EL BESTIARIO SANTIAGO J. SANTAMARÍA
Políticos mexicanos corruptos culpan a los centroamericanos, ‘The Others’ les sirven de chivos expiatorios en plena campaña ante el Primero de Julio, cuando millones de ciudadanos voten por el sucesor del priista Enrique Peña Nieto. ‘El fantasma del miedo al emigrante agita la frontera Sur de México’, titula EL PAÍS. Compartía espacio con los mensajes en Twitter, con tintes xenófobos, del nuevo presidente independentista de Cataluña, Joaquim ‘Quim’ Torra Pla: “Los del PSC -Partido Socialista de Catalunya-, pobres, hablan el español como los españoles”;“Oír hablar a Albert Rivera -líder de Ciudadanos, partido más votado en las últimas elecciones catalanas- de moralidad es como oír a los españoles hablar de democracia”. Un artículo de opinión de ‘Le Figaro’ relaciona el nacionalismo del nuevo presidente catalán con “la Yugoslavia de Milosevic o la Italia de Mussolini”
Supo que eran salvadoreños porque no pronunciaban la ‘ese’ final de vos y porque alcanzó a distinguir los tatuajes en la cara: “Voh, aquí no se mira, si volteas a verme te mato”. Le reventaron la ceja derecha con la empuñadura del revólver. Tirado boca abajo, le robaron los 700 pesos que le quedaban y la mochila cargada de ropa. Byron García, guatemalteco, 37 años, acababa de cruzar la frontera con México huyendo precisamente de las amenazas de muerte de los pandilleros. Ahora, menos de 24 horas después, está sentado en un refugio religioso en el centro de Tapachula (Chiapas), sin dinero, magullado por fuera y humillado por dentro. “¿Qué voy a hacer? Yo me quiero quedar a trabajar aquí para no estar muy lejos de mi familia, pero me han dicho que hasta en los albergues es difícil que te dejen estar”. Byron García es una de las 400.000 personas que entran cada año a México, una población migrante acosada por las amenazas estructurales –desamparo, instituciones desbordadas, pobreza, vulnerabilidad ante las redes de los cárteles y las maras– a las que últimamente hay que sumar una más: un clima de hostilidad por parte de la población local que, según las organizaciones de derechos humanos, se ha acentuado durante la campaña electoral.
“La xenofobia -constata un reciente informe del Think Tank Crisis Group – está creciendo por los estados del sur ante la llegada de ciudadanos centroamericanos que, huyendo de la violencia en sus países, cada vez más solicitan asilo político y no están siendo debidamente atendidos”. La frontera, de Tapachula a Tenosique, se ha convertido en un cuello de botella de 1.150 kilómetros. El acelerón de las solicitudes de asilo -1000% en tres años- tiene mucho que ver con el endurecimiento de los controles en Estados Unidos. Pero México, pese a las críticas de Donald Trump, tampoco ha aflojado la mano. El Plan Frontera Sur, firmado en 2014, ha solidificado la colaboración entre ambos países con una fuerte inversión económica, tecnológica y presencia estadounidense.
“Que arreglen la frontera porque muchos de los problemas los causan los personas que vienen de fuera no más a robar y a asaltar”
Varios analistas hablan incluso de una externalización de la frontera de EE UU al sur de México. De las 14.500 solicitudes de refugiados -tres cuartas partes, de El Salvador, Honduras y Guatemala- registradas en 2017, solo han aceptado el 13%. Desde hace tres años, México detiene y deporta más que Trump. En Tapachula, el gran nodo del aparato migratorio mexicano, con el centro de detención más grande de Latinoamérica, uno de los dos albergues para migrantes tiene solamente ocupadas 20 de las 180 camas. “Es por seguridad, porque ya no es como antes, ahora viene gente muy maleada y no la aceptamos”, apunta el encargado Jordán Matus. Ante la crisis de refugiados, como la definen ya las organizaciones, el Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha intentado recientemente construir tres nuevos albergues en la ciudad -350.000 habitantes-. Los tres intentos fueron paralizados por la presión de los vecinos.
“Estamos ante un escenario nuevo. Ya no se trata tanto del migrante en tránsito que quiere llegar a EE UU. Ahora suele permanecer al menos el plazo del procedimiento de asilo, que ante unas instituciones saturadas, puede durar hasta 9 meses. Chiapas es el estado más pobre de México y se está empezando a dar una competencia por las oportunidades, que puede generar tensiones con la comunidad de acogida”, sostiene Valentina Duque, portavoz de ACNUR en el Estado. De sus 5,2 millones de habitantes (uno de cada dos, indígenas), el 76% es pobre. El 15% de los adultos son analfabetos, la mitad de las casas no tienen lavadora y un tercio no tiene refrigerador. Después de seis años de alianza PRI-Partido Verde en el poder durante los que las cifras han seguido hundiéndose, el 1 de junio el estado sureño renovará todas las instancias gubernamentales, con Morena pujando alto en las encuestas.
“Hay un clima generalizado de xenofobia viciado por el discurso institucional y patronal que enfatiza la nacionalidad del extranjero”
“Todo está amolado en Chiapas”, resume José Juárez sentado en la plaza principal de Tapachula, mirando de frente el consistorio municipal. A sus 67 años, el trabajo de agricultor no le ha dado derecho a ninguna jubilación y espera “que con las elecciones se muevan las cosas” y, de paso, “que arreglen la frontera porque muchos de los problemas los causan los personas que vienen de fuera no más a robar y a asaltar”. “La frontera de Chiapas es territorio Mara”, portada del 10 de mayo del Diario del Sur. “Capturan al jefe mara del Barrio 18”, portada de 15 de mayo. El propio alcalde Neftalí del Toro, PRI, declaró en enero del año pasado que “Tapachula está contaminada por los extranjeros” tras los disturbios por la subida del precio de la gasolina, generalizados en todo el país. Las cifras oficiales revelarían después que de los 400 detenidos en la ciudad, solo 25 eran no mexicanos.
“Es cierto que existe presencia organizada de maras en la zona, y que hace años no era así. Pero se da una confusión deliberada entre la política migratoria y la de seguridad. Sobre todo ahora, en periodo electoral. Hay un clima generalizado de xenofobia viciado por el discurso institucional y patronal que enfatiza la nacionalidad del extranjero y la vincula con la delincuencia organizada”, apunta Salvador Lacruz, coordinador del centro de derechos humanos Fray Matías.
Todas las instituciones mexicanas sobre migración dependen de la Secretaria de Gobernación, incluso el departamento responsable del derecho de asilo, la Comisión de Mexicana de Ayuda Refugiado (COMAR), una anomalía en el derecho comparado, que suele encajar estas funciones en las cancillerías. Los candidatos presidenciales no han hecho muchas referencias al fenómeno inmigrante, centrados más en los emigrantes mexicanos a EE UU, que sí tienen derecho a voto. El favorito en las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, se pronunció el mes pasado a favor de mudar gran parte de la administración de migración de Tapachula a Tijuana. “Gané quien gane, no tenemos esperanza de que nada cambie”, pronostica una fuente de la COMAR que prefiere no dar su nombre. “Estamos rebasados porque pese al fuerte incremento de refugiados, no ha crecido nuestro presupuesto desde hace dos años. Somos una milésima parte de Gobernación y apenas importamos”.
