EL BESTIARIO
Matar al mensajero, “México es uno de los países más peligrosos para los periodistas” según Reporteros Sin Fronteras, en su día lo fue el País Vasco con ETA y sus “acciones selectivas contra agentes del enemigo”
Matar al mensajero. Este dicho popular se utiliza en el sentido de acusar a una persona que da una mala noticia de ser el origen o la causa de los males que cuenta. También se utiliza para lamentar la injusticia y el desagradecimiento de las personas que reciben una mala nueva por su ira contra el mensajero. Se trata de una costumbre ancestral, referida ya en los más antiguos libros sagrados: el portador de malas noticias era castigado y sometido a escarnio. En ocasiones, se ahorcaba al mensajero o se le cortaba la lengua o la cabeza. En Grecia y Roma continuó tan desafortunada tradición. Durante la Edad Media era frecuente azotar a los mensajeros que traían desagradables comunicados. Por el contrario, el mensajero que portaba buenas nuevas era agasajado y tratado con honores. Muy poco ha cambiado. En México se sigue asesinando, impunemente, a profesionales de los medios de comunicación por sus ‘malas noticias’, ante la pasividad social y política. No es una exclusividad. En el País Vasco, al norte de España, los periodistas y directivos de los mass media fueron objetivo de la organización terrorista ETA y sus “acciones selectivas contra agentes del enemigo”. Corrían los años de la ‘transición democrática’, en los ochenta y noventa del pasado siglo, y las reivindicaciones independentistas y sociales de la organización armada, en los ochenta y noventa del pasado siglo. El periodista vasco Luis Rodríguez Aizpeolea ha publicado un interesante reportaje sobre lo ocurrido en aquellos “años de plomo de ETA”. Aizpeolea describe lo ocurrido y analiza con los directivos la actitud pasiva de los medios hacia las víctimas de la violencia, hasta que les tocó a ellos mismos… Tuvieron que vivir durante una década con guardaespaldas, ante las amenazas reales de muerte. En la última etapa del franquismo, guardias civiles y policías ‘incontrolados’ y otros ‘chivatos’ y paramilitares, ejercieron la violencia a sus anchas en Euskadi, colocando bombas y asesinando a personas, principalmente jóvenes, en la mayoría de las ocasiones, simplemente por sus ideas políticas.
Freedom House y el Centro Internacional para Periodistas presentan el portal ‘Periodistas en riesgo’ para comunicadores y blogueros
Las organizaciones Freedom House y el Centro Internacional para Periodistas (ICFJ) presentaron a principios de este año el sitio ‘Periodistas en riesgo’ para que comunicadores y blogueros de México puedan denunciar las agresiones que padecen en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. La plataforma contiene un mapa de las agresiones que, de un lado, sirva de altavoz para los atemorizados periodistas en zonas conflictivas, y también como marco de referencia sobre los riesgos para los comunicadores en el país, explicó en rueda de prensa la directora en México de Freedom House, Mariclaire Acosta.
Teniendo en cuenta que México es “uno de los países más peligrosos y complicados” para ejercer el periodismo en el mundo, con al menos 81 profesionales asesinados entre 2000 y septiembre de 2014, según la organización Reporteros Sin Fronteras, esta herramienta será útil para conocer las tendencias de este ataque “sistémico y sistemático”, expresaba Acosta.
El mapa distingue las agresiones por tipo (físicas, psicológicas, digitales) y por la zona del país donde se cometen, y una de sus ventajas es que las denuncias pueden hacerse de forma anónima, atenuando así el temor a eventuales represalias, pero son corroboradas por un editor antes de publicarse en la web. La plataforma ‘Periodistas en riesgo’, que usa una tecnología que se empleó en las violentas elecciones de Kenia de 2007, también tiene un foro de consulta legal para periodistas e incluye varios manuales de seguridad con consejos sobre, por ejemplo, cómo proteger la identidad al navegar por internet o también facilita el contacto con organizaciones de apoyo a comunicadores. El objetivo es mejorar las condiciones de seguridad para el trabajo periodístico, pero también ayudar a los ciudadanos que usan las redes sociales para reportar crímenes, corrupción o abusos contra los derechos humanos.
