La votación histórica del 54.04 por ciento del padrón, que dio como ganador a Carlos Joaquín, le otorga un bono democrático sobrado para emprender las medidas que se propuso y que presentó como su principal oferta de campaña. Hacer rendir cuentas a quienes les sean detectadas irregularidades en el manejo de las finanzas públicas.
Ahora, en este resultado es necesaria una precisión. No se trata de un ejercicio de `alternancia´, ni tampoco de `haber sacado al PRI del gobierno del estado´. Así se ha venido presentando este desenlace electoral, que si bien es cierto remueve hasta el fondo la conformación estructural del poder en la entidad, no tiene ese alcance señalado.
Carlos Joaquín era un opositor dentro del PRI, que rompió con un grupo específico del mismo instituto político, porque le impidieron la expresión de sus legítimas aspiraciones. Su mérito fue hacerlo solo, contra la maquinaria del sistema, enderezada por ese grupo al que combatió. Y lo hizo con su esfuerzo y decisión personal, en contra de ese PRI, pero con los ciudadanos.
PAN y PRD sólo aportaron las siglas para capitalizar el hartazgo ciudadano, que nadie pudo calcular tan bien como sí lo consiguió el virtual gobernador electo.
Y llega al gobierno de la misma manera. Solo, con los ciudadanos y arrastrando el descrédito y el devalúo de los dos partidos que le ofrecieron sus logotipos, cuando ellos no tenían nada qué ofrecer. Los electores cruzaron la boleta en rechazo del PRI en general, y a favor del nombre de Carlos Joaquín.
Luego entonces, aquí no cabe tanto la palabra `alternancia´, porque el virtual mandatario electo, llegará con sus compañeros ex priístas que lo acompañaron, y con el respaldo del grupo político y económico que lo viene apoyando desde hace más de 16 años, y del cual forma parte sin duda su hermano Pedro Joaquín. Su deslinde de las siglas, fue el paso necesario porque un grupo de poder en el PRI le cerró otra vez la puerta.
No hace falta recordar, pero con este nuevo encargo, habrá ligado más de 20 ininterrumpidos años sin estar nunca fuera del gobierno. Siempre dentro del PRI. ¿Porqué habría de leerse que el PRI ya no estará gobernando? Panistas y perredistas van de acompañamiento, aunque tratarán de entrar a la repartición de cargos. Él mismo se declaró un gobernador `ciudadano´, en entrevista con Carlos Loret.
Ya en el preámbulo del 2018 tendrá que decidir su apoyo, cuando reciba las presiones del PAN con el proyecto visible de Margarita Zavala. Por lo pronto, en ningún momento ha roto con Enrique Peña Nieto, el máximo priísta.
Ahora, también hay que reconocer que el resultado de las votaciones son un magnífico bono democrático, que habrá de serle muy útil en su ejercicio de gobierno.
Carlos Joaquín cuenta con un respaldo ciudadano que además está ávido de que se haga un `ajuste de cuentas´ profundo y amplio.
En sus discursos, ya como virtual gobernador electo, se ha mantenido en el plano de la sobriedad. Ha ofrecido un ejercicio de gobierno serio, responsable y eficaz, en sus propias palabras. En alguna entrevista se refirió también a la intensidad de la campaña y los momentos de confrontación. Y dijo que es `entendible´. Pero dijo que su gobierno no tendrá reparos en vengarse agravios.
Pero es eso muy subjetivo.
Porque también habla de `justicia´, y en ese vocablo caben muchas cosas. Si la interpretación es personal, esa justicia también lo sería.
Durante su campaña habló en varias ocasiones de ataques personales, contra él, su familia y sus amigos. Se entiende perfectamente, porque es natural, que tome decisiones que manden el mensaje exacto que desea a quienes lo agraviaron.
El filósofo inglés Tomas Hobbes, resume en una frase el funcionamiento del orden político y del Estado: “El hombre es el lobo del hombre”.
Queda claro que todos los miembros de una sociedad nos movemos dentro del marco estricto de nuestros temores. Al despido, al ostracismo, a la pobreza, a la falta de libertad o a la muerte. Si traspasamos esos límites no sólo hay reglas y autoridades que las hacen cumplir y sancionar. También están los ánimos de revancha. De hacer y alcanzar justicia para deshacerse de los agravios.
