno de sus instructores. “Era el alma más bella que he conocido”. Martín Duque. Su hermano Miguel posteó este jueves. “No tengo palabras para describir mi dolor. Te amo, hermano, y siempre te extrañaré”. Jaime Guttenberg. Fred, padre de esta estudiante, anunció la muerte de su “bebé”. “Estoy destrozado e intento pensar cómo mi familia va a conseguir superarlo”. Jaime tenía un hermano, Jess. Alaina Petty. Su tía abuela Claudette escribió: “No hay hashtags para momentos como este. Solo tristeza”.
Excelente nadador, Nicholas Dworet, de 18 años, tenía garantizada una beca para ir a la Universidad de Indianápolis. Quería ser fisioterapeuta
Dos de los estudiantes tenían 15 años. Ellos son: Peter Wang, “el típico niño que se haría amigo de cualquiera”, dijo su prima Lin Chen. Estaba enrolado en un cuerpo de adiestramiento promovido por las Fuerzas Armadas para ayudar a formar estudiantes. El día de su muerte vestía el uniforme. Su primo Aaron Chen, un año mayor y preocupado por protegerlo del bullying, dijo que Peter abrió una puerta para que otros compañeros pudieran escapar. Luke Hoyer. Murió en la tercera planta de la escuela. Su tía Mary escribió: “Nuestro Luke era un niño precioso que ayer simplemente fue a la escuela sin saber lo que le esperaba”. Admirador de los cracks del baloncesto LeBron James y Stephen Curry. Las últimas navidades las pasó con toda su famila en Carolina del Sur. Dicen que, como era habitual en él, no paró de contar chistes e historietas.
La única víctima mortal hasta el momento con 16 años es Carmen Schentrup, que en 2017 fue semifinalista de un concurso nacional de talento escolar. Tres alumnos tenían 17 años. Son ellos: Joaquín Oliver, natural de Venezuela. Llegó a EE UU con tres años y era ciudadano americano desde el año pasado. Era muy apegado a su madre y a su hermana. Su novia Victoría confirmó su muerte. Como muchos no sabían pronunciar su nombre en español, le quedó el alias ‘Guac’. Deportista y lector. Jugaba en un equipo de baloncesto de Parkland y le encantaba escribir poemas en un cuaderno. Helena Ramsay. Curtis Page Jr., un conocido, escribió de ella: “Era una chica inteligente, con buen corazón y considerada. Era una chica amada y que amaba todavía más”. Nicholas Dworet. Excelente nadador, tenía garantizada una beca para ir a estudiar y practicar su deporte en la Universidad de Indianápolis. Quería ser fisioterapeuta. Jason Hite, entrenador de natación de esa universidad, ya lo esperaba. Dijo que proyectaban que llegase a ser el líder de su equipo.
Por último, la única víctima mortal con 18 años es Meadow Pollack. Planeaba ir a la Lynn University, en Florida. Su padre, Andrew, dijo que era “increíble” y con “mucha fuerza de voluntad”. Trabajaba en el taller de reparación de motos de la familia de su novio. Su amiga Gii Lovito pidió una oración por esta “chica asombrosa que creció conmigo y se convirtió en mi mejor amiga”.
La milicia nacionalista blanca -grupo de ultraderecha estadounidense- confirma que Nikolas es militante, acudiendo a actos en Tallahassee
El 98% de los autores de masacres en EE UU son del género masculino. De las 10 tragedias con mayor número de muertes, nueve de los asesinos tenían un pasado de violencia de género. No sólo estaba obsesionado con las armas y había tomado cursillos de entrenamiento militar, también pegaba a su exnovia. Nikolas Cruz, el exalumno de 19 años que ha asesinado a 17 personas y herido a otras 15 en un tiroteo en su antiguo instituto de Florida (EEUU) había sido expulsado del centro por pelearse con el actual novio de su expareja, joven a la que había maltratado en el pasado, según ha narrado una compañera del instituto al Boston Globe. Además, según ha confirmado el líder de La milicia nacionalista blanca –grupo de ultraderecha estadounidense– el autor de los disparos pertenece a la organización y había participado en alguno de sus actos en Tallahassee, la capital del estado.
