¿Para qué sirven los partidos, aparte de succionar millones y millones de pesos del erario público, es decir, de los impuestos de todos los mexicanos?
Bueno, sirven para nominar candidatos a los cargos de elección popular y disputarse y repartirse el suculento pastel de la vida pública del país.
La partidocracia es el signo de lo que se llama democracia en nuestro país.
Todos los cargos de elección tienen que pasar por el filtro de los partidos políticos. Desde una regiduría pasando por las presidencias municipales, las diputaciones locales y federales, las senadurías, las gubernaturas y la presidencia de la república.
En los partidos políticos –que cuentan con la reprobación y la desconfianza de la inmensa mayoría de los mexicanos- está el semillero de la corrupción y la simulación que caracteriza, con sus naturales excepciones, a la vida pública de nuestro país.
Este remedo de democracia es un pesado fardo en la espalda de todos los mexicanos.
La mayoría de los partidos se han convertido en negocios facciosos y familiares. Aprovechan la necesidad, la ignorancia y la buena fe de millones de mexicanos para lucrar y para acumular inmensas fortunas.
Pero por si no fueran suficientes los partidos existentes, el Instituto Nacional Electoral autorizó el funcionamiento de tres partidos más: Movimiento de Regeneración Nacional, Encuentro Social y Humanista.
Morena se autodenomina la auténtica izquierda, esa izquierda enfangada por el PRD. Los otros, Humanista y Encuentro Social definen sus principios con una suma de vaguedades y lugares comunes.
El hecho es que estos partidos, los nuevos y los antiguos, constituyen el modus operandi de quienes sólo aspiran a ocupar cargos públicos pero no a transformar al país.
Y los otros partidos pequeños como el Panal y el Verde son simplemente negocios familiares y de grupo. El Panal fue creado por la encarcelada Elba Esther Gordillo, la ex dirigente sindical que quiso retar a Peña Nieto.
¿Qué se puede esperar de ellos, partidos nuevos con propuestas viejas?
Nuestro país vive momentos duros, difíciles y complicados en lo económico. Millones de compatriotas viven en la miseria. Millones sufren desempleo. Pero esta crisis no parece alcanzar a los partidos políticos.
Los partidos políticos se han quedado en el pasado. No tienen propuestas para el nuevo México. Propuestas que motiven a la ciudadanía a acudir a las urnas. En el camino del pragmatismo han perdido identidad.
El PRI es, con mucho, el partido que tiene una estructura sólida y hasta ahora no encuentra sombras en su camino.