EL BESTIARIO POR SANTIAGO J. SANTAMARÍA
La Audiencia de la capital de Navarra en su ‘fallo’ condenados a nueve años por abuso sexual, pero no por violación, a los cinco juzgados por ‘violación grupal’ a una joven antes de los encierros de los toros que popularizó internacionalmente el escritor estadounidense en su libro ‘Fiesta’, en tierras del Opus Dei. El Gobierno de España revisará la tipificación de las agresiones sexuales y su ministro de Justicia, Rafael Catalá, se ha referido a la “deleznable agresión sexual sufrida por una joven”. “No es una sentencia firme ya que la defensa de la víctima ha anunciado que presentará recurso a la misma y lo mismo va a hacer la Fiscalía”. “El Gobierno siempre ha estado y va a estar con las víctimas y va a seguir luchando contra esta lacra de violencia contra las mujeres”. La Policía Nacional española ha publicado un tuit, en el que se limitan a repetir que #NoesNo y en el que muestran su solidaridad con las mujeres con un “estamos contigo”…
La Audiencia Provincial de Navarra ha condenado a 9 años de prisión y a cinco años de libertad vigilada tras el cumplimiento de la pena a cada uno de los cinco miembros del grupo conocido como La Manada, juzgados en la capital navarra por la violación grupal de una joven en Pamplona durante los Sanfermines de 2016. Sin embargo, los cinco han sido condenados por delitos continuados de abuso sexual con prevalimiento, pero no por violación, ya que el tribunal no ha apreciado el delito de agresión sexual, que implica violencia e intimidación en la perpetración del ataque, según la sentencia que ha sido leída este jueves en el Palacio de Justicia de Navarra. Los dos términos clave de este proceso judicial son consentimiento y prevalimiento. El primero supone una “manifestación de voluntad, expresa o tácita, por la cual un sujeto se vincula jurídicamente”. El segundo lo comete quien se “vale o sirve de algo” para sacar “ventaja o provecho propio”. El Código Penal castiga como abuso sexual las relaciones con personas de 13 a 18 años que carezcan del consentimiento del menor y las que incluyan el prevalimiento del mayor para conseguir el acceso carnal. La tarea principal del tribunal que juzgue este asunto consistirá en discernir y determinar si existieron, o no, asentimiento y/o aprovechamiento. También tendrán que indemnizar conjuntamente a la víctima con 50.000 euros. Los cinco acusados, que están en prisión preventiva desde julio de 2016, se enfrentaban a una petición fiscal de 22 años de prisión cada uno. Ni la víctima ni los acusados han estado presentes en la lectura del fallo de la sentencia, en audiencia pública. Uno de los magistrados ha emitido un voto particular en el que aboga por la absolución. El fallo ha generado protestas a las puertas del Palacio de Justicia.
La periodista de la Cadena Ser Pepa Bueno ha planteado una cruda reflexión, tras el ‘fallo’ judicial de La Manada. Refleja el sentir de los millones de personas que se lanzaron a las calles de las ciudades y pueblos de España para mostrar su desacuerdo con la decisión de los jueces… “Las mujeres sabemos hoy que si cinco hombres te rodean en un portal, te usan como si fueras una cosa de todas las maneras y por todos los sitios de tu cuerpo que creen oportuno, lo graban y se ríen, te sujetan y voltean y luego te dejan tirada…. eso no es una violación”, ha planteado. De este modo, Bueno matiza: “Porque no te han puesto una navaja al cuello y tú no te has resistido lo suficiente para tener huesos rotos o moratones en los brazos, la cabeza o las piernas. Los otros moratones, por dentro y por fuera, al parecer, no importan”. “Parece evidente que algo falla cuando la ley o su aplicación no es percibida como justicia por millones de mujeres y de hombres que salieron a la calle a decir que cuando un acto sexual no es consentido, el acto en sí mismo es la violencia”, continúa Bueno, antes de sentenciar: “El cuerpo de una mujer no es una cosa”.
Duele leer los hechos probados en la sentencia de La Manada. Que la víctima fue, y esto es literal, “rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión, se sintió impresionada y sin capacidad de reacción. Que sintió un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad”. Hechos probados. Y después de describir nueve accesos carnales y de aceptar la versión de la víctima de que no fueron consentidos, el tribunal concluye que no hubo violación, que no hubo agresión sexual. Que fueron abusos continuados. Es incomprensible y cuando la justicia resulta incomprensible la justicia tiene un problema y la sociedad también, por muchas explicaciones técnicojurídicas que se den. O hay que cambiar el Código Penal, o hay que formar en género a quienes lo aplican. Pero parece evidente que algo falla cuando la ley o su aplicación no son percibidas como justicia por millones de ciudadanos españoles que salieron de sus casas a decir que cuando un acto sexual no es consentido, el acto en sí mismo es la violencia. Y que el cuerpo de una mujer no es una cosa, no es una casa ni un bolso que cuando lo roban precisa de una agresión extra para que se considere robo con violencia. Este es el debate que abría el caso de La Manada: ¿qué es violencia sexual?
Los magistrados consideran que los hechos se produjeron sin violencia ni intimidación, la diferencia según el Código Penal
Es una primera sentencia, todas las partes van a recurrir. Veremos qué dice el Tribunal Superior de Justicia de Navarra y después, si llega, el Tribunal Supremo de España. La prensa mundial lleva a primera plana la indignación por el fallo de La Manada. Los medios destacan que no se reconozca el delito de violación y la oleada de solidaridad con la víctima. La prensa internacional ha puesto el foco en La Manada. Las portadas de los principales medios escritos y los noticieros de las televisiones más reconocidas han reflejado en las últimas horas la indignación generada en España a raíz de la condena de nueve años de cárcel por un delito de abuso sexual continuado impuesta por la Audiencia de Navarra a cada uno de los cinco acusados de violación de una chica de 18 años en los Sanfermines de 2016. Estos medios han analizado la sentencia, conocida ayer, con una doble vertiente: la judicial, analizando por qué finalmente no ha habido condena por violación, y la social, la de las manifestaciones masivas que ayer inundaron las principales ciudades de España en una marea solidaria con la víctima. Como en los medios españoles, estas informaciones han cosechado numerosos comentarios de ciudadanos indignados por la levedad de la pena y que reclaman leyes más duras y claras contra las agresiones sexuales.