En la orilla mexicana del rio Suchiate, la frontera líquida con Guatemala, a una hora en coche de Tapachula, también manda la indiferencia. Oscar López es uno de los balseros que, por 15 pesos (0,7 dólares) y en menos de tres minutos, transportan personas y mercancías de estraperlo de un lado al otro. “No creo que cambien mucho las cosas. Esto es un negocio tanto para unos como para otros”. Mientras sirve un vaso de atole a un grupo de guatemaltecos recién llegados, Mariana Rodríguez tampoco lo tiene claro: “Dicen que va a ganar Morena, lo que pasa es que aquí la gente se vende. Si le dan billete, 500 pesos, por ejemplo, se lo toman como un trabajo y cambian de voto”.
“El fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo”
El camino de desastres y cataclismos, desde las guerras de religión en los siglos XVI y XVII hasta los conflictos en la antigua Yugoslavia en los noventa del siglo pasado, culminaron con la creación de la Unión Europea de los Estados. Las memorias del escritor judío vienés Stefan Zweig, se ha convertido en el equivalente literario al ‘Himno a la alegría’, de Beethoven. Zweig se suicidó en Brasil en 1942 cuando pensaba que ya no existía ninguna esperanza para Europa y que el triunfo de Adolf Hitler era inevitable. “Por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea”.
Toda la historia de Europa discurre en un sentido: la construcción de Estados donde los derechos sean políticos y, por lo tanto, correspondan a todos los ciudadanos, frente a aquellas naciones en las que los derechos dependen de la pertenencia a una idea, etnia, lengua o religión. Y no ha sido fácil llegar hasta aquí. El camino ha superado una larga sucesión de desastres y cataclismos, desde las guerras de religión en los siglos XVI y XVII hasta los conflictos que provocaron cientos de miles de muertos en la antigua Yugoslavia en los años noventa del siglo pasado. La Europa actual tiene muchos problemas, algunos con tantos ecos en el pasado como los efectos de la crisis económica o el resurgir de la ultraderecha, pero la inclusión de todos los ciudadanos en un mismo modelo ha logrado apagar conflictos que parecían imposibles de resolver.
“Cuando se sitúa el nacionalismo como un veneno es por la exclusión que representa para todos los que se quedan fuera”
La frase de Zweig debe ser aplicada con cautela a la situación actual: no nos encontramos ante un asalto contra la razón y la sociedad similar al que representaron los grandes totalitarismos, no hay en Europa nada parecido a Hitler o Stalin. Pero cuando el escritor sitúa el nacionalismo como el peor de los males, como un veneno, se refiere a la exclusión que representa para todos los que se quedan fuera. Su idealización del Imperio Austrohúngaro se debe a que fue una entidad en la que pudieron vivir bajo una misma ley y unos mismos derechos pueblos, lenguas y religiones totalmente diferentes. El derrumbe de aquel Imperio provocó el levantamiento de fronteras que siempre dejaban fuera a alguien, porque si se trazan los límites basándose en imaginarios derechos nacionales siempre hay alguien excluido -los húngaros de Rumanía o los rumanos de Hungría, los italianos y los eslovenos de Trieste y así hasta el infinito-. No hay naciones uniformes. El gran escritor austriaco era plenamente consciente de ello y por eso veía con tanto pesimismo la evolución que vivió Europa en los años treinta.
Como la de Zweig, la peripecia personal del sociólogo alemán Norbert Elias puede servir para resumir el siglo XX: veterano de la Primera Guerra Mundial, huyó de Alemania por ser judío -su madre no consiguió escapar y fue asesinada en Auschwitz-, vivió en Inglaterra, donde fue deportado a la isla de Man por ser alemán, y luego trabajó en universidades de Alemania y Holanda. Escribió un libro muy influyente, El proceso de civilización (FCE), sobre la cimentación del Estado en Occidente y la protección que, al final, daba el Estado-Leviatán a los individuos. Esta obra sirvió de inspiración a Steven Pinker para escribir Los ángeles que llevamos dentro (Paidós), un ensayo que da una visión profundamente optimista del presente ya que, mantiene, vivimos en el momento menos violento de la historia. Elías explica que Europa en el siglo XV tenía 5.000 unidades políticas independientes, la mayoría baronías; 500 a principios del siglo XVII; 200 en la época de Napoleón, a principios del siglo XIX; y menos de 30 en 1953.
Crear una estructura inclusiva, en la que estén los países, las naciones y sus diferencias, pero sobre todo los ciudadanos
Estos datos representan un resumen perfecto de lo que ha ocurrido en el continente desde que Zweig escribió sus memorias: menos Estados como solución a los conflictos nacionales. La UE nació con el propósito de compartir los recursos -el carbón y el acero-, pero rápidamente cuajó como algo mucho más ambicioso: crear una estructura inclusiva, en la que estén representados los países, las naciones y sus diferencias, pero sobre todo los ciudadanos. La historia de Europa es tan intrincada que no hay otra forma de resolver conflictos milenarios. En su libro ‘L’invention de l’Europe’, el demógrafo francés Emmanuel Todd explica que “la civilización europea actual es el producto de una síntesis, lenta y trabajosa” porque “sus pasiones, religiosas o económicas, están inscritas en el espacio”. Darle un nuevo sentido a ese espacio, que sea de todos los ciudadanos sin que importen sus pasiones (porque, no lo olvidemos, el nacionalismo es una pasión, no una realidad), es el gran logro de la UE. Y dar marcha atrás sería un error gigantesco.
Algún político insensato ha hablado de algo así como el “modelo esloveno” para el desafío separatista de Cataluña. Incluso obviando datos que no se deberían obviar -una guerra de 10 días, 70 muertos, el principio de la catástrofe yugoslava, la peor que ha sufrido Europa desde el final de la II Guerra Mundial-, es interesante recordar un fleco de aquella independencia, que refleja lo que ocurre cuando se crean Estados basados en la nación: los llamados “borrados”. Cuando Eslovenia se independizó, un 10% de la población (200.000 de dos millones) era de origen yugoslavo, se había instalado en la República más rica, pero no había nacido allí, aunque estaban integrados. Primero se les obligó a regularizarse (¡en el país en el que llevaban viviendo desde hacía décadas!) y 18.000 de ellos fueron “borrados”, eliminados de los registros como si nunca hubiesen existido. Era una conclusión lógica: en el Estado de los eslovenos, los que no lo son no tiene cabida. En un Estado plurinacional, ese problema no existe. ¿Cuándo se solucionó? Después de que Eslovenia entrase en la UE y Bruselas le obligase a arreglar tan feo asunto.
