EL BESTIARIO
Para unos se trata de una lamentable glorificación del abuso sexual y la misoginia. Para otros ‘50 Sombras de Grey’ es el libro, -y ahora la película- que les despertó a un nuevo mundo de placeres sexuales. La culpa es de Erika Leonard, artísticamente conocida como E. L. James, una escritora británica de 52 años con mucho carácter, un marido con el que lleva felizmente casada casi tres décadas y dos hijos adolescentes. No ocurre jamás que el autor de un libro asista a diario al rodaje de una película basada en su obra y además tenga la última palabra sobre el guion, el casting y el director. También es raro que además haga bocetos con los decorados o dibujos con la ropa que deben vestir sus personajes.
En la jerarquía de Hollywood el escritor del libro es el último de la fila. Pero esta señora de aspecto poco glamuroso llevaba 20 años trabajando como productora de televisión en la BBC cuando su libro se volvió viral así que cuando Hollywood llamó a su puerta en 2012 estaba más que preparada para saber por qué pelear. Tanto que Sam Taylor-Johnson, la directora de la adaptación al cine, recuerda el rodaje como un pequeño infierno en el que sus peleas con Erika han sido tan habituales que a ella se le han quitado las ganas de rodar las supuestas dos secuelas en las que tendría que trabajar. “No ha sido fácil. No voy a mentir”, ha confesado tras recordar sus intentos frustrados por filmar escenas de sexo “artísticas” frente a las “más lascivas” que le exigía la escritora.
“Hay una Erika divertida, con los pies pegados al suelo que disfruta de su éxito y una que está obsesionada con controlar su propiedad. Realmente piensa que necesita supervisarlo todo para no defraudar a sus fans, que sólo confían en ella”, declaraba recientemente una amiga suya en el diario Daily Mail. Y es que a ellos se lo debe todo puesto que su libro creció gracias al boca a boca, primero en un foro de Internet y después entre lectores y de ahí que esta londinense licenciada en historia, hija de un escocés y una chilena, mantenga un férreo control sobre todos los productos que han nacido de su libro, del que ha vendido más de 100 millones de copias. Tiene una empresa, Fifty Shades Ltd, desde la que vende todo tipo de merchandising, desde ositos de peluche con esposas a juguetes sexuales variados que ella diseña. Además, ha creado una línea de lencería, otra de joyas, otra de maquillaje y vende vinos con nombres como Red Satin o White Silk a 15 euros.
Tras estrenarse en la Berlinale, la distribuidora Universal la exhibió en medio mundo, el fin de semana de San Valentín
Cuando su éxito comenzó a desbordarla, a finales de 2012, afirmó que no pensaba cambiar de vida. Y lo cierto es que no se han producido cambios radicales, aunque poco a poco el salto en su nivel económico -ya lleva ganados más de 60 millones de euros- se ha dejado notar en algunos detalles que también afectan al resto de su familia. Sus hijos ya no van a la escuela pública sino a una privada. Su marido ha dejado su trabajo de guionista freelance para la BBC y ahora también es escritor. Se han mudado a una casa de tres millones y se pasean en un Tesla Model S, un coche eléctrico de edición limitada. Ahora lleva brazaletes de Tiffany y de Hermés. No obstante, sigue escribiendo. Ya tiene listo un nuevo libro aunque ha confesado que no tiene relación con 50 Sombras de Grey. Sus fans le siguen pidiendo la cuarta entrega de la saga y conociendo su debilidad por ellos no tardará en llegar.
‘50 sombras de Grey’ ha logrado el mejor estreno de los últimos dos años en las salas de cine de todo elmundo. La adaptación de la novela erótica de E. L. James ha conseguido unos resultados que no se veían desde otoño de 2012, ‘Lo imposible’ y el epílogo de la saga de ‘Crepúsculo’. El esperadísimo debut de ‘50 sombras de Grey’ se celebró en la Berlinale. A continuación, el filme llegó a las salas de medio mundo. La distribuidora, Universal, decidió lanzar el filme justo en el fin de semana de San Valentín: la película ya ha superado los 300 millones de dólares recaudados por todo el planeta y en EE UU ha ingresado más de 100millones. El diario británico The Guardian calcula que está entre los veinte mejores estrenos de la historia del cine.
Más de 100 millones son los ejemplares que se han vendido de la trilogía de la escritora E. L. James. La historia de la estudiante Anastasia Steele y de cómo su entrevista al multimillonario Christian Grey se transforma en incendio de pasión y sadomasoquismo se ha hecho mundialmente célebre, logrando entusiasmo y críticas al menos en partes iguales. Sea como fuere, su adaptación cinematográfica ha sido prohibida en Malasia e Indonesia.