La decisión de la Audiencia Provincial de Navarra, que ha acordado castigar a los autores del llamado caso de La Manada por abuso sexual y no por violación, supone que los magistrados consideran que los hechos se produjeron sin violencia ni intimidación. Esa es, fundamentalmente, la diferencia entre los abusos y las agresiones sexuales según el Código Penal. El hecho, en ambos delitos, es el mismo: atentar contra la libertad sexual de una persona. Si hay violencia o intimidación es agresión -penada en su tipo básico con uno a cinco años de cárcel-; si se considera que no los hay, abusos -castigada con prisión de uno a tres-. Cada uno de estos tipos básicos, además, tiene distintas posibilidades. Y ambos recogen como subtipo agravado que se haya producido penetración (vaginal, anal o bucal, o a través de objetos). La sentencia de La Manada señala que, según la jurisprudencia del Tribunal Supremo, la violencia exige una agresión física con fuerza para doblegar la voluntad de la denunciante, lo que considera que no ha quedado acreditado. En cuanto a la intimidación, como construcción jurídica y jurisprudencial, señalan que se define como “constreñimiento psicológico, consistente en la amenaza o el anuncio de un mal grave, futuro y verosímil, si la víctima no accede a participar en una determinada acción sexual”.
En las concretas circunstancias del caso, no apreciamos que exista intimidación a los efectos de integrar el tipo de agresión sexual», señala la sentencia. “Por el contrario, estimamos que los procesados conformaron de modo voluntario una situación de preeminencia sobre la denunciante, objetivamente apreciable, que les generó una posición privilegiada sobre ella, aprovechando la superioridad así generada, para abusar sexualmente de la denunciante quien de esta forma no prestó su consentimiento libremente, sino viciado, coaccionado o presionado por tal situación”. Los magistrados no consideran que haya violencia ni intimidación, pero sí un consentimiento viciado. Por eso los condenados han sido penados según lo que dispone el artículo 181.3 del Código Penal, que castiga los abusos sexuales cuando el consentimiento se haya obtenido “prevaliéndose el responsable de una situación de superioridad manifiesta que coarte la libertad de la víctima”. Como, además, los hechos delictivos incluyen múltiples penetraciones, la pena a imponer según la ley era de cuatro a 10 años. Los magistrados han impuesto nueve.
El tipo básico de agresión sexual, regulada en el artículo 178 y siguientes del código penal, exige que el atentado contra la libertad sexual se haya producido con violencia o intimidación. La violación, propiamente dicha -denominada así en el código-, se produce cuando los hechos “consisten en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de miembros corporales u objetos por alguna de las dos primeras vías”. En este caso la pena es de 6 a 12 años y puede llegar hasta los 15 si concurren determinadas circunstancias agravantes. La cuestión clave para analizar la sentencia de La Manada es la diferencia entre intimidación y abuso de superioridad manifiesta. La diferencia entre ambas no siempre es clara, y hay algunas situaciones que, según los juristas, pueden ser fronterizas. El Tribunal Supremo tendrá la última palabra.
“Protestas en España tras la absolución por violación en grupo de cinco hombre a un adolescente”, titulaba a su vez The Guardian
En el Reino Unido, la cadena pública BBC llegó a abrir su web durante horas con esta noticia y luego pasó a ser tercera durante toda la noche de ayer; además le dio esa misma posición en los titulares de sus informativos de radio y televisión. Su cobertura sobre las manifestaciones es la quinta más leída del día, en una jornada en la que la histórica cumbre entre las dos Coreas copaba la actualidad. “Protestas en España tras la absolución por violación en grupo de cinco hombre a un adolescente”, titulaba a su vez The Guardian, en una noticia viralizada además por la actriz Jessica Chastain. The Independent, con crónica de su corresponsal, destaca la oleada morada de solidaridad y recuerda que los condenados grabaron la violación con sus teléfonos móviles y se vanagloriaron de lo que habían hecho en el grupo de WhatsApp del que procede el nombre de la pandilla, La Manada, o ‘Wolf Pack’, como destacan estos medios en inglés.
La Policía Foral de Navarra ha advertido sobre una “difusión masiva de fotogramas” de los vídeos sobre la supuesta violación grupal en Sanfermines de 2016, que fue juzgada recientemente en la Sección Segunda de la Audiencia de Navarra. Ante este hecho, las autoridades policiales han recordado a través de las redes sociales que quienes difundan estas imágenes pueden adquirir “responsabilidad penal por un delito contra la intimidad (artículo 197.7 del Código Penal)”. Estos fotogramas se corresponden con los vídeos que grabaron los cinco acusados -conocidos como La Manada, ya que así se llamaba el grupo de Whatsapp en el que hablaron de los hechos-. Estos vídeos han sido utilizados como prueba tanto por las acusaciones como por las defensas durante el juicio. Los acusados estaban en prisión a la espera del veredicto y seguirán hasta que se ejecuten los recursos.
La fiscalía solicitaba una pena de 22 años y 10 meses de prisión para cada uno de los acusados y 100.000 euros de indemnización a la víctima por daños morales. El Ministerio fiscal afirmó durante la presentación de su informe de conclusiones que los hechos “se produjeron sin consentimiento y bajo violencia e intimidación”, y consideró que “las pruebas son absolutamente contundentes”. Los cinco acusados: el guardia civil Antonio Manuel Guerrero Escudero; el militar Alfonso Jesús Cabezuelo; Jesús Escudero; Ángel Boza y José Ángel Prenda.
