EL BESTIARIO
Las historias de monjas son un verdadero tesoro, un subgénero que ha dado mucho de sí. Baste con recordar las peripecias de Sor Citroën o el drama de Audrey Hepburn como la protagonista de ‘Historia de una monja’ de Fred Zinnermann (basada en la historia real de Marie Louise Habets en el Congo y en la Bélgica ocupada por los nazis). Ahí están también Meryl Streep y Rosa Maria Sardà en la piel y los hábitos de la hermana Aloysius de ‘La duda’. El éxito de la temporada teatral en Barcelona, España, lleva escrito el nombre de otra monja ‘Sister act’, el musical coproducido por Whoopi Goldberg, Stage y El Terrat, que acaba el 26 de abril sus representaciones en el teatro Tívoli para iniciar una gira por más de veinte ciudades españolas. Pero la novedad en la cartelera barcelonesa es la próxima irrupción de otra historia de monjas no menos sorprendente y muchísimo más negra.
Se trata de ‘Las dominicas’ (Les dominiques, en catalán), de Iñaki Garz, que también dirige el montaje. La obra, que se estrena en La Seca-Espai Brossa el próximo 9 de abril, relata los últimos días de dos monjas, amantes, amenazadas de desahucio, acosadas por Hacienda, y que acabarán suicidándose con barbitúricos y alcohol. La historia es real y está basada en la vida de la famosa ‘Sor Sonrisa’, la monja cantante, que triunfó con su guitarra y sus composiciones en los años sesenta para abismarse luego en una verdadera tragedia que ríete tú de la de las monjas en Katanga.
‘Sor Sonrisa’, era Jeanine Deckers, monja belga que llegó a número uno en la lista de éxitos musicales en EE UU. Tras muchas vicisitudes Deckers terminó alcoholizada, en la ruina y con la única compañía de su amante, la también monja Annie Pécher, once años más joven, realizando un pacto de suicidio en un piso de la periferia de Wavre del que las dos mujeres iban a ser desalojadas.
La obra de teatro de Iñaki Garz -que no es la primera creación sobre el caso: hubo una versión en musical aparte de una película, The Singing Nun, 1966, con Katharine Ross y Chad Everet- no cambia los nombres aunque, señala Rosa Cadafalch, la actriz que encarna a ‘Sor Sonrisa’, inventa algunas situaciones y diálogos tratando de imaginar cómo fueron las últimas horas de la pareja. “Mi sorpresa fue muy grande al enterarme de que la historia era real, que las dos protagonistas existieron y se suicidaron como en la obra”. Cadafalch, que actúa con Annabel Castan (en el papel de Pécher), indica que Las dominicas “no explica toda la vida de las monjas, pero ofrece muchas pistas”. La actriz, que estudió en un colegio de monjas, considera que la función “es un regalo para nosotras, se centra mucho en la relación de pareja y en cómo esa relación se va agriando”.
Seguidora del Concilio Vaticano II, lanzó una canción a favor de los anticonceptivos titulada ‘Gloria al Señor por la Píldora Dorada’
La obra, según su autor, “nos introduce en la lucha tenaz de las dos protagonistas contra todos los estamentos sociales y religiosos que han marcado la trayectoria de sus vidas personales”. La pieza, continúa “es fiel reflejo del movimiento social de lucha y rebelión que caracterizaba los años setenta”.
Jeanne-Paule-Marie Deckers (Laeken, 1933-Wavre, 1985) era hija del dueño de una pastelería y tras destacar en los ‘boy scouts’ estudió y trabajó de maestra. Ingresó en 1959 en las Hermanas Misionarias Dominicas de Nuestra Señora de Fichermont, con sede en Waterloo y tomó el nombre de Hermana Luc-Gabrielle. En el convento destacó por escribir y cantar canciones. Sus superiores la animaron a que grabara un disco y en 1962 la canción ‘Dominique’, editada en single, se convirtió en un hit. La monja se hizo famosa como Soeur Sourire, ‘Sor Sonrisa’.
