Jorge González Durán.- Oficio de impostores
En Quintana Roo, cuando hablamos de culturas indígenas, no nos referimos al pasado, sino que aludimos a pueblos y comunidades vivas y actuantes. Estas comunidades de la Zona Maya, es decir, los municipios de Felipe Carrillo Puerto, José María Morelos y Lázaro Cárdenas, han recibido y reciben atención preferente del gobernador Roberto Borge Angulo.
Quintana Roo es una geografía fecundada por los mayas que mantuvieron la fortaleza de su cultura a pesar de la sangrienta guerra social iniciada en Tepich el 30 de julio de 1847, y que finalizó poco más de medio siglo después en la antigua Chan Santa Cruz, la actual ciudad de Felipe Carrillo Puerto.
Finalizada la confrontación violenta con los conquistadores, la resistencia indígena fue cultural… los mayas preservaron su idioma y siguieron practicando sus tradiciones y costumbres, que sobreviven a más de 500 años del descubrimiento de nuestro continente.
La modernidad de Quintana Roo sería estéril si no fuéramos capaces de respetar la identidad y la historia de los descendientes directos de aquellos indígenas que lucharon en la llamada “guerra de castas”.
Uno de los resultados de la lucha de los mayas es precisamente la creación del Territorio Federal de Quintana Roo, el 24 de noviembre de 1902, antecedente del autogobierno que posibilitó la erección del estado el ocho de octubre de 1974.
Es un deber moral preservar y exaltar la grandeza del linaje maya para que siga siendo el orgullo de las futuras generaciones de quintanarroenses.
Y no podría ser de otra manera, porque de lo contrario estaríamos caminando hacia el futuro con el alma fragmentada.
En Quintana Roo, como en todo el antiguo territorio donde floreció la milenaria cultura maya, existen vestigios arqueológicos que nos asombran y nos deslumbran, pero más allá de esas piedras ilustres cuyo fulgor no ha deslavado el tiempo, están las comunidades donde viven, trabajan y crean los descendientes de los constructores de esos centros ceremoniales precolombinos.
De alguna manera se puede afirmar que en el perfil de la sociedad quintanarroense de hoy, los valores de la cultura maya son compartidos por la mayoría de los habitantes de la entidad, cualquiera que sea su origen.
El Chilam Balam de Chumayel anticipó hace siglos: “no hay verdad en la palabra de los extraños”. Y Lidia Cacho y Pedro Canché, aunque éste último sea de Carrillo Puerto, son extraños a los mayas. Son impostores porque no defienden ni conocen a los mayas. Sólo usan su nombre con fines deleznables. Son engañabobos. Ese es su oficio.