El juicio a La Manada, como se autodenominaban los cinco supuestos violadores de una chica de 18 años en los Sanfermines de 2016, tuvo una amplia trastienda. Pese a desarrollarse a puerta cerrada, ha sido retransmitido en diferido día a día hasta que quedó visto para sentencia. Los focos y las cámaras han atraído a unos y espantado a otros. Expertos e inexpertos en causas de agresión sexual han nutrido un procedimiento por el que han pasado más de 60 testigos. La suerte de los cinco acusados de la violación grupal de Pamplona quedó en manos de los tres magistrados, dos hombres y una mujer, que componen la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Navarra. Estas son las claves del caso tras 11 sesiones de vista oral.
“La Manada, he estudiado vuestras vidas y tenéis un problema si no entendéis lo que hicisteis”, escribía Andros Lozano en El Español
En el proceso están personados tanto el Ayuntamiento de Pamplona como el Gobierno de Navarra (en este caso, en cumplimiento de la Ley Foral de Atención a Víctimas de Violencia de Género). Las defensas trataron, infructuosamente, de evitar esa personación. Ninguno de los acusados respondió a sus preguntas por considerar su personación de “carácter político”, según el abogado Agustín Martínez Becerra. “La Manada, he estudiado vuestras vidas y tenéis un problema si no entendéis lo que hicisteis”, titula Andros Lozano. Su reportaje acapara la atención de millones de seguidores del periódico online El Español de Pedro J. Ramírez, ex director de El Mundo.
“Probablemente, ningún otro periodista en España haya pasado más tiempo que yo durante el último año y cuatro meses tratando de contar quiénes son los cinco acusados de la violación de San Fermín, que desde el lunes 13 de noviembre se sientan en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Navarra. Ese esfuerzo, por supuesto, no conlleva mayor o menor acierto ni honra que el de los compañeros de otros medios. No vean ansias de protagonismo en mis palabras. Al contrario. Les aseguro que en más de una y en más de diez ocasiones he deseado no haberme adentrado en las vidas de estos presuntos violadores. Cuánto más lo hacía, más me perturbaba. Pero era mi trabajo…
El periodismo es, entre otras muchas cosas, contarle a la gente quién es esa otra gente que trastoca la vida de una chica que sólo buscaba disfrutar de una noche en la fiesta grande de Pamplona. Y hay que hacerlo más allá de sumarios, instrucciones, autos y formalismos judiciales. Por la labor de los medios hoy se sabe que varios de ellos son miembros de la peña radical de fútbol Biris Norte, que tres tienen condenas previas de cárcel, que uno era guardia civil en prácticas y otro peluquero en la barbería de su tío en Triana, o que en Pozoblanco (Córdoba), dos meses antes de entrar en prisión, cuatro de ellos se grabaron otro vídeo abusando de una joven inconsciente dentro de un coche (estos hechos se encuentran en fase de instrucción)”.
Los miembros de La Manada, ‘los lobitos sevillanos de Amate’, siguen creyendo, en sus más profundos adentros, que no violaron a nadie
Todo el mundo conoce a los encausados como La Manada. Se les acusa de la violación grupal de una joven de 18 años en los Sanfermines de 2016. Y es cierto: la Justicia dictará su sentencia, pero la calle, la gente, quería saber el tipo de personas que son esos cinco “lobitos” que empezaron a llamarse así cuando apenas eran unos críos y ya paseaban en grupo (o en manada) por las calles del distrito sevillano de Amate, donde se criaron y se conocieron. Este lunes -ropa planchada; barbas rasuradas o perfiladas; caras de ángeles llevados al infierno- los cinco amigos escucharon el relato de Elena Sarasate, la fiscal que volvió a pedir para ellos 22 años y 10 meses de prisión. Por sus expresiones faciales, por sus gestos como llevarse las manos a la cabeza durante algunos pasajes de la fiscal, los miembros de La Manada siguen creyendo, en sus más profundos adentros, que no violaron a nadie.
Quizás esa sea la peor conclusión de todas en este juicio: se les condene o no, los acusados piensan que llevar a una chica de 18 años a un rellano, bajarle la ropa, arrinconarla, obligarla a practicarles felaciones a todos ellos y penetrarla varias veces sin que ninguno llevase condón, agarrarla de la cabeza y dirigirla hacia sus genitales como si de una muñeca se tratara, no escucharla gozar ni pedir nada en concreto, pasar con ella 17 minutos, robarle después el móvil y dejarla sola, puede considerarse como sexo consentido, voluntario, buscado.
El tribunal determinará si deja en libertad o mete en la cárcel a los miembros de La Manada, pero mucha gente está interpretando de una manera enfermiza el sexo y de un modo completamente asqueroso lo que es la mujer y no sólo en Pamplona, ciudad navarra que internacionalizó el Nobel de Literatura Ernest Hemingway.
Las revelaciones desencadenaron el movimiento #MeToo, tras las acusaciones de abusos contra Harvey Weinstein
Las actrices Ashley Judd, Angelina Jolie o Gwyneth Paltrow. La cantante Taylor Swift. La estrella televisiva Megyn Kelly, la congresista de California Jackie Speier o la limpiadora de hotel Juana Melara. La revista Time ha nombrado ‘persona del año a todas ellas, a ellas y al mar de mujeres que en los últimos meses en Estados Unidos han denunciado casos de acoso sexual por parte de poderosos y dado lugar a un movimiento espontáneo conocido como #MeToo (Yo también) que ha roto el silencio sobre esa lacra sexista. ¿Por quién doblan las campanas Ernest Hemingway?
