Las influencers de belleza han encontrado una nueva —y controvertida— forma de captar la atención de sus seguidoras: animarlas a guardar su sangre menstrual para aplicarla como mascarilla facial.
La práctica, presentada en redes como un método natural para lograr una piel más luminosa, se ha convertido en una tendencia viral que genera igual partes curiosidad y preocupación.
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¿Qué son las mascarillas menstruales?
Según sus defensoras, las llamadas “mascarillas menstruales” consisten en aplicar la propia sangre menstrual sobre el rostro durante algunos minutos antes de retirarla con agua. Aseguran que este fluido contiene células madre, citoquinas y proteínas capaces de revitalizar la piel y aportar un brillo saludable.
El auge de esta tendencia ocurre pese a que el procedimiento no está regulado, carece de estudios clínicos sólidos y no cuenta con recomendaciones dermatológicas oficiales. No existen pautas sobre la cantidad adecuada de sangre a utilizar ni sobre el tiempo de exposición seguro.

Se basan en… ¿qué?
Quienes promueven esta práctica citan investigaciones sobre el potencial regenerativo del fluido menstrual.
Un estudio publicado por la Federación de Sociedades Americanas de Biología Experimental (FASEB) encontró que el plasma derivado del fluido menstrual facilitó la reparación de tejidos en pruebas de laboratorio: las heridas tratadas con este plasma sanaron por completo en 24 horas, frente al 40% observado con plasma sanguíneo normal.
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Los científicos atribuyen este efecto a las proteínas y moléculas bioactivas que participan en la regeneración mensual del útero.
Asimismo, las células madre derivadas de la sangre menstrual (MenSCs) han mostrado capacidad para estimular la producción de colágeno, reducir arrugas y promover factores de crecimiento implicados en la reparación cutánea, lo que ha despertado el interés de la comunidad científica.

Facial vampiro 2.0
Algunas usuarias comparan esta tendencia con el famoso “facial vampiro”, un tratamiento estético que utiliza plasma rico en plaquetas (PRP) extraído y reinyectado en el rostro del paciente, popularizado por celebridades como Kim Kardashian.
Sin embargo, especialistas aclaran que el PRP es un producto estéril, procesado en entornos controlados, mientras que la sangre menstrual puede contener bacterias, hongos e incluso microorganismos como Staphylococcus aureus, capaz de causar infecciones al entrar en contacto con heridas o poros abiertos. También existe riesgo de exposición a infecciones de transmisión sexual.
Ante la falta de evidencia médica que respalde las mascarillas menstruales y los riesgos sanitarios asociados, dermatólogos recomiendan evitar esta tendencia. Por ahora, concluyen, la sangre menstrual debería seguir su curso habitual: al inodoro, no al rostro.




