Mi relación con el fenómeno ‘50 sombras de Grey’ se limita a un intento fallido de lectura del primer libro y un esfuerzo más que intencionado por esquivar los cañonazos publicitarios que durante el último año y medio ha disparado la maquinaria hollywoodiense sin compasión. Una relación bastante precaria, digamos. Una persona de mi entorno me habló de la obra, que le había dejado otra amiga cancunense.
En el VIP del Malecón Las Américas, este Miércoles de Ceniza, hay un amplio grupo de gringas, acompañadas de un enano negro
Son las ocho de la noche de este Miércoles de Ceniza, primer día de la Cuaresma, finalizados los Carnavales. Mis hijos y otros amigos y amigas me invitan a Cinépolis a las ’50 sombras de Grey’. Me subo al coche con las amigas, también treintañeras, que por suerte no practican la liturgia cuaresmal. Nos vamos al Malecón Las Américas, al salón VIP. Les he prometido unos cubo de palomitas y unos ‘bocatas’ de jamón serrano. Parece que ha sido excusa suficiente para entregarse sin miramientos a este experimento. De camino a la sala uno, me cuentan que han censurado la escena más comprometida del libro, esa en la que Christian Grey le quita el tampón a Anastasia antes de practicar con ella una de sus artes amatorias sadomasoquistas. “¿De esto va el porno light?”, pregunto. “Creo que de lo que hablas es de los 14 cachetes”, me responden. Sé poco de las crónicas y las críticas publicadas en los últimos dos días tras el estreno del filme en el festival de cine de Berlín. Lo suficiente como para prever que esa orgía sensorial que convirtió a la saga en el mayor ‘best seller’ de la historia de Gran Bretaña se ha quedado en gatillazo. O en una docena de azotes como dice mi amiga.
Me sorprende que la sala no está tan abarrotada con un público poco variado en edad y sexo (hay algunas parejas y los grupos, en su mayoría, son de mujeres), ingiere palomitas al mismo ritmo que anuncios a una temperatura casi insoportable. Me llama la atención que delante nuestro hay un amplio grupo de gringas veinteañeras, acompañadas de un enano negro. Otras mujeres cercanas a la cuarentena suben las escaleras buscando su asiento, sin parar de carcajear. “Mira, no te agobies, si esto es más de risas, una película romántica y subidita de tono”, le dice una a otra. “A mi chico hasta le gustó el libro”, continua en lo que parece un intento de convencer a su amiga. “Podemos dejar las críticas para el final”, zanja una tercera. Se hace el silencio. Comienza ‘50 sombras de Grey’.
“Este es mi cuarto de juegos”, dice Grey refiriéndose a su escondite sadomasoquista. “Ahí guardas la Xbox”, contesta ella
Lo que sigue son más de dos horas de “clichés uno detrás de otro”. La historia entre un joven y exitoso empresario y una estudiante de filología inglesa dispuesta a dejarse dominar (literalmente) por amor está plagada de chistes fáciles y frases hechas que provocan constantes risas entre los asistentes. No soy capaz de distinguir si se ríen por vergüenza ajena o en serio cuando se oyen frases como: “Has dado en el calvo, perdón en el clavo”… “Este es mi cuarto de juegos”, dice Grey refiriéndose a su escondite sadomasoquista. “Ahí guardas la Xbox”, contesta ella. “Quiero bridas, cuerda y cinta adhesiva para mi casa”, pide él. “No me va la actividad en grupo”, responde ella.
Espero esos momentos de sexo duro prometidos. Y me vuelvo a encontrar con carcajadas cuando entre interminables secuencias edulcoradas se cuelan planos esquivos de los pubis de los protagonistas acompañados de supuestas sentencias eróticas. “Yo no hago el amor. Yo follo… duro”. “Te follaría siete días seguidos”. “El fisting vaginal y anal no están contemplados en el contrato”.
Según avanza la película se empiezan a encender pantallas de móvil como luciérnagas entre el público. Las risas cambian de tono y se mezclan con bostezos. El chico de la pareja de al lado le dice a su novia: “¿Esto es un poco previsible, no?”. Ella le devuelve una carcajada por respuesta. Ni siquiera cuando llega el momento cumbre, los seis latigazos que justifican la fama de la película, los espectadores se reaniman. “¿Cuánto queda?”, oigo en la sala. “¿Nos vamos ya?”. La experiencia se está haciendo tan interminable como un viaje de Cancún a Mérida, por la carretera general plagada de topes, en un ‘Boxito’.