Las actrices Ashley Judd, Angelina Jolie o Gwyneth Paltrow. La cantante Taylor Swift. La estrella televisiva Megyn Kelly, la congresista de California Jackie Speier o la limpiadora de hotel Juana Melara. La revista Time ha nombrado ‘persona del año a todas ellas, a ellas y al mar de mujeres que en los últimos meses en Estados Unidos han denunciado casos de acoso sexual por parte de poderosos y dado lugar a un movimiento espontáneo conocido como #MeToo (Yo también) que ha roto el silencio sobre esa lacra sexista. El fenómeno comenzó tras el verano con la caída del todopoderoso productor de Hollywood Harvey Weinstein, al que decenas de intérpretes acusaron de distintos grados de abuso cometidos durante décadas, y ha acabado destapando las miserias de prestigiosos periodistas y cadenas de televisión, de legisladores progresistas y conservadores y de ejecutivos de la nueva economía de Silicon Valley. También ha servido para poner el foco en las víctimas mudas, las empleadas del sector servicios, como camareras y limpiadoras, con muchos menos recursos para plantar cara. Y ha sacado a la luz los abusos a hombres, como ocurrió con el caso de Kevin Spacey, si bien la inmensa mayoría de afectados siguen siendo mujeres.
La revista ilustra la portada por los retratos de varias de las denunciantes bajo el título The Silence Breakers (En español, ‘Las -o los- que rompieron el silencio’) y se refiere no solo a quienes señalaron con nombres y apellidos a los acosadores sino a todas las mujeres que han compartido las experiencias de abuso sufridas. Se trata, como explica Time, de un amplio espectro de personas que “abarca todas las razas, todas las clases de ingresos, todas las ocupaciones y prácticamente todos los rincones del mundo”. “Su ira colectiva ha provocado resultados inmediatos e impactantes”, añade la publicación.
El editor en jefe de la revista, Edward Felsenthal, destacó lo singular de esta campaña del Yo también. “Este es el movimiento social más rápido que hemos visto en décadas y empezó con actos individuales de coraje por parte de cientos de mujeres -y algunos hombre también- que salieron a contar sus propias historias”.
En 2016 fue el presidente estadounidense, Donald Trump, quien se llevó el reconocimiento como persona del año. La revista lo eligió porque, a su juicio, recordaba a América “que la demagogia se alimenta de la desesperación y que la verdad es tan poderosa como la confianza que tenemos en aquellos que la pronuncian”. El republicano se impuso en la votación a otros candidatos como su rival en las elecciones, Hillary Clinton, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan o la cantante Beyoncé. Trump quedó finalista este año, al igual que el fiscal especial Robert Mueller, quien investiga la trama rusa, la injerencia rusa en las elecciones presidenciales y la posible conchabanza del entorno del hoy presidente.
Tierras de toros bravos y de miles de seguidores del Opus Dei, institución católica, fundada por Josemaría Escrivá de Balaguer
El argumento de la fiscal Elena Sarasate, durante algún pasaje de su relato de los hechos de La Manada, en tierras de toros bravos y de miles de seguidores del Opus Dei, institución perteneciente a la Iglesia católica, fundada el 2 de octubre de 1928 por Josemaría Escrivá de Balaguer, sacerdote español canonizado en 2002 por Juan Pablo II, se extendió durante dos horas… “Nos quieren hacer creer que conocen a una chica de 18 años, con una vida normalizada, que nunca ha mantenido relaciones sexuales en grupo, que nunca ha mantenido relaciones anales ni hecho un beso negro, que ha tenido unas relaciones normales, y que después de 20 minutos de conversación decide irse con unos desconocidos para mantener una relación en grupo, con todo tipo de penetraciones, algunas a la vez y sin usar preservativo”. Las crónicas de la sesión en la que por primera vez se abrió la puerta de la sala 102 de la Audiencia de Navarra a periodistas y a público, narraban cómo la fiscal trató de desmontar la versión que han mantenido los cinco chicos desde el día de su detención, el 7 de julio de 2016.
La narración de ella (la chica) a las acusaciones le pareció tan honesta (a la fiscal) que ni siquiera omitió detalles que le podían perjudicar. Todos señalaron el reconocimiento de que se besó con uno de ellos como un punto a su favor. Y que no añadiera agresividad al modo -“agarrada”- con que le entraron en el portal. “Si bien la violencia no fue extrema o inusitada, la intimidación fue gravísima; tan grave que impidió cualquier capacidad de resistencia o huida de la víctima”, decía la fiscal para apoyar que “no hubo consentimiento” pese a que no se enfrentara a ellos.
En la sala se perfiló La Manada como un grupo de narcisistas que reían, cuchicheaban entre ellos y en el que sólo uno, Ángel Boza, se mostraba cabizbajo, ausente, con la mirada perdida. Destaca una frase del abogado de la denunciante, quien este lunes también expuso sus conclusiones tras dos semanas de juicio. El letrado subrayó que la chica no denunció por despecho, como sostienen los acusados, y que no se negó explícitamente porque entró en shock. “La víctima no tenía motivo alguno de animadversión hacia estas personas. Sabía que se aplicaría la fuerza para doblegar su voluntad”.
Pueden parecer “salvajes” y “patanes” en sus conversaciones privadas y que “no eran ejemplo de nada”, sin embargo son “buenos hijos”
Otro de los periodistas enviados a Pamplona para cubrir las dos últimas sesiones del juicio para EL PAIS, Manuel Jabois, centró su crónica en las preguntas lanzadas por la fiscal para tratar de desmontar el argumento principal de las defensas, aquel que dice que lo sucedido dentro del portal número 5 de la calle Paulino Caballero de Pamplona fue sexo consentido, que la chica sabía a lo que iba con todos ellos y que denunció por las malas formas con las que se despidieron de ella los cinco miembros de La Manada.