“El miedo, junto con la impunidad, genera autocensura, perjudicial para la libertad de información”, informe de Reporteros Sin Fronteras
México es uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas; las amenazas y los asesinatos a manos del crimen organizado -incluso de las autoridades corruptas- son cosa de todos los días. Este clima de miedo, junto con la impunidad que prevalece, genera autocensura, perjudicial para la libertad de información. Esto es lo que dice la organización Reporteros Sin Fronteras en un reciente informe. “La elección de Enrique Peña Nieto a la presidencia de México en 2012 -que marcó el retorno al poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y puso fin a la ofensiva federal emprendida bajo la presidencia de Felipe Calderón (2006-2012)- no cambió en nada la situación de la libertad de información en el país”.
“México sigue siendo uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas. En la última década han sido asesinados más de 80 periodistas y 17 han desaparecido. Asimismo, ciertos medios de comunicación frecuentemente son blanco de ataques armados y de amenazas, en especial en el norte del país. ¿Quiénes están detrás de estas intimidaciones? Los cárteles de la droga, que se preocupan por hacer callar a los periodistas y blogueros que informan sobre las actividades del crimen organizado y la violencia ligada a ellas. Las intimidaciones también provienen de las autoridades federales y estatales. A inicios del año 2013, en San Luis Potosí, varios periodistas del diario Pulso fueron víctimas de una ‘campaña de odio anónimo’ en las redes sociales, atribuida al Gobierno del Estado, tras la publicación de textos “incómodos” para el gobierno. A las intimidaciones, se suma el hecho de que en 2013 el gobierno federal habría establecido un acuerdo con algunos gobiernos estatales para que no se divulgue información sobre hechos de violencia, con el objetivo de reducir el sentimiento de inseguridad general”.
“La impunidad sigue siendo la regla en la inmensa mayoría de los casos de asesinato y de desapariciones. Las investigaciones con frecuencia se cierran de prisa o se frenan debido a la lentitud burocrática. La impunidad también se explica por la colusión entre el crimen organizado y las autoridades políticas y administrativas -a menudo corruptas y en las que incluso se han infiltrado los cárteles- a todos los niveles. Este clima de violencia e impunidad ha obligado a numerosos periodistas a exiliarse para huir de las amenazas que enfrentan ellos y, con frecuencia, sus familias. Numerosos medios de comunicación han renunciado a abordar el tema del narcotráfico por temor a represalias violentas, de allí un clima de autocensura perjudicial para la libertad de información. Las redes sociales se han convertido en ocasiones en las únicas fuentes de información sobre los estragos ligados a los cárteles de la droga, que no dudan en tomar como blanco a los blogueros que intentan romper la espiral de silencio”.
Armando Saldaña, la última voz callada en Oaxaca, con cuatro tiros en la cabeza, abordó el robo de combustible a los ductos de Pemex
La voz de los periodistas en México ha vuelto a ser callada en el sur del país. El periodista radiofónico Armando Saldaña Morales, de 53 años, fue hallado muerto la tarde del martes en una carretera del municipio de Cosolapa en el Estado de Oaxaca. El cuerpo de Saldaña fue encontrado al lado de una furgoneta blanca con cuatro disparos en la cabeza, según han informado las autoridades de la región.
Saldaña trabajaba en los informativos de la estación ‘La Ke Buena’ y ‘Radio Max’ de Tierra Blanca en el Estado de Veracruz. Su asesinato ocurrió en los límites de los Estados de Veracruz y Oaxaca. El periodista, según las primeras investigaciones, conducía hacia su casa en la comunidad de Tezonanpa (Veracruz) después del trabajo, cuando fue interceptado. Las autoridades mexicanas todavía desconocen el número de personas que participaron en el homicidio, aunque han reconocido que Saldaña fue torturado antes de morir.
El periodista también colaboraba con publicaciones como ‘El Mundo de Córdoba’ y ‘La Crónica de Tierra Blanca’. Recientemente había informado sobre el robo de combustible a los ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) que algunos grupos del crimen organizado realizan en el sur de Veracruz. En la región se concentran los principales conductos que llevan hidrocarburos al centro del país. En los últimos meses la petrolera ha modificado la distribución de los productos por el aumento del robo realizado por los cárteles mexicanos.
El asesinato de este periodista de Veracruz es el tercero de 2015. En enero, Moisés Sánchez, editor del semanario ‘La Unión’ de Medellín de Bravo (Veracruz), desapareció y fue encontrado degollado un mes más tarde. En abril, Abel Manuel Bautista, director de la radio comunitaria ‘Radio Espacio’ fue asesinado mientras conducía en Juxtlahuaca (Oaxaca). En ambos casos, su trabajo representaba una “molestia” para grupos de sus comunidades.