Visitó España un escritor bosnio llamado Velibor Colic, autor de un libro, lleno de humor, sobre la dificultad de empezar de cero en otro país, ‘Manual de exilio’. Bosnio de origen croata, desertó durante la guerra, estuvo en un campo de concentración del que se fugó y se exilió en Francia. Aprendió el idioma y acabó convertido en un escritor de éxito. Ahora vive en Estrasburgo, trabaja con inmigrantes (50 nacionalidades conviven en la ciudad) y contemplaba con una mezcla de preocupación e incredulidad lo que ocurría en Cataluña. Colic decía que los referendos nacionalistas los carga el diablo. Y no paraba de bromear con que su siguiente exilio sería el más cómodo y barato, porque un tranvía une Estrasburgo con Khel, en Alemania. Se inauguró el 24 de abril y cruza, por 1,40 euros, una frontera que provocó tres guerras entre 1870 y 1945. Aquel exiliado bosnio no podía entender que alguien quisiese bajarse de ese tranvía que cruza fronteras y deja atrás para siempre una triste historia.
El diario francés Le Monde considera que los independentistas “venden ilusión” y están dispuestos a “cualquier deriva”
Le Monde nunca había publicado un editorial tan duro contra el líder independentista Carles Puigdemont y su ‘delfín’ Joaquim ‘Quim’ Torra Pla. El diario francés, que no suele tomar posiciones tan tajantes, no ha dudado en atacar frontalmente al president de la Generalitat de Cataluña al que acusa de tener muy poco respeto a la democracia. De hecho, el diario ya no atribuye la conducta de una “política del peor” al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, como en su editorial en el que denunciaba la actuación policial del 1 de octubre del 2017, durante el referéndum ilegal.. El calificativo esta vez va destinado a Puigdemont y a “los independentistas dispuestos a cualquier deriva” para alcanzar su meta.
La activación del artículo 155 y la posible asunción de las competencias del ejecutivo catalán por el Gobierno central, -objeto de un debate en el Senado el próximo viernes- tiene el apoyo tanto del PSOE como de Ciudadanos, recuerda el diario. “El jefe del Partido Popular ha dudado, ha esperado, ha dejado tiempo al tiempo y propuesto al Gobierno catalán de convocar elecciones” para volver a la legalidad, recalca. Sin embargo, como apunta la publicación, volver a la legalidad no es lo que ambiciona la estrategia de Puigdemont. El líder regional “apuesta por una radicalización de la opinión pública”, denuncia el diario. Consciente de que la administración directa de Cataluña por Madrid va a reforzar la unidad de su campo, Puigdemont cuenta con que haya “violencia” y con que el conflicto “se pudra”, apunta. Además, asegura, “muchos independentistas quieren que se aplique el 155 para que se instale una situación insostenible en la provincia”.
Un movimiento independentista que el diario acusa de “vender ilusión” a los catalanes con un referéndum ilegal, contrario a la constitución del 1978, al cual solo participó un 40% de los electores y cuyo resultado es “poco fiable”. Si bien reconoce que la aspiración de una franja de los catalanes hacía más autonomía es entendible y denuncia la “inacción terca” durante meses del Gobierno central, la publicación considera que los independentistas no respetan las reglas democráticas: “El Parlamento catalán lleva semanas sin reunirse debido a que el Govern no quiere responder a las preguntas de la oposición. La televisión pública catalana, TV3, lleva meses apaleando a los ciudadanos con una propaganda independentista simplista y engañosa. También lleva meses utilizando una retórica de victimización que quiere hacer creer, de manera grotesca, que Cataluña es víctima de un retorno de la dictadura franquista. No es así”. “Los independentistas viven en una burbuja, venden ilusión y capitalizan sobre la complejidad de la situación catalana”, concluye Le Monde que les acusa de no atreverse a organizar una consulta legal que conlleve una campaña “libre sobre los verdaderos retos de la independencia”.
Los ciudadanos mexicanos esperan urgentes acciones de política inmediata para bajar ya la violencia y los homicidios
Una campaña electoral con insólitas coaliciones, en la que, entre otras particularidades, el candidato del PRI (José Antonio Meade) por primera vez en la historia no pertenece al partido. Y en la que, por primera vez también, podría resultar elegido presidente alguien (Andrés Manuel López Obrador) de un movimiento político que no es PRI ni PAN. No es una elección más en la región por varias razones. Primero, porque México, con sus 132 millones de habitantes, tiene enorme relevancia no solo por su ubicación geográfica y sus más de 3.000 kilómetros de frontera con los Estados Unidos. Es el país de habla castellana más poblado del mundo y no se queda atrás en extensión, pues duplica a Argentina, segundo país hispanohablante en territorio.
Segundo, porque la elección se da en medio de una creciente distancia entre el electorado y el sistema político. La última encuesta de la empresa GEA da cuenta de altos índices de desaprobación al rumbo político del país (82%), a su rumbo económico (79%) y hasta al sistema electoral (52%), visto con respeto por otros países de la región. Tercero, porque el país arrastra problemas de fondo que ahora están en abierta crisis. Con todas sus potencialidades, es trágico que desde 1981 el crecimiento de la economía haya sido de un magro 2% anual y que en los últimos 25 años el porcentaje de pobres casi no haya variado (53% en 1992; 51% en 2016). Resultado: millones de jóvenes sin empleo ni estudios, listo para ser carne de cañón del crimen.
Cuarto, porque alimentándose de todo lo anterior, el deterioro de la seguridad ciudadana no cesa. El 2017 ha sido el año con más homicidios en la historia del país, en proceso luctuoso que ya se extiende como mancha de aceite mucho más allá de territorios conocidamente ensangrentados como Tamaulipas o Ciudad Juárez. Este asunto de la violencia podría ser crucial en la elección y debería de serlo en la agenda del nuevo Gobierno.
A su manera, es López Obrador quien ha planteado la propuesta más novedosa: amnistía “a los infractores que opten por su readaptación”
La receta del expresidente panista Felipe Calderón de involucrar a los militares para enfrentar al narcotráfico fue un remedio peor que la enfermedad: descabezaron a varios carteles y se multiplicaron en grupos más pequeños y dispersos en sangrientas disputas de territorios. La gestión de Enrique Peña Nieto termina con más violencia y homicidios. Quedaron en el camino muchas ideas y proyectos inconclusos. Mientras, nuevas modalidades de crimen organizado han surgido, muchas veces derivadas de bandas de narcotraficantes, aportando nuevas “agendas” de violencia: extorsión o robo de vehículos con violencia que mata, en muchas zonas, más que las batallas por territorios entre narcos. Y se hace presente un nuevo negocio ilícito de creciente pujanza: el mercado de combustible robado (petróleo crudo y gasolina). Es lo que se denomina la “ordeña” a oleoductos de Pemex para un gigantesco mercado ilegal de combustible que se expande a tiros.
Dentro de un contexto así -la campaña polarizada, muchos ataques recíprocos y no muy nutridas propuestas- no se puede prever lo que vendrá, cualquiera que fuera el elegido. Hay una percepción extendida de lo impreciso y borroso que proponen los tres principales candidatos para enfrentar este problema de la criminalidad y la violencia. El telón de fondo de lo que tiene que ser abordado en el plano estructural es obvio: desigualdad, pobreza y una economía que crece muy poco. Un aspecto del reto sobre el cual no son muy nítidas las propuestas.
