Nada como el olor del mar…
Su aroma se debe, por lo general, al dimetil sulfuro, un gas maloliente generado por las bacterias que se alimentan de fitoplancton.
En la atmósfera, este gas cambia su composición química y se transforma en sulfato, una sustancia que da origen a las nubes.
La materia orgánica sólida de las grandes colonias de fitoplancton también puede contribuir a la formación de nubes.
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Su proliferación en los océanos puede crear una suerte de espuma sucia que, por el movimiento del mar, despide pequeñas burbujas hacia el aire.
El vapor de agua se condensa a su alrededor, creando pequeñas gotas que acaban formando nubes.
Sorpresa
¿Qué tiene que ver esta escena con el calentamiento global?
Según investigadores, el tipo de nubes que se forman por los gases del mar y las partículas de plancton, sobre todo en el océano Antártico, son especiales.
La capacidad de las nubes de reflejar la luz del Sol hacia el espacio depende del tamaño de sus gotas y de la cantidad de líquido que albergan.
Cuanto más líquido tienen, son más brillantes y más reflectantes.
Los expertos sabían que en invierno, cuando el mar está más agitado y salpica más agua, se crea una mayor cantidad de esta clase de gotas y por ende más Sol acaba reflejado hacia el espacio.
Cuando el mar está más tranquilo, durante la temporada estival, se espera que las nubes tengan una menor capacidad reflectora.
Por esta razón, un equipo de investigadores que estudió este fenómeno en el océano Antártico, quedó muy sorprendido al descubrir que esto no era exactamente así.
De hecho, concluyeron que el efecto de las partículas de plancton es más fuerte en los meses de verano. Descubrieron que, en promedio, durante esta estación, la vida oceánica duplica el número de gotas.
«La cantidad de luz reflejada por esas nubes en esa región es de 125 vatios por metro cuadrado», explica Susannah Burrows, coautora del estudio del Departamento de Energía del Laboratorio Nacional del Pacífico del Noroeste en Estados Unidos.
«Lo que estamos encontrando es evidencia de un cambio en su capacidad reflectora de 10 vatios por metro cuadrado, que puede ser atribuido al fitoplancton».
«¡No es poca cosa!», exclama la investigadora.
Nubes más blancas
¿Pero en qué medida entender mejor el papel del olor del mar y las nubes puede ayudarnos a combatir el calentamiento global?
En opinión de los investigadores, este conocimiento ayuda pero no de la manera que pensamos.
Según señalan, el descubrimiento es interesante porque, por primera vez, les da una pista sobre el número total de aerosoles que hay en el aire sobre el océano Antártico.
¿Pero sirve para desarrollar o perfeccionar las propuestas de la geoingeniería para frenar el aumento de las temperaturas?
En años recientes, varios estudios plantearon la idea de hacer más brillantes las nubes, como un método de bajo impacto para hacer frente al problema.
¿Le da este estudio más peso a esta iniciativa?
«En principio, es posible modificar y hacer más brillantes las nubes sobre el mar, inyectando partículas en la atmósfera marina», dice Burrows.
«Pero más allá de que sea o no una buena idea, se trata de una tema político que debe ser discutido en el marco de la sociedad».
Algo en lo que podemos reflexionar cuando estemos en la playa y el olor del mar inunde nuestros sentidos.
( Fuente BBC Mundo)