Hombres y con un pasado cargado de odio y violencia hacia las mujeres. Este, a grandes rasgos, es el perfil de los autores de masacres en Estados Unidos. Los datos lo certifican: Desde 1982 a octubre de 2017, solo dos mujeres perpetraron dos tiroteos múltiples frente a los 92 llevados a cabo por hombres. Según un estudio de Everytown for Gun Safety, en las 10 masacres más mortíferas de EE UU, nueve de sus asesinos tenían un historial de amenazas, violencia o abusos sobre las mujeres. La misma investigación desprende que el 54% de los asesinos en masa entre 2009 y 2016 estaban fichados por denuncias de violencia doméstica.
El patrón de violencia masculina es claro como la luz del día. Es lamentable etiquetas con las que se suelen asociar a estos crímenes. Cuando los medios dicen pistolero solitario, todo el mundo habla de solitarios y de pistolas, pero nadie habla de hombres. Esta etiqueta de lobos aislados debe servirnos para analizar qué tipo de masculinidad estadounidense se está promoviendo para que estos hombres decidan matar en masa. Si un nativo americano comete un crimen, se habla de su categoría. Si una lesbiana comete un crimen, se recalca su subcategoría. Por supuesto, también cuando los musulmanes cometen un crimen. Y todavía hay crímenes cometidos por el hombre blanco y no se habla de ese patrón. Esa violencia no es de nuestra, sino de ellos, una violencia que no viene de fuera, sino de dentro y que no es que sea una amenaza a su cultura, sino que es la cultura en sí misma.
Las señales de alerta que dejó Nikolas Cruz antes del ataque en la secundaria: “Voy a ser un atacante de escuelas profesional”
“Voy a ser un atacante de escuelas profesional”. Esas son las palabras que presuntamente escribió en Internet Nikolas Cruz, el joven que abrió fuego en la tarde del miércoles en la secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland, Florida. El tiroteo reabrió el debate en Estados Unidos sobre cómo prevenir los ataques masivos y cómo detectar amenazas potenciales. En las horas posteriores al ataque las autoridades reconocieron que Cruz había mostrado síntomas de ser un joven inestable y que incluso el FBI había sido alertado de su comportamiento. Este jueves el presidente estadounidense, Donald Trump, aseguró que el atacante había dejado en el pasado “muchas señales” que mostraban que estaba “perturbado mentalmente”, además de que vecinos y amigos “sabían que él era un gran problema”. Más tarde, en un mensaje a la nación, el mandatario expresó: “Estamos comprometidos a trabajar con líderes locales y estatales para asegurar a las escuelas y atacar el problema de la salud mental”. “Ningún niño ni ningún maestro debería estar en peligro en una escuela estadounidense. Ningún padre debería tener miedo de llevar a su hijo a la escuela”, añadió el histriónico residente de la Casa Blanca, en Washington..
El Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) recibió el año pasado un aviso que alertaba sobre un mensaje que dejó alguien identificado en YouTube con el nombre Nikolas Cruz. “Voy a ser un atacante de escuelas profesional”, decía el comentario en un video de YouTube, explicó este jueves Robert Lawsky, de la división del FBI en Miami. “El FBI realizó revisiones de bases de datos, verificaciones, pero no pudo identificar a la persona que realmente hizo el comentario”. Pero este no fue el único rastro en las redes sociales que dejó Cruz. Ron Hosko, quien fue adjunto al director del FBI entre 2012 y 2014, explicó en entrevista con la BBC que la realidad es que la agencia recibe decenas de pistas cada día. “Si el FBI fuera a identificar y seguir cada una de estas pistas, no podría hacer nada más”, explicó Hosko.
Los perfiles de redes sociales de Cruz fueron desactivados luego del tiroteo ocurrido la tarde del miércoles. Pero algunos usuarios realizaron capturas de pantalla de algunas de las fotos y mensajes que el joven había publicado en Instagram. En dos cuentas en esa red social aparece Cruz portando armas y navajas, algo que el alguacil del condado de Broward, donde se ubica Parkland, calificó de “muy, muy perturbador”.
Nikolas Cruz enfrenta 17 cargos por asesinato premeditado. El joven confesó a los investigadores que llevó a cabo el tiroteo y que tenía una mochila llena de municiones. Nikolas y su hermano Zachary quedaron huérfanos en noviembre de 2017, después de que su madre adoptiva falleciera. El esposo de su madre, quien le dio el apellido a Nikolas, había muerto años antes. Además, fue expulsado de la secundaria Marjory Stoneman Douglas por problemas disciplinarios, indicó el alguacil Scott Israel, aunque no dio razones específicas. Profesores y compañeros de Cruz también han apuntado que el joven tenía un comportamiento difícil. Jim Gard, un profesor de la escuela, dijo que los trabajadores del centro fueron advertidos de que el exestudiante suponía una amenaza y no se le debía permitir el ingreso al colegio con una mochila. “Hubo problemas con él el año pasado por amenazas a estudiantes, y creo que se le pidió que abandonase el campus”, dijo Gard al diario Miami Herald.
