La infancia, víctima de Boko Haram, 800.000 niños obligados a huir de Nigeria por la violencia yihadista, según el informe ‘Missing Childhoods’ de Unicef, las 200 alumnas secuestradas hace un año, ‘desaparecidas’
Nada se sabe de las más de 200 alumnas secuestradas en Chibok (Nigeria) por Boko Haram hace justo un año. Se teme lo peor, pues la ONU sospecha que muchas de ellas podrían haber sido asesinadas. Su ausencia se ha convertido en símbolo de las más 2.000 mujeres de todas las edades que, según estimaciones del organismo internacional, han sido raptadas por el grupo terrorista en los últimos años. Su historia es el ejemplo del sufrimiento de la infancia en esta guerra entre los islamistas radicales, las fuerzas militares y los grupos de autodefensa civil en el noreste del país africano. Alrededor de 800.000 niños se han visto obligados a huir de la violencia a Chad, Níger y Camerún. Así lo revela el informe ‘Missing Childhoods’ (Infancias perdidas) publicado por Unicef.
“El secuestro de más de 200 niñas en Chibok es solo una de las tragedias sin fin que se repiten en una escala épica a lo largo de Nigeria y de la región”, dice Manuel Fontaine, director regional de Unicef para África Occidental y Central, en un comunicado publicado por la organización. “Decenas de niños y niñas han desaparecido en Nigeria secuestrados, reclutados por los grupos armados, atacados, utilizados como arma de guerra, u obligados a huir de la violencia. Estos niños tienen derecho a que se les devuelva su infancia”, añade.
Para amplificar la alerta sobre el “impacto devastador” que supone el conflicto para los niños de la región, el organismo lanza su mensaje y advertencia con una campaña en redes sociales usando el hashtag #bringbackourchildhood (devuélvannos la infancia). El lema hace referencia al #Bringbackourgirls que hace un año inundó Twitter después de que personajes famosos, incluso la primera dama estadounidense Michele Obama, lo usaran para exigir la liberación de las estudiantes retenidas. El objetivo hoy es muy distinto: solicitar más ayuda internacional para dar respuesta a la crisis humanitaria. También se invita a la gente a que comparta lo que echarían más de menos si les obligaran a abandonar sus casas utilizando el mencionado #bringbackourchildhood.
Más de 300 escuelas han sufrido daños o han sido destruidas y al menos 196 profesores y 314 alumnos habían muerto hasta finales de 2014
La huida, sus causas y lo que dejan atrás es precisamente lo que les pidieron que dibujaran a los pequeños nigerianos asistidos en los campos de refugiados. Las escenas de las ilustraciones, que la organización ha compartido como parte de la campaña, están plagadas de disparos, decapitaciones, familiares desaparecidos y hogares destruidos. Añoran a sus padres, poder ir al hospital cuando caen enfermos o acudir a la escuela. Echan de menos los lápices, un pescado, a un amigo.
Y eso los que han conseguido escapar. ‘Missing Childhoods’ describe cómo el conflicto es una carga cada vez más pesada para los niños de Nigeria y de toda la región. Según el documento, los menores están siendo utilizados en las filas de Boko Haram como combatientes, cocineros, porteadores y vigías. Las mujeres jóvenes y las niñas están siendo sometidas a matrimonios forzados, a trabajos en condiciones de esclavitud y son víctimas de violaciones. Y los estudiantes y maestros se han convertido de forma deliberada en objetivos de la violencia: más de 300 escuelas han sufrido daños o han sido destruidas y al menos 196 profesores y 314 alumnos habían muerto hasta finales de 2014.
Esta realidad que revela el informe ha obligado a Unicef a intensificar su respuesta sobre el terreno en Chad, Níger y Camerún, países a los que han llegado miles de familias nigerianas huyendo de la violencia. La organización afirma que en los últimos seis meses ha tenido que atender y dar apoyo psicosocial a más de 60.000 pequeños refugiados. “Para ayudar a aliviar el dolor que les producen los recuerdos, reducir el estrés y hacer frente a la angustia emocional”, explica en una nota.
Pero hay déficit de financiación para continuar esta labor. Por eso, Unicef insta a los donantes internacionales a incrementar su apoyo económico a las actividades de socorro en Nigeria y los países vecinos. La Agencia de la ONU para la Infancia asegura que ha recibido solo el 15% de los 26,5 millones de dólares necesarios para asistir a las víctimas en Nigeria en 2015, y menos del 17% del llamamiento general de fondos para Camerún, el 2% para Níger y el 1% en el caso de Chad.