La simpática historia entra a partir de entonces en el terreno del drama. Deckers denunció que le censuraban las canciones y la obligaban a aparentar una felicidad que no sentía. En 1963 en un curso de Teología en Lovaina, que ya es sitio para ligar, reanudó la amistad con una vieja amiga de juventud, Annie Pécher. Artísticamente en declive y en desacuerdo con sus superiores dejó el convento en 1966, aunque ella seguía considerándose monja a todos los efectos. Seguidora del Concilio Vaticano II, lanzó una canción a favor de los anticonceptivos titulada ‘Gloria al Señor por la Píldora Dorada’ que no fue bien recibida por las autoridades católicas y tampoco escaló la lista de éxitos precisamente.
Deckers y Pécher se suicidaron el 29 de marzo de 1985, dejando una nota en la que pedían que se las enterrara juntas, como se hizo
Deckers sufrió un colapso nervioso y fue tratada con psicoterapia. La relación con Pécher tampoco marchaba bien pues Deckers se negaba a ir a mayores y la joven realizó un intento de suicidio al pensar que su amada se marchaba a las misiones. Finalmente, tras muchas resistencias, la relación se convirtió en abiertamente homosexual (en la obra de teatro las monjas ya son amantes).
A finales de los setenta llegó un nuevo golpe para la monja cantante al reclamarle la Hacienda belga los impuestos impagados durante su carrera. Deckers y Pécher se suicidaron el 29 de marzo de 1985, dejando una nota en la que pedían que se las enterrara juntas, como se hizo.
Los periódicos más importantes del mundo dieron a conocer estas muertes. En España, EL PAIS informaba así del suicidio de ‘Sor Sonrisa’ y su compañera sentimental… “La autora de la canción ‘Dominique’, la monja cantante Jeanne Deckers, de 52 años, se suicidó el pasado viernes, según informó ayer la policía en Bruselas. ‘Sor Sonrisa’, como la llamaban los belgas, consiguió hace 20 años situarse en la lista de éxitos de discos con la canción que empezaba con el estribillo: Dominique, nique, nique… La autora de esta canción se encontraba en una angustiosa situación económica después del cierre de un instituto para niños autistas que había fundado ella misma. Para sobrevivir daba clases de música y catecismo en la localidad de Wavre, cerca de Bruselas, donde vivía con una amiga, Annie Pescher, especialista en deficientes mentales, que se suicidó con ella, ingiriendo ambas una gran dosis de barbitúricos y alcohol. Según su testamento remitido a unos amigos, lo que permitió descubrir el doble suicidio, la monja no renegó de su fe cristiana, ya que pidió ser enterrada según el rito católico”.
En razón de sus votos de pobreza y obediencia los derechos de autor fueron a parar al convento, Jeannine así lo firmó
Jeannine Deckers nació en Bruselas el 17 de octubre de 1933, tuvo una infancia y una juventud que ella describió como “grises”. Trató posteriormente de ser profesora de dibujo aunque sin mucho éxito. Buscando un modo de huir de la autoridad materna ingresó en la orden Dominica en 1959, en donde se convirtió en la Hermana Luc-Gabriel, en el Convento de Fichermont en Waterloo. Muy pronto se ganó el aprecio y admiración de sus hermanas de orden en razón de su afición a la música y composición. Su superiora decidió hacerle grabar un disco y negociar un contrato con el sello fonográfico Phillips. Ni su nombre, ni su imagen aparecerían en las portadas. El seudónimo ‘Sor Sonrisa’ (ella misma afirmaría años después que le parecía más bien ridículo) se debió a un panel de escuchas encuestados, quedando propiedad de su editor y su convento. En razón de sus votos de pobreza y obediencia los derechos de autor fueron a parar al convento. Jeannine así lo firmó.
En 1963 la canción ‘’Dominique’ alcanza una enorme popularidad, la frescura de su voz, su letra, y la simplicidad aparente de su fe le ganaron la simpatía de un público que no solo se limitó a los católicos. La letra del estribillo original en francés dice así: “Dominique. Nique, nique s’en allait tout simplement. Routier pauvre et chantant. En tous chemins en tous lieux il ne parl’que du Bon Dieu. Il ne parl’que du Bon Dieu”. (Dominique, nique, nique marchaba con toda sencillez. Caminante pobre y cantando. En todos los caminos en todos los lugares sólo habla del Buen Dios. Sólo habla del Buen Dios”.
