Los antiguos griegos estaban orgullosos de sus logros artísticos, de sus esculturas, de su capacidad poética o literaria, pero especialmente estaban orgullosos de las arquitecturas, a las que consideraban piezas fundamentales que “daban forma a su mundo”.
Trataron de reunir en listas las mejores y más perfectas obras de arte realizadas por el hombre.
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Hoy conocemos esas listas como “Las siete Maravillas”; y hay que decir que no solo hay una, sino que existen varios listados con diferentes “siete Maravillas”.
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Ni las listas eran muy diferentes, ni todas coincidían -excepto en el número siete que era considerado por los helenos el número de la perfección-, alguna como la que realizó Antípatro de Sidón, alrededor de 140 aC, incluía las murallas de Babilonia; se dice que Filón de Bizancio (h280 a.C.-220a.C.) incluía en su “DE SEPTEM ORBIS MIRACULIS” localizaciones de lugares a los que había que viajar, está considerada como la primera lista, aunque no enumeraba monumentos concretos.
En los listados aparecen monumentos no griegos, no obstante, cabe señalar que la mayoría de los inscritos pertenecen de una forma u otra a la koine cultural que formó el Imperio Macedonio -por lo tanto griego- de Alejandro. Por lo que todos estaban dentro de la órbita helena.
Ya en el siglo IV d.C., Gregorio Nacianceno, arzobispo de Constantinopla, recogió las siete Maravillas incluyendo las murallas de Babilonia, como lo había hecho Antípatro, y el conjunto de templos de Tebas. Como curiosidad, destacar al Coloso de Rodas, que fue la única “Maravilla” que aparecía en todas las listas antes de la Edad Media.
Es a partir de la Edad Media, cuando Roma y lo romano empieza a tener un protagonismo destacado en el mundo de las “Maravillas”. Gregorio de Tours (siglo VI), menciona en su conocida lista, además del Faro de Alejandría y un Teatro de Heraclea que según decía “estaba construido todo él en un solo bloque de piedra” –seguramente sería un templo hipogéo,o tallado en la propia roca–, el Capitolio de Roma y el cuasi-legendario Templo de Salomón. San Beda, incluía también el Capitolio de Roma y el Teatro de Heracleala, al que sumaba una estatua de hierro de Belerofonte a caballo y el Baño de Apolotaneo.
Y podríamos estar llenando páginas y páginas de listas de “Maravillas”, a través de la historia, con tantas variaciones como civilizaciones hay; siendo de gran influencia el factor religioso y la ubicación del autor de la lista,además del gusto estético del mismo.
Según varios expertos, el origen de la “lista oficial” -u oficiosa- de las Maravillas, se produjo al aparecer retratadas por Maerten van Heemskrerck y que difundió mediante estampas durante gran parte del siglo XVI, de ahí que sea esta la lista más extendida y la que se ha escogido para la mayoría de trabajos sobre estas construcciones. Estas estampas van a ser las que acompañen este artículo.
Las Maravillas de la lista “oficial” las conocemos, eran:
1.La Gran Pirámide de Guiza
2.El Coloso de Rodas
3.Templo de Artemisa
4.Los Jardines Colgantes de Babilonia
5.La estatua de Zeus en Olimpia
6.El Faro de Alejandría
7.El Mausoleo de Halicarnaso
¿Qué fue de estas Maravillas?
La Gran Pirámide, como bien podemos deducir, es la única de las maravillas que sigue en pie. Se trata de la que mandó levantar el faraón Keops (Jufu) y que fue terminada -según los egiptólogos- hacia el año 2570 a.C.
Parece ser que aunque no ha desaparecido, si ha perdido su esplendor clásico. Ya que al haber perdido el recubrimiento de caliza blanca de su superficie el Sol ya no se refleja sobre ella como en tiempos de los griegos. A pesar de todo, es una maravilla y por eso se ha catalogado dentro de las Nuevas Maravillas del Mundo como la octava maravilla honorífica.
El Coloso de Rodas, aunque no se conoce exactamente su ubicación, siempre se ha pensado que estaba cerca de la entrada del puerto de la isla. Forjado en bronce hacia finales del siglo III a.C., tardó poco más de medio siglo en ser tumbado por un terremoto. Un oráculo advirtió a la población de Rodas que volverlo a levantar podría ofender a Helios y quedó tumbado por el resto de su existencia.
Hay escritos que hablan de la colosal -nunca mejor dicho- escultura tumbada en el suelo y desgastada por el paso del tiempo. Aún en el suelo era imponente. Plinio el Viejo escribió que era imposible rodear con los brazos, lo que había sido, el pulgar del Coloso.
