CORRE LA VOZ
Por: Jorge Castro Noriega
No pudo avanzar en la carrera por la candidatura a la gubernatura; tuvo que entregar casi la mitad del territorio municipal para la creación del onceavo municipio; le rechazaron en el Congreso su intención de cobrar más impuestos a los ciudadanos a los que en campaña prometió que “conmigo tú ganas más”, y ahora, la última de Paul Carrillo, es una estrategia que tiene en la mira de pasar a la historia como el alcalde que intentó –no creemos que lo logre– borrar el nombre del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, al municipio que gobierna, para rebautizarlo simplemente comoCancún.
Este lunes, el edil benitojuarense, que se ha destacado últimamente por perder de todas, todas, dijo que al ceder Benito Juárez los poblados de Puerto Morelos y Leona Vicario para dar paso al undécimo municipio, el nombre del ex presidente oaxaqueño ya no podrá sostenerse en esta demarcación, aunque sin explicar por qué razón.
Fue como ver un soplo de aire y la aparición de una rosa blanca a cuadro, cuando le preguntaron a Paul qué va a pasar con el nombre del municipio ahora que cedió parte de su terreno al neo gobierno de Puerto Morelos, atinando sólo a responder que “es un tema que en algún momento entrará en debate seguramente, porque esto es solo Cancún ya”.
Literalmente, dijo en su discurso ante los medios de comunicación durante el brindis de fin de año ofrecido por la Comuna local, que la pregunta de que si Cancún va a seguir siendo Benito Juárez, “lo hicieron pensar”.
Y es que el milagro que hizo pensar a Paul Carrillo fue el hecho de que ya no se tiene la carga de Leona Vicario y tampoco la dePuerto Morelos. Luego entonces, ¿por qué no dejarlo sólo comoCancún? “¡Porque esto es sólo Cancún ya!”, dijo de manera textual.
Pero el rayo de luz guadalupano al parecer lo cegó y no le dejó ver que antes del aeropuerto existe un nada pequeño y por el contrario muy significativo Ejido llamado Alfredo V. Bonfil, que aunque le cueste trabajo recordarlo a Paul lo va a tener que seguir manteniendo con esa denominación, porque se ve muy difícil la tarea de convencer a esos bragados ejidatarios norteños de que cedan el nombre que con tanto orgullo ostentan, nomás porque al alcalde amaneció con la ocurrencia de que sería buena idea que adoptaran el de la “olla de serpientes”.
El peso de la historia, el legado del ilustre indígena de Guelataoque llegó a gobernar México, corren peligro si alguien no convence al ocurrente Paul de que borrar casi 46 años –que se cumplirán en abril próximo– de que éste destino turístico adoptó su nombre, no es precisamente el mejor legado que puede dejar.
Porque además, está el otro dilema: ¿A dónde mandaría a esconder el monumento a Benito Juárez que hasta hoy está enclavado en la Plaza de la Reforma?
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