El municipio de Cosolapa, donde fue encontrado el cuerpo de Saldaña, ya había registrado el homicidio de otro periodista en 2014. En agosto de ese año, Octavio Rojas, corresponsal del periódico ‘El Buen Tono’ en Oaxaca fue asesinado a la puerta de su domicilio por un hombre que se acercó a preguntarle sobre las características de su coche.
El Estado de Veracruz continúa siendo un punto rojo para los periodistas. Allí han muerto 11 comunicadores desde 2010, fecha en que el actual gobernador Javier Duarte tomó el cargo. Según Article 19, cinco periodistas fueron asesinados en 2014 y unos 326 sufrieron una agresión de algún tipo en todo el país. La organización asegura que los atentados contra la prensa se han duplicado desde el comienzo de la Administración del presidente Enrique Peña Nieto.
El panorama es desalentador cuando la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) reconoce que el 89% de los crímenes contra periodistas permanecen impunes. Reporteros Sin Fronteras ubica a México en el lugar 148, de 180 países, en la clasificación mundial de la Libertad de Prensa. Además, señala al país como una de las regiones más peligrosas del mundo para ejercer el periodismo. En los últimos 20 años, unos 84 informadores han muerto en homicidios relacionados con su trabajo.
La prensa vasca hace autocrítica de su actitud en los años de plomo de ETA, directivos revisan su comportamiento, “No lo hicimos bien”
Alberto Surio (San Sebastián, 1963), exdirector de EITB (2009-2012) y hoy jefe de opinión de El Diario Vasco, el de mayor tirada y más influyente de Gipuzkoa, no olvidará jamás cómo a su regreso de sus vacaciones del verano del año 2000 le esperaban, por vez primera, unos escoltas a su llegada al aeropuerto de Hondarribia. No podía imaginar entonces que no le soltarían hasta una docena de años después. Pocos meses antes, en mayo, ETA había asesinado a José Luis López de Lacalle, colaborador de El Mundo de El País Vasco y fundador del Foro de Ermua, y ya no cabía duda de que la banda terrorista hacía del asesinato de periodistas uno de sus principales objetivos.
Surio, entonces corresponsal político de El Diario Vasco, era su cara más visible. Al poco de ponerle los escoltas, en enero, la Ertzaintza conoció que el comando Totto de ETA pretendía dinamitar el diario. En marzo otra información sobre la preparación de un atentado contra su director José Gabriel Múgica, obligó a éste a mantener la escolta hasta otra docena de años, con cambios constantes de domicilio para burlar la persecución de los informadores de la banda. Dos meses después, en mayo de 2001, ETA asesinaba a Santiago Oleaga, director administrativo de El Diario Vasco, al haber fracasado con sus primeros objetivos. A partir de ese momento, todo el equipo directivo del diario, una docena de personas, tuvo que llevar escolta.
Hacía tiempo que periodistas de EITB recibían cartas amenazadoras y algunos habían contemplado la famosa diana con su nombre
Juan Carlos Martínez (Vitoria, 1957), director desde 2007 de El Correo, el diario de más tirada e influencia en Bizkaia y Araba, recordará siempre la firme reacción de sus compañeros y la solidaridad de los periodistas vascos, tras la detonación de la bomba que ETA colocó en la rotativa de su diario en junio de 2008. Antes, había sufrido ataques de la kale borroka en la delegación de El Correo en Vitoria. Como director de El Correo vivía escoltado y sometido a severas medidas de protección como sus antecesores, Angel Arnedo (1998-2007) y José Antonio Zarzalejos (1993-1998), seriamente amenazados por ETA como él.
Bingen Zupiria (Hernani, 1961), director del diario nacionalista Deia, desde 2011, recordará siempre cómo el 30 de diciembre de 2008, ETA arrasó las instalaciones de la nueva sede de EITB en Bilbao, de la que era director. Y cómo los periodistas de la radio y televisión pública vasca impidieron que la banda terrorista se saliera con la suya. Informaron ellos mismos del ataque sufrido por los terroristas. A Zupiria no le sorprendió el atentado. Hacía tiempo que periodistas de EITB recibían cartas amenazadoras y algunos habían contemplado la famosa diana con su nombre.