De repente acaba. Se cierra el ascensor y la pantalla se va a negro. Los que han leído los libros no se sorprenden. Están ya anunciando las otras dos películas de la saga y si no son más. “Pero… ¿tú no vivías con tu padre?”, dice una de las turistas gringas. “Sí, él vive en la planta de arriba y yo tengo la de abajo para mí. Podría montar un cuarto rojo en una caseta que tenemos. No se enteraría”. Cuando vamos descendiendo las eternas escalinatas de ‘Chichén Iza’ sigo oyendo risas y susurros confidenciales. Me imagino que los ‘Calígulas’, ‘Decamerones’, ‘Las mil y una noches’, ‘Celestinas’… y hasta el propio Marqués de Sade estarán carcajeándose ante las reacciones amables de la cinefilia erótica del 2015.
En la conversaciones del film destacan los consejos de ‘management’ o ‘yuppies’ sobre los de matiz erótico requeteanunciados
La promoción de la primera parte de la versión cinematográfica de ‘50 sombras de Grey’ (por fin) llegó a su fin: la película se estrenó. La conclusión más clara tras el bombardeo de rumores, ‘tráilers’, baile de actores… es que de los 125 minutos de metraje, solo 20 están dedicados al sexo (o 14 azotes en dos horas). Tiempo suficiente para que el denominado ‘porno light’ se haya apoderado de un fenómeno editorial que recuperó un género escondido hasta hace cuatro años en las librerías. Lo paradójico es que aunque el debate en torno al libro y la película se haya centrado desde el principio en el erotismo, al revisar las frases más subrayadas de ‘50 sombras de Grey’ en castellano, la mayoría son consejos sobre aspectos empresariales o de ‘management’. Se trata de los mensajes que predica el exitoso empresario y protagonista Christian Grey. Parece que sus aficiones amatorias no resultan tan atractivas como sus tácticas laborales. Las frases seguro que figuran ya en las agendas de mesa de muchos ‘yuppies’ de nuestra ciudad. Parece una innovadora reedición de aquel ‘Principio de Peter’ de décadas pasadas…
“Un hombre que consigue adueñarse absolutamente de su mente puede adueñarse de cualquier otra cosa para la que esté legalmente autorizado”. “La labor más importante de los directivos es que las personas crezcan y se desarrollen”. “Cuanto más trabajo, más suerte tengo. Realmente se trata de tener en tu equipo a las personas adecuadas y saber dirigir sus esfuerzos”. “Estoy llorando la pérdida de algo que nunca he tenido. Qué ridículo. Lamentando la pérdida de algo que nunca ha existido… mis esperanzas frustradas, mis sueños frustrados y mis expectativas destrozadas.” Los hombres piensan que todo lo que sale de la boca de una mujer es un problema que hay que resolver. No se enteran de que lo que nos gusta es darles vueltas a las cosas, hablar un poco y luego olvidar. A ellos les va más la acción”.
Personajes ridículos, tramas livianas -si es que se las puede llamar así- y un tono erótico que el Marqués de Sade hace ya siglos dejó atrás
De donde no hay, no se puede sacar. El viejo refrán permanece inalterable por más que el siglo XXI quiera ir a veces en sentido contrario. El mejor ejemplo de sus peores intenciones son las películas sobre juegos de mesa o basadas en juguetes, como la saga ‘Transformers’. El último caso aterrizó en las salas con la versión cinematográfica de ‘50 sombras de Grey’, basada en el primer libro de una trilogía que a su vez nació de la mente de una fan de la serie Crepúsculo, E. L. James (seudónimo de la británica Erika Mitchell), que se inspiró para sus protagonistas en los vampiros creados por Stephenie Meyer.
‘50 sombras de Grey’ posee, como libro, personajes ridículos, tramas livianas -si es que se las puede llamar así- y un tono erótico que el Marqués de Sade hace ya siglos dejó atrás. Pensada para el público estadounidense, entre el que se publicitó como el “primer libro porno que podía leerse en el metro”, la novela pronto empezó a venderse a tal velocidad -lleva ya 100 millones de ejemplares- que inmediatamente empezó la puja para su adaptación cinematográfica.