“¿Por qué las imágenes muestran a un grupo disperso en el que ella camina adelantada con solo uno de ellos? (…) ¿Por qué en los vídeos la chica sale con los ojos cerrados, no dice una palabra y se deja mover si los acusados dicen que fue participativa? ¿Por qué un grupo de cinco hombres que ha mantenido sexo con una mujer de mutuo acuerdo, se va dejándola semidesnuda, mientras el guardia civil le roba el teléfono móvil y deja tiradas por el camino la tarjeta y la funda?”.
Al final de la crónica, se describe otro pasaje del relato de la fiscal: “(La chica) no dudó cuando le propusieron llamar a la Policía, y ya ante los agentes le costó explicarse. Nadie de los que tuvo delante dudó de su versión. Dos días después no podía expresarse con normalidad a causa del llanto. Un año y medio después sigue en tratamiento. A una agente, aquella mañana, la agarró del brazo y le dijo: “No me dejes sola, por favor”. La chica buscaba el calor de un abrazo amigo tras sufrir la mordedura de una manada.
Al día siguiente llegó el turno de las defensas de los cinco acusados. La intervención que más atención acaparó fue la de Agustín Martínez, letrado de tres de los miembros de La Manada. Expuso unas conclusiones que resultaron antagónicas con las escuchadas un día antes en la sala. Se centró en los cambios de testimonio de la joven. Subrayó que la chica, como le reconoció a una policía, sabía que se le estaba grabando, que no entró a la fuerza en aquel portal, como señaló en su primera declaración, y que nadie le tapó la boca, como mantuvo en un principio. Martínez explicó que el juicio se celebraba tras aceptar “una escueta denuncia” basada en prejuicios sostenidos en los informes de la Policía y de los psicólogos que atendieron a la chica. Señaló que en la calle se estaba celebrando “un juicio paralelo” que buscada “desembocar en una condena”.
El letrado de José Ángel Prenda o del militar Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena llegó a citar a Gabriel García Márquez durante su exposición de los hechos. En algunos pasajes usó frases rimbombantes. Al final, reconoció que sus defendidos podían parecer “salvajes” y “patanes” en sus conversaciones privadas y que “no eran ejemplo de nada”, sin embargo dijo que son “buenos hijos”.
Ricardo González es uno de los tres jueces del caso La Manada, su voto es favorable a la absolución de los cinco
El juez Ricardo González, de la Audiencia Provincial de Navarra, pregunta a una víctima de violación: “¿Mostró usted oposición o negativa?”. La joven contestó que sí, que trató de zafarse de él. Hace dos semanas, el mismo magistrado le lanza la misma pregunta hasta en dos ocasiones a la víctima de La Manada. En esta ocasión, la chica respondió: “No hablé, no grité, no hice nada”. En su sentencia de hace cinco años el juez González condenó al violador a nueve años de cárcel. Ahora, se inclina por excarcelar a los cinco sevillanos acusados de agredir sexualmente a una joven en los pasados Sanfermines. Dicha pregunta fue clave en aquel veredicto: “¿Se opuso usted al violador?”. Las respuestas que obtuvo en ambos casos, también.
La Sección Segunda de la Audiencia de Navarra emitió un auto por el que se negaba la libertad a los miembros de La Manada. De los tres magistrados que componen el tribunal que los juzga, solo el juez González se mostró a favor de liberarles. Su posición se basa en la respuesta que dio la víctima a la pregunta que suele plantear a quienes denuncian agresiones sexuales. Como hace cinco años… ¿Qué manifestación hizo de que no quería mantener esas relaciones, cómo se lo hizo saber? “No hablaba, estaba con los ojos cerrados y no hacía nada…”. ¿Hizo algún gesto, alguna manifestación que pudiera indicar a los acusados que no quería mantener relaciones sexuales? “No hablé, no grité, no hice nada. Entonces, que yo cerrara los ojos y no hiciera nada, ellos lo pueden interpretar como que estoy sometida o como que no”. La pregunta está resultando crucial en el devenir del caso y en la decisión de los jueces sobre la condena o la absolución de La Manada. En las últimas dos semanas, los abogados de los acusados han tratado de exponer al máximo a la joven.
En resumen, el discurso que han tratado de vender es el siguiente: que una joven de 18 años, a las tres de la mañana de un seis de julio, se encuentra con cinco jóvenes en La Plaza del Castillo de Pamplona. Nunca había tenido relaciones sexuales en grupo. Nunca había hecho una orgía. Sin embargo, en apenas diez minutos, decide irse con ellos en busca de un lugar escondido en el que tener sexo con todos a la vez. No sabe exactamente cuántos son. Tampoco sus nombres, y van a mantener relaciones de esa manera sin utilizar preservativo. Ella, siguiendo el relato de las defensas, admite realizar todo tipo de actos, todo cuantos ellos deseen. Tras lo ocurrido, ellos se marchan de allí sin despedirse y robándole el teléfono…
Para esclarecer el abuso sexual de ‘La Manada’ a una joven de 18 años por cinco hombres entre 27 y 29 años, se tardó 21 meses
El camino judicial para esclarecer lo que ocurrió en la madrugada de aquel 7 de julio, Día de San Fermín, patrón de la ciudad navarra de Pamplona, ha estado repleta de acusaciones cruzadas entre la defensa de los implicados y la fiscalía. Para unos, fue “sexo consentido”, para otros, una violación. Todos los miembros del grupo han sido condenados a nueve años de cárcel por abuso sexual, pero no por violación. Estos son los hechos más destacados de una cronología que arranca hace 21 meses…
La policía detiene en Pamplona a cinco personas tras una agresión sexual múltiple (7-07-2016). Las detenciones, que se produjeron horas después de la presunta violación a una joven de 18 años en la madrugada del 7 de julio, ocurrieron en dos lugares distintos de Pamplona: cuatro de los presuntos agresores fueron localizados en la plaza de toros de la ciudad, y el último arrestado, en el interior de un turismo. Los individuos, procedentes de Sevilla y autodenominados como La Manada, grabaron los hechos, para los que se “valieron de su superioridad física”. Días más tarde, el juez los envió a prisión provisional comunicada y sin fianza y les imputó los delitos de agresión sexual y robo con violencia.