Urgen acciones de política inmediata para bajar ya la violencia y los homicidios. A su manera, es López Obrador quien ha planteado la propuesta más novedosa: amnistía “a los infractores que opten por su readaptación” lo que -se dice- no incluiría a comprometidos en hechos de sangre. Riesgoso cuando es débil la certeza de que se cumpliría con las palabras empeñadas pero una ruta concreta a explorar.
“Parece que el odio vive desde la Edad Media y aún antes; que los españoles y los catalanes se han odiado hasta durmiendo”
‘Las aguas tranquilas del Una’ (Una es un río que fue de Yugoslavia) contiene varios escalofríos. “Aprender a odiar no es difícil”. “Está bien que el limbo esté desprovisto de memoria”. El autor del libro es Faruk Sehic (1970), veterano de la guerra de Bosnia-Herzegovina. El odio se impuso en lo oscuro del alma y destrozó miles de vidas humanas en Yugoslavia. El libro transita la apacible infancia de un niño que fue soldado en lo que fue luego escenario de los asesinatos. Piedras negras de la peor estadística de Europa en decenios. “Aprender a odiar no es difícil”, dice Sehic, “sólo hay que dejar que tu cuerpo se mueva solo. Los impulsos hacen lo que sea necesario para sobrevivir”. En la paz se hace el odio. Lean ‘El Holocausto español’, de Preston, ahí lo verán… El odio sobreviene como una enfermedad moral, es un impacto. Una herida sorda, que se instala en la conciencia dulcemente, hasta que explota. La herida del odio se exhibe en plazas y en calles, en el escenario del campo de batalla en el que acorralamos a nuestros enemigos. El odio se inculca con palabras tranquilas entre las que puede haber patria o paz. Se dicen para descorrer el horizonte cuando lo que se hace con ellas es cerrar esa raya, enajenar a los que quisieran el horizonte de otra manera.
“Estamos ahora en un limbo; no es el infierno, por fortuna, tampoco es la gloria, estamos muy lejos de estar en la gloria y el río baja turbio…”, recalca el escritor español Juan Cruz. “Se han roto los afectos; se habla de las empresas que dejan Cataluña; no se ha hecho aún, no se podrá hacer, la estadística de los afectos que se han roto, la gente que se va, las familias que ya se dijeron adiós, los amigos que se desquieren de un wasap a otro. Juegan con los datos y con las declaraciones, enviados especiales han olido la reyerta y hacen de sus despachos una cesta de noticias acomodadas al lenguaje bélico. Si se escucha lo que se dice y lo que se escribe parece que este odio que rompe afectos y crea más fronteras vive con nosotros desde la Edad Media y aún antes; que los españoles y los catalanes se han odiado hasta durmiendo. Y esa apelación a las diferencias no son exclusivas de lo que se ha logrado vender en el exterior; aquí se han dicho mentiras y medias verdades para vaciar la memoria de los mejores tiempos y dar la impresión de que este odio es un patrimonio del alma reseca de España”.
“Estamos en el limbo y es muy probable que este limbo triste convoque al odio, a la desafección y a la ruptura. Pero que nadie diga que todo esto se hace en homenaje a la patria o en honor de la paz y del diálogo. Se ha llenado el limbo de odio, y alguien con buena voluntad, quizá una multitud, tendrá que pinchar ya este globo de desgracias. “Aprender a odiar no es difícil, sólo hay que dejar que tu cuerpo se mueva solo”. No es el infierno, es el limbo donde se vacían los afectos y se cargan las medallas vacías del odio”.
“Es el Le Pen español”, defiende el secretario general del PSOE, “la primera representación política de la xenofobia y el racismo en España
El candidato a presidir la Generalitat, el diputado de Junts Per Catalunya Quim Torra, comparte con quien lo ha propuesto, el expresident Carles Puigdemont, el tener una gran actividad en Twitter. Con más de 20.000 seguidores (y subiendo) y más de 17.000 mensajes publicados, Torra ha usado esta red social para comentar la actualidad política en los últimos años, los del auge del independentismo en Cataluña y los de la creciente tensión política. Algunos de los tuits no están exentos de polémica, y muchos han sido borrados en las últimas horas, aunque algunos usuarios han guardado capturas de pantalla de los mismos. En algunos de los mensajes que se reproducen a continuación se pueden leer reflexiones acerca de “los españoles”, que muchos usuarios ven claramente xenófobos.
Estos son algunos ejemplos de esos tuits, lanzados mayoritariamente entre 2011 y 2014: “Los españoles solo saben expoliar”, “Evidentemente, vivimos ocupados por los españoles desde 1714”, “Franceses y españoles comparten la misma concepción aniquiladora de las naciones que malviven en sus Estados”, “Fuera bromas. Señores, si seguimos aquí algunos años más corremos el riesgo de acabar tan locos como los mismos españoles”, “Vamos en coches particulares y nos lo pagamos todo. No hacemos como los españoles”, “Los españoles en Catalunya son como la energía: no desaparecen, se transforman”, “Vergüenza es una palabra que los españoles hace años que han eliminado de su vocabulario”, “Sobre todo, lo que sorprende es el tono, la mala educación, la pijería española, sensación de inmundicia. Horrible”, “Oír hablar a Albert Rivera de moralidad es como oír a los españoles hablar de democracia”, “Los del PSC, pobres, hablan el español como los españoles”….
“Creo que el señor Torra es el Le Pen español”, ha defendido Pedro Sánchez tomando como ejemplo al ex presidente del ultraderechista Frente Nacional francés, Jean Marie Le Pen. El secretario general del PSOE considera que Torra es la primera representación política de la xenofobia y el racismo en España y esa evolución del independentismo catalán entronca con otros movimientos reaccionarios y populistas en Europa. Los tuits, las declaraciones y reflexiones del señor Torra han escandalizado a la opinión pública europea, tras interiorizar que la xenofobia se ha hecho cargo y ha tomado las riendas del ‘Procés’ en Barcelona, en línea con el auge del populismo y la ultraderecha en la Unión Europea. No son tan raros los españoles. Están viendo en Europa el auge de movimientos reaccionarios, populistas y xenófobos. Y en España se ha materializado en este movimiento reaccionario en Cataluña. No es un problema interno del país ibérico. Afecta a la totalidad de la Unión Europea, una organización de Estados con unos ciudadanos y unos derechos. Los secesionistas quieren retornar a una Europa de las nacionalidades, propia de los siglos XIX y XX, donde el nacionalismo causó más de 50 millones de muertos. Es importante que esas fiebres supremacistas, lideradas por Donald Trump y Vladímir Putin, presidentes de Estados Unidos y Rusia no hagan mella en tierra mexicana revolucionaria.