La película no es mala, pero tampoco es una joya: es un negocio que jamás quiso ser arte, es un rancio anuncio de perfumes con algunos azotes en las nalgas de su protagonista femenina y pudorosos desnudos masculinos. Sin embargo, poco podía hacer la directora Sam Taylor-Johnson -y lo intenta- con un material inicial tan burdo y una autora obsesionada por el control de su obra (al estilo de su protagonista).
El machismo que aún persiste en la sociedad queda reflejado en la relación sentimental que alimenta la obra. Pero al menos en este caso, Anastasia Steele, la universitaria protagonista, firma un contrato de masoquismo donde especifica qué le puede hacer el señor Grey y qué no. Como demostraban unas recientes encuestas del mes pasado, hay un peligro que está presente en Europa y Estados Unidos: a un pequeño número de jóvenes de entre 15 y 29 años les parece bien impedir que su pareja vea a su familia o a sus amigos, no dejarle que trabaje o estudie, o vigilar sus horarios. Contra esa perversa tendencia, solo sirve la educación y la buena cultura. ‘50 sombras de Grey’ no favorece ninguna de estas opciones.
“La dopamina es la hormona que se relaciona con el placer y la causante del ‘enganche’ al erotismo, al igual que las endorfinas con el deporte”
La erótica ‘50 sombras de Grey’, una de las películas más cacareadas en lo que va de año. Las escenas de sexo nos deleitan a muchos y escandalizan a algunos; dependiendo de a quién tengamos al lado, nos pueden hacer sentir incómodos; a la mayoría, nos remueven en el asiento. Puede que notemos que el pulso se nos acelera, o rubor en las mejillas (¿no hace demasiado calor en la sala?), y, los más influenciables, cierto ajetreo en sus partes íntimas. Nuestro organismo, en definitiva, reacciona de diversas formas ante los estímulos visuales de las escenas de sexo. ¿Qué nos pasa con el cine erótico?
Todo empieza en nuestra cabeza. “Los estímulos entran en el cerebro a través de la vía visual y pueden activar algunas áreas”, afirma el doctor Carlos Tejero, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). “Aparentemente, cuando estamos viendo imágenes de contenido erótico se enciende una zona que tenemos en el lóbulo frontal, que está encima de los ojos, y que llamamos corteza órbitofrontal”. Curiosamente, es la misma zona que se activa cuando reconocemos en el entorno algo que podría ser dañino y nos pone en situación de alerta.
La citada corteza es, por así decirlo, el interruptor que, una vez pulsado, enciende todo lo demás. “Activa una zona donde residen nuestros estímulos emocionales, que se llama amígdala, en el lóbulo temporal, y a partir de ahí entra en funcionamiento el centro regulador de las hormonas que tenemos debajo del cerebro, el hipotálamo: allí se liberan unas sustancias que son las que acaban por repercutir en otros órganos”, sostiene el doctor Tejero. Y es cuando empieza el festival de sensaciones. “Se acelera el pulso cardiaco y altera la regulación cardiovascular, lo que puede llevar a que se produzca la erección en el varón o se estimulen los genitales femeninos”, añade.
La respuesta del cerebro ante estas imágenes es intensa y expeditiva. La Universidad de Washington (EE. UU.) sometió a un grupo de voluntarios a largas secuencias de imágenes variadas: de esquiadores a perros gruñendo pasando por parejas ligeras de ropa en poses sensuales. Cuando los voluntarios vieron las imágenes eróticas, sus cerebros produjeron respuestas eléctricas que eran más fuertes que las provocadas por el resto del material. “Esta diferencia en la respuesta de ondas cerebrales surgió muy rápidamente, lo que sugiere que diferentes circuitos neuronales puedan estar implicados en el procesamiento de imágenes eróticas”, concluyeron.
La adicción de algunos individuos a esta clase de imágenes también responde a ese ir y venir de las sustancias que secretan células especializadas. “La dopamina es la hormona que se relaciona con el placer”, dice Almudena Castro, presidenta de la Sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología. “No hay estudios al respecto, pero es, probablemente, la causante del enganche a este tipo de contenidos, del mismo modo que las endorfinas provocan el enganche a determinadas modalidades deportivas”.
