Buena parte de razón tiene el candidato a senador por el Morena y mandamás de ese partido durante los últimos meses, José Luis Pech Várguez: no importa la valoración de los candidatos presidenciales tras el primer debate celebrado el domingo, pues no tendrá mayor influencia en las intenciones de voto que todavía lidera con holgura Andrés Manuel López Obrador.
Coincidimos en principio, pero hay que tomar en cuenta que si bien el balance de intenciones de voto no se verá afectado en lo inmediato, el claro, rotundo ganador del coloquio Ricardo Anaya Cortés, abanderado de Por México al Frente, podría significar un punto de partida para construir una oposición real desde la plataforma PAN-PRD-MC frente al aventajado, que lo más probable es que haya alcanzado su techo electoral desde hace mucho tiempo, lo que implica que no tiene espacio para subir mientras que de caerse a nadie se le niega el derecho.
Muy buena estrategia fue la de Andrés Manuel López de evitar polemizar, apenas responder y nunca guerrear. El respetable, la masa electora de nuestro país, sigue teniendo incrustada en el alma la figura de Pepe el Toro –Pepe el Peje–, del carpintero pobre pero honrado, víctima de la mezquindad de los ricos, contra quien todo y todos se ensañan.
No mintió –fue evidente– cuando con voz de Pedro Infante en el peor de los transes melodramáticos acusó a los otros cuatro candidatos de hacerle “montón”. Si algo se recordará de este que ha sido el mejor debate electoral presidencial de la historia será que se caracterizó por los ataques contra el sempiterno candidato. Eso incluso pudiera ayudarle a ganar un par de puntillos en lo inmediato.
Si Ricardo Anaya sigue en ese tenor de joven maravilla pudiera al mediano plazo remontar bastante, aunque no sabemos si sería suficiente para alcanzar a Andrés Manuel. Difícil sí está, pero la sensación que dejan los correligionarios del segundo aquí, allá y acullá es de que lo único que saben hacer es rezarle al Santo Niño de Macuspana.
Pueden estar tranquilos los seguidores de López Obrador en el sentido de que la figura iluminada de su candidato quedó impoluta y razonablemente pueden suponer que si no enloquece –como ya ha sucedido– y sigue en su plan de recorrer hierático el país, en contacto con el pueblo –que es su verdadera fortaleza– resistirá incluso la chaqueta del empresariado, especialmente del súper magnate Carlos Slim Helú; difícil les será ya endilgarle la etiqueta de “peligro para México”.
Pero algo que deben tener muy claro los candidatos del Morena en todo el país es que a pesar de que su gurú se mantenga en el topus uranus cada cual deberá de ganar su propia elección, aprovechando ese importante apoyo, pero la peje-marea no le alcanzará para ganar a quien cuelgue la hamaca en vez de luchar por los sufragios.
En Quintana Roo, cargo por cargo en disputa, encontramos de repente la combinación de un candidato morenista débil frente a un rival sólido, por lo que el efecto AMLO pudiera no ser suficiente. Allá ellos si lo ven así o se confían.
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