Son tiempos de leer al menos algunos epígrafes de lo que escribe nuestro admirado peruano César Vallejo en ‘España, aparta de mí este cáliz’
Es tan grave el insulto, tan pesado. Imaginemos que se dice de los gallegos, o de los mexicanos, o de ti mismo que lees, desde cualquier silla de tu propio mundo, que eres sinvergüenza o ladrón, que tu idioma es basura, o que tu universo es maleducado o faltón, “horrible”, y eso te lo dice alguien que aspira a la magistratura desde la que él mismo hará lo posible por hacer desde su supremacía que el otro calle, o se vaya, “aquí no caben todos”. Si eso sucediera, si eso hubiera pasado (y está pasando), sería horrendo, saltarías de la silla y dirías: “Eso no puede ser”. Y si eres progresista, de izquierdas como antiguamente, preguntarías en qué fila habría que ponerse para protestar, como protestabas contra los fascistas de Hitler y de Mussolini y de Franco, aunque ya se hubieran muerto, pues así se burlaban de la identidad ajena, de su lengua y de su poesía, y con esos argumentos de supremacía en su día arrasaron a los vecinos de Alemania, a los conciudadanos de Italia y a los españoles por los que levantaste la voz y la sigues levantando. A un poeta lo mataron, después de burlarse. Lo siguieron haciendo, desde la supremacía.
Lo que pasa es que ahora ese republicano católico de la supremacía levanta su voz contra España, donde estamos, y a España ya le cruzaron la cara y la bandera con la palabra fascista y cualquier cosa que pase aquí abajo (debajo de muy abajo, el supremacista dice que más abajo no puede haber nada: lo dice y no lo desdice, y dice, además, que él pensaba “que no me leía nadie”) es menor y barriobajera e inculta y además dicha horriblemente en un lenguaje que ojalá no vuelva a aparecer jamás por el territorio de la supremacía. Eso dijo y dice y no lo desdice.
Son tiempos de leer al menos algunos epígrafes de lo que escribe nuestro admirado escritor peruano César Vallejo en ‘España, aparta de mí este cáliz’. Párate en sus invocaciones, Calderón, Cervantes, Goya, Quevedo, Cajal… “El mundo exclama: “¡Cosas de españoles! Y es verdad”. Léelo, léelo entero, y vuelve al lenguaje de la supremacía, y no olvides mientras lo lees que Vallejo retrata el desvarío de todos, que empezó cuando unos cuantos, al fin uno solo cuando se encuentra en manada, empezó a despreciar a los otros como si fueran piojosos españoles a los que no había más remedio que poner en manos de un dios supremo que mandara, por ejemplo desde Berlín, sus bienaventuranzas. Y entonces, cuando acabes de leer, aparta de ti la funesta manía de pensar que el cáliz es cosa de los otros.
En España los intelectuales claman por la libertad, Franco, Hitler y Mussolini ordenan el asesinato en las calles de Irún, Badajoz y de Madrid
César Vallejo (Santiago de Chuco, Perú, 1892-París, 1938) abandonó su país natal en 1923 para vivir en Europa hasta su muerte. En el viejo continente se ganó la vida como periodista mientras desarrollaba en paralelo su faceta literaria. Ahora, por primera vez en España, se compilan las crónicas que el poeta y narrador peruano escribió en esos años desde París y Madrid, donde residió, y durante sus viajes a Rusia y otros países del Este. Esta obra periodística, publicada entonces en los diarios más importantes de Perú, como El Comercio, Mundial, Norte o Bolívar, se recoge en el volumen ‘Desde Europa’. Sus crónicas son una herramienta indispensable para entender el contexto en que desarrolló su obra poética y narrativa -así como ensayística y teatral-, y muestra la evolución ideológica y literaria de un autor con un marcado compromiso social -como demostró en su novela indigenista ‘Tungsteno’ (1931) y considerado uno de los grandes renovadores de la poesía del siglo XX, con poemarios universales como ‘Los heraldos negros’ (1918) o ‘Poemas Humanos’ (1939). Me encantó leer en su día su reflexión sobre el papel de los intelectuales en la Guerra Civil Española…
“Sin duda, no es de lo que digan o hagan los intelectuales que nunca ha dependido del giro de la política, cuyos profundos basamentos sociales la ponen más bien en manos de los bancos, latifundios y carteles industriales, es decir, en las manos de los cavernícolas y beocios -enemigos naturales y jurados de la inteligencia- de todo los tiempos. Inútil es que los enciclopedistas se insurjan blasfemen contra la sociedad medieval: la reyecía, el clero y la nobleza disponen aún de un siglo para chupar la sangre de las masas. Los apóstrofes de Hugo no pesarán en nada en el ánimo de Thiers, para aplacar o, al menos, suavizar la feroz represión de la Comuna. Por sobre la cabeza de Pushkin, de Gogol, de Dostoiewsky y Tolstoi, los aparatos zaristas de tortura funcionan normalmente, sin tropiezo. El acto de profesión de fe comunista de André Gide no ha sido, desde luego, tomado en cuenta en lo menor a la hora en que Laval se confabulaba con Mussolini para facilitarle la conquista de Etiopía o a la hora en que Blum reconocía, disfrazadamente, esta conquista. Y el día en que Ortega y Gasset, Benavente, Marañón, Menéndez Pidal, Machado, unidos en un solo clamor de libertad, defendían la República en España, Franco, Hitler y Mussolini ordenan el asesinato de miles de mujeres y de niños en las calles de Irún, Badajoz y de Madrid. El fenómeno es siempre idéntico.
No nos hagamos ilusiones. Escritores hay de izquierda que, cerrando los ojos a la experiencia y a la realidad, superestiman la influencia política inmediata del intelectual, atribuyendo a sus menores actos públicos una repercusión que no tienen. Hoy más que nunca, la mecánica social fundada en el triunfo de la técnica industrial, funciona completamente de espaldas al consenso del espíritu, personificado por el artista, el escritor o el sabio. Alguien ha dicho, a este propósito, que asistimos al imperio absoluto de la barbarie sobre la cultura, citando, entre otros casos, el de la persecución de que son objeto Einstein, Mann, Renn, Ludwig, Reinhart, por parte de los dictadores de Berlín. Con la diferencia -se dirá- de que en los países democráticos no ocurre lo mismo. Lo cual es discutible, si nos atenemos a los dos ejemplos siguientes: la Academia Francesa pidió al gobierno Laval dejase manos libres a Italia para invadir Etiopía, y Laval así lo hizo; en cambio, posteriormente Romain Rolland, Langevin, Rivet, Gide, piden al Gobierno del Front Populaire no dejen manos libres a Italia y a Alemania para invadir España, y el excelente Blum las deja hacer. ¿Qué quiere decir todo esto? Precisamente que tanto en el caso de Etiopía como en el de España, la política francesa, obrando como ha obrado, antes de seguir las inspiraciones de los intelectuales, ha seguido los dictados de las oligarquías financieras imperantes. La realidad no es otra. Sólo que lo único que varía, de Alemania a Francia, es la manera, que allá es brutal y terrorista, mientras que aquí es indirecta, respetuosa de la forma.