Los cinco jóvenes se sentarán en el banquillo (26-04-2017). Terminada la fase de instrucción del caso, se procedió a la apertura de juicio oral desestimándose la petición de archivo de las actuaciones solicitada por las defensas de los cinco encarcelados. De entre ellos, uno había entrado en la Guardia Civil y había sido destinado a Córdoba. En octubre de 2016, la Audiencia de Navarra ya ratificó la decisión del juez instructor de mantener en prisión provisional sin fianza a todos ellos.
La justicia rechaza por segunda vez la puesta en libertad de los cinco acusados (8-09-2017). La Audiencia Provincial de Navarra denegó la salida de los presuntos agresores por la “existencia de riesgo de fuga y reiteración delictiva”. Con el fallo, la Sección Segunda de la Audiencia ratificó la decisión que había tomado meses antes desestimando los recursos de súplica presentados por las defensas de los procesados. Además, el tribunal decidió que el juicio se celebrase a puerta cerrada para evitar “perjudicar la intimidad de la víctima y los acusados”.
Arranca el juicio con peticiones de cárcel superiores a 20 años (13-11-2017). La fiscalía exigió para cada uno de los acusados 22 años de prisión. Las peticiones ejercidas por el Ayuntamiento de Pamplona y el Gobierno de Navarra las elevaban a 26 años por cinco delitos continuados de agresión sexual, otro contra la intimidad y un tercero por robo con intimidación. La grabación fue custodiada por el juez instructor para evitar que la difusión de las imágenes provocara la revictimización de la joven. La supuesta violación, que tuvo lugar en el portal de un edificio, fue filmada en distintos archivos (siete vídeos) por dos acusados, mientras los demás tomaban fotografías del momento.
La víctima declaró que entró en “shock” y “no opuso más resistencia” (14-11-2017). En su testimonio, la denunciante afirmó que en ningún caso se trató de una relación consentida y argumentó que no opuso más resistencia física (presentaba lesiones leves) porque entró en “estado de shock”. La declaración de la víctima sucedió días después de que sus presuntos agresores rechazaran los cargos de los que se les imputaba: delito continuado de agresión sexual, robo con intimidación y delito contra la intimidad. Solo uno de ellos admitió haber sustraído el teléfono móvil de la víctima. El juez sí tomó en consideración un informe de la actividad de la denunciante en redes sociales, llevado a cabo por unos detectives privados contratados por una de las defensas que siguieron a la joven las semanas posteriores al suceso.
La Manada admite que no hubo “consentimiento expreso” (22-11-2017). La línea argumental de los cinco encausados siguió la teoría de que el suceso “se trató como una relación consentida”, sin embargo, tres de ellos no supieron aclarar ni concretar de qué manera la víctima expresó dicho consentimiento. Uno de los abogados señaló que “ellos intuyen cuando una mujer quiere o no”. Los acusados apuntaron, además, que la joven afirmó que ella “podía con dos y con cinco”, extremo que no se escucha en las grabaciones.
Juicio visto para sentencia (23-11-2017). Tras nueve largas sesiones de juicio, el informe de los detectives sobre la víctima fue retirado del sumario por parte del mismo abogado que lo presentó, Jesús Pérez, que defiende al acusado que es guarda civil, actualmente suspendido. La defensa renunció a los testimonios de varios amigos de La Manada y a la ginecóloga de urgencias “por considerarlos innecesarios”.
La fiscal cree que se produjo “violencia e intimidación” (27-11-2017). El Ministerio Público ratificó su petición de 22 años y 10 meses de prisión para cada uno de los cinco acusados y 100.000 euros de indemnización a la víctima por daños morales. La fiscal consideró que los hechos “se produjeron sin consentimiento y bajo violencia e intimidación” y estimó que “las pruebas son absolutamente contundentes”. Sobre la falta de resistencia física, la fiscal consideró que “no había otra opción razonable que dejarse”. Sin embargo, la defensa de La Manada insistió en que la víctima consintió la relación sexual y en su actitud “no se aprecia asco, ni dolor, ni sufrimiento”.
“Al entrar al portal empecé a sentir más miedo” (8-12-2017). Una semana después de quedar visto para sentencia el juicio, un medio digital local dio la declaración íntegra de la víctima, que se hizo a puerta cerrada. En ella, la víctima narra los momentos de confusión, el miedo y el desamparo que sintió durante y después de la agresión. «Estaba totalmente en shock, no sabía qué hacer, quería que todo pasara rápido y cerré los ojos para no enterarme de nada”. La sentencia a los miembros de La Manada (que se postergó cinco meses debido a la acumulación de trabajo en sede judicial) se conocerá este jueves en un acto público a través la sección segunda de la Audiencia de Navarra.
Condenados a nueve años de cárcel por “abuso sexual continuado” (26-04-2018). La Audiencia Provincial de Navarra ha rechazado la petición de la fiscalía de agresión sexual (esta pedía 22 años de prisión) y ha condenado a los acusados a nueve años de cárcel por “abuso sexual continuado”, pero no por violación. La decisión judicial ha incluido el voto particular de uno de los magistrados que ha pedido la absolución. Se les ha impuesto, además, cinco años de libertad vigilada y una indemnización a la víctima de 50.000 euros (10.000 cada uno). Durante la lectura del fallo, decenas de manifestantes se han congregado a las puertas de la Audiencia y han coreado lemas como “es violación, no es abuso” o “esta justicia es una mierda”.
