Comala. Pueblo fantasma…
«Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles.
Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes teñidas por el sol del atardecer. Fui andando por la calle real en esa hora. Miré las casas vacías; las puertas desportilladas, invadidas de yerba. ¿Cómo me dijo aquel fulano que se llamaba esta yerba? “La capitana, señor. Una plaga que nomás espera que se vaya la gente para invadir las casas. Así las verá usted”».
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Estas palabras corresponden a una de las páginas de “Pedro Páramo”, la novela que está considerada por muchos estudiosos como la mejor obra literaria de México. Las palabras de su autor, el jalisciense Juan Rulfo, nos transmiten la soledad que se vive en Comala, el polvo que se acumula en las ventanas de las casas, el ruido del viento seco que se estrella en las puertas de madera carcomida por el tiempo. En Comala, las piedras hablan más que sus habitantes, la memoria es tan vieja como el tiempo que ha transcurrido sin que el andar de los días se sienta.
En la actualidad, muchos pueblos mexicanos se parecen a Comala, tanto en belleza como en su escasa población. Pero mientras Comala tiene una dosis de fantasía y encanto, los otros pueblos lucen descuidados y abandonados, no gozan del mismo aire que el lugar imaginado por Rulfo.
La migración hacia los Estados Unidos para buscar más dinero y un mejor nivel de vida son el principal motivo de este desencanto provinciano. En México, los campesinos padecen de escasez de recursos y falta de oportunidades para que su trabajo sea mejor remunerado. Entonces hacen sus maletas y viajan hacia el Norte, dejando a sus familias sumidas en localidades que se han ganado el mote de “pueblos fantasmas”. Cada vez son más los poblados que se van quedando paulatinamente sin habitantes.
Zacatecas es uno de los estados de la República Mexicana que mayores índices de migración padece; casi un millón y medio de zacatecanos reside en los Estados Unidos, es decir, casi el 50 % de la población se encuentra viviendo allá, según datos de la Secretaría del Zacatecano Migrante. Tuxtuac es uno de los pueblos de ese estado donde el abandono se percibe de inmediato. Su escuela tuvo que cerrar debido al ausentismo de sus estudiantes. Los cuatro niños que aún quedan en el pueblo han tenido que irse a estudiar a otro pueblo cercano. Los escasos habitantes que aún restan tienen la esperanza de algún día irse a los Estados Unidos. Los que ya están allá esperan quedarse el tiempo suficiente para reunir algo de dinero y mantener a sus familias antes de que la amenaza de la deportación los alcance.
En Nayarit, la situación es muy similar a la de Zacatecas. Ahí, ocho municipios de los 20 que existen en el estado está viendo su población disminuir de manera alarmante, debido al éxodo hacia el país del norte ante la carencia de oportunidades de empleo y la disminución de recursos para el trabajo del campo. Ahuacatlán, San Pedro Lagunillas, Amatlán de Cañas, Compostela, Rosamorada. Santa María del Oro, La Yesca y Santiago Ixcuintla son las localidades en vías de convertirse en pueblos fantasma para 2030, si sus habitantes continúan migrando, según el Consejo Estatal de Población nayarita. Otro factor que ha influido para este fenómeno es la llegada de empresas de Estados Unidos para reclutar mano de obra. Los campesinos y demás trabajadores ven aquí una oportunidad dorada para migrar de manera legal y mejorar su nivel de vida.
Jomulco es uno de los pueblos zacatecanos a quien el abandono ha tomado por completo. En este pueblo apenas viven cerca de 20 personas.
«Esa casa de ahí está sola. En la casa de allá no hay nadie. Todo ese barrio para allá está solo. Esas otras tres casas están solas, abandonadas. El rancho está solo», describe Miguel Dorado Aguilar, habitante de Jomulco. Sus habitantes se han ido a estados como Texas, California y Nebraska.
En el sur del país, en el pequeño pueblo de San Pablo Macuiltianguis, Oaxaca, por desgracia la tendencia al abandono de su lugar de origen persiste entre sus pobladores. Aquí, el 65% de ellos ha emigrado a Estados Unidos. Los Ángeles es la ciudad en donde la mayoría se encuentra asentada.
La vida en estos pueblos se torna monótona, vacía, solitaria, triste, y los pocos que quedan añoran la presencia de sus familiares. Algunos sueñan con irse a los Estados Unidos y reunirse de nueva cuenta con sus hijos, hermanos, sobrinos, tíos y vivir el llamado “Sueño Americano” a la mexicana. Los que permanecen en sus comunidades lo hacen porque fueron deportados, porque esperan la mejor oportunidad para reunirse con los que quiere o tal vez por miedo a dejar la situación a la que ya se han acostumbrado.
Parroquias, tiendas de abarrotes, negocios, todo tipo de establecimientos lucen sin vida. Sus dueños se han dado cuenta de que en México las oportunidades se reducen y son menos atractivas en comparación a la migración; llevándolos a dar media vuelta y dirigir sus pasos a economías más sólidas, aunque ni siquiera esto les garantiza una estabilidad a largo plazo.
Revisando los principales diarios del país, las noticias acerca de este acontecimiento son recurrentes: estados como Coahuila, Chihuahua o Puebla reportan altos índices de pueblos que se van quedando en el abandono. En ellos, el silencio se apodera de las piedras, la madera, las ventanas. El silencio es mucho más opresivo que en el interior de una iglesia en ruinas durante la noche.
México es una nación que históricamente ha tenido que luchar contra innumerables adversidades para salir adelante. Su historia está repleta de mentiras históricas que ensucian las verdades que deberíamos conocer y de una serie de misterios que los historiadores aún no pueden resolver.
FUENTE: CULTURA COLECTIVA