Se cuentan dos historias sobre su desaparición total, ninguna de ellas contrastada ni demostrada. Una habla de que los musulmanes vendieron las partes de la estatua a un mercader judío tras tomar Rodas en el 654, a las órdenes de Muawiyah I.
La otra, que cuando los cristianos llegaron y se hicieron con Rodas, la orden militar que allí se instauró -los Caballeros de San Juan– usaron la estatua como “cantera” de bronce, fundiéndolo con diversos usos.
Ese incendio que lo destruyó fue provocado por Eróstrato el 21 de julio del año 356 a. C., la noche que, según cuenta Estrabón, nació Alejandro Magno, con el único fin de que su nombre fuera recordado para la posteridad. Los éfesos prohibieron mencionarlo hasta que su nombre se olvidara -pero Estrabón no era éfeso, y no lo olvidó.
La reconstrucción ordenada por Alejandro tampoco fue respetada. Los mismos habitantes de Éfeso se negaron a que un dios, como era considerado el macedonio, ordenase la reconstrucción de un templo a otro, de ahí que se reconstruyese tras la muerte de este. De todas formas, en el año 262, cuenta Jordaens que ocurrió esto:
“Respa, Veduc y Thuruar, líderes de los godos, embarcaron y navegaron a través del Helesponto hacia Asia. Allí arrasaron varias populosas ciudades y prendieron fuego al renovado templo de Diana en Éfeso
Los godos arrasaron la ciudad y templo cayó de nuevo pasto de las llamas.
Los Jardines Colgantes, datados sobre el siglo VI a.C., y según se cuenta, mandados construir por el rey Nabucodonosor II (605–562 a.C.) para su esposa Amytis. Existieron hasta la toma de la ciudad por las tropas de Ciro el Grande en el 539 a. C. Aunque algunas fuentes afirman que duraron hasta bien entrado el siglo II a.C.
Se deduce que fueron arrasados -aunque se duda de su existencia- por los persas de Ciro. Donald Wiseman, profesor de asiriología de la Universidad de Londres, exploró la ciudad en busca de la ubicación de los famosos Jardines, sin éxito. Aunque teorizó que podrían haberse ubicado en las bóvedas del palacio, en la parte más próxima al río Éufrates.
La Estatua de Zeus en Olimpia. Esculpida hacia 430 a. C. por el mítico Fidias, el más famoso de los escultores de la Antigua Grecia. Estaba colocada en el interior del templo dedicado al padre y líder de los dioses del Olimpo.
Sobre la estatua de Zeus, se cree que fue trasladada a Constantinopla -según teorías que recoge Charles River en su trabajo sobre las Maravillas- y allí fue pasto de las llamas y quedó reducida a cenizas en el gran incendio del 475 d.C., durante el gobierno de Basilisco (9 de enero de 475-agosto de 476) y que destruyó también la gran biblioteca construida por el emperador Juliano.
El Faro de Alejandría fue construido en la isla de Pharos (Egipto), a finales del siglo III a.C., para guiar las embarcaciones que entraban, salían o costeaban los puertos de Alejandría. Esta maravilla es el origen del nombre de todo faro, era conocida como “La torre de Pharos”.
Quedó destruido por varios terremotos que fueron debilitando su estructura hasta que se vino abajo, en el siglo XIV d.C. Permaneció un milenio en pié y funcionando.
El sultán Qaitbey, en el siglo XV -sultán mameluco muy aficionado a las artes y que embelleció las principales ciudades de sus dominios (La Meca, Medina, Jerusalén, Damasco y muchos barrios de El Cairo ) con las arquitecturas que mandó construir-, utilizó sus ruinas como cimientos para una fortaleza defensiva en la isla.
En el año 2015, el gobierno Egipcio, aprobó su reconstrucción.
El Mausoleo de Halicarnaso, como ocurrió con la Torre de Pharos, dará nombre a toda construcción funeraria de cierta envergadura. Lo ordenó construir Mausolo, terminado de docorar por su esposa-y hermana-, en la ciudad de Halicarnaso (actual Bodrum,en Turquía) en el 353 a.C.
Tras haber sobrevivido a varios terremotos, las invasiones de Alejandro Magno, los bárbaros y los árabes, en el siglo XIV los Caballeros de San Juan arrancaron las piedras de la tumba para utilizarlas en la construcción de las defensas contra los turcos. Se dice que con este material pudieron levantar el Castillo San Pedro de Halicarnaso, cambiando el nombre de Halicarnaso a Petronium hasta que en 1522 fue conquistado por Solimán el Magnífico para el Imperio otomano, pasando Halicarnaso a llamarse Bodrum y el Castillo se llamó Bodrum Kalesi.
También se cuenta que fueron los turcos los que arrancaron las piedras del Mausoleo para reparar el Bodrum Kalesi tras la toma de la ciudadela.
Fuente: El reto histórico