La prensa no fue en principio un objetivo prioritario de ETA, tampoco los políticos ni los profesores o los jueces, hasta los noventa
Esta situación explosiva la vivieron los periodistas vascos desde que a mediados de los años noventa, ETA los colocó entre sus objetivos prioritarios, dentro de su estrategia de socialización del sufrimiento, la generalización de los ataques terroristas, cuyo primer aldabonazo fue el asesinato del concejal donostiarra del PP, Gregorio Ordóñez, en enero de 1995. ETA les dedicó una ponencia específica, Txinauriak: “Resultaría muy conveniente una acción muy selectiva contra los periodistas”, a los que se les calificaba de “agentes del enemigo”.
Hasta entonces no había sido así. Tras la dictadura, en los finales de los años setenta, ochenta y hasta mediados los noventa, la prensa no fue un objetivo prioritario de ETA. Tampoco los políticos ni los profesores o los jueces. Lo eran policías, militares y personas a las que consideraban confidentes o relacionadas con la droga. En esos años hubo una respuesta muy tibia al terror.
El tratamiento de los medios de comunicación al terrorismo era, también, mucho más tibio del que fue a partir de mediados los noventa y la prensa vasca no es ajena a una revisión crítica de los comportamientos ante el pasado terrorista en Euskadi.
El director de El Correo admite: “Fuimos un reflejo de la sociedad. Reaccionamos con tibieza. Las portadas de aquella época eran frías, confusas, deslavazadas, empujadas por el ritmo infernal de ETA”, que sólo entre 1979 y 1980 asesinó a 177 personas, además de los crímenes de grupos parapoliciales. Tampoco había editoriales en los medios vascos más importantes hasta los noventa.
“Los periódicos no supieron acercarse a la realidad con la contundencia necesaria y, sobre todo, a las víctimas del terrorismo”
“Ver ahora aquellas portadas te deja con la boca abierta. Un asesinato de ETA no era la noticia más relevante. Pero la prensa vasca no dejaba de ser un reflejo de la sociedad vasca del momento, que miraba con perplejidad, cuando no con indiferencia, lo que ocurría. Los periódicos no supieron acercarse a la realidad con la contundencia necesaria y, sobre todo, a las víctimas del terrorismo”.
Martínez atribuye el comportamiento de la prensa de entonces “al clima de confusión existente al final del franquismo y en la Transición, dónde se cometieron errores políticos en el tratamiento del terrorismo, con actuaciones abusivas de las Fuerzas de Seguridad. Esto, unido al miedo que provocaba una ETA muy poderosa y con mucho apoyo social, tenía un efecto paralizante”.
El director de Deia, Bingen Zubiria, señala que la reflexión sobre el tratamiento del terrorismo “ha variado mucho al paso del tiempo, sobre todo respecto a las víctimas, que de no contar han pasado a estar en el centro”. “Los medios hemos seguido la senda marcada por la política. En el debate político primaba buscar la solución al problema de la violencia sobre las víctimas. La preocupación era asentar la democracia con la amnistia, el Estatuto, etc. para acabar con la violencia “. Surio, de El Diario Vasco, incide: “El periodismo vasco reflejó la evolución de la sociedad vasca y de las contradicciones surgidas al acabar el franquismo y en los primeros años de la Transición. La tremenda presión terrorista del momento se vivió con una actitud social más espectadora”.
Los comunicadores vascos no utilizaron ni “lucha armada” ni “organización independentista” al referirse a ETA
El director de Deia recuerda cómo el Pacto de Ajuria Enea, el primer pacto vasco unitario contra el terrorismo de ETA, en enero de 1988, sólo dedicaba una referencia a las víctimas, en su punto 6. “Prestaba mucha más atención a deslegitimar el terrorismo y al logro de un fin dialogado con ETA”.
Pero, recuerda Zupiria, el Pacto de Ajuria Enea supuso un primer avance en el compromiso de los directores de los medios más importantes. El Gobierno vasco del PNV-PSOE, los convocó y les pidió una actuación más comprometida. También en el lenguaje. Consagró la calificación de “terrorismo” en la política y los medios al referirse a la actividad de ETA en detrimento de la expresión “violencia”, más usada hasta entonces. También es verdad que la prensa vasca más importante, al contrario de buena parte de la internacional, no utilizó ni “lucha armada” ni “organización independentista”, al referirse a ETA, ni siquiera en los años de la Transición.
