De una u otra manera, la mayoría hemos visto alguna que otra película o libro donde los mensajeros chivatos o los traidores son ejecutados después de haber consumado sus traiciones, a manos de aquellos mismos a quienes se habían vendido.
Judas Iscariote tal vez sea el más famoso de todos los traidores de la historia por delatar a Cristo con un beso (de ahí “el beso de Judas”) para señalarlo y que le apresaran los romanos a cambio de las famosas 30 monedas de plata.
La traición (política) decía Maquiavelo es el único acto de los hombres que no se justifica. Y agregaba: “los celos, la avidez, la crueldad, la envidia, el despotismo son explicables y hasta pueden ser perdonados, según las circunstancias; los traidores, en cambio, son los únicos seres que merecen siempre las torturas del infierno político, sin nada que pueda excusarlos”.
La traición política o la traición a la patria es sin duda un uno de los actos más despreciables, execrables, ruines y vergonzosos que un ser humano pueda cometer contra otro, contra un grupo político, contra un ejército, contra una nación incluso contra la humanidad entera si se diera el caso, todo depende del contexto en que sucedan los hechos.
Hay actos de traición que a menudo los traicionados pagan un alto precio por dicha traición, incluso en muchas ocasiones pagan con su propia vida, que sin duda es el peor de los escenarios posibles.
Cuando un acto de traición se comete por parte de alguien que por su estatus social, político o militar de él depende toda una comunidad o una nación, las consecuencias pueden ser devastadoras, siendo que miles e incluso millones o decenas de millones de seres humanos pueden terminar pagando muy caro la vileza de este traidor, que por regla general suele hacerlo por esas metafóricas 30 monedas de plata, o por alcanzar un mejor estatus dentro de su ámbito social, una posición de más poder y control, o todas ellas juntas como muchas veces sucede.
Según cuenta la historia, Judas Iscariote cuando comprendió la traición que había cometido contra Cristo, quiso devolver las treinta monedas de plata a los sacerdotes y viendo que ya no había vuelta atrás, horrorizado por sus actos, corrió a quitarse la vida ahorcándose él mismo. Al menos Judas tuvo algo de honor a última hora para imponerse así mismo el peor de los castigos, escuchen bien su propia muerte.
Hoy en día el honor es como las especies en vías de extinción, sobre todo a nivel político. Todos vemos como los que traicionan a sus votantes y a su propio pueblo, salen sonrientes de los atolladeros, y para más ejemplo no solo no suelen pagar por su actos de cobardía y maldad sino que además son aplaudidos por quienes les siguen ciega e incondicionalmente, aun habiendo sido víctimas estos de las fechorías de dichos políticos…