Mohammed Yusuf declaró a la BBC de Londres que luchaban contra las teorías de la evolución de Darwin y de la redondez de la Tierra
Al parecer, ni los propios miembros de la organización terrorista conocida como Boko Haram de Nigeria saben cuál es el verdadero significado de su nombre. Fundado en el pueblo de Maiduguri como Congregación del Pueblo por la Tradición del Proselitismo y la Yijad, ganaron el apodo de Boko Haram (que podría traducirse como “pecado prohibido”) como epíteto coloquial entre la gente que los identifica desde 2009 como extremistas islámicos no sólo con etimología indefinida, sino también sin límites en su credo enrevesado: la conversión forzosa de todo incauto a su interpretación particular del Islam, al tiempo que no conviven con la población musulmana y la profesión de unir todo militante de su concepto de religión, al tiempo que incluyen ahora criminales incrédulos, mercenarios sanguinarios y radicales irracionales. Mohammed Yusuf, fundador de esta Congregación del Mal, llegó a asegurar en una entrevista con la BBC de Londres que su cofradía luchaba por abatir no sólo la teoría de la evolución de Darwin y las oportunidades de educación entre mujeres, sino rechazar abiertamente la redondez de la Tierra. Para él y sus fanáticos ignorantes, la noción de que vivimos en un planeta esférico contradice las enseñanzas de lo ellos entienden por Islam, tanto como se niegan a creer que la lluvia es en realidad agua evaporada por el Sol.
La animalidad de la ignorancia se vuelve violenta no sólo porque su condición esencial contenga la palabra mal, sino porque se intentó combatirla no con la razón. Yusuf y sus seguidores se volvieron terroristas contra toda forma de lo que llaman educación y cultura occidental: violencia ante cualquier insinuación de democracia y ni imaginar el asco que les provoca escuchar que alguien hable de fotosíntesis. Sin embargo, antes de que muriera su líder Mohammed Yusuf se supo que llevaba una vida lujosa, que hablaba perfecto inglés y que tenía a su disposición un Mercedes Benz con chofer.
“Disfruto matando a todo aquel que Dios me ordena matar, de la misma manera que disfruto matando pollos y carneros”
Entra en escena Abubakar Shekau, responsable del secuestro de más de doscientas niñas nigerianas y a quien podemos ver en un terrorífico video donde habla con la cabeza inclinada como pantera, con su metralleta cuerno de chivo como báculo, la mirada de odio puro y la mano que se extiende hacia la cámara como lengua de víbora. Shekau es un veneno escurridizo y sanguinario a quien en varias ocasiones se daba por muerto y nadie sabe con precisión si realmente nació en el norte de Nigeria o en la vecina Níger. No se saben las fechas de su edad, pero sí la trayectoria con la que heredó comandar a la Congregación del Mal fundada por el irracional Yusuf. La frase que explica su curriculum quedó filmada otro video donde afirma “Disfruto matando a todo aquel que Dios me ordena matar, de la misma manera que disfruto matando pollos y carneros”.
Gilbert Keith Chesterton publicó en 1907 ‘El hombre que fue jueves’, con el subtítulo ‘Una pesadilla’. Se trata de una obra maestra del indispensable autor inglés que entreteje en sus párrafos -tal como hizo en ensayos, artículos y sobremesas- profundos misterios teologales con tramas sabrosas, diálogos perfectos, paseos en prosa y personajes inolvidables. Situada en un Londres de neblina y gabardinas, ‘El hombre que fue jueves’ es la pesadilla que vive un detective de Scotland Yard llamado Gabriel Syme, que siente un mareo como de insomnio o burbujas de champán desde las primeras páginas de esta historia en la que su misión es espiar a una secreta organización anarquista cuyos siete miembros llevan como sobrenombre los días de la semana. En una tertulia ocasional, Syme discute sobre poesía con un tal Lucian Gregory, declarado anarquista que no sólo cree sino que lucha a favor de convencernos a todos que la esencia de la poesía se encuentra en revuelta, rebelión y revolución contra toda forma de ley. El disfrazado detective defiende la postura contraria e intenta convencer al pelirrojo poeta anarquista que no hay nada más poético que los horarios puntuales de los trenes, la cuadrícula de la ley por encima de toda forma de la anarquía y que no debe quedar nada al azar en los destinos de todas las voluntades humanas. Su discusión, como la de toda la novela, se debate entre la abierta existencia del libre albedrío y la a veces inexplicable recurrencia del mal irracional y masivo.
