Hablar de mejor o peor en las artes siempre es un asunto complicado. Sin embargo, los profesionales del medio siempre tenemos que tener cierta opinión objetiva (basada en conocimientos extensos) de la que partir para filtrar nuestros gustos. No basta con decir «esto es mejor porque me gusta más que esto otro». Por ejemplo, cuando hablamos de que un actor es el mejor las ramificaciones son múltiples. Habrá quién defienda que la actuación es transformación, y que reconozca a los intérpretes que cambian de acento, de físico, de corte de personaje. Otros defienden el modelo John Wayne, es decir, la presencia, el estilo, la personalidad. Hacer de sí mismo es también un arte, quizás el más escaso ¿O acaso se puede decir que Cary Grant era peor actor que cualquiera porque no hizo películas de villano feo pasado de peso?
Por supuesto, también están los que defienden que el mejor actor, simple y llanamente, es el que hizo las mejores películas. Ojo, esto es muy diferente al actor que hace los mejores papeles. Por ejemplo, Meryl Streep es una gran actriz pero pocas películas suyas pasarán a la historia del cine con mayúsculas comparado con, por ejemplo, Diane Keaton. Aquí también está la escuela de los que defienden calidad sobre cantidad. Es decir, no solo es hacer muchas películas buenas, aunque también las hagas malas, es hacer solo buenas películas. Hay grandes actores que trabajan mucho, y diversifican su trabajo. Pero otros solo apuestan por películas y papeles arriesgados, de calidad, aunque los mantengan alejados de los focos y no engorden mucho su cuenta corriente. Si hemos de ponernos personales, para mí, que mezclo un poco todo, serían Marlon Brando, Toshiro Mifune y Marcello Mastroianni.
Pero una cosa es hablar de una carrera global y otra de una película en sí. Si puedes elegir a un actor de todos los que hay disponibles para un único papel y saber que va a hacer el mejor trabajo posible, ese es Daniel Day-Lewis. El ganador de tres Premios Oscar es conocido por su extremo método de trabajo. Vive durante meses las 24 horas del día como el personaje que va a interpretar, incluso si es un discapacitado como en Mi pie izquierdo. Por eso, no es de extrañar que trabaje muy poco y que solo salga de su retiro para un papelón de la mano de un gran director. Los últimos han sido Lincoln para Spielberg y El hilo invisible para Paul Thomas Anderson. Si Day-Lewis trabaja sabes que va a ser una película y un papel histórico. Por eso nos ha llamado la atención saber que Daniel Day-Lewis vuelve tras siete años de jubilación.
La sorpresa, sin embargo, ha venido por el lado del proyecto. Si Day-Lewis volvía pensábamos que solo podía ser de la mano de los tres cineastas americanos vivos más grandes que, además, han trabajado ya con él. Hablamos de Martin Scorsese, Steven Spielberg o Paul Thomas Anderson. Quizás, una promesa algo más joven le haya convencido tras ver alguna película suya. Pero no, nada de eso. Si hemos puesto en la cabecera del artículo un vídeo de Gabriel Kane Day-Lewis es para iros dando una pista de que el londinense es padre de familia. Y ya sabemos lo que significa eso. Resulta que tiene otro hijo llamado Ronan Day-Lewis que quiere debutar como director y, claro, que tu padre sea el mejor actor vivo, y esté disponible para protagonizar tu película, ayuda.
Lo cierto es que padre e hijo han escrito el guion juntos. La película se llamará Anemona y, según Variety, cuenta una serie de intrincadas relaciones familiares. Detrás de la producción de la película está Focus Features, que ya trabajó con Lewis en su última película, una de las mayores obras maestras del siglo XXI como es El hilo invisible. Podríamos hablar aquí de nepo babies, enchufes o, simplemente, de gente con suerte. Pero si de verdad está bien, y la presencia de Daniel Day-Lewis así lo suele asegurar, nos dará igual el resto. Y si su hijo hace carrera y continúa haciendo que su padre trabaje nos alegraremos todos.
FUENTE: ESQUIERE