Corría el otoño de 1994 cuando a Gwyneth Paltrow se le presentó un dilema profesional que, sin saberlo, marcaría también su vida sentimental: interpretar a la esposa de Brad Pitt en Seven o coprotagonizar una comedia junto a Keanu Reeves. Confundida, pidió consejo a una amiga, quien zanjó la cuestión con una pregunta directa: “¿Con quién quieres salir? ¿Con Brad Pitt o con Keanu Reeves?”. La respuesta fue Brad. Y así comenzó una historia que parecía sacada de un guion romántico. En el rodaje de Se7en, las miradas se transformaron en complicidad, y la complicidad en algo más. “Si no se hubieran enamorado, habría sido una sorpresa. Fue amor a primera vista”, recordó el diseñador de vestuario Michael Kaplan.
Brad Pitt ya era una superestrella; Gwyneth, aún en ascenso. Pero ella no se dejó impresionar por su fama. “Pensaba que era muy guapo por las películas… pero también que sería otro típico chico estrella. Y no lo era. Era una buena persona. Lo supe el primer día en el set”, confesó más tarde. El flechazo fue tal que terminaron sus vacaciones de rodaje con una escapada a St. Barts, alquilando una villa frente al mar. Allí, fueron fotografiados desnudos por los paparazzi en una escena que dio la vuelta al mundo. Madonna, amiga cercana de la actriz, intervino con sabiduría: “Está experimentando los altibajos de ser famosa por primera vez. Es mucho para una sola persona. Estoy feliz de ayudarla”.
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El padre de Gwyneth, Bruce Paltrow, estaba encantado con su romance: “¿Puedes creerlo? ¡Es Brad Pitt!”, exclamó a un amigo tras visitar el rodaje. Pero no todo era color de rosa. Detrás del glamour, se gestaban conflictos internos. Gwyneth provenía de una familia adinerada y culta, con una educación elitista y conexiones de Hollywood desde la infancia. Brad, por el contrario, era un chico de Missouri criado en una estricta familia bautista. “Cuando vamos a restaurantes y pedimos caviar, tengo que explicarle: ‘Esto es Beluga y esto es Oscietra’”, llegó a decir entre risas.
Además, él era impuntual, y eso sacaba de quicio a la actriz, siempre puntual. Algunos de los amigos de Gwyneth pensaban que no eran compatibles: “Lo único que compartían era la fama, y eso no parecía suficiente”. Aun así, cuando Gwyneth fue elegida por Harvey Weinstein para protagonizar Emma, Brad la acompañó a Londres durante el rodaje. Su presencia exigía ciertos lujos, como poder cenar en camiseta en el exclusivo hotel Berkeley, donde los caballeros debían llevar chaqueta. Pero el precio de la fama pronto se tornó en peligro.
La relación avanzaba a trompicones. Durante el rodaje, Gwyneth confesó a un miembro del equipo que dudaba de si Brad era el hombre adecuado, e incluso reconoció sentirse atraída por Hugh Grant. El desgaste era evidente. En 1997 viajaron juntos a Moscú para un evento de Marie Claire Rusia. Jugaron a ser la pareja perfecta, pero la realidad era otra. Gwyneth cocinaba para él, hacía planes, mientras Brad, según contaban, opinaba sobre su ropa: “¿De verdad crees que deberías ponerte eso? ¿No es muy transparente?”, le decía.
La actriz comenzó a recibir regalos de firmas de lujo, cenas gratis y privilegios exclusivos. Pero debajo del brillo, lloraba. El célebre maquillador Kevyn Aucoin fue confidente de sus penas: Gwyneth se tumbaba en su sofá, angustiada por Pitt. Según amigos cercanos, él “parecía sentirse amenazado por su éxito” y podía llegar a ser “verbalmente y emocionalmente abusivo”.
Una proposición inesperada
A finales de 1996, Brad sorprendió a Gwyneth en Argentina, donde rodaba Siete años en el Tíbet, con una propuesta de matrimonio y un anillo diseñado por él. Ella aceptó. Tenía 24 años. Él, 33. Pero incluso sus amigos se sorprendieron. “Mientras la relación era potente en la prensa, ellos parecían no tener mucho en común”, señalaron.
Seis meses después, todo terminó. Los rumores apuntaban a que Pitt estaba agotado, que Gwyneth había frenado sus fiestas… incluso que ella lo había engañado durante el rodaje de Sliding Doors.Años más tarde, Gwyneth asumió su responsabilidad: “Lo arruiné, Brad”, dijo en 2017. “Tenía 22 años cuando lo conocí. Mi padre lo adoraba. Pero no estaba lista, y él era demasiado bueno para mí”. En otra ocasión, bromeó: “Mi padre quedó devastado. Lo quería como a un hijo”.
“Es más tonto que abundio”
A pesar de los años, algunas heridas quedaron abiertas. Cuando se enteró del matrimonio entre Brad y Jennifer Aniston en 2000, Gwyneth fue tajante con los medios: “¿En serio me estás preguntando esto?”. En privado, sin embargo, confesaba a sus amistades que se sintió triste al conocer la noticia y solía repetir: “Brad tiene un gusto horrible para las mujeres”.
En una cena con Aerin Lauder, heredera de Estée Lauder, según Dailymail comentó: “Es más tonto que abundio”. Años más tarde, Gwyneth construiría una nueva vida con Chris Martin, y luego con Brad Falchuk, pero la historia con Brad Pitt permanece como uno de los capítulos más emblemáticos de su vida. Como dijo ella misma en una ocasión: “Definitivamente me enamoré de él. ¡Era Brad Pitt!”.
Fuente: Hola