Las principales reacciones físicas tienen que ver con el sistema cardiovascular. La doctora Castro lo explica: “Cuando una persona ve algo que le causa un estrés, positivo o negativo, se producen reacciones propias de una situación de alerta: se descargan catecolaminas, fundamentalmente adrenalina y, sobre todo, la mencionada dopamina, y eso influye en el sistema simpático, provocando un aumento de la frecuencia cardiaca, de la tensión arterial, la vasoconstricción, el sudor…”. Como vemos, lo de ponernos a cien no es una metáfora. “Son mecanismos ancestrales que utiliza el cuerpo ante una situación de alerta para ponerse en marcha”, advierte. Otra reacción típica es que se nos suban los colores: también se debe a la alarma. “Cualquier persona que se enfada, se pone de color rojo. Esto se produce, igualmente, a la descarga de adrenalina”, prosigue la especialista: “La reacción no tiene tanto que ver con la vía por la que llega el estímulo, que puede ser visual (como en el caso de una película), táctil, olfativo…, como por lo que te produzca a ti”. Es decir: es el mismo mecanismo que se pone en marcha cuando nosotros somos los protagonistas de la escena (real) de sexo. “Si te toca una persona que no te gusta, no sientes nada, pero unas imágenes que te gustan sí te provocan esa reacción”, aclara la cardióloga.
“No hay que temer a estos juegos, cuando hay el grado suficiente de madurez, autonomía y autoestima como para poder negarse”
Una de las reacciones más frecuentes, viendo estas imágenes, es que nos entren ganas de hacer lo mismo que los actores de la película. “Lo que vemos en el cine por supuesto que nos influye, y mucho”, dice Ana Fernández Rodríguez, psicóloga clínica y sexóloga, coordinadora del grupo de Psicología y Cine del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. “Si observamos imágenes con contenido sexual durante un rato, se despertará nuestro propio deseo, al igual que podría ocurrir con las ganas de comer después de ver platos suculentos”.
Pero, por otro lado, es comprensible, según la especialista, que algunos se sientan acomplejados o teman provocar decepción en su pareja (si han visto con ella la película), dado que en el cine todos son grandes amantes, con cuerpos perfectos. “Las secuencias de cama suelen ser muy poco realistas”, opina. “Los desnudos de estos actores se parecen muy poco a los nuestros. La cuestión es que, aunque lo sabemos, a menudo olvidamos esta circunstancia y nos sentimos tremendamente insatisfechos con nuestro aspecto, confundiendo lo excepcional (cuerpos a medida) con lo natural”. Si es su caso, confórmese pensando que, como apostilla la sexóloga, “un cuerpo 10 no garantiza que la ejecución sexual sea después agradable”.
Hay otros muchos mitos nacidos al amparo de la cinematografía. “Por ejemplo, casi siempre la pareja llega al orgasmo a la vez, algo excepcional en la realidad, o se excluyen los preámbulos, como si ambos tuvieran un deseo inmediato al mismo tiempo”, señala Ana Fernández: “Al tratarse de un asunto íntimo, no tenemos más referencias que las nuestras y las de la pornografía o el cine”. Como recuerda la experta, conviene no olvidar que la buena sexualidad está relacionada con la imaginación, la confianza en el otro, la comunicación y la práctica de algunas habilidades sexuales, siempre en evolución y pactadas con la pareja.
Entre los espectadores, habrá quienes se sientan escandalizados al ser testigos de escenas de sexo en la gran pantalla. “Depende mucho del aprendizaje y experiencia de la persona, así como del sistema social, cultural y religioso en el que esté inmerso. En el destape, por ejemplo, ver los pechos de una mujer era ya escandaloso para una sociedad que venía de una fuerte represión, al igual que las escenas de sexo homosexual”, declara la sexóloga. Además, las imágenes de ‘50 sombras de Grey’ casan con las prácticas dominantes sobre la mujer, “una fantasía habitual de las féminas que pertenece a lo que siempre se nos ha representado y que proviene del imaginario del hombre”, como denuncia la experta. Sin embargo, según su criterio, no hay que temer a estos juegos, “siempre que aquellos que participen tengan el grado suficiente de madurez, autonomía y autoestima como para poder negarse”.
En la España casta del franquismo, en el País Vasco viajábamos a Hendaya y Biarritz en Francia para poder ver “El último tango en París”
La experiencia vivida este Miércoles de Ceniza en el Cinépolis de Cancún me evocaba las sensaciones que vivíamos en las salas cinematográficas de las pequeñas ciudades del País Vasco francés, Hendaya, Biarritz, Bayona, San Juan de Luz…, en tiempos de la España casta del franquismo. Muchos fines de semana, con nuestro pasaporte en regla, pasábamos la ‘muga’ (frontera’ entre España y Francia para ver estrenos de películas ‘sombras de Grey’, mucho más interesantes y que aparecen, por sus méritos artísticos y eróticos, como clásicas de la historia del cine.