“Entre otros bienes que nos traerá el triunfo del pueblo español contra el fascismo, será la obra realizada en medio del fragor de la batalla”
Mas los fueros del pensamiento tienen su revancha. Si la protesta en comicio y de viva voz, si el ademán viviente, en carne viva, de combate, se estrellan, en la realidad, contra los poderes económicos coaligados, la inflexión intemporal de la idea contenida en un discurso, en un artículo del día, en un mensaje o manifiesto, es petardo que se hunde en las entrañas profundas del pueblo, para estallar, en cosecha segura, incontrastable, el día menos pensado. Es pensando y construyendo, sin esperar milagros inmediatos fulminantes de su obra sobre la actualidad, y sí dotándola del máximum de fuerza y derechura espirituales necesarias a la interpretación social de los problemas de la hora, cómo Rousseau, Hugo, Pushkin, Dostoiewsky, logran influir y encauzar el proceso ulterior de la historia. Y es que lo que importa, sobre todo al intelectual, es traducir las aspiraciones populares del modo más auténtico y directo, cuidándose menos del efecto inmediato (no digo demagógico) de sus actos…
Pero hay más. Hasta puede el intelectual abstenerse de insurgirse -que no de darse cuenta de las ignominias sociales circundantes- por actos prácticos, tangibles, contra estas ignominias, si, de preferencia, crea una obra que, por su materia y el juego esencial de sus resortes humanos, lleva en su seno semillas y fermentos intrínsecamente revolucionarios. Tal Shakespeare, Goethe, Balzac, Miguel Ángel y otros. Inútil es decir que, cuando la conducta pública del intelectual contiene, a la vez que el gesto, vivido y viviente, de protesta y de combate, un grado máximo de irradiación ideológica, el caso alcanza los caracteres de un verdadero arquetipo de lo que debe ser el hombre de pensamiento. En esto hemos pensado, oyendo, en un meeting de París, la palabra de los grandes escritores republicanos españoles Rafael Alberti, José Bergamín, María Teresa León y Max Aub.
Ejemplos de este tipo de intelectual perfecto al que acabamos de aludir, ellos y otros eminentes colegas, como Ramón Sender, Serrano Plaja, Cernuda, luchan de un lado, en las mismas trincheras de Madrid y, de otro, traducen, y ¡con qué entrañable fuego! ¡con qué lealtad histórica! ¡con qué visión social de nuestra época! todo ese palpitante, humano y universal desgarrón español en el que el mundo se inclina a mirarse, como en un espejo, sobrecogido, a un tiempo, de estupor, de pasión y de esperanza. Y hemos pensado, oyéndolos, que, entre otros bienes que nos traerá el triunfo del pueblo español contra el fascismo, será el de demostrar a los intelectuales de los demás países que si crear, en el silencio y recogimiento de un despacho, una obra intrínsecamente revolucionaria, es una cosa bella y trascendente, lo es aún más crearla en medio del fragor de una batalla, extrayéndola de los pliegues más hondos y calientes de la vida.
La guerra secreta de los espías españoles, el secesionismo y el primer atentando yihadista en 13 años ponen a prueba al CNI
Un mes antes de su detención en una carretera del Estado alemán de Schleswig Holstein, uno de los mossos que acompañaban al expresident Carles Puigdemont en su dorado exilio belga descubrió una baliza oculta en los bajos de su Renault Space. Del tamaño de una lata de refresco, con unas baterías adosadas, emitía señales con su geolocalización. Era una chicharra (en el argot policial) poco sofisticada, fácil de obtener en circuitos comerciales. Del tipo de las que usaría un espía si tuviera que operar sin autorización en un país extranjero sabiendo que, de ser descubierto, su gobierno no se haría cargo de él. Tradicionalmente, el secesionismo catalán no formaba parte de los llamados “objetivos informativos” del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el servicio secreto español nacido con el cambio de siglo a partir de la metamorfosis del viejo y desacreditado Cesid. Su director, el general Félix Sanz, no se cansa de repetir que no puede espiar a quién quiera. Se ciñe a lo que le manda el Gobierno. Una lista tasada de tareas reflejada en la directiva anual de inteligencia, de la que da cuenta a la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso.
El separatismo (antes limitado a Esquerra Republicana y las asociaciones independentistas) es legal, por lo que solo colateralmente podía el CNI investigarlo. Por ejemplo, cuando Josep Lluis Carod-Rovira se reunió en 2004 en Perpiñán con el etarra Mikel Antza lo supo el servicio secreto antes de que el entonces número dos de la Generalitat conociera la identidad de su interlocutor. La situación cambió en 2015. El Concepto Estratégico del CNI, que marca los objetivos a medio plazo, más allá de las directivas anuales, consagró la existencia de la Unidad de Defensa de los Principios Constitucionales, cuyo nombre se inspira en la alemana Oficina Federal para la Protección de la Constitución. Como en un cajón de sastre, allí recalaron operaciones que, con dudosa cobertura, llevaba años asumiendo el centro, como la protección de la Monarquía frente a las amistades peligrosas del rey Juan Carlos I, caldo de cultivo para chantajes y escándalos.
Frente al escepticismo del Ministerio del Interior, el servicio secreto diagnosticó de inmediato que el cese de la actividad armada de ETA, en 2011, era su acta de defunción. Y obró en consecuencia. El Departamento de Terrorismo se quedó con el yihadismo, mientras que la responsabilidad de vigilar al entorno de ETA pasó a la nueva unidad proconstitucional, que se ocupó también del seguimiento del cada vez más preocupante ‘procés’. El CNI reforzó su presencia en Cataluña (actualmente tiene unos 160 agentes, a las órdenes de un coronel) y dio prioridad a la búsqueda de “información estratégica”: puso en la mesa del Gobierno los sucesivos borradores de las leyes de desconexión, que diseñaban el plan de ruptura con la legalidad; o una minuciosa radiografía de los 17.000 Mossos d’Esquadra, con un pronóstico sobre su actitud ante un eventual conflicto de lealtades.
Pero no olió las urnas del 1 de octubre. El Gobierno iba sobrado de confianza. Se había creído su discurso de que no habría referéndum porque faltaría el censo, las papeletas y las urnas. La llegada de estas últimas a los colegios, de madrugada y en los maleteros de coches privados, fue vivida como una humillación. Las 10.000 urnas se compraron en Guangzhou (China) a finales de junio y desembarcaron en Marsella (Francia) un mes después. Pasaron por ocho almacenes y 40 locales, antes de repartirse en casas particulares tres días antes de la votación, según cuentan Laia Vicens y Xavi Tedó, en su libro ‘Operación Urnas’. Fueron cientos los implicados en un gigantesco dispositivo logístico. “Tuvieron suerte de que ninguno sufriera un incidente de tráfico”, lamenta un agente del CNI. Otros se excusan alegando que el Gobierno no ordenó buscar las urnas al CNI. O, al menos, no solo al CNI. Todas las fuerzas de seguridad tenían el mismo encargo. Y todas fallaron. “También perdimos batallas frente a ETA y al final ganamos la guerra. No es hora de lamentarse, sino de aprender la lección”, dijo aquel día el general Sanz a sus subordinados, según recuerda alguno de ellos.