Su anonimato despertó la curiosidad de la prensa así como el rumor de que era poseedora de una belleza proporcional a la pureza de su alma. Muy pronto la canción se colocó en primer lugar de las listas Billboard de Norteamérica permaneciendo en ellas durante más de tres semanas desplazando a The Kingsmen con el tema: “Louie Louie”. El famoso programa americano “El Show de Ed Sullivan” tuvo que trasladarse al convento de Fichermont, donde se encontraba Jeannine, para dar a conocer a la exitosa personalidad. Años más tarde basado en Jeannine se rodó el filme ‘The Singing Nun’ (1966) dedicado a su vida llevando como estelar en el papel de ‘Sor Sonrisa’ a Debbie Reynolds y el actor mexicano Ricardo Montalbán. La actriz no guardaba ningún parecido con su modelo cuyo rostro permaneció desconocido.
Se apasionó por las nuevas concepciones de la Teología con el Concilio Vaticano II, los sucesos de ‘Mayo del 68’ y John Lennon
Por aquellos años Jeannine Deckers retoma sus estudios e intenta con gran esfuerzo (como se refleja en su diario) dedicarse al estudio de la teología, continuando sus estudios en la Universidad Católica de Lovaina. Es quizá durante este paréntesis estudiantil cuando empieza a cuestionarse el sentido de su vida. En 1966, convencida de su falta de vocación, y considerando la vida en el convento como anacrónica, deja la orden de los dominicos sin que estos le provean viático alguno. La posteridad olvidó pronto la cara B del sencillo de 45 rpm: ‘Le pied du missionaire’, y más aún los títulos de su siguiente disco: ‘Une fleur, cœur de Dieu’.
Como el contrato con su casa discográfica le prohibía utilizar el seudónimo que la convirtió en celebridad, es bajo el nombre de Luc Dominique que Jeannine intentó continuar su carrera con canciones como ‘La Pilule d’or’ (La píldora de oro) (1967) que fue una oda a la píldora anticonceptiva. Escribió en esta época temas más bien controvertidos en los que pone en cuestión los comportamientos de las madres, de los hombres (a los que consideraba violentos y dominadores), de la iglesia católica y también el conservadurismo. Se apasionó por las nuevas concepciones de la Teología, con el Concilio Vaticano II, y los sucesos de ‘Mayo del 68’ y, buscó, para ella misma y para su compañera, una nueva vía religiosa, situada entre la vida regular y la vida seglar. Llegó a secundar la afirmación de John Lennon en el sentido de sus declaraciones sobre la popularidad de Jesús de Nazareth.
Su nivel de vida fue muy irregular, encontró su sustento diario a través de sus escritos, sus discos, cursos de guitarra y sobre todo a través de su trabajo con niños autistas. Sus problemas con el fisco transformaron esta situación precaria en un drama completo. En 1976 intentó un retorno a los Estados Unidos, pero nadie se interesó en ella. Sus temas fueron haciéndose controvertidos y críticos con la Iglesia, a la que escandalizaba además con su vida privada, dado que vivía con su pareja Annie Pescher. En los 70 la escuela para niños autistas que dirigían fue cerrada por el gobierno belga, que cobraba a Jeannine una abultada deuda impositiva.
Los servicios fiscales del país reclamaron entonces las fortunas que debía haber ganado como Sor Sonrisa y permanecieron sordos a sus protestas. Requirió entonces la ayuda de su antiguo convento y de la casa Philips. La hermanas le dieron lo que consideraban que debía ser su parte, pero la casa Philips, cuyos dividendos eran el 95% del total -el resto era para el convento- no quiso ayudarla. Las autoridades religiosas fueron generosas y le ayudaron a adquirir su vivienda en Wavre, siempre que dejara de denigrar a la congregación y firmara un documento como que ya no le debían nada, cosa que hizo. Frente a la situación kafkiana de tal deuda, con intereses acumulados, Jeannine y su pareja Annie -terapeuta en la escuela de niños autistas-, se sumieron en una profunda depresión, que el alcohol y los medicamentos agravaron, y se suicidaron juntas el 29 de marzo de 1985.
Por una ironía del destino, el día de su suicidio, y a sus espaldas, la SABAM (Sociedad Belga de Autores, Compositores y Editores) había recogido en una colecta para ella, 571.658 francos belgas, mucho más que su deuda de 99.000 francos belgas. Tres películas se han rodado hasta el momento sobre ‘Sor Sonrisa’: en 1966, ‘Dominique (The Singing Nun)’, americana, de Henry Koster; en 2001 ‘Suor Sorriso’, italiana, de Roger Deutsch; y en 2009, ‘Soeur Sourire’, franco-belga de Stijn Coninx.