Carlos Joaquín asumirá la responsabilidad más grande que hay para un político en el estado y él lo tiene bien claro. Proviene de una familia que entiende los asuntos del `Poder´ a la perfección. Su padre, Nassim Joaquín ya dio dos gobernadores y una candidata al gobierno del estado.
Y queda claro que sabe también hasta dónde deben llegar sus acciones para `aclarar las finanzas públicas´, que es base del reclamo ciudadano que nutrió sus urnas hasta desfondar las posibilidades del otrora hegemónico grupo priísta que combatió.
Junto con esa claridad en sus objetivos, se debe añadir a una cauda de sus colaboradores que también se dicen agraviados. Y aquí hay de todo.
Están los que sufrieron algún ataque por manifestar su preferencia política a favor de Carlos Joaquín, pero también aquellos que buscaron su cobijo cuando se les señalaron excesos.
Ambos, los que tienen razones y los que tienen una todavía más profunda sed de ver correr sangre, son los que añoran una guillotina en las plazas públicas para aniquilar a sus adversarios, pero con un escarnio de preludio. Si tienen chance de hacerlo, no lo van a dudar. Ya lo están disfrutando.
Carlos Joaquín está en todo su derecho, y ahora sobre todo en la posibilidad, de llevar su ajuste al panorama del estado entero. Se percibe en el ambiente esa sensación de miedo fuera de sus filas.
Vamos a ver el significado de esas dos frases que ha repetido durante su camino a la gubernatura: “Hasta las últimas consecuencias”; “Caiga quien caiga”.
Es muy difícil deslindar las emociones en cualquier decisión. Los humanos nos movemos así, con los resortes de las emociones.
El reto, en todo caso, es emprender acciones para beneficio de Quintana Roo, mientras que simultáneamente se ejecutan las medidas para hacer este ajuste profundo.
Todos esos votos son bastantes para obtener una aprobación de la ciudadanía en los dos aspectos.
Es un bono democrático que se puede usar bien, en bien del estado. Y alcanza para un poco más.
Los que no votaron en su favor, quienes no lo apoyaron o aquellos que de plano están contados en su esquema como responsables de algún agravio, deben tener miedo y con justa razón.
Faltan varias semanas para que asuma el cargo y, en el entretanto, también tendrá que hacer un ejercicio obligado de política para generar la inercia de la gobernabilidad. El Congreso del estado estará conformado por una mayoría que no apoyó su proyecto, aunque sabemos que ese no es problema. También están los presidentes municipales que no tienen las mismas siglas que lo llevaron al poder.
Sin un liderazgo priísta evidente, con una clase política huérfana enfrente, y con el respaldo ciudadano del que hablamos líneas arriba, tiene el mejor escenario para arrancar su gobierno sin problemas significativos.
Remberto Estrada en la mira
Con su triunfo, el virtual presidente municipal electo de Benito Juárez, tiene todos los reflectores apuntándole. Sin un PRI organizado y enfrascado en el análisis de su derrota, el joven político tiene un grave reto. No sólo por gobernar, sino por la presión de que será objeto su administración para tratar de hacerlo fracasar. No quieren que crezca porque pronto habrá un proceso y buscará la senaduría, y de allí estaría en la ruta de pelear por la candidatura al gobierno del estado.
Quienes piensan en la ciudad y en el estado, quieren que le vaya bien a Remberto. Pero la lucha política no tiene esos ingredientes como indispensables.
Dos priístas de reserva
Difícilmente Mauricio Góngora podrá recuperar el liderazgo que urge al PRI para su rearmado. Es el primer damnificado de una suma de errores, omisiones y hasta traiciones dentro del PRI que lo postuló. Sensible, con destreza política y con carisma, en esta ocasión tuvo que enfrentar `la tormenta perfecta´. Una ciudadanía que no distinguió más que las siglas del tricolor como el enemigo a vencer, no discernió su potencial como gobernante.
Ahora quedan dos priístas con posibilidades de retomar al PRI para empezar su reestructuración y enrielarlo nuevamente. Paúl Carrillo de Cáceres, presidente municipal de Cancún y José Luis Toledo Medina, `Chanito´, quien sufrió dentro de su partido el veto por su cercanía con el gobernador.
Ambos cuentan con el capital político que a otros ya no les queda; tienen juventud y también les favorece el buen desempeño que están realizando en sus respectivas encomiendas. Falta que se decidan. @