Su único delito según sus captores era estudiar para médicos, abogadas, ingenieros, maestras, arquitectas de un mejor futuro para sus familias
Curiosamente, las épocas en que anarquistas ingleses lanzaban bombas redondas y negras con mechas chispeantes como de caricaturas se asemejan mucho a los enloquecidos lances de quienes envían virus por correspondencia, bombas en furgonetas o ahora el secuestro de más de doscientas mujeres inocentes sin que puedan ser localizadas por ningún satélite. Aquí donde se esfuman aviones en un vacío que escapa los modernos localizadores cibernéticos que contienen los modernos teléfonos, allí donde las vemos rezando pasajes del Corán en un coro aterrorizado que acompaña los dictados del enloquecido Abubakar Shekau quien afirma que no entiende por qué quieren los padres de esas niñas su salvación o rescate, si él mismo afirma que ya han sido rescatadas al ser convertidas a lo que él cree que es el Islam. Sin embargo, en una contradicción semejante a las que vivía el fundador de su Congregación del Mal, Shekau dice estar dispuesto a intercambiar a sus rehenes por la liberación del mismo número de presos de su organización terrorista y mientras tanto, se mantiene en vilo la tensión ya generalizada ante la infamia y el horror.
Miércoles le dice a Lunes que considere lo dicho por un Viernes. Martes se queda ponderando la candidatura de un poeta pelirrojo como posible Jueves, mientras Sábado se niega a contradecir todo lo que diga el Domingo… la tertulia de los días en la novela de Chesterton se vuelve el camarote de los hermanos Marx… donde resulta que eligen como Jueves, no al poeta anarquista, sino al agente encubierto Gabriel Syme, quien para su sorpresa y la de los lectores, descubre párrafo a párrafo que los demás hombres que son días, son también agentes encubiertos, todos policías disfrazados de anarquistas, menos Domingo que aparentemente es la naturaleza misma de un todo donde se conjugan el Bien y el Mal con mayúsculas.
Los titulares del martes opacan la noticia espectacular del sábado y un viernes cualquiera se vuelve chisme por falta de interés en los suplementos del sábado… Lunes intenta despertar el letargo que arrastran los lectores desde el miércoles ya pasado y ya nadie sabe en realidad quién es o qué cuenta Jueves. Mientras tanto, tiemblan al filo del abismo las vidas de más de doscientas niñas cuyo único delito según sus captores era ser internas en una escuela donde se preparaban para convertirse en médicos, abogadas, ingenieros, maestras, arquitectas de un mejor futuro para sus familias, para sus comunidades, para otros niños y niñas mucho más allá de las mazmorras de la ignorancia. Al filo de la muerte, hoy hay más de doscientas niñas y jóvenes (alrededor de cincuenta de ellas lograron escapar en el momento de su secuestro masivo), la mayoría de ellas cristianas, aunque en la absurda vehemencia de sus captores se llevaron también a estudiantes musulmanas. Más de doscientas niñas, hoy al filo de la muerte, ‘desaparecidas’, que han sido arrancadas de sus hogares y del transcurso de sus días por la absurda vehemencia de quienes niegan las razones de la lluvia, la redondez de la Tierra o el origen de las especies. Hoy, al filo de la muerte, más de doscientas niñas… o bien, una sola mujer joven que intenta ejercer su derecho al saber y soñar un mejor futuro para todos los días.
El auge del islamismo en el mundo árabe fuerza la marginación de las comunidades cristianas o su ocultación, desatando persecuciones
Menos de una semana después de matar con una bomba a más de 70 personas en una estación de autobuses de Abuja, la capital de Nigeria, el grupo terrorista islamista Boko Haram retuvo en paradero desconocido a cerca de 200 chicas entre 16 y 18 años, secuestradas en una escuela del Estado nororiental de Borno. Atentados masivos en ciudades, matanzas indiscriminadas en aldeas, secuestros, destrucción de escuelas cristianas, se han convertido aceleradamente en señas de identidad de una de las hordas más brutales y sanguinarias de África en su intento de imponer la ‘sharia’, el califato islamista y la eliminación de la educación occidental.