De la “tibieza a la contundencia” se produjo a mediados de los años noventa, con el asesinato de Gregorio Ordoñez y Miguel Ángel Blanco
Surio, jefe de opinión de El Diario Vasco, precisa: “El problema del lenguaje pudo estar más presente en la generación que vivió de lleno el final del franquismo, con una ETA que aún tenía el marchamo del antifranquismo. Yo tenía 12 años cuando murió Franco. Recuerdo mi estreno como periodista con una crónica del asesinato del general Rafael Garrido en San Sebastián el 26 de octubre de 1986 en el que también murieron su mujer y uno de sus hijos. Durante muchos años he tenido un contacto con la tragedia. No he tenido un conflicto de semántica”.
El director de El Correo no duda de que el gran paso de la “tibieza a la contundencia” se produjo a mediados de los años noventa, con el asesinato de Gregorio Ordoñez, en 1995, y particularmente con el de Miguel Ángel Blanco, concejal de Ermua, del PP, en julio de 1997. “Lo horrendo de aquel crimen y sus circunstancias desbordaron el vaso de la indignación con manifestaciones espontáneas, con la Ertzaintza protegiendo las sedes acosadas de HB. Se perdió el miedo. Me sentí muy orgulloso y muy digno al ver aquella respuesta y verla reflejada en la prensa con la contundencia que merecía. La consecuencia fue que se redoblaron las amenazas contra los periodistas. No era una cuestión de heroismo. Hubiera sido deshonesto hacer otra cosa”.
Aunque el acoso de ETA sobre los medios de comunicación existió desde el inicio de la democracia, en 1997 lo peor estaba aún por llegar, como apunta el director de El Correo. En los años ochenta, en las ruedas de prensa de HB, algunos de sus representantes dirigían reproches a los periodistas, con nombres y apellidos, que, con frecuencia, eran también reproducidos en el diario Egin. Algunos fueron vetados. Uno de los primeros periodistas amenazados, en 1982, fue Ander Landaburu, de Cambio 16, por un reportaje sobre el cobro del chantaje en la parte vieja bilbaína. También en esa década, ETA colocó algunos artefactos intimidadores.
Muchos se fueron de Euskadi y otros optaron por quedarse como Gorka Landaburu, de Cambio 16, al que una carta-bomba hirió de gravedad
Pero las amenazas tomaron cuerpo, coincidiendo con la estrategia de socialización del sufrimiento, en 1995. Entre este año y 2002 tuvieron que abandonar el País Vasco Pedro Briongos y José Antonio Zarzalejos, de El Correo; posteriormente, su hermana Charo, de Vasco Press; José María Calleja, de EITB; José Ignacio Iribar, de RTVE; Carmen Gurrutxaga. de El Mundo; Aurora Intxausti, de EL PAÍS. Otros optaron por quedarse como Gorka Landaburu, de Cambio 16, al que una carta-bomba hirió de gravedad; Marisa Guerrero, de Antena 3; Santiago Silvan, de RNE y Enrique Ibarra, de El Correo, también atacados. Y otros gravemente amenazados como José Luis Barberia, Genoveva Gastaminza e Isabel Martinez, de EL PAÍS. La prensa vasca y sus periodistas sufrieron 140 ataques entre 1992 y 2002, según recoge Ofa Bezunartea en su libro Memorias de la violencia. Y medio centenar de periodistas vascos fueron escoltados durante una década.
El director de Deia subraya que la actitud más beligerante de la prensa contra ETA se produjo cuando la banda “atacó a políticos y periodistas; no sucedía igual cuando las víctimas eran policías, militares o presuntos confidentes”. “Fue en ese momento, con el Gobierno de Aznar, cuando las víctimas empezaron a ocupar un lugar central, aunque también hubo utilización política”.
“Pero no nacimos para ser héroes. Ni siquiera valientes. Éramos profesionales que tuvimos la mala suerte encontrarnos con el terrorismo”
Surio admite que el asesinato de Gregorio Ordoñez le marcó especialmente y cree que, también, a la sociedad. “Le conocía mucho porque yo había hecho crónica municipal y su asesinato tuvo un impacto tremendo en la sociedad. Nuestra conciencia fue paralela a la de la sociedad vasca, indignada con un terrorismo que amplió sus límites hasta una persecución en toda regla, hasta atacar la libertad de opinión, algo inédito en el corazón de Europa. Creo que en ese momento supimos actuar con dignidad y compromiso. Pero no nacimos para ser héroes. Ni siquiera valientes. Éramos profesionales que tuvimos la mala suerte encontrarnos con el terrorismo”.