Un excompañero de la escuela, Joshua Charo, dijo que a Cruz le habían sido encontradas balas en su mochila: “No puedo decir que me sorprendió”, señaló. “Todos lo predijeron”, le dijo un alumno a la televisora local WFOR, pues el atacante no dudaba en presumir de su afición por las armas. A pesar de que varios profesores y alumnos han declarado que había preocupación por Cruz, la policía dijo que no fue alertada en los meses pasados. “No recibimos advertencias”, dijo el superintendente Robert Runcie a los periodistas. El alguacil del condado de Broward dijo que, después del ataque del miércoles, las líneas de emergencia han recibido llamadas anónimas con amenazas falsas. “Tristemente han surgido casos de imitadores haciendo amenazas en otras escuelas. Hemos estado respondiendo a cada amenaza”, dijo Scott Israel. El gobernador de Florida, Rick Scott, aseguró que a partir de este caso tendrá que haber un replanteamiento de cómo se maneja la seguridad en las escuelas del Estado. “Queremos asegurarnos que esto no vuelva a ocurrir. Necesitamos tener una conversación franca sobre seguridad pública en las escuelas”, dijo desde la secundaria de Parkland.
Las estadísticas son un duro golpe de realismo detrás de la epidemia de violencia armada que sacude sin fin Estados Unidos, y en sus escuelas
El tiroteo de este perturbador San Valentín en una escuela secundaria en La Florida es el último ejemplo de una retahíla de cifras escalofriantes. Las estadísticas son un duro golpe de realismo detrás de la epidemia de violencia armada que sacude sin fin Estados Unidos. En el mes y medio que lleva 2018, han fallecido en EE UU 1.816 personas por violencia armada, según los últimos datos del registro de la organización Gun Violence Archive. Eso equivale a una media de 40 muertos al día. En escasas seis semanas, otras 3.125 personas han resultado heridas por disparos. Ha habido 30 tiroteos masivos, que reciben esa consideración cuando hay al menos cuatro muertos. La organización no incluye en sus estadísticas los fallecidos por suicidio. Dentro de esos parámetros, la entidad estima que 15.590 personas murieron por armas de fuego en 2017 en la primera potencia mundial.
La avalancha de muertos por violencia armada convierte a EE UU en una anomalía en el mundo desarrollado. No hay una cifra exacta de cuántas armas de fuego hay en manos de civiles en el país, pero se calcula que son unas nueve por cada diez ciudadanos. Es la proporción más alta del planeta. El Servicio de Investigación del Congreso calculó, en un estudio de 2012, que tres años antes había unas 310 millones de armas. La población estadounidense es de 321 millones de habitantes. La Constitución estadounidense ampara el uso de las armas de fuego, que muchos consideran parte del ADN nacional. Sus defensores recelan de cualquier cambio que dificulte la compraventa por una combinación de temor al intervencionismo del Gobierno y la creencia de que las armas son necesarias para defenderse. El presidente Donald Trump y los republicanos defienden esa posición. Cada matanza acentúa la brecha con el colectivo que opina lo contrario: que para atajar la epidemia de violencia lo que hay que hacer es limitar el acceso a pistolas y rifles.
El ritual se repite tras cada matanza en los últimos años. Inicialmente, impulsado sobre todo por políticos demócratas y organizaciones sociales, se reabre el debate sobre un mayor control a las armas de fuego. Pero se tarda poco en que el debate decaiga por la falta de consenso entre los legisladores propiciado por el rechazo de muchos políticos conservadores y la presión del poderoso lobby de la Asociación Nacional del Rifle (NRA en sus siglas inglesas). El último cambio legal significativo en todo EE UU es de 2007, cuando se amplió la prohibición de venta a personas con trastornos y delincuentes. Las mayores restricciones en los últimos años las han impulsado los Estados.