El Gobierno de Nigeria viene contando que los ataques de Boko Haram están confinados a una pequeña zona del noreste del superpoblado país. La realidad desmiente rotundamente esta afirmación, agravada por el hecho de que la respuesta militar contra la fanática organización -armada a través de Libia y Malí o mediante el saqueo de arsenales nigerianos- oscila entre lo inexistente y lo indiscriminado y caótico. El Ejército nigeriano ha dado por muerto en cuatro ocasiones desde 2009 al jefe del grupo terrorista y sus métodos suscitan por igual el odio de las poblaciones afectadas y las críticas de los grupos proderechos humanos. La mortífera y sostenida insurgencia de Boko Haram se alimenta en parte de la enorme disparidad entre el abandonado y pobre norte musulmán y el sur rico en recursos petrolíferos y mayoritariamente cristiano. Una división económica, social y religiosa que sigue creciendo en Nigeria, pese a la retórica del presidente Goodluck Jonathan, un cristiano sureño de escasa credibilidad.
Boko Haram, que ha matado en lo que va de año miles de personas, es una fuerza desestabilizadora no solo de una Nigeria camino de convertirse en la primera economía de África, sino también de sus vecinos más débiles. La escalada de la insurgencia fundamentalista, lo ilimitadamente brutal de sus métodos, sus lazos conocidos con grupos regionales vinculados a Al Qaeda y la extensión de sus refugios a países limítrofes como Chad, Níger o Camerún, exige urgentemente una respuesta de Europa y Estados Unidos. Una atención pareja al menos con la dedicada a otros grupos terroristas en auge en el Sahel y el norte de África.
El auge del islamismo en el mundo árabe y en países de mayoría musulmana está forzando la marginación de las comunidades cristianas o su ocultación, cuándo no desatando su abierta persecución. El caso del hostigamiento impune de los coptos en Egipto es especialmente relevante, por representar alrededor del 10% de la población del mayor país árabe, pero situaciones semejantes se dan a escala en Siria, Irak o los territorios palestinos, donde las comunidades cristianas se baten en retirada ante una creciente violencia sectaria y las incumplidas promesas de protección de los Gobiernos respectivos.
En Nigeria resulta inquietante la tibieza gubernamental hacia la violencia islamista contra los cristianos. El país más poblado de África parece encaminarse hacia una confrontación entre sus mitades musulmana y cristiana si no se pone coto inmediato al terror desatado modelado a imagen de los talibanes… No hay desafío mayor en este escenario que prevenir que Nigeria sucumba a la violencia sectaria impulsada por el fanatismo islamista. El riesgo es catastrófico en un país de 160 millones de almas, pobre pese a su abundancia petrolífera -instigadora de una corrupción y violencia ilimitadas-, con un Gobierno central débil, una larga historia golpista y decenas de miles de muertos en años recientes en enfrentamientos separatistas e interétnicos.
Nigeria no lleva camino de convertirse en un ‘Estado fallido’ y su sociedad, multiétnica y plurirreligiosa, todavía cree en las instituciones
Tanto la victoria del opositor Muhammadu Buhari en las elecciones presidenciales nigerianas de semanas atrás como el desarrollo del proceso electoral en sí mismo constituyen una gran noticia para el país más poblado de África y para todo el continente. Los signos de normalidad democrática que se han producido envían un potente mensaje tanto a la sociedad nigeriana, flagelada por la violencia yihadista, como a la comunidad internacional: Nigeria no lleva camino de convertirse en un ‘Estado fallido’ y su sociedad, multiétnica y plurirreligiosa, todavía cree en las instituciones. Por primera vez desde que este país se convirtió en una democracia, en 1999, la elección no ha sido cuestionada por ninguna de las partes. Es más, pese al hecho de que la coalición opositora encabezada por Buhari disputara una durísima campaña electoral al oficialista Partido Democrático Popular, en el poder desde hace 16 años, el presidente saliente, Goodluck (Buenasuerte) Jonathan, concedió la victoria a sus adversarios incluso antes de que acabara el recuento oficial.