El director de El Correo sostiene que en esa segunda etapa “fuimos más beligerantes y más dignos, con actitudes de justa contundencia” y “aunque llegamos tarde, los periodistas no hemos sido los que más hemos mirado para otro lado y no saldremos los peor librados en la historia”.
El punto más débil del comportamiento de los medios fue para Martinez el tratamiento a las víctimas. “Nos faltó humanidad y capacidad de distinguir a todas las instituciones que las víctimas eran lo primero. En esta etapa nos van a ocupar mucho. Tenemos que atenderles y rendirles homenaje, evitando las utilizaciones partidistas. Se lo debemos”.
El director de Deia coincide: “Hemos maltratado a las víctimas al no prestar la debida atención a su dolor. Fuimos observadores y nos equivocamos porque ante el dolor hay que tener una sensibilidad especial”. Zupiria se encuentra hoy más reconfortado porque parte importante de las víctimas, las de ETA, están reconocidas. Pero está preocupado porque las otras víctimas, las de la Guerra civil, las del franquismo, los grupos parapoliciales y del Estado “siguen teniendo un trato de segunda”.
Los informadores que sufrieron 140 ataques entre 1992 y 2002 defienden que “no debemos alentar venganzas ni climas de persecución”
El director de El Correo insiste en que en esta etapa, con el cese final del terrorismo, es “prioritario recordar que no se hicieron bien las cosas con las víctimas,” y cree, también, que “hay que atender a todas”. Pero defiende que los periodistas “no debemos alentar venganzas ni climas de persecución”.
Esta filosofia llevó a su diario a mantener una actitud “paciente y comprensiva” en el último intento de final dialogado entre el Gobierno de Zapatero y ETA, en 2006. “Si era posible un final pacífico y digno había que intentarlo. Torpedearlo hubiera estado en contra del deseo de la mayoría de los vascos”. “Sé que es complicado entenderlo fuera de aquí. Pero nosotros sufríamos el terrorismo directamente y terminar con algo que amenazaba con quitarte la vida era lo prioritario. El día que ETA anunció su cese definitivo, titulamos en primera !Por fin!. Nos salió del alma”.
Del mismo modo, Martinez recuerda cómo cuando la izquierda abertzale empezó a desmarcarse del terrorismo de ETA en El Correo “nos volcamos informativamente”. “Algunos podían pensar, sobre todo fuera de aquí, que les hacíamos el juego. Pero pensábamos que contribuíamos al final del terrorismo. Y el terrorismo se acabó”. “Entonces y hoy tenemos una linea editorial que nada tiene que ver con lo que piensa la izquierda abertzale. Pero es compatible con informar sobre sus actividades y mantener una relación normal con ellos mientras respeten las reglas democráticas. A la vez que les recordamos que tienen pendiente un reconocimiento de su falta de comportamiento ético en las décadas del terrorismo. Y a toda la sociedad, la deuda que tenemos con las víctimas”.
“Hemos sufrido mucho, pero esta nueva etapa no hay que abordarla con espíritu de venganza. Pero tampoco olvidar esta tragedia”
Surio, que era corresponsal político de El Diario Vasco, durante el final dialogado de ETA, admite: “Apoyé aquel proceso, con sus contradicciones, como la mayoría de los vascos. Fue un intento digno de dar carpetazo a un conflicto enquistado que provocaba un inmenso dolor. Euskadi estaba en emergencia y necesitaba soluciones democráticas, que se cerraran las heridas y la izquierda abertzale se integrase. No era cuestión de blanco o negro. Afortunadamente, al final, se logró”.
El jefe de opinión de El Diario Vasco asegura que “hemos sufrido mucho, pero esta nueva etapa no hay que abordarla con espíritu de venganza. Pero tampoco olvidar esta tragedia. Como decía Ramiro Pinilla, antes de pasar la página, hay que leerla, pensando en las futuras generaciones”.
