En su gira por los países europeos más ricos e industrializados –ayer en La Haya, Países Bajos (Holanda)–, el presidente de México Enrique Peña Nieto hizo declaraciones que en primera instancia no podemos calificar menos que de patrióticas: ante los industriales y empresarios tecnológicos y de servicios del viejo continente declaró, hablando de las elecciones del 1 de julio en México, con el ánimo de amainar las inquietudes del gran capital mundial dijo que México gane quien gane, habrá crecimiento.
No sólo vimos que en el debate del domingo pasado las acusaciones más escandalosas fueron falsas, infundadas o exageradas, brindándole al respetable la sangre que demanda en el proceso electoral como en la lucha libre, sino que la infamia que caracteriza a las redes sociales ha acabado por convencer a los mexicanos que son usuarios de internet de que vivimos en un lodazal.
Hay que reflexionar: por supuesto que Enrique Peña quisiera que ganara José Antonio Meade, pero al momento de presentar al país ante el mundo, frente a los grandes inversionistas que tanto requiere nuestra economía, reconoció primero que nada que Andrés Manuel López Obrador no es en realidad un peligro para México.
Tampoco significa que si los mexicanos optáramos por un presidente que por su perfil ideológico no es precisamente amigable con el capital no pudiera haber cierta afectación a los negocios nacionales e internacionales del país, pero eso desde luego está muy lejos de la catástrofe mayor que han asegurado sus enemigos –más que detractores– que sucederá si gana el tabasqueño. Tampoco quiere decir que Ricardo Anaya Cortés privilegiará a los “fifís” que critica el abanderado de la coalición Morena-PT-PES y hundirá a los pobres en la más desesperada situación o que José Antonio Meade construirá un nido de corruptos. Puede variar el desempeño del país según el hombre o –difícilmente– la mujer que llegue a Los Pinos, pero queremos creer con el presidente –y creemos– que “México cuenta con instituciones y un marco normativo sólido que garantizan continuidad de proyectos y reformas, gane quien gane la elección presidencial”.
Hasta de las idioteces que el “Bronco” Jaime Rodríguez Calderón vomita a diario y en el debate se decantaron el la propuesta de cortar la mano a los ladrones estamos vacunados: la Constitución lo prohíbe expresamente.
López Obrador es un populista, pero no una bestia peluda; Ricardo Anaya es un derechista afín a los intereses conservadores y capitalistas, pero no un nazi; José Antonio Meade Kuribreña pertenece a una clase política corrupta, pero él no lo es.
El Bronco es un imbécil… pero sí es un imbécil.
Ya: serenémonos, ¿no?
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