– Lo que iba a decir –continuó el Dodo en tono ofendido– es que el mejor modo para secarnos sería una Carrera Loca.
– ¿Qué es una Carrera Loca?, preguntó Alicia, y no porque tuviera muchas ganas de averiguarlo, sino porque el Dodo había hecho una pausa, como esperando que alguien dijera algo, y nadie parecía dispuesto a decir nada.
– Bueno, la mejor manera de explicarlo es haciéndola.
«El dodo era un ave absolutamente extraordinaria. Su apariencia era tan rara y maravillosa», le dice a la BBC Errol Fuller, un artista y autor de varios libros sobre el dodo.
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«Muchos pájaros extintos son raros pero el dodo es el rey: con ese enorme pico, ese cuerpo gordo, el hecho de que no podía volar… tiene muchas características intrigantes y una de ellas es que lo que sabemos sobre ellos es virtualmente nada», agrega.
Efectivamente, nuestra ignorancia sobre este ícono de lo perdido para siempre es parte de su atractivo.
Lo que sabemos con certitud es que los dodos vivían en la hoy República soberana insular de Mauricio, una de las islas Mascareñas, en el océano Índico.
«Son unas islas remotas que fueron descubiertas por los árabes, pero ellos nunca se quedaron ahí», señala Julian Hume, paleontólogo del Museo de Historia Natural de Londres.
«Los primeros en mencionar al pájaro fueron los portugueses, que llamaron a Mauricio ‘isla de cisnes’ -se piensa es en referencia a los dodos-, pero ellos tampoco se quedaron. No fue sino hasta 1598, cuando llegaron los holandeses, que empieza la historia de lo que sabemos del dodo», explica Hume.
«Llegaron por accidente -añade Fuller- y vieron estos grandes pájaros regordetes, los cazaron, los cocinaron y se los comieron».
«Aunque los estofamos por mucho tiempo, eran muy duros pero el estómago y el pecho sabían muy rico«*.
«Ese fue nuestro primer contacto con el dodo -apunta Fuller-. Luego, cuando se supo de la existencia de esta isla, los franceses e ingleses también fueron».
«Estos dodos son espléndidos y orgullosos. Se nos presentan con una expresión dura y severa, con la boca bien abierta, tienen un caminado muy ufano y audaz y a duras penas se mueven cuando nos acercamos.
Su arma de guerra es la boca, con la que pueden dar feroces mordiscos. Se alimentan de frutas. Están bien adornados pero abundantemente cubiertos de grasa, y trajeron muchos a bordo, para el deleite de todos» (*Escritos de la época) .
«En cuestión de 75 a 80 años, el dodo estaba extinto», concluye Fuller.
Una corta historia
Entonces, en 1598, una flota de marineros holandeses atracaron en Mauricio y para 1680, posiblemente antes, ya no habían dodos.
Tomó menos de 100 años terminar con ellos.
«No fue la caza directa la que mató a los dodos, fue la introducción de especies invasoras», aclara Hume.
«Había especies que competían con ellos, como cabras, ganado, venados; introdujeron micos y cerdos -que son ladrones de huevos- y el peor asesino: las ratas negras».
«Las ratas negras habrían estado al acecho de los huevos, de los polluelos, se habrían tomado las fuentes de alimento».
«Combina todo eso en una isla pequeña: el dodo no tenía ningún chance de sobrevivir», lamenta el paleontólogo.
Vida sin temor
Su chance de supervivencia era aún menor dada su pacífica historia antes de la llegada del hombre: los dodos eran descendientes de las palomas.
«Cuando esas palomas aterrizaron en Mauricio, encontraron una isla sin predadores mamíferos y con comida abundante, así que no había razón para volar», señala Fuller.
«Se quedaron y, con paso de los siglos, se volvieron más grandes y gordos, y eventualmente perdieron la habilidad de volar«, cuenta el escritor.
Sin la necesidad de defenderse por tanto tiempo, al enfrentar tantos peligros nuevos en el siglo XVII, perdieron la batalla final.
Todo lo que quedó de ellos fueron un par de especímenes mal disecados, una serie de pinturas de un artista holandés llamado Roelandt Savery, algunas descripciones escritas y un puñado de esqueletos y huesos.
La verdadera muerte es el olvido
Pronto, el dodo fue olvidado. Hubo quienes llegaron a afirmar que nunca existió.
No fue sino hasta mediados del siglo XIX que una niña nos los recordó.
«Lewis Carroll estaba muy interesado en el dodo porque había visto una cabeza disecada en el museo de Oxford, y visitaba ese museo con la niña que conocemos como Alicia. Por eso, cuando escribió ‘Alicia en el país de las maravillas’ incluyó a un dodo», cuenta Fuller.
«Ocurrió en 1865 y eso disparó al dodo al superestrellato».
¿Cómo va esa Carrera Loca del Dodo con Alicia?
«(Por si tu quieres hacer una Carrera Loca algún día de invierno, voy a contarte cómo la organizó el Dodo)
Primero trazó una pista para la carrera, más o menos un círculo (‘la forma exacta no importa’, dijo), y después todo el grupo se ubicó aquí y allá, a lo largo de la pista. No hubo el ‘¡A la una, a las dos, a las tres, ya!’, sino que todos empezaron a correr cuando quisieron, y cada uno paró cuando quiso, de modo que no era fácil saber cuándo terminaba la carrera«.
«Ese -señala Fuller, refiriéndose a la Carrera Loca- es el evento que llevó al dodo a convertirse en símbolo de la extinción«.
Pura coincidencia
«Cuando llevaban corriendo más o menos media hora, y estaban ya secos, el Dodo gritó súbitamente:
– ¡La carrera ha terminado!
Y todos se agruparon jadeantes a su alrededor, preguntando:
– ¿Quién ganó?
El Dodo no pudo contestar la pregunta sin antes pensarlo mucho.
«Hubo una curiosa coincidencia: en ese mismo año cientos de huesos de dodos fueron encontrados Mare au Songes», apunta Fuller.
Mare au Songes es un pantano en la costa de Mauricio en el que, tras buscar durante 30 años inspirado por una monografía escrita por los científicos Strickland & Melville en 1848, un naturalista amateur llamado George Clark hizo el descubrimiento.
«Había unos obreros excavando el suelo del pantano pues querían usar el sedimento como fertilizador en las plantaciones de caña de azúcar. Cuando encontraron los huesos los llevaron para analizarlos y eran de dodos», cuenta Hume.
Esos huesos llegaron a Londres al mismo tiempo que la gente estaba leyendo la historia de Alicia y eso ayudó a revivir al dodo en la conciencia colectiva.
«Desde ese momento no ha dejado de ser un ícono de la extinción», dice Errol Fuller.
«Estuvo un largo rato reflexionando con un dedo apoyado en la frente (la postura en la que aparecen casi siempre retratados los pensadores), mientras los demás esperaban en silencio. Por fin el Dodo dijo:
– Todos ganamos y todos tenemos que recibir un premio.
Por más que disfrutemos del cuento, no podemos ignorar el papel fatal que tuvimos en la historia de este curioso pájaro.
«Es una historia terriblemente triste. Cada vez que veo los huesos pienso que eran de una criatura que dejó de existir hace cientos de años», lamenta el autor Errol Fuller.
FUENTE: BBC MUNDO