El vehículo de Puigdemont no llevaba ninguna chicharra cuando fue interceptado por la policía alemana el pasado 25 de marzo, tras cruzar la frontera danesa. Hubiera sido muy arriesgado. Para captar la señal, un coche debería haberle seguido más de 2.500 kilómetros, en un viaje que desde Helsinki le llevó a bordear las frías aguas del Golfo de Botnia, cerca del Círculo Polar Ártico, para evitar aviones y ferrys donde un control policial podría haber comprobado la euroorden dictada contra él. Tampoco hacía falta. El viaje fue monitorizado minuto a minuto, probablemente gracias al GPS del móvil de un acompañante del expresident. Aunque el sistema no es infalible: la dirigente de ERC Marta Rovira envió su teléfono a Madrid, donde estaba citada por el Supremo, mientras ella tomaba el avión a Suiza.
En la naturaleza de los servicios secretos está su penitencia: sus aciertos no deben conocerse y sus fallos no pueden ocultarse. El más dramático de estos fallos se evidenció el pasado 17 de agosto en Las Ramblas de Barcelona, cuando una furgoneta arrolló a los despreocupados paseantes. Los ataques yihadistas de la capital catalana y Cambrils dejaron 16 víctimas mortales…
‘Quin’ Torra “cuestiona la identidad catalana del jugador de baloncesto nacido en Barcelona, Pau Gasol, y la estrella del tenis, Rafael Nadal
Antes de que partidos como PP y Ciudadanos anunciaran que difundirán por Europa los artículos y tuits del nuevo presidente de la Generalitat, algunos medios europeos ya se han hecho eco de las polémicas expresiones, destacando no solo la polémica que han suscitado en España, sino que destacando que la elección de Quim Torra por parte de Carles Puigdemont tiene como objetivo mantener el conflicto con el Estado. Probablemente los medios más duros con la elección de Torra, por sus opiniones, sean los franceses. Destaca el artículo de opinión publicado este miércoles por el conservador Le Figaro: Qui se cache derrière le sulfureux Quim Torra, nouveau président de la Catalagne? (“¿Quién se esconde detrás del incendiario Quim Torra, el nuevo presidente de Catalunya?”). Firmado por el hispanista Benoît Pellistrandi, el texto no escatima en adjetivos contra Torra, cuyo nacionalismo relaciona directamente con “la Yugoslavia de Milosevic o la Italia de Mussolini”.
Después de subrayar que Torra es un “peón” de su antecesor Carles Puigdemont, Pellistrandi considera más “inquietante” la ideología del nuevo president. Citando al director adjunto de La Vanguardia, Enric Juliana, el articulista destaca que Torra es un hombre “intelectualmente impregnado del espíritu de los años 30, una nacionalista de derechas y agresivo”. En este sentido, el historiador subraya que Torra también es admirador de Estat Català, movimiento que en los 30 sentía simpatías con el fascismo y también le reprocha que hable de “crisis humanitaria” refiriéndose a la situación de los presos independentistas considerando las situaciones en Siria, Gaza o Congo, entre otras.
Desde el progresista Libération, la crónica del pasado lunes sobre la investidura ya destacaba que Ciudadanos había acusado a Torra de “xenófobo supremacista” y, para ello, se hace de eco del ya famoso artículo que Torra publicó en El Món en 2012, en el que utilizaba expresiones como “carroñeras, víboras, hienas” para referirse a aquellos que “les repugna cualquier expresión de catalanidad”. Igualmente, también Le Monde se hizo eco el pasado lunes de los tuits, que tachó de “racistas”. En Gran Bretaña, se hace eco de la polémica muchos de los medios, aunque la mayoría lo dieron -señalando solo algunos tuits– el mismo día de la investidura como una circunstancia más de contexto. No es el caso de la BBC. La cadena pública dedicaron un artículo en su edición en español en el que calificaban a Torra de “ala dura del independentismo” y de nuevo reproducían expresiones como la “vergüenza es una palabra que los españoles hace años que han eliminado de su vocabulario”.
En EE UU, The New York Times incluye un artículo de opinión especialmente contundente contra la elección de Quim Torra. Daniel Gascón, un joven escritor y guionista de Zaragoza, tilda de “xenófobo” el discurso del nuevo president y lamenta que “un prófugo de la justicia española” haya nombrado “a dedo y desde Berlín” a un “supremacista”. A juicio de Gascón, los polémicos tuits “indican una forma de pensar” de Torra, “que se puede apreciar en su admiración por movimientos filofascistas de los años treinta y en sus artículos”. Por su parte, The Washington Post y otros medios reproducen un artículo de Joseph Wilson, de la agencia Associated Press, en el que se dice que Torra, “con una sonrisa irónica, expresa puntos de vista antiespañoles que los opositores políticos consideran extremos o incluso supremacistas”. Igualmente, el diario capitalino también hace referencia a los tuits y también recoge que Torra “cuestionó la identidad catalana del jugador de baloncesto nacido en Barcelona, Pau Gasol, y la estrella del tenis, Rafael Nadal, quien es de la isla española de Mallorca y habla su dialecto local de la lengua catalana”.
Donald Trump vuelve a la carga contra México, la Cancillería critica la comparación de los migrantes con animales
La contención del Gobierno de México ante Donald Trump parece no ser infinita. Este jueves, la Cancillería ha presentado ante el Departamento de Estado una nota diplomática de protesta por las declaraciones del presidente de Estados Unidos en las que comparaba a algunos migrantes con animales y por los nuevos ataques que ha lanzado contra México. “Las afirmaciones del mandatario estadounidense son absolutamente inaceptables, ya que generan un clima adverso para los mexicanos que se encuentran en la Unión Americana, independientemente de su situación migratoria”, señala la Cancillería mexicana en un comunicado, en línea con lo que horas antes había dicho su máximo responsable, Luis Videgaray. La queja se hizo ante el Departamento de Estado, ya que Estados Unidos no cuenta aún con embajador en el país vecino tras la reciente salida de Roberta Jacobson.
En el comunicado México no señala exactamente la frase de Trump –“no son personas, son animales”-, en la que se refería a los pandilleros de la Mara Salvatrucha (MS-13) y tras la que azuzó de nuevo su retórica antimigratoria. Trump aseguró que las “leyes débiles” impiden a su Gobierno deportar a más indocumentados y criticó a México por “no hacer nada” en materia migratoria. “Estamos sacando a gente del país, no te creerías cómo de mala es esta gente”, afirmó Trump, quien aseguró que están siendo expulsados a “una ratio nunca vista”. “El Gobierno de México refrenda su firme compromiso de velar por el trato digno y el respeto a los derechos humanos de nuestros connacionales en Estados Unidos, sin distinción de su situación migratoria”, respondió la Cancillería mexicana.