Buhari, quien en los años ochenta ya gobernara el país como dictador durante casi dos años, se enfrenta ahora fundamentalmente a dos gravísimos problemas: el movimiento yihadista Boko Haram y la corrupción endémica. El presidente electo, conocido por haber adoptado en el pasado medidas contundentes contra la corrupción, no debe permitir que se diluya el mandato inequívoco de limpieza institucional que ha recibido de los votantes. El país todavía vive bajo la sacudida de la denuncia efectuada en 2013 por el gobernador del Banco Central, quien detalló un escándalo de corrupción por valor de 13.000 millones de euros, fruto del contrabando de petróleo y del despilfarro en diversos escalones de la administración gubernamental. Nigeria necesita profundas reformas, pero sin erradicar la corrupción estas serán apenas una operación cosmética.
Por su parte, la guerrilla yidahista Boko Haram es el gran peligro que amenaza la misma existencia del Estado. La persecución implacable en el norte contra cristianos y musulmanes considerados tibios ha causado más de 13.000 muertos en seis años, miles de secuestrados y cientos de miles de desplazados. En Nigeria se libra una batalla crucial contra el integrismo islámico y Buhari -musulmán y del norte- debe contar con todo el respaldo de la comunidad internacional para combatirlo.
El último informe de Amnistía Internacional, 377 entrevistas demoledoras a víctimas del grupo terrorista más sanguinario de África
Más de 5.500 civiles asesinados y unas 2.000 mujeres raptadas, pueblos enteros arrasados, violaciones, masacres, asesinatos a sangre fría, cientos de personas obligadas a coger un arma para atacar a sus propios vecinos, lapidaciones por adulterio. El último informe de Amnistía Internacional (AI) sobre Boko Haram, hecho público hace apenas unas horas, 90 páginas demoledoras elaboradas sobre la base de 377 entrevistas a víctimas y testigos de los hechos, documenta la violencia perpetrada por el grupo terrorista más sanguinario de África en los últimos 15 meses en el noreste de Nigeria. La organización también relata cómo ha sido la vida para cientos de miles de personas afectadas por este “reinado del terror”, como lo califica Salil Shetty, secretario general de AI. El secuestro de las 276 niñas en Chibok, del que este martes se cumple un año, no es sino la punta del iceberg.
El 5 de mayo de 2014, Boko Haram llevó a cabo uno de sus peores ataques, en la localidad de Gamborou, donde murieron unas 400 personas. “Disparaban contra todo el mundo en la ciudad, matando indiscriminadamente. Siguieron a la gente hasta sus casas y los mataron, fueron al mercado y mataron a más. También abrieron fuego con el tanque que traían. Fueron a una tienda de motocicletas, cogieron un centenar de ellas y circulaban por toda la ciudad matando gente y quemando casas”, según dijo Sari Zuwa (nombre ficticio) a los investigadores de AI.
El grupo terrorista ejerce su violencia contra todos los que considera “no creyentes”, sean o no musulmanes, entre los que incluye a aquellos que no defienden su ideología radical o simplemente quienes de una manera u otra colaboran con el Estado: políticos, religiosos, líderes tradicionales, funcionarios, profesores, médicos, estudiantes. Todos son objetivos, todos deben sufrir. Los ataques a escuelas y hospitales, que dejan arrasados, son una de sus prioridades.
El pasado 14 de diciembre, Boko Haram tomó la ciudad de Madagali, en el estado de Adamawa. Ahmed, de 20 años, fue llevado hasta el patio de un colegio con todos los hombres, a quienes preguntaron si querían sumarse al grupo terrorista. A quienes se negaban, los reunían a un lado. “Nada más llegar vi que había dos grupos, algunos estaban sentados en el suelo con las manos atadas. Dos hombres los iban degollando con un cuchillo. Nos sentamos y esperamos nuestro turno. Nos dijeron que nos iban a matar todos”. Ahmed logró escapar cuando los trasladaron al río.
Alhadji, otro joven de Madagali, vio dos pilas de cadáveres amontonados. “Iba contando a los que asesinaban, llegué a 27. Cuando me tocaba el turno me dijeron que el cuchillo se les había quedado romo. Entonces me arrojaron sobre los cadáveres con otros más y empezaron a disparar. Cerré los ojos. Un cuerpo cayó sobre mí, me dieron en el hombro. Había sangre por todas partes”. Fue dado por muerto y logró escapar, cruzando la frontera hacia Camerún.
