En el Cabildo de Benito Juárez “reposan” planteamientos para modificar el Reglamento de Tránsito. Algunos son aplicados por los agentes de la corporación de manera discrecional, arbitraria, en perjuicio de conductores y de la imagen institucional.
La Dirección a cargo de Rodrigo Alcázar Urrutia entiende que la actualización de las reglas es necesaria para la movilidad eficiente de una ciudad con más de 300 mil vehículos y superior al millón de habitantes, cuyo crecimiento no se detiene.
Algunos ejemplos: El artículo 61 plantea “manejo negligente”, una descripción vaga para el provecho de los elementos. Alcázar pone la siguiente lógica: “Todo lo que hagas en contra del Reglamento de Tránsito es manejo negligente”. Es decir, conducir alcoholizado, con celular, sin el cinturón, al volarse un alto o estacionarse mal.
El de tránsito, por lo general, lo aplica cuando pretende un beneficio. Es uno de los más caros y lo cuadra con cualquier error cometido. No tiene sentido, porque la infracción debe ser precisa y justificada.
Adicionalmente se presentó un proyecto para implementar 90 cruceros semaforizados “inteligentes”, así como diez más nuevos que urgen en distintas zonas. También se mandó una solicitud para comprar grúas y acondicionar un terreno como corralón municipal para acabar con los abusos de las empresas y poder recaudar fondos propios.
Lo mismo para los del transporte público que no circulan por el carril derecho, quienes debieran recibir castigos mayores. O el uso de polarizados, que debería revisarse ya con la tecnología que no ha llegado para medir en términos de “transferencia de luz” y no por “humos”, lo cual se presta a confusiones.
Este último ya fue corregido y precisa que no se debe tener un polarizado menor a 28%. Pero transcurrieron años para que inclusive las unidades de transporte público dejaran de portarlo, pues se escudaron en una mala redacción del ordenamiento legal.
Disposición e ideas salen de la administración 2016-2018 de Remberto Estrada Barba, aunque a veces falta voluntad política de la contraparte, en la que debe prevalecer el sentido común