Clausura de un convento de Concepcionistas bajo la Orden de San Francisco, después de 500 años en mi ciudad natal de Eibar
Este próximo domingo se cumplen tres décadas de la trágica muerte de dos monjas de clausura que decidieron salir del armario. Los nuevos aires del Vaticano II, auspiciados por el papa Juan XXIII, ayudaron a que una parte importante de la familia católica defendiera la actitud de Jeannine y Annie. Han transcurrido muchos años y la Iglesia Católica está viviendo momentos de transformación con el nuevo pontífice latinoamericano, Francisco. En varios medios europeos han aparecido estos días numerosos reportajes sobre los conventos de monjas de clausura, donde se aborda el cierre de muchos de ellos ante el déficit vocacional y los esfuerzos que se están haciendo, utilizando las propias redes sociales como Twitter y Facebook, para captar a nuevas religiosas que mantengan esta tradición espiritual centenaria…
En uno de ellos, publicado en El Diario Vasco, periódico que se edita en San Sebastián, se titula “Adiós a las monjas Concepcionistas de Eibar”. Me quedé de piedra. Las recuerdo en mi niñez y juventud. Su templo estaba situado cerca de nuestra casa familiar, en el barrio de Ipurúa. Al lado de ellas está el campo de fútbol de la Sociedad Deportiva Eibar, equipo que milita en la División de Honor de la Liga Española. Cuando éramos niños, íbamos a misa los domingo a la Capilla de San Pío X. Junto al coro había unas ventanas con rejillas de madera, donde veíamos las sombras de las monjitas de clausura. Cuando subíamos hacia el monte Ugarbitza, por la carretera a Elgeta, veíamos desde el caserío ‘Kaskarren’ a las religiosas trabajar sus huertas de autoconsumo. La mayor parte de ellas para nosotros nos parecían ‘jurásicas’. Nos transmitían tranquilidad y ternura. Siempre nos saludaban. Eran nuestras amigas, nuestras madres Concepcionistas… Algunas de ellas -sin el voto de clausura- salían a prestar ayuda a enfermos y pobres. Estos servicios los han venido prestando a lo largo de 500 años. La avanzada edad de las monjas y los problemas de salud de algunas de ellas, han llevado a su salida del convento eibarrés para desempeñar su labor dentro de la misma comunidad, pero a partir de ahora en San Sebastián.
Las primeras noticias que se disponen del convento datan de la existencia de esta orden en el Palacio de Isasi, hoy Markeskua, y que esta orden era costeada por el marqué Martín López de Isasi y su mujer Domenja de Orbea. Se fundó el convento en 1593, según se indica en la “Monografía histórica de Eibar”, de Gregorio Múgica, con una dote de 1.000 ducados y con la obligación de que permanecieran en el convento cinco monjas. Nació bajo obediencia y gobierno de los prelados de la Orden de San Francisco…
Dios llama por Facebook, treinta años después, las monjas usan redes sociales y ofrecen probar 15 días en un convento de clausura
El escenario de otro reportaje es en una capilla de Valladolid. Los invitados, elegantemente vestidos, se sientan en los bancos y desenfundan sus teléfonos para acribillar a fotos a la joven protagonista, Vanessa. Parece el escenario de de una boda; hasta los diálogos se parecen -“¿Vienes por tu propia voluntad? Sí, vengo libremente…”-. Pero no lo es. “¿Entonces se va a quedar siempre aquí?”, pregunta asustado un niño a su madre. La joven que recibe toda la atención en esta iglesia no es una novia; acaba de hacerse monja de clausura en las carmelitas descalzas. No volverá a salir del convento. Tiene 29 años.