“Me enseñaron a usar explosivos y atacar pueblos junto a otras niñas, incluso participé en un ataque contra mi propio pueblo”
Las mujeres y las niñas no corren mejor suerte. Aisha, de 19 años, fue secuestrada en noviembre junto a tres amigas y llevada a un campamento situado en Gullak (Adamawa). Dos de sus amigas fueron obligadas a casarse con combatientes y ella empezó a recibir entrenamiento. “Me enseñaron a usar explosivos y atacar pueblos junto a otras niñas. Incluso participé en un ataque contra mi propio pueblo”, aseguró a AI. Durante los tres meses que estuvo retenida fue violada de manera reiterada, en ocasiones por grupos de hasta seis hombres. Las que se negaban a matar eran asesinadas y arrojadas a una fosa común. “Hasta nosotros llegaba el olor de los cuerpos en descomposición”, asegura Aisha.
Boko Haram nació en 2002, pero su actividad terrorista se intensifica de manera significativa en el último año. Sus ataques se hacen más audaces, violentos y constantes, unos 20 al mes, y ya no actúan solo contra pequeños pueblos o incursiones esporádicas. El grupo islamista radical entra en las ciudades para quedarse. Y cuando se hacen con el control de una localidad sustituyen a la autoridad y comienza a dictar las normas.
Queda totalmente prohibido fumar o consumir alcohol, los hombres deben dejarse crecer el cabello y la barba y usar pantalones que no toquen el suelo; las mujeres, por su parte, tienen que cubrirse totalmente el cuerpo, incluida la cara, cuando están en público. Los movimientos entre los distintos pueblos quedan limitados y se prohíbe abandonar el territorio bajo control de Boko Haram. Es como una gran prisión al aire libre. Toda transacción comercial debe ser directamente entre productor y comprador, sin intermediarios. En Gamboru, una mujer llamada Zara recibió 30 latigazos por vender ropa de niño a una vecina.
Los rezos son obligatorios, y quien no participe en los mismos es castigado con azotes. Los musulmanes son instruidos en nuevas formas de oración porque, según Boko Haram, sus prácticas previas están equivocadas, no responden al verdadero islam. Los cristianos también son forzados a convertirse y a adoptar las nuevas prácticas. El adulterio está castigado con la pena capital por lapidación. Mustafá Saleh, un niño de 15 años, participó en una de estas condenas en Bama, la segunda ciudad del estado de Borno. “Condenaron a cinco hombres y cinco mujeres el viernes. Llamaron a los vecinos y les dijeron que les apedrearan. Yo participé, cavaron un hoyo, los enterraron con la cabeza fuera y los apedrearon. Cuando morían, los dejaban allí”, dijo Saleh a AI.
Cada localidad es gobernada por un emir nombrado por Boko Haram, normalmente alguien de la zona, que se instala en una de las mejores viviendas expulsando a sus legítimos propietarios y se beneficia del pillaje llevado a cabo en el pueblo por sus hombres. Se calcula que el grupo terrorista puede tener hasta 15.000 miembros organizados en células con relativa autonomía operacional, aunque todas bajo el mando del líder político y espiritual Abubakar Shekau, también llamado el Emir, quien a su vez se apoya sobre un consejo de ancianos, la Shura, formado por siete miembros. Las células militares están organizadas como ejércitos, con un comandante, el gaid, y varios subcomandantes, los munzirs.
La violencia de Boko Haram ha provocado también la huida de 1,5 millones de personas de sus casas, la mayoría desplazados dentro de la propia Nigeria y varios cientos de miles a los países vecinos, Níger, Chad y Camerún. Entre ellos se encuentran unos 800.000 niños sobre los que Unicef alerta de que se encuentran en situación de grave peligro, con escaso o ningún acceso a ayuda humanitaria y privados de su derecho a la sanidad, la educación y los servicios sociales.
Desde el pasado mes de febrero, los Ejércitos de Chad, Níger y Camerún han movilizado sus tropas contra Boko Haram, que pierde terreno ante el avance desde el sur de las Fuerzas Armadas nigerianas. Al menos sesenta localidades, entre ellas la ciudad de Gwoza, sede principal del califato autoproclamado por los terroristas, han sido recuperadas por el Ejército.