En aquellos tiempos de décadas prodigiosas, la verdad es que el surrealismo español hacía las delicias de los directores de cine Luis Buñuel y Luis García Berlanga. Una piedra mataba a un granjero cuando estaba haciendo el amor con una gallina, en la Galicia rural. En Google aparecen las notas de prensa del suceso. Eran los Romeo y Julieta de la Verona de la ‘España Verde’. En Granada, un guardia civil decidía clausurar una librería, en cuyo escaparate se exhibía una ‘pornográfica’ Duquesa de Alba desnuda de Goya. Protestas en un cine de Valladolid por la exhibición de la película ‘La Celestina’, donde se veía de “manera guarra y fuera toda moral” las tetas de la actriz protagonista, y que estaba basada en la obra homónima de Fernando de Rojas, una de las cumbres clásicas de la Literatura Española…
El erotismo es un ingrediente fundamental en nuestra vida y en sus expresiones artísticas. Del cine recuerdo con especial cariño estas películas que de vez en cuando, como un libro, disco, comic…, hay que volverlas a ver. Uno siempre descubre ‘detalles’ y vive sensaciones que llegan con el tiempo de nuevos quereres más apacibles…
“Éxtasis” (1934). La hoy cándida escena de Hedy Lamarr corriendo como Dios la trajo al mundo por un bucólico lago organizó tal revuelo que la pobre actriz intentó hacerse con todas las copias del filme sin éxito. La broma le costó el matrimonio y casi la carrera. Riesgos de ser pionera.
“Belle de jour” (1967). Junto a Hitchcock, Buñuel elevó el fetichismo a categoría de arte, y demostró que a veces es más erótico ocultar que mostrar. Y si es en una cajita misteriosa, mucho mejor. Catherine Deneuve derritió pantallas y conciencias vestida hasta la barbilla.
“Vixen!” (1968). Russ Meyer supo aunar humor y glándulas mamarias con una serie de películas tan desenfadadas como populares en su época. Sus divas de pechos descomunales han hecho historia.
“El Decamerón” (1971). Un truco recurrente para deslizar cuerpos desnudos en acción es tirar de material clásico. Aunque hay formas y formas. La de Pasolini con los inmortales cuentos de Boccaccio, desde luego fue de las mejores. La alegría medieval, picaresca y en pelota picada.
“El último tango en París” (1972). Pocas veces el erotismo se volvió tan desesperado y animal como en esta amarga fábula de Bertolucci, con escenas tan recurrentes como la de Marlon Brando, Maria Schneider y un puñado de mantequilla multiusos.
“Portero de noche” (1973).Charlotte Rampling, levemente andrógina, y con gorra, fusta, tirantes y correajes nazis, también es otra de las imágenes imborrables del subgénero de ‘sexplotation militar’, que tantas turbaciones ha provocado entre las mentes más retorcidillas.
“Emmanuelle” (1973). Seguramente la compra de sillones de mimbre se disparó al ver a la fallecida Sylvia Kristel ocuparlo derrochando sensualidad. La película en sí, como en muchos de estos casos, mejor dejarla en la estantería del VHS y quedarse con el recuerdo de su aroma.
“9 semanas y media” (1986). Después de que ‘El imperio de los sentidos- cruzara la peligrosa línea entre erotismo y pornografía, el puritanismo volvió a adueñarse de buena parte de las pantallas. Hasta que Adrian Lyne puso fin al ‘calentón’, Kim Basinger y Mickey Rourke mediante, con esta macedonia algo pringosa que podría tener sus raíces en el clásico de culto de Nagisa Oshima. Solo podría.
“Instinto básico” (1992). Paul Verhoeven declinó en holandés la vieja máxima de ‘hagas lo que hagas, ponte bragas’. Sharon Stone, en su salsa, protagonizó el interrogatorio más famoso de la historia. Por su parte, Verhoeven echaría más carne al asador poco después en ‘Showgirls’.
‘Irreversible’ (2002). Quizá la más polémica y desagradable de la lista, pero también la más impactante por culpa de una escena de violación agónica y brutal protagonizada por Monica Bellucci en un filme con ecos a Sade y Kubrick, según ‘Entertainment Weekly’. Para ver con los ojos medio entornados.
Las ’50 sombras de Grey’ despierta a un nuevo mundo de placeres sexuales como lo hizo ‘El último tango en París’, con Marlon Brando, Maria Schneider y la mantequilla multiusos, se ríe el Marqués de Sade.
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