En 1966, según el diario Abc, había en España 6.695 novicias. En 1980 eran menos de 750; hoy no llegan a 250. Pero en un momento en el que muchos conventos, habitados por ancianas, han tenido que importar monjas de fuera para evitar el cierre, las Carmelitas de Valladolid celebran con frecuencia nuevas incorporaciones: en dos años y medio han aumentado su plantilla de 18 a 30 y reducido la edad media de la comunidad por debajo de los 35. El milagro es obra de la priora, Olga María, que en 2012 viajó a Roma a pedir autorización para dos cosas: que chicas jóvenes pudiesen probar a ser monja de clausura unos días en el convento y que les permitieran darse a conocer en Internet. De la decena de veinteañeras que lo hicieron, seis se quedaron, según cuenta Beatriz, una de las veteranas. Y las Carmelitas de Valladolid tienen hoy web, 8.101 me gusta en Facebook, 461 seguidores en Twitter, 1.867 suscritos a su canal de YouTube, una cuenta en WhatsApp para responder a chicas con dudas y otra en Livestream para retransmitir en directo eventos como la toma de hábito de Vanessa.
Las Carmelitas de Valladolid acogen a una guitarrista que dejó un grupo de heavy metal para cantar “Esposa del crucificado”…
Esta comunidad de monjas de clausura acoge ahora a dos chicas de 18 años; a una de 24, exboxeadora, que a punto de ingresar en el Ejército cambió el cuartel por el convento; a una ingeniera que renunció a una buena nómina para encerrarse en un monasterio con 30 años; a una guitarrista que dejó un grupo de heavy metal para cantar Esposa del crucificado… Beatriz ríe al recordar la llegada de algunas de ellas, como la que les confesó que se había atiborrado a pizza antes de entrar pensando que jamás volvería a probarla: “Y llegó al convento y ese día ¿qué había? ¡Pizza!”.
También la congregación de las Siervas de Jesús, que sí sale del convento, entre otras cosas para cuidar a enfermos por las noches en Madrid, ha recurrido a Internet para captar vocaciones. “Si los jóvenes buscan por ahí, tenemos que estar ahí. Tenemos web, Facebook y Twitter”, explica la religiosa Blanca Alonso, maestra de novicias, que dejó hace 23 años la carrera de arquitectura para hacerse monja.
Como otras 63 congregaciones religiosas, las Siervas de Jesús pagaron una cuota de inscripción de 150 euros para anunciarse en www.buscoalgomas.com, una página en la que una joven en vaqueros y camiseta de tirantes explica en un lenguaje coloquial: “Es posible, aunque no lo sepas, que tengas vocación religiosa. No te vayas, no salgas corriendo ¿Por qué no vienes conmigo y conoces un poco este mundillo…?”
Fue esta web la que se le apareció a Esmeralda, de 22 años, cuando escribió en Internet “qué hay que sentir para ser monja”. “Yo estaba estudiando biología, aunque no me gustaba la carrera. Creía en Dios, pero la misa no me decía gran cosa. Jugaba al baloncesto, hacía kárate, tenía un novio…”, explica ya en el convento de las Siervas de Jesús. Pero comenzó a ir a misa, a retiros, a tener dudas. “Empecé a hacer pellas para ir a rezar; mentía sin parar a mi padre. Pensé que me estaba volviendo loca y me entró un miedo horrible. El concepto que yo tenía de las monjas era de mujeres serias que vivían apartadas del mundo… y entonces conocí a Noemí y a la hermana Carmen…”.
Arantxa conoció a las siervas de Jesús al ir a molestarlas una noche de juerga con los amigos. “Llamamos al timbre, salió una monja…”
Noemí es Noemí Sáiz, la joven en vaqueros que invita a conocer “el mundillo” religioso en www.buscoalgomas.com. Antes de crear la página estuvo dos años en una congregación, hasta que decidió que no tenía madera de monja y volvió a casa. “La web es como una inmobiliaria o una agencia de contactos. Hacemos de intermediarios entre el joven y la congregación”, explica. “La mayoría tienen un déficit vocacional considerable y uno de los factores es el desconocimiento. A las instituciones religiosas les hace falta marketing. La idea es que los jóvenes vean que pueden probar, que no pasa nada”. De 150 chicas que contactaron con Sáiz a través de la web, 30 han ido ya a conocer diferentes congregaciones.
La otra persona clave en la decisión de Esmeralda fue Carmen Señor, una monja que ríe sin parar y es “promotora vocacional” de las Siervas de Jesús. “Mi labor es descubrir. Ver quién tiene vocación para la vida activa, la contemplativa o la matrimonial”, explica. “Hoy nadie viene al convento, así que hay que salir. Estar en Twitter, en Facebook…”.