La intervención de Nigeria, Chad, Níger y Camerún y el apoyo de Francia y Estados Unidos permiten retomar 36 localidades del ‘Estado Islámico’
El viento parece estar cambiando en el noreste de Nigeria y las riberas del lago Chad, donde desde finales de enero se está librando una guerra sin cuartel contra Boko Haram, el grupo terrorista más sanguinario de África, que desde 2009 ha asesinado a unas 13.000 personas y que el pasado 7 de marzo declaró su obediencia al ‘Estado Islámico’. La intervención militar conjunta de los países vecinos, en concreto de Chad, Níger y Camerún, sumada a la presencia de mercenarios sudafricanos y de la ex Unión Soviética en las filas nigerianas y al apoyo francés y estadounidense en tareas de información y uso de drones, han logrado frenar el avance de los terroristas y han supuesto la recuperación de 36 localidades que estaban bajo su control.
En un alarde quizás de optimismo y con las miras puestas en las elecciones presidenciales que se celebró el pasado día 28 de marzo, el ahora ya ex presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, llegaba a asegurar en una reciente entrevista concedida a la radio La Voz de América que Boko Haram sería derrotado en tres semanas. Precisamente los comicios se retrasaron seis semanas por la situación de violencia creada, que ponía en riesgo que millones de personas pudieran votar. Estaba por verse si esta primera ofensiva coordinada contra Boko Haram se traducía en un resultado favorable a Jonathan en las urnas, ya que muchos acusan al presidente de haber reaccionado demasiado tarde. Los nigerianos le dieron la espalda en las urnas, afortunadamente.
Mientras desde el este el Ejército camerunés trata de contener la contraofensiva de los terroristas, una unidad chadiano-nigeriana que forma parte de la fuerza militar conjunta de 8.700 efectivos aprobada por la Unión Africana lanza ataques desde el norte para tratar de recuperar ciudades bajo control de los terroristas. Esta semana se han vivido violentos combates en los alrededores de la localidad nigeriana de Damasak y, según fuentes militares, en cuestión de días los terroristas serán derrotados. Lo mismo ha ocurrido en el bosque de Lame-Burra y en la ciudad de Madagali, última localidad bajo control de los terroristas en el Estado de Adamawa.
Pero los nigerianos no están solos. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas está negociando el texto de una resolución en la que muestre su apoyo logístico y financiero a la misión militar emprendida por la Unión Africana, así como sanciones a quienes financien a Boko Haram. La resolución prevé la celebración de una conferencia de donantes en abril que permita apoyar los esfuerzos de países como Chad, que ha desplegado 3.000 soldados, Camerún (950), Benín (750), Níger (750) y la Nigeria (3.250). Se espera que la resolución, propuesta por los miembros africanos del Consejo de Seguridad, en concreto Angola, Chad y Nigeria, sea aprobada estos días.
“El coraje de ir a la escuela”, título de una columna de Malala Yousafzai, publicada en los principales periódicos internacionales
Termino EL BESTIARIO, haciendo mención a una columna aparecida en los principales periódicos internacionales, de Malala Yousafzai estudiante paquistaní sobreviviente a un atentado de los talibanes, cofundadora del Fondo Malala y premio Nobel de la Paz 2014. “Los Gobiernos deben considerar la educación secundaria de las niñas una de sus prioridades…”, recalca Malala.
“¿Quién te inspira? En el curso del año pasado tuve el honor de viajar y conocer niñas excepcionales; jóvenes mujeres que no dejan que nada se interponga en el camino de su educación. Ellas me sirven de inspiración. Amina es una de esas niñas. Conocí a Amina el verano pasado, cuando viajé a Nigeria. Su casa, ubicada en el norte de Nigeria, está en un lugar donde la educación se encuentra bajo el ataque de Boko Haram. A pesar de la omnipresente amenaza de la violencia y del hecho de que las niñas casi nunca asisten a la escuela secundaria, Amina persistió: luchó por su derecho a la educación. Sé de primera mano que el simple acto de presentarse en la escuela es peligroso. Se necesita mucho coraje.
No obstante, para Amina, presentarse en la escuela fue apenas el principio. Amina destacó y, después de graduarse, recibió una beca del Centro para la Educación de las Niñas, al tiempo que trabajaba como mentora de otras niñas. Me sentí tan inspirada con todo esto, que el Fondo Malala hoy apoya al Centro para la Educación de las Niñas.