La fiscal Elena Sarasate: “¿Alguien cree que en ese momento si ella dice ‘no quiero hacer eso’ o ‘no me apetece’, la dejan marchar sin más?”
“Abuso sexual”. Cuando pronunció estas dos palabras, las más famosas de su carrera judicial, el magistrado José Francisco Cobo escuchó cómo se las rebatían. Debió de sentirse un árbitro. A los treinta segundos de haber dictado sentencia, Cobo pudo escuchar, por primera vez en su vida, la reprobación del público. “Fuera, fuera”, le empezó a gritar una multitud desde el exterior. “Fuera, fuera”. Los pitidos se colaron en la sala 102 del Palacio de Justicia de Navarra, llena a rebosar. No había sido un juicio cualquiera, ni aquel era un fallo cualquiera. Se había decidido que una chica rodeada de cinco jóvenes mucho más fuertes que ella (“impresionada y sin capacidad de reacción”, con “angustia” al ver el miembro de un acusado acercándose a su mandíbula y a otro por detrás “bajándole el tanga”, mientras sentía agobio, desasosiego y estupor, manteniendo una actitud “de sometimiento y pasividad”, “acorralada y gritando” después) no había sufrido violencia ni intimidación; los mismos jueces que firmaron esos hechos probados habían firmado la sentencia.
Hasta ese momento José Francisco Cobo, presidente del tribunal que ha juzgado a La Manada, había permanecido seis minutos y treinta segundos en silencio, arrugando la boca. Subió el labio inferior al superior, cubriéndolo, y las comisuras se quedaron a la altura de la barbilla. Tenía las gafas en la mano y dirigía la mirada de la puerta al público. Cuando se sentaron los últimos estudiantes en la sala, Cobo aún dejó un minuto más de silencio. A su derecha, en la bancada lateral de la acusación, la fiscal Elena Sarasate (“¿alguien cree que en ese momento si ella dice ‘no quiero hacer eso’ o ‘no me apetece’, la dejan marchar sin más?”) tenía la expresión tranquila y una mano sobre la otra encima de la mesa; hubo un momento en que miró hacia abajo y luego levantó la mirada y la clavó en Cobo, como invitándole a empezar. La acusación del Ayuntamiento de Pamplona, Víctor Sarasa (“la víctima no podía entender lo que sucedía y entró en pánico”) se frotaba la barbilla. Mientras, enfrente, el abogado defensor de cuatro de los cinco acusados (acogió a uno más tras la catastrófica intervención de otro letrado en el juicio), Agustín Martínez, cogía aire tras llegar a la sede judicial con la toga puesta y arrastrando un trolley. Martínez (“mis defendidos pueden ser unos cerdos, unos imbéciles y unos lerdos, pero no son unos violadores”) suspiró durante el silencio interminable de Cobo; en cuanto escuchó la primera sentencia, contra el Prenda, se puso unas gafas, garabateó algo en un papel y luego cogió su iPhone para consultarlo frenéticamente.
A las 13.15, José Francisco Cobo supuso a todo el mundo acomodado y dijo: “Buenos días”. Tres minutos después, ya escuchaba un “fuera, fuera” procedente de la plaza Juez Elío, bautizada así fechas después del juicio a La Manada en homenaje a un juez republicano represaliado en la Guerra Civil, que salvó su vida gracias al comisario de Pamplona y se escondió tres años en el cuartucho de un lavadero infame antes de poder emigrar a México. Esa plaza fue ocupada por voces femeninas, voces en estado de excepción desde que se conoció la denuncia por violación múltiple de una chica de 18 años por parte de cinco jóvenes que presumían de conquistas, sexo en grupo y bromeaban con violaciones y métodos para ejecutarlas; voces que han acompañado dos años a la víctima bajo un lema, ‘Hermana, yo sí te creo’, y un movimiento que ha implosionado en España sin vuelta atrás y entregó las calles, el pasado 8 de marzo, a millones de mujeres en lucha: #metoo, yo también. “¡No es no, no es no!”, se escuchaba en la sala nada más empezar a leerse la sentencia; nada más saberse fuera, gracias a la retransmisión en directo a todo el país de la lectura del fallo, que la justicia había dictaminado que no hubo violencia ni intimidación en el abuso sexual de seis hombres a una mujer cuyo consentimiento se obtuvo “prevaliéndose el responsable de una situación de superioridad manifiesta que coarte la libertad de la víctima”. José Francisco Cobo no se inmutó. Solo cambió el gesto de su rostro un poco después, cuando el grito de la calle le interpeló directamente: “No es abuso, es violación”. Cobo estaba leyendo lo contrario: hubo abuso, pero no violación. Los gritos ahora eran muchos más y resultaba imposible no escucharlos; se adueñaron de la sala. Cobo dejó de leer dos segundos, tomando aire para el siguiente folio, y en ese momento en la sala 102 sólo se escuchó la sentencia de la calle. Luego prosiguió con la suya, pero ya con una banda sonora por debajo que le contradecía.
La sentencia ha cerrado un juicio y abierto otro, de diferentes proporciones, acerca del consentimiento o deseo de la víctima
La defensa de La Manada pedía la absolución y las acusaciones reclamaban más de veinte años de cárcel por violación. Hasta su compañero de tribunal, el magistrado Ricardo González, emitió un voto discrepante porque pidió la absolución de los acusados. En esencia, era él y Raquel Fernandina, su compañera de tribunal, contra el mundo. En los instantes previos a la lectura de la sentencia, el exterior del Palacio de Justicia parecía los aledaños de un hipódromo. Todo el mundo parecía tener la información definitiva sobre cuál sería la sentencia. El tráfico de rumores incluía desde ‘agresión sexual 3-0’ hasta ‘absolución 0-3’ con un enorme margen de resultados; las voces más autorizadas se inclinaban por condena por agresión sexual con dos votos favorables y uno discrepante. Otras dejaban caer el abuso sexual por unanimidad para evitar que, de tres jueces, dos hubiesen visto una agresión -o abuso- sexual de cinco hombres a una mujer y otro una orgía. No ocurrió: uno vio relaciones sexuales consentidas y dos vieron abusos. ¿Puede haber en tres magistrados semejante diferencia de criterio? Puede. Los tres vieron el delito en imágenes y los tres no se pusieron de acuerdo en si lo era o no. Sí coincidieron en algo: no vieron violación.