El director de Deia valora la “labor pedagógica” sobre el terrorismo que hizo el Gobierno vasco con los medios de comunicación de Euskadi, desde el Pacto de Ajuria Enea, en contraste con el Ejecutivo central y los medios nacionales, sobre todo, al romperse el consenso antiterrorista en 2004, estando el PP en la oposición. Eso y las ganas de acabar con el terrorismo de la sociedad vasca explica el distinto tratamiento que ha tenido el final de ETA en los medios vascos y españoles, a juicio de Zupiria. Estima que el papel de la prensa ahora consiste en “recuperar la memoria histórica, pero extendiéndola a todas las víctimas, otorgándoles el protagonismo, pero sin exclusivismos”. Y ofrece el apoyo editorial a “todas las iniciativas de acuerdo” en esta dirección.
“Cuando mataron a compañeros como López de Lacalle y Oleaga no fuimos ni siquiera a visitar a sus familias”, recalca el director de Berria
Martxelo Otamendi (Tolosa, 1957), es director desde 2003 del único diario redactado exclusivamente en euskera, Berria, sucesor de Egunkaria (1990-2003), clausurado por el juez del Olmo, en febrero de 2003, bajo la acusación de “tener relaciones con ETA”. Otamendi, entonces director de Egunkaria, fue detenido con media docena de compañeros y estuvo cinco días en dependencias de la Guardia Civil, a cuya salida denunció torturas. En 2012, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo condenó al Estado español por no investigar las torturas denunciadas por Otamendi. Dos años antes, en 2010, la Audiencia Nacional absolvió a Otamendi y sus compañeros. Concluyó que la clausura de Egunkaria “no tenía cobertura constitucional” y que “no había pruebas de la presunta relación de Egunkaria con ETA”.
Otamendi, periodista próximo a la izquierda abertzale, asegura que lo sucedido con Egunkaria le ha cambiado. “Estábamos atrincherados. Cada medio se preocupaba de sus víctimas. Nosotros también informábamos de los atentados de ETA, pero ni hacíamos el despliegue de otros medios ni defendíamos la misma linea editorial de sus condenas. Los medios no nos hemos acercado de la misma manera a las víctimas. Cada uno tiene que hacer su propia revisión crítica del pasado. En nuestro caso, no lo hicimos bien. Cuando mataron a compañeros como López de Lacalle y Oleaga no fuimos ni siquiera a visitar a sus familias”.
La clausura de Egunkaria, en 2003, no contó con la solidaridad de los medios más importantes de Euskadi, que sufrían en aquel momento un fuerte acoso de ETA. Se remitieron en sus editoriales a lo que la justicia decidiera. “Recibimos la medicina que nosotros les habíamos dado antes”, admite Otamendi. “Como nosotros no habíamos actuado bien, no habíamos sido solidarios, no me quejo”.
Tras el Pacto de Ajuria Enea, de 1988, los directores empezaron a ser más beligerantes contra ETA y su entorno y los medios abertzales
El director de Berria aprovechó el ataque de ETA contra EITB el 30 de diciembre de 2008 para resarcirse de su actitud de indiferencia con sus compañeros periodistas. Organizó una delegación de medios abertzales que se presentó en las instalaciones de EITB para expresar su condena del atentado y la solidaridad con la institución atacada. El Correo destacó al día siguiente la noticia.
Otamendi recuerda cómo hasta los años noventa, la relación entre los directores de los medios vascos era buena. “Solíamos reunirnos en un jurado con motivo de la elección del Vasco universal del año. Aquello terminó cuando algunos directores tuvieron que ser escoltados”.
El director de Berria precisa cómo tras el Pacto de Ajuria Enea, de 1988, los directores empezaron a ser más beligerantes contra ETA y su entorno y a marcar distancias con los medios abertzales. Pero la principal percepción del cambio de actitud la tuvo cuando ETA amenazó mortalmente a periodistas y mató. “En ese momento, periodistas que habían sido críticos con las torturas y abusos policiales, dirigieron sus críticas exclusivamente contra ETA, e incluso, dejaron de saludar a periodistas abertzales”.
El director de Berria cree que hoy la situación ha mejorado. “Existe diálogo entre periodistas de todos los medios. Cada medio debe hacer su propia revisión crítica. Yo no voy a decir la que tienen que hacer los demás. Nosotros ya hemos empezado la nuestra”. Recuerda, por último, cómo Javier Salutregui, director del clausurado diario Egin por el juez Garzón en 1998, sigue aún en la cárcel.
Matar al mensajero, “México es uno de los países más peligrosos para los periodistas” según Reporteros Sin Fronteras, en su día lo fue el País Vasco con ETA y sus “acciones selectivas contra agentes del enemigo”.
@SantiGurtubay
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