En un primer momento, la muerte en 2012 de 20 niños y seis adultos en una escuela de Connecticut pareció un punto de inflexión. El entonces presidente, el demócrata Barack Obama, propuso extender el control de antecedentes, prohibir los rifles de asalto y limitar el número de balas. Pero no logró los votos suficientes en el Congreso. Tampoco cambió nada la muerte de 49 personas en 2016 en una discoteca de Orlando, en ese momento el peor tiroteo múltiple en EE UU. Un simpatizante yihadista empuñó un rifle semiautomático. Resurgió el debate sobre la prohibición a la venta de esos fusiles, que se había levantado en 2004, pero superada la conmoción y varios votos fallidos, el impulso reformista decayó. Y tampoco ha alterado suficientemente las conciencias de los legisladores nacionales la muerte de 58 personas el pasado octubre en Las Vegas, el peor tiroteo de la historia del país. Un hombre abrió fuego desde la ventana de su hotel a los congregados en un festival de música country. Tenía una veintena de armas y trucó algunas de ellas para hacer que los rifles semiautomáticos dispararan con la potencia de un automático. En los días posteriores a la matanza, la cúpula republicana del Congreso e incluso la NRA apoyaron dificultar la venta del objeto utilizado para alterar los rifles, pero el debate se ha difuminado desde entonces. Donald Trump debe emitir ‘warning’ para su propio país y se olvide de nuestros centros turísticos mexicanos, entre los que destacan Cancún y Riviera Maya y otros lugares de Quintana Roo. Nuestras escuelas no están expuestas a estas masacres, al ‘remake’ de ‘La Matanza del Día de San Valentín’
Al Capone, ‘Scarface’ (Cara cortada), el más célebre gánster de Chicago, había querido librarse de su competidor ‘Bugs’ Moran
Pocas veces un hecho real ha dado tanta rienda suelta a la leyenda del crimen organizado como el de ‘St. Valentine’s Day Massacre’. Alrededor de las diez y media de aquella terrible mañana, el deseo de venganza, sin pizca de enamoramiento, hizo irrumpir a dos hombres uniformados de policías de Chicago en un garaje de la North Clark Street de esta ciudad. Armados hasta los dientes, ordenaron a siete rivales suyos de la llamada banda de ‘Bugs’ Moran, dedicada al contrabando de alcohol en la North Side de Chicago, que se pegaran a la pared sin pestañear. Aquellos hombres colocados ante el improvisado paredón aguardaban a su jefe ‘Bugs’, dispuesto a hacerse cargo de un envío de bebidas alcohólicas, pero su inesperado retraso le salvó la vida. Mientras la pareja de falsos policías les apuntaban con sus armas, surgieron tras ellos otros dos hombres con sendos bultos bajo sus abrigos. De repente extrajeron sus metralletas y agujerearon sin piedad los cuerpos de aquellos infelices. Después salieron como si tal cosa del garaje, subieron a un coche y desaparecieron entre las brumosas calles infestadas de alcantarillas.
Poco después, se personó en la escena del crimen uno de los escasos funcionarios insobornables de la Policía de Chicago, el inspector Herman N. Bundesen, quien halló seis cadáveres, un moribundo y más de setenta vainas de cartuchos desperdigadas por el suelo. Lo que vieron sus ojos ya nunca más se borró del disco duro de su cerebro: rostros desfigurados en el mejor de los casos, cráneos desprovistos de la tapa de los sesos y éstos desparramados como gruesas lombrices por el suelo, boquetes de entrada y salida en cuerpo y extremidades…
Bundesen se preguntó enseguida quién era el responsable último de aquella horrible matanza. Para averiguarlo, constituyó un jurado especial, formado por personas independientes, el cual reclamó la presencia en el lugar del crimen del mejor de los sabuesos: el coronel Calvin Goddard, el hombre que desarrollaría la balística forense, el método para identificar el tipo de arma de la que procedían los disparos. Cuando Goddard salió de Nueva York, no sospechaba que poco después fundaría el primer laboratorio balístico forense en Evanstone, sobre los terrenos de la North Western University, bautizado con el nombre Scientific Crime Detection Laboratory. Tras examinar primero cada uno de los proyectiles y vainas, así como todos los cuerpos exánimes, Goddard emitió su veredicto: el crimen había sido perpetrado con dos ametralladoras de la Casa Thomson del calibre 45; una de ellas era de repetición, y la otra, de tambor. La primera admitía una carga de 20 proyectiles, y la segunda, de 50.
