Café Negro
Tengo una amiga muy querida, que todos sus conocidos consideran modelo de la joie de vivre, que va por la vida derrochando música y sonrisas pero ha sufrido mucho tiempo de los estragos de la depresión. Ella no sólo es brillante sino que posee muchas –si no es que todas– las que se suele llamar bendiciones de la vida, pero cuando como a todos nos pasa de vez en cuando tiene que enfrentar sus abismos interiores se siente triste, sin ganas de hacer nada y con poco aprecio por lo que le rodea en su existencia.
Nadie parece, por sus canciones y actitudes en sus conciertos, más capacitado para lidiar con los problemas típicos de la época, que Joaquín Sabina. Celebra el jiennense con desenfado los vicios de quien no quiere vivir 100 años, mas confiesa a sus 66 que pasó por una severa depresión que se presentó después de una crisis isquémica al medio siglo de existencia. Su concierto 500 noches para una crisis se presentará en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México en cinco fechas del próximo mes de mayo, cuando se declara en plenitud de facultades físicas y emocionales al conmemorar el decimoquinto aniversario de 19 y 500 noches, álbum que algunos enfermos de depresión consideramos emblemático de nuestras propias crisis. Para nosotros cualquier pretexto es bueno para pasar 500 noches en vela. ¿Quién pudiera reír como llora Chavela?, nos pregunta el andaluz que adoptó a Madrid, a Buenos Aires y a México como ciudades alternativas, urbes llenas de bulevares de los sueños rotos y calles Melancolía.
Mi amiga del principio, si me lee, se va a sentir identificada, pero resulta que ella es muchas amigas y muchos amigos. Mujeres muy guapas, placeres a montón y una capacidad de escribir y componer no sólo envidiables, sino reconocidas por todo el mundo, no evitaron que un Joaquín Sabina deprimido espantara a sus musas durante largos periodos de tiempo. Más canoso, aunque igual de flaco y calavera, se dice recuperado gracias a su novia, una fotógrafa peruana. A lo mejor nos está diciendo que ella fue la que abrió el directorio telefónico y le dio los datos de algún psiquiatra para tratar su enfermedad del estado de ánimo. Ni la mujer más guapa y amorosa es suficiente para curarse de la depresión sin ayuda médica. Los depresivos en plena crisis somos capaces de reconocer la belleza y el amor, pero los percibimos como algo que no nos pertenece, a lo que no tenemos derecho, aunque duerman con nosotros en la misma cama.
Yo tampoco tengo como objetivo vivir 100 años, pero ahora, que ya cuento la mitad de esa centuria, sé que no quiero suicidarme hoy. No le voy a pedir a mi doctor pastillas para no soñar, no; pero tampoco quiero pasar 500 noches en vela, pues para soñar primero hay que poder dormir.
Hay que curarnos, pero antes, aunque suene a perogrullada, es necesario saber que estamos enfermos. La mayoría, por desgracia, lo ignora.
GRILLOGRAMA
Machado…
No extrañéis, dulces amigos,
que esté mi frente arrugada:
yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entrañas