Por ismael Gòmez-Dantès
HONOR A QUIEN HONOR MERECE
¿Que el buen amigo Manuel Garcìa Salas (el popular Manolo…), no sòlo es adorado por los viejitos de Puerto Morelos sino ahor tambièn lo quieren y bien en Leona Vicario?
ME LLEGO UN TEXTO INSUSTITUIBLE Y SIN DESPERDICIO DE MI COLEGA DIEGO CARCEDO (asturiano de Cangas de Onís. Fue director de Radio Nacional de España, corresponsal en Nueva York y Portugal, y es Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos con sede en Bruselas en dond elo visitè hace seis meses…)
EL TEXTO EXPLICA MEJOR QUE NADIE( Y CON LA ELEGANTE COMICIDAD DEL CABALLERO PEREZ REVERTE EL DILEMA DE ALGUIEN COMO YO QUE ESCRIBE Y NO VENDE ROMPOPE LOS DOMINGS EN LA IGLESIA, ES DECIR NO SIEMPRE ESCRIBIMOS LOQ UE LOS DEMAS DESEAN OIR..NO SOMOS MONEDITAS DE ORO… CARCEDO DICE ASI, CON LA PICARDIA EXACTA DEL CASTIZO
«Semanas atrás una prima generosa y buena amiga — con la que comparto genes de rebeldía –, una prima, digo, de cuyo nombre me acuerdo muy bien pero no voy a revelar, mayormente para que no me hostie por indiscreto, empezó a darme la tabarra con el mantra de que debería escribir con frecuencia para esta red social. “Pero, ¿quieres que escriba más, de lo que escribo a diario para ir tirando, ¡coño?”, le respondí bastante bruscamente. Me olvidaba de que las mujeres tienen mucha paciencia y capacidad de persuasión y mi prima aún exhibe más que el común.
Así que un día comenzó a bucear en mi ordenador, a rebuscar entre los artículos que publico casi a diario en los medios donde colaboro y, a colgarlos en estas páginas virtuales que compartimos. Yo no sabía hacerlo ni tenía voluntad de aprender, lo siento, pero ella se encargó de todo y por lo que observo, persiste en el empeño. Lo sorprendente para mí, no para ella, es que en estos tiempos en que pocos leen lo que se publica en periódicos, revistas, libros y farragosos prospectos de medicinas, es que hay muchos amigos que si leen estos artículos con mi firma, mi opinión y me escasa gracia.
¡Lo que hace la amistad, incluso en la distancia! Variedad en la amistad que de pronto creció como la espuma y en pocos días me encontré con un aviso de que ya había alcanzado la cifra de cinco mil amigos y no puedo aceptar más. Y, ¿qué hago yo ahora?, me pregunté sin obtener respuesta. De momento remansar solicitudes para ir cubriendo bajas y luego, cuando se me abran nuevas cuotas, apresurarme a responder afirmativamente. ¿Quién soy yo para negarme a ser amigo de nadie? Así que pido disculpas a todos los que llenan la lista de espera, y que mi prima, que lo resuelve todo por difícil que parezca, lo arregle.
Pero este problema no es el único problema que me tiene acojonado. Al fin y al cabo no es culpa mía, sino de las normas de Facebook, lo que me impide comportarme civilizadamente. Lo que más me preocupa es que, me dicen y creo que quien me lo dice tiene razón, debería contestar a los mensajes que me van llegando a centenares. Los hay de todo tipo, desde felicitaciones que agradezco hasta críticas que valoro e incluso algún insulto que otro de forofos taurinos e independentistas catalanes, que también agradezco. No presumo de estar en posesión de la verdad absoluta, ni casi relativa.
Lo que ocurre es que mirando como estoy mirando la pantalla mientras escribo, no acierto a ver cómo podría hacerlo. Ni con dedicación exclusiva tendría tiempo para contestar a tantos. Entre los mensajes hay algunos de amigos íntimos, de alegados parientes que no conocía, de antiguas interlocutoras de flirteo, de intelectuales que me exponen sus interesantes teorías al respecto, de expertos muy expertos que me corrigen datos, de personas olvidadas que me proporcionaron la alegría de comprobar que no me escribían desde el más allá… En fin, todos amigos.
