La participación de las mujeres en política es cada vez más activa y creciente. El fin de semana pasado, más de dos mil priistas se reunieron en el Cancún Center bajo las consignas de la igualdad, la equidad y el empoderamiento. Decidieron dar el espaldarazo a los aspirantes rumbo al proceso electoral de 2016, aun cuando ninguna congénere contienda por la más alta candidatura del estado. Sin embargo, esta vez hay motivos especiales para mover la estructura.
Desde la reforma político electoral de 2014, en todos los partidos se negocian posiciones para otorgarles el 50 por ciento efectivo, de acuerdo a lo que obliga el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, cuya finalidad es garantizar la equidad de género. Si bien la iniciativa fue concebida con el arribo al poder del Presidente Enrique Peña Nieto, en diciembre de 2012, apenas entre el año pasado y este se ha intentado armonizar las leyes de los estados en el mismo sentido, y Quintana Roo no es la excepción.
El diputado presidente de la Gran Comisión del Congreso del Estado, Pedro Flota Alcocer, comanda los esfuerzos de todos sus colegas para cumplir la obligación, que podría aprobarse en noviembre de este año, lo que recién brindaría la certeza jurídica.
De aprobarse lo previsto, en 2016 deberán lanzar 26 candidatos titulares: un candidato a gobernador; 15 candidatos a diputados, y 10 candidatos a presidentes municipales. De esas 26 candidaturas, posiblemente 13 queden en manos de mujeres, una cifra histórica. Y es que si bien en la entidad destaca la actividad de mujeres en la materia, el porcentaje en puestos de elección popular siempre es mínimo. Basta revisar quiénes gobiernan para comprobarlo.
Todo lo anterior explica el auge de reuniones, conferencias y mítines, sobre todo en el PRI, que domina el escenario por completo, pues con la candidatura para gobernador reservada para un hombre, el partido hegemónico deberá elegir a cinco candidatas a presidencias municipales y ocho a diputadas, lo cual está modificando la correlación de fuerzas.
Esto implica que deben esforzarse para prepararse y capacitarse mejor en un campo donde los varones imponen las reglas, porque la “tradicional” exclusión en la toma de decisiones vitales las ha dejado como simples espectadoras, y a falta de esa experiencia tan necesaria, los errores pueden costar caro. Además debe insistirse en un asunto no menor: no solamente se trata de generar “cuotas de género” para los espacios públicos, sino de revertir las condiciones sociopolíticas y también culturales que justifiquen la necesidad de dichas cuotas en una sociedad aún discriminatoria.
La mesa está puesta, aunque deben demostrar de qué están hechas para escalar nuevas alturas, pero sobre todo para incidir más allá de lo electoral; por ejemplo, proponiendo una política de estado integral que cambie la conciencia cívica con perspectiva de género. Es decir, cambiar los patrones culturales, combatir la violencia de género, eliminar los contenidos sexistas, entre otras titánicas tareas en todas las arenas sociales.
El famoso “50-50” es apenas un logro de los muchos que se esperan con ellas en las más altas esferas del poder, desde donde tendrán la oportunidad de ejercer una nueva forma de hacer política; para ello, además de la reforma que se avecina, necesitan una transformación de todos los paradigmas. ¿Es posible? Por supuesto. En nuestra América hay ejemplos de éxito.
El discurso para favorecerlas en torno a la unidad, la coincidencia, el empoderamiento, la justicia, la inclusión, la dignidad o el reconocimiento debe renovarse ya para dar paso a la transformación como sociedad desde la raíz. El momento es ahora y deben aprovecharlo al máximo por el bien de todos