La combinación de mi propia experiencia en Pakistán y el haber conocido a Amina y a niñas como ella en los campamentos de refugiados de Jordania, me han enseñado una lección importante: si bien la educación básica inicia el proceso de desbloqueo de nuestros potenciales, es la educación secundaria la que proporciona las alas que permiten a las niñas volar. La educación secundaria ayuda a convertir a una joven valiente y brillante, como Amina, en una lideresa fuerte y confiada, capaz de generar cambios en su comunidad y en su país.
Para muchas de mis hermanas, una educación integral es un sueño lejano. Los líderes tienen un estándar para sus propios hijos y otro estándar para sus ciudadanos. Como padres y madres, nunca se sentirían contentos con 5 o 6 años de escolarización para sus hijos. Una educación de 12 años debería ser un derecho de todo joven. Es momento de generar un cambio.
Cuando yo tenía apenas tres años, los líderes mundiales acordaron un histórico plan de 15 años para enfrentar la pobreza, que se denominó Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). El ODM ha tenido un impacto positivo en muchas áreas, tales como la educación. No obstante, presa del prejuicio y la falta de imaginación y capacidad de liderazgo, los dirigentes consideraron que la educación básica era suficiente.
Este año, los Gobiernos pueden poner las cosas en su sitio, ya que deben decidir en torno a un nuevo conjunto de objetivos de lucha contra la pobreza: los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esta es nuestra oportunidad de hacer las cosas bien, pero debemos tener grandes aspiraciones, ser más ambiciosos.
“Tenemos ansias de aprender y de dirigir. Lo único que necesitamos son líderes con valentía, audacia y visión que nos acompañen”
Los Gobiernos están considerando ampliar los objetivos de educación mundial más allá de la enseñanza primaria. Esto es muy buena noticia, pero esto sólo ocurrirá si hacemos de la educación de las niñas una de sus principales prioridades. Eso es posible. Las naciones ricas y muchos países pobres han logrado ofrecer educación secundaria gratuita. Por esa razón pedimos a los líderes del mundo que hagan lo correcto al decidir en torno al siguiente conjunto de objetivos mundiales en materia de educación. Hoy sólo se habla de elevar el objetivo a nueve años de escolaridad en lugar de establecer 12 años de educación gratuita como la norma para todos los niños. Esto es un error.
¿Cómo pueden los líderes del mundo decirles a los niños que sólo pueden esperar nueve años de educación, mientras sus propios hijos esperan por lo menos 12 años de educación en las mejores escuelas? Los estándares que fijen para sus propios hijos deben ser los mismos que apliquen para sus ciudadanos y para el resto de los jóvenes del mundo.
Cuando los líderes mundiales se reúnan en septiembre en la sede de Naciones Unidas en Nueva York deben prometer que para 2030 todos los niños podrán recibir por lo menos 12 años de educación de calidad de forma gratuita. Tenemos que ayudar a las niñas, que son las más perjudicadas.
Quién sabe cuánta lucidez ha perdido el mundo en virtud de los millones de niñas que no tuvieron acceso a la educación secundaria. Quizás hubo una lideresa transformadora en una generación, una motivadora escritora, una científica que pudo haber resuelto los problemas más acuciantes del mundo. Mi dolor no conoce límites cuando pienso en todo el potencial desaprovechado.
“Mi alegría no conoce límites”, fue la respuesta de Amina al recibir la noticia de que yo, junto con Kailash Satyarthi, otro promotor de la educación, había sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz el año pasado. A mi viaje a Oslo para recibir el premio invité a Amina y a otras cuatro niñas que habían sido una gran motivación para mí. Se trata de niñas que, a pesar de todos los obstáculos, han dado la cara. Tenemos ansias de aprender y de dirigir. Lo único que necesitamos son líderes con valentía, audacia y visión que nos acompañen.
Para algunos, Amina y yo seremos unas adolescentes ingenuas, pero conocemos de primera mano el poder de la educación secundaria, y nadie podrá disuadirnos. Cuando imaginamos el poder de todas nuestras hermanas marchando juntas, dueñas de una educación de calidad, nuestra alegría no conoce límites”.
La infancia, víctima de Boko Haram, 800.000 niños obligados a huir de Nigeria por la violencia yihadista, según el informe ‘Missing Childhoods’ de Unicef, las 200 alumnas secuestradas hace un año, ‘desaparecidas’.