El nuevo encontronazo entre ambas Administraciones se produce días después de que venciese uno de los tantos plazos dados para llegar a un acuerdo en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que ya no podrá ser aprobado por el actual Congreso de Estados Unidos. En más de una ocasión Trump ha asegurado que no firmará un acuerdo que no sea fructífero para su país, y sus intereses. Videgaray, el ‘puente’ del Gobierno de Enrique Peña Nieto y la Casa Blanca por su amistad con el yerno de Trump, Jared Kushner, se ha visto obligado a elevar el tono como pocas veces antes lo había hecho. Si México coopera con su vecino del norte, dijo antes de hacerse público el comunicado, es para velar por sus propios intereses y no para complacer al presidente de Estados Unidos. La relación con el vecino del Norte, tanto en materia migratoria como comercial, es uno de los temas por el que será recordado el segundo debate presidencial de México, en la ciudad fronteriza de Tijuana. Hasta ahora todos los candidatos, con más o menos contundencia, han asegurado que no permitirán que el Gobierno de Estados Unidos siga vilipendiando a México como hasta ahora.
‘El Bronco’ sigue arrasando, según sus asesores, ya es cuarto en las preferencias de los mexicanos, tras el abandono de Margarita Zabala
Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, ‘El Bronco’, nuestro Donald Trump ‘mezcalizado’, sigue arrasando. Ya es cuarto en las encuestas, dejando el quinto lugar tras el abandono de la también presidencialista independiente, Margarita Zabala. ‘El Bronco’ resultó como lo pintan, bronco. El columnista Raymundo Riva Palacio lo describe “echado para adelante, retador, argumenta y no se deja”.” Bien plantado, el controvertido Jaime Rodríguez, candidato presidencial independiente, paso la aduana de ‘Tercer Grado’, de Noticieros Televisa, modificando su metabolismo. En la conversación que sostuvo anoche salió a batirse cuerpo a cuerpo con quien se le pusiera enfrente, sin achicarse ante cualquier interlocutor. Sin tapujos confrontó a Joaquín López-Dóriga, a Leo Zuckerman y a René Delgado, batiéndose con ellos en la defensa de sus posiciones, muchas polémicas, como mocharle la mano a los corruptos, y de su candidatura. El candidato más antisistémico de los cuatro que buscan la silla presidencial, es una versión tropical de Donald Trump, que rebate y se pelea con periodistas y medios sin importarle los costos que pudiera tener”.
“Usted parece un populista de derecha, disparó Zuckerman, al interpretar su decisión de cortarles la mano a los funcionarios que fueran corruptos. El Bronco le respondió: no te vi haciendo este tipo de preguntas a Andrés Manuel López Obrador. López-Dóriga le dijo que mocharle la mano a los corruptos era una ocurrencia. El Bronco no se quedó con la crítica. No es una ocurrencia, respondió; ocurrencias son las que dices todo el tiempo en tus programas y nadie te dice nada. Delgado lo centró después. Me parece que eres un candidato del gobierno de Enrique Peña Nieto, le soltó viéndolo a la cara. A mí me parece que eres un pelele, replicó el candidato. Te diría patiño, volvió a decirle Delgado. Fueron intercambios de percepciones, pero las escaramuzas con los integrantes de la mesa de ‘Tercer Grado’ volvieron esta conversación en la más difícil de las cinco con los presidenciables”.
La crónica de esos minutos pintó de cuerpo entero a Rodríguez, el gobernador con licencia de Nuevo León que no admitió fallas en su gobierno, ni equivocaciones en su campaña. Rodríguez está forjado en batallas callejeras desde que era estudiante universitario en Monterrey, cuando organizó una huelga de transporte público en protesta contra el gobierno de Alfonso Martínez Domínguez, en los 80, que llamó la atención del viejo priista que lo invitó a trabajar, convirtiéndose en su secretario particular. Luis Donaldo Colosio, presidente del PRI, lo hizo líder nacional de la Confederación Nacional Campesina en los 90, y fue militante de ese partido hasta 2004, cuando comenzó una carrera política como apartidista, independiente.
Cinco años después ganó la alcaldía de García con 75 por ciento del voto, que fue un periodo que le cambió la vida. Sobrevivió a dos atentados, y secuestraron y asesinaron a su hijo. Hace tiempo platicó que al terminar su periodo como presidente municipal se fue a su rancho durante siete días, imaginándose qué había hecho Jesucristo durante 40 días y 40 noches en el desierto. No resolvió el misterio, dijo en ese entonces, pero regresó con una misión que le confió a su esposa: “Quiero ser gobernador”. Lo logró, contra todos los pronósticos, y superó en mucho las expectativas. Su victoria fue de dos a uno sobre el segundo lugar, con un porcentaje que ni sumando el alcanzado por todos sus adversarios lo habrían empatado.
No le fue bien en Nuevo León, de acuerdo con las encuestas de aprobación. ‘El Bronco’ dice que no cree en las encuestas y que la imagen que se le construyó de gobernador ineficiente fue porque no le dio dinero a los medios. En efecto, Rodríguez canceló multimillonarios contratos publicitarios que tenía su antecesor Rodrigo Medina, como a Milenio, que además hacía negocios no periodísticos con el gobierno. Su principal choque, sin embargo, fue con El Norte/Reforma, cuyo propietario, Alejandro Junco de la Vega, tiene fama de ser el poder detrás del trono del gobierno en turno. El gobernador bloqueó la influencia y el pleito entre ellos no tiene fin. En la conversación en ‘Tercer Grado’, Rodríguez simplificó varias veces sus relaciones tensas con los medios a un asunto mercantil: si no les paga, le pegan. Pero ese tipo de relación es mucho más compleja de lo que plantea.
Esto es una constate. Por más inteligente que es, así como astuto y habilidoso, ‘El Bronco’ no tiene densidad. Tiene información, mucha de ella general o superficial. Por ejemplo, sobre la pena de muerte para criminales, que deslizó como una propuesta que revolotea en su cabeza, utilizó como espejo a Estados Unidos, donde no hay evidencia de que la pena capital haya bajado los índices de asesinatos. Confrontarlo con ello mostró un rasgo interesante en ‘El Bronco’: que no es un fanático de sus ideas. Cuando se cuestionó su información, prefirió dar pasos para atrás para cotejar antes de replicar, y ser cauteloso. Rodríguez es un político menos folclórico de lo que proyecta y muestra tener metas fijas en el futuro. Reiteradamente dijo que iría hasta el final de la contienda presidencial, sin importar cuántos votos sacara, aunque dio señales claras de que entiende cabalmente su realidad: cada vez que hablaba sobre lo que se está haciendo en Nuevo León, lo hacía en primera persona, como si fuera gobernante en funciones y no con licencia. Monterrey, no Palacio Nacional, domina su pensamiento. La forma como abordaba los temas y las perspectivas tras el 1 de Julio, tampoco era de alguien quien se está muriendo por la presidencia. Qué papel está jugando en esta campaña es una incógnita. Delgado lo quiso identificar como candidato de Peña Nieto, pero lo rechazó con virulencia. Se irá viendo en el resto de la contienda, aunque se puede adelantar que tendremos a un Bronco más allá de la elección presidencial.
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