Lo político descansa en el hecho de que las finalidades de la vida social son siempre múltiples. Lo político posee su esencia y sus propias leyes, que no son reductibles a la racionalidad económica, a la ética, a la estética, a la metafísica o a lo sagrado.
Supone aceptar y distinguir nociones tales como lo público y lo privado, el mando y la obediencia, la deliberación y la decisión, el ciudadano y el extranjero, el amigo y el enemigo.
Por lo tanto la coherencia debería ser un valor inamovible de aquellas personas que se dedican a la política. Pensar, y actuar de acuerdo a ello, tendría que ser una obligación, algo natural, que fluya sin problemas.
Y es que hacer política debería ser una vocación y no un escape o un medio para conseguir dinero. Así como alguien estudia cinco años para poder construir edificios, quien desee hacer de la política su profesión, debería cumplir con unos requisitos mínimos y no solo ser solo nativo del estado o tener cierta cantidad de años.
Ahora que se acercan las elecciones para la sucesión, estamos siendo testigos de cualquier cantidad de situaciones que tienen que llamarnos la atención y llevarnos a la acción, porque no puede seguir permitiendo que pase de todo pero no pase nada. Cada una de las actuaciones de los partidos políticos y de sus representantes deben mirarse con lupa y con base en ellas ser capaces de tomar una decisión.
Los ciudadanos tienen la obligación mayor a la que tienen los políticos, en sus manos están las decisiones y ellas deben basarse en sus creencias y además, en el comportamiento de quienes piden el voto. La lealtad a los partidos es importante pero esta no debe confundirse con ser ciego ante lo que, en la colectividad sucede. Deben tener el criterio suficiente para reconocer cuando las personas que admiran se equivocan y tenerlo en cuenta al momento de estar en las urnas.
Todas estas malas jugadas, interpretaciones amañadas de estatutos y viejas prácticas politiqueras (esas mismas que tanto critican quienes más las usan) tienen que llamar la atención y servir de insumo para evaluar a aquella persona que pide apoyo, sus calidades y cualidades, porque no se puede seguir votando por una imagen o por un recuerdo. La política es del presente, el pasado no va a regresar a solucionarnos los problemas.
Se necesitan cambiar los hábitos políticos, ser analíticos en época electoral, cuestionar a los candidatos, medir su nivel de conocimiento. Se Debe estar en la capacidad de reconocer al politiquero que aparece solo cada cuatro años y cuyas promesas son imposibles de cumplir y a aquel que tiene de la política su mejor arma para cambiar a la sociedad, que la usa para servir y no para servirse.
Es difícil, muy difícil. Quintana Roo es atípico en casi todo y la política ocupa uno de los primeros lugares.
Lic en Derecho Jose M Ramirez Hernandez