Por eso me atrevo a pediros disculpas de manera colectiva. Cuando sea mayor a lo mejor sí puedo sacar horas para responder a vuestros mensajes. De momento sólo se me ocurre pedirles a los que me obsequian con elogios que no se pasen porque, aunque ya me coge lejos de vanidades, en una de estas me lo creo. Y a los que no les guste lo que escribo, por favor, que no se hagan mala sangre leyéndome, que la vida dura poco y hay que disfrutarla por minutos; y a los que me critican, pues que voy a decir… que lo sigan haciendo con la seguridad de que me ayudan y reconfortan, que para algo soy de los que les va la marcha.
Y lo más importante, lo que me libera un pelín de este acojone que me acongoja – vaya, al final las dos palabrejas sobre mi estado de ánimo me encajan juntas – que aceptéis mi agradecimiento colectivo. ¡Gracias!»
Así que un día comenzó a bucear en mi ordenador, a rebuscar entre los artículos que publico casi a diario en los medios donde colaboro y, a colgarlos en estas páginas virtuales que compartimos. Yo no sabía hacerlo ni tenía voluntad de aprender, lo siento, pero ella se encargó de todo y por lo que observo, persiste en el empeño. Lo sorprendente para mí, no para ella, es que en estos tiempos en que pocos leen lo que se publica en periódicos, revistas, libros y farragosos prospectos de medicinas, es que hay muchos amigos que si leen estos artículos con mi firma, mi opinión y me escasa gracia.
¡Lo que hace la amistad, incluso en la distancia! Variedad en la amistad que de pronto creció como la espuma y en pocos días me encontré con un aviso de que ya había alcanzado la cifra de cinco mil amigos y no puedo aceptar más. Y, ¿qué hago yo ahora?, me pregunté sin obtener respuesta. De momento remansar solicitudes para ir cubriendo bajas y luego, cuando se me abran nuevas cuotas, apresurarme a responder afirmativamente. ¿Quién soy yo para negarme a ser amigo de nadie? Así que pido disculpas a todos los que llenan la lista de espera, y que mi prima, que lo resuelve todo por difícil que parezca, lo arregle.
Pero este problema no es el único problema que me tiene acojonado. Al fin y al cabo no es culpa mía, sino de las normas de Facebook, lo que me impide comportarme civilizadamente. Lo que más me preocupa es que, me dicen y creo que quien me lo dice tiene razón, debería contestar a los mensajes que me van llegando a centenares. Los hay de todo tipo, desde felicitaciones que agradezco hasta críticas que valoro e incluso algún insulto que otro de forofos taurinos e independentistas catalanes, que también agradezco. No presumo de estar en posesión de la verdad absoluta, ni casi relativa.
Lo que ocurre es que mirando como estoy mirando la pantalla mientras escribo, no acierto a ver cómo podría hacerlo. Ni con dedicación exclusiva tendría tiempo para contestar a tantos. Entre los mensajes hay algunos de amigos íntimos, de alegados parientes que no conocía, de antiguas interlocutoras de flirteo, de intelectuales que me exponen sus interesantes teorías al respecto, de expertos muy expertos que me corrigen datos, de personas olvidadas que me proporcionaron la alegría de comprobar que no me escribían desde el más allá… En fin, todos amigos.
Por eso me atrevo a pediros disculpas de manera colectiva. Cuando sea mayor a lo mejor sí puedo sacar horas para responder a vuestros mensajes. De momento sólo se me ocurre pedirles a los que me obsequian con elogios que no se pasen porque, aunque ya me coge lejos de vanidades, en una de estas me lo creo. Y a los que no les guste lo que escribo, por favor, que no se hagan mala sangre leyéndome, que la vida dura poco y hay que disfrutarla por minutos; y a los que me critican, pues que voy a decir… que lo sigan haciendo con la seguridad de que me ayudan y reconfortan, que para algo soy de los que les va la marcha.
Y lo más importante, lo que me libera un pelín de este acojone que me acongoja – vaya, al final las dos palabrejas sobre mi estado de ánimo me encajan juntas – que aceptéis mi agradecimiento colectivo. ¡Gracias!»
LA HACH
mi sèquito elite de orejas mayas entrenados en Israel, me informa que El Cavernìcola alias Sergio Gonzàlez Rubieira (quien se quedò con el trauma de haber sido Secretario Estatal de Tursimo.., le vendiò al Sindicato de Taxistas cursos y certificados y que NO CUMPLIO.. Cobrò un lanòn…UN LANON…
Asì las cosas mi querido lector nùmero millòn..Para usted que durmiò en hamaca para amanecer cuadriculado (Juan Emilios dixit…), fuchi fucheando las almohadas de plumas de ganso…