Había localizado ya el arma homicida, pero faltaba desenmascarar a los asesinos. La resolución del caso debió esperar aún diez meses exactos. El 14 de diciembre del mismo año 1929, en San Joseph, Michigan, el conductor de un automóvil asesinó a un policía, que lo había detenido por infringir las normas de tráfico. El número de la patente, anotado por la víctima, permitió localizar luego el domicilio del criminal evadido de la Justicia. La casa registrada por la Policía pertenecía a un tal Dane. Los agentes descubrieron un arsenal de armas en el interior de un armario empotrado. Curiosamente, entre ellas figuraban dos metralletas Thompson, las cuales se enviaron enseguida a Goddard. Al investigador le faltó tiempo para analizarlas con minuciosidad. Disparó primero ambas armas empleando como blanco varias cajas rellenas de algodón. A continuación, se inclinó sobre su microscopio y permaneció así horas enteras en busca del gran hallazgo… ¡Hasta que lo consiguió! Aquellas armas analizadas eran exactamente las mismas que las empleadas en la Masacre de San Valentín.
Pocos días después detuvieron al fugitivo. Era Fred Burke, uno de los gánsters a las órdenes de Al Capone. La casa había sido su vivienda habitual, registrada con nombre falso. Condenado a cadena perpetua, Burke se libró de morir cosido a balazos por la mano vengadora de ‘Bugs’ Moran, como sucedió con sus compañeros Freddie Goetz y Jack McGurn. Al Capone, apodado ‘Scarface’ (Cara cortada), el más célebre gánster de Chicago, había querido librarse de su competidor ‘Bugs’ Moran y de sus mejores hombres, aunque debió pagar él también un alto precio. Desde entonces, Goddard investigó nada menos que 1.400 casos con armas de fuego en un período de tan sólo cuatro años. Calvin Goddard (1891-1955) tenía 38 años cuando se hizo cargo de la investigación de la Matanza de San Valentín. Era un hombre alto y fuerte, de pelo negro como el azabache. Procedía de Baltimore, y como todos los grandes pioneros americanos, había llevado una vida agitada. ¿Pero quién iba a decirle a este eminente cardiólogo, que trabajó en el famoso John Hopkins Hospital, que se convertiría en el padre de la balística forense de su país? En 1916 ingresó en el Ejército, y llegó a vestir el uniforme de mayor en el Cuerpo de Sanidad. Cuatro años después, regresó a América, tras servir en Francia, Bélgica, Alemania y Polonia, y cambió el distintivo de sanitario por el de maestro armero. Desde los quince años se había aficionado a los revólveres, y hasta fabricó sus primeras armas. La armería militar , un oficio con porvenir en los Estados Unidos, sobre todo en tiempos de Donald Trump, le permitió vivir en arsenales y fábricas de armamentos.
Pablo Milanés en la radio de un carro de un joven ciudadano de origen cubano, mientras maneja por las calles ensangrentadas de Broward
Charles Heston, el actor que encarnó a ‘Moisés’ en la película de ‘Los Diez Mandamientos’ de Cecil B. DeMille, presidió, hasta su muerte, la poderosa Asociación Nacional del Rifles (NRA), un grupo formado por 4,3 millones de fanáticos de las armas de fuego contrarios a que se limite el derecho constitucional a poseerlas, aunque sea unAR-15, el fusil de asalto que permite a los militares y a Nikolás Cruz, de 19 años, con problemas de salud mental, expuestos en sus redes sociales, acabar con varias enemigos a la vez. Para adquirir en Florida un arma que dispara hasta ocho balas por segundo basta enseñar el carné y confirmar que no se tienen antecedentes, en apenas unos minutos…
“Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada. Y en una hermosa plaza liberada, me detendré a llorar por los ausentes. Yo vendré del desierto calcinante y saldré de los bosques y los lagos. Y evocaré en un cerro de Santiago a mis hermanos que murieron antes. Yo unido al que hizo mucho y poco, al que quiere la patria liberada, dispararé las primeras balas, más temprano que tarde, sin reposo. Retornarán los libros, las canciones que quemaron las manos asesinas. Renacerá mi pueblo de su ruina y pagarán su culpa los traidores. Un niño jugará en una alameda y cantará con sus amigos nuevos. Y ese canto será el canto del suelo a una vida segada en La Moneda. Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada. Y en una hermosa plaza liberada, me detendré a llorar por los ausentes…”, llega este canto del trovador Pablo Milanés, desde la radio de un carro de un joven ciudadano norteamericano de origen cubano, mientras maneja por las calles ensangrentadas del condado floridano de Broward. ‘La Matanza del Día de San Valentín’ no es patrimonio de Chicago y Al Capone, sino de Florida y Nikolas Cruz, el ‘lobo solitario’ del AR-15.
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