Esmeralda ha cumplido los 23 años en este convento, donde hay más chicas jóvenes, como Arantxa, de 26, que conoció a las siervas de Jesús al ir a molestarlas una noche de juerga con los amigos. “Llamamos al timbre, salió una monja y luego me presentaron a la hermana Carmen… Entonces yo estaba en mundos muy complicados, de drogas. Aquí he encontrado tranquilidad”.
Algunas religiosas han contado incluso con la ayuda de un experto en posicionamiento en Google para aparecer en las primeras posiciones cuando alguien teclea, por ejemplo “cómo ser monja”. Todo surgió de una visita que Antonio González hizo a su tía, monja de clausura en Segovia. “Me dijo que tenían pocas vocaciones y le propuse grabar un vídeo para que más gente las conociera”. Tuvo 73.934 visitas y la tía de González se convirtió en sor YouTube. El experto también creó para ella un blog al que escriben “unas 200 mujeres al año” pidiendo hacerse monjas, aunque casi todas se han ido tras pasar un tiempo en un convento.
“No escurras el bulto, no tengas miedo…”, dice Sáiz en el último vídeo colgado en www.buscoalgomas.com. La web ha tenido casi 43.000 visitas en tres años, 10.000 más que religiosas hay hoy en España sin contar con las 245 preciadas novicias.
“Llenan el convento de chicas muy jóvenes, en esa edad de tener problemas con los chicos, con los estudios. Son una secta…”
“La incomprensión de la sociedad está ahí, como un león rugiente buscando a quién devorar (…) Ahora nos dicen de vez en cuando: ‘Son una secta’. Por lo menos es una secta donde lo paso guay. No lo intentes explicar porque no te van a entender”. El sacerdote se dirige a Vanessa, de 29 años, que acaba de ingresar en las Carmelitas descalzas de Valladolid, y a quienes no comprenden a estas jóvenes que han abandonado novios, carreras y nóminas para encerrarse en un convento de clausura. A algunos los tiene enfrente: son los desconcertados padres de varias de esas chicas.
La ceremonia de toma de hábito de Vanessa ofrece a los familiares de sus jóvenes compañeras -dos tienen solo 18 años- una de las pocas oportunidades de verlas y ningún padre ha querido desaprovecharla. Uno de ellos pide que le fotografíen con sus dos hijas. La pequeña, de unos 13 años, y él, tienen los ojos rojos de llorar. Solo la joven postulante a monja, con la túnica marrón previa al hábito, sonríe para la foto.
Una madre que pide el anonimato confiesa que cree que su hija fue “captada por Facebook”. “El carisma de la priora es impresionante. Ha conseguido llenar el convento de chicas muy jóvenes, en esa edad de tener problemas con los chicos, con los estudios… Y es muy duro. Pensar que mi hija va a estar encerrada hasta que se muera. ¡Y no ha vivido nada!”.
“A las familias les cuesta entenderlo”, admite la priora, Olga María. “La gente tiene la idea de un convento como un sitio para gente mayor, el castillo de Drácula… pero cuando ven que sus hijas están felices se liberan de muchos prejuicios”. La web es un esforzado intento por romper esa imagen. Entre otras cosas, ofrece una galería de fotos que muestran, por ejemplo, a una sonriente novicia en el jardín o a tres jóvenes monjas subidas a un árbol.
Carmen Señor, promotora vocacional de las Siervas de Jesús, en Madrid, recuerda que hace años tener una monja o un cura en la familia daba “cierto prestigio”. “Hoy los familiares de las jóvenes que quieren ser religiosas les hacen unas guerras psicológicas tremendas. Les buscan novios, las mandan al extranjero, hacen todo lo posible por apartarlas. Se nos ve como bichos raros”.
El padre de Esmeralda, de 23 años, la echó de casa cuando le dijo que quería ser monja. “Mi hermano me pidió llorando de rodillas que no me fuera; que su sueño era que sus hijos jugaran con los míos. Fue el peor momento de mi vida”, recuerda. “Pero con el tiempo todo se ha ido solucionando porque me ven radiante, feliz”.
Las ‘lágrimas’ de Sor Sonrisa, la monja belga que con su canción ‘Dominique’ desplazó al propio Elvis Presley en EE UU, treinta años atrás se suicidó con su pareja, también monja, acosada por el fisco.
@SantiGurtubay
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