Fue el acto final de un delito al que siguió un juicio desagradable en el contexto de unas fiestas, las de San Fermín, marcadas desde el asesinato de Nagore Laffage en 2008 por resistirse a las pretensiones sexuales de José Diego Yllanes. Un juicio en el que se quiso incluir informes de espionaje a la víctima para demostrar que, al llevar una vida normal y ver determinados programas de televisión, no podía haber sido violada. Un juicio que dedicó seis horas de sesión en una sala con las ventanas empapeladas para pasar una y otra vez un vídeo de 96 segundos en el que los acusados, que grabaron el acto, mantenían relaciones sexuales de todo tipo con una chica que no sabía sus nombres, no sabía cuántos eran y los vio marcharse uno a uno dejándola desnuda mientras se llevaban su teléfono móvil. Hubo que escrutar esa grabación para tratar de discernir si los actos sexuales, las respiraciones, los gemidos y los gestos de unos y otra eran parte de una orgía concertada o una violación en masa a una chica que, paralizada según dijo, no expresó su rechazo (“si te rodean cinco hombres en un callejón sin salida y te piden el móvil y la cartera, y se los das sin decir nada, ¿puedes denunciar por robo?”, dijo en el juicio la fiscal, Elena Sarasate).
La sentencia a La Manada ha cerrado un juicio y abierto otro, de diferentes proporciones, acerca del consentimiento o deseo de la víctima, cómo calcularlo o distinguirlo, y hasta qué punto hay que expresar rechazo ante un abuso para que este pueda ser considerado agresión. Y, sobre todo, quién y cómo calcula el riesgo asumido por la víctima al resistirse. La tensión explotó cuando acabó la lectura de la sentencia entre las 200 personas que se concentraban fuera, y que siguieron el fallo con radios y móviles pegados a la oreja. Entonces se formó tal algarada que la gente empezó a pisar involuntariamente a un viejo perro labrador que echó la boca a diestro y siniestro tratando de defenderse. La policía foral reaccionó yendo hacia él para tratar de calmarlo; ese movimiento rompió el cordón y la gente aprovechó para tirar las vallas, lo que provocó varios enfrentamientos entre mujeres y policías; a algunas de ellas se les pidió la identificación.
La Manada evoca gregarismo y salvajismo, cinco hombres, entre 26 y 29 años maltrataron como cobardes ‘machitos’ a una cría de 18 años
Transcurrieron demasiados días para que el Tribunal de Justicia declarase inocentes o culpables a los procesados. Se juegan más de una veintena de años en la cárcel. Les declarará inocentes o culpables. Como ciudadanos deberemos respetar esta decisión pero podemos mostrar un desacuerdo con ella. Ahora viven nuevos tiempos de apelaciones y otras sentencias. Una, probablemente, la del Tribunal Supremo de España, puede ser la definitiva…El guardia civil y el militar de La Manada no serán expulsados y seguirán cobrando el 75% de su sueldo. El soldado Alfonso Jesús Cabezuelo y el guardia civil Antonio Manuel Guerrero, dos de los miembros de La Manada condenados a 9 años de cárcel por abusos sexuales, y no por agresión, a una joven en los Sanfermines de 2016 no serán expulsados de sus respectivos cuerpos hasta que haya sentencia firme, aunque siguen suspendidos. Fuentes del Ministerio de Defensa y de la Guardia Civil han explicado a Efe que la situación de ambos condenados, en la prisión militar de Alcalá Meco, fueron suspendidos de sus funciones cuando fueron detenidos días después de los hechos. Alfonso Jesús Cebezuelo cesó en su destino de la Unidad Militar de Emergencias (UME) en Sevilla, conforme al artículo 111 de la carrera militar, y Antonio Manuel Guerrero, en prácticas en el puesto de Pozoblanco (Córdoba), también fue revocado de su destino por decisión del director general del cuerpo el 11 de julio de 2016.En el caso del militar la condena supone además que no pueda ascender. Mientras, el agente de ‘La Benemérita’ ni siquiera había concluido el periodo de un año de prácticas preceptivo al terminar la formación en la academia.
Independientemente de estas decisiones penales y administrativas, está claro que socialmente no hay cabida para atenuantes, después de lo oído y escuchado. Me llama la atención el nombre de La Manada que me evoca gregarismo y salvajismo. Cinco hombres con edades entre 26 y 29 años, algunos de ellos con antecedentes penales, maltrataron como cobardes ‘machitos’ a una cría de 18 años, como si fuera un trapo o un fardo. Estos amigos nunca pensaron en llamarse amigos de Federico García Lorca o de Antonio Machado. A pesar de todo lo que hicieron, “son buenos hijos”. ‘Manda cojones’ como diría el Nobel de Literatura español Camilo José Cela. En su última etapa fue nombrado senador real. Una vez se quedó dormido en el hemiciclo. En su encuentro con los periodistas uno de ellos le recriminó por haberse quedado dormido. “No estaba dormido -le contestó el autor de la ‘La vida de Pascual Duarte’ y ‘La colmena’-, estaba durmiendo”. Un joven reportero comenzó a reírse. Camilo siguió explicándole… “No es lo mismo dormido que durmiendo como no es lo mismo jodido que jodiendo”.
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