A primera vista, se trata de una escena bucólica típica: en la profundidad de los valles del condado de Derbyshire, Inglaterra, jóvenes sauces crecen en busca del sol.
Las aves, abejas y alguna que otra avispa proveen la suave música de fondo.
Pero organizadas en filas prolijas en medio de un campo está lo que aparenta ser un cultivo peculiar.¿Al mirarlo de cerca, se trata de sillas patas arriba, que tienen sus raíces en la arenosa tierra.
Los delgados sauces brotan del suelo y después de unos centímetros, el tronco se convierte en el espaldar de una silla, luego sigue el asiento y, finalmente, las patas.
La estructura está amarrada a un marco azul y toda la forma está cubierta de hojas.
Gavin Munro está inspeccionando el paisaje que tiene al frente. Es el cofundador de Full Grown, la compañía que formó para hacer realidad una visión que tuvo en su infancia.
«Me pregunté: ‘Por qué estamos talando árboles, transportándolos, trozándolos en pedazos más y más pequeños, sólo para volverlos a pegar'».
«El concepto es muy simple: en vez de cortar árboles para hacer muebles, por qué no hacer que crezcan en forma de sillas, espejos, lámparas, etc.«.
En la siguiente fila, elegantes espirales crecen alrededor de cilindros. Eventualmente serán usadas como lámparas. También hay marcos de espejos, mesas y hamacas.
Se requiere paciencia
La manera en la que Munro describe el proceso hace que parezca tremendamente sencillo.
«Es un poco como la impresión en 3D, sólo que nosotros utilizamos como materiales agua y aire».
«Le vamos dando forma a los árboles a medida que van creciendo. Es un poco como la antigua práctica de espaldera, el proceso de entrenar los árboles», explica.
«Cuando toman la forma específica que queremos, los cortamos, los secamos y terminamos una silla que ha crecido como una sola pieza».
Pero el proceso toma tiempo… unos seis años de principio a fin, dependiendo de la especie. «En el caso de una silla de roble, quizás ocho años».
«Eso, de hecho, es más rápido que lo que hacemos ahora pues uno tiene que dejar que un árbol crezca durante unos 60 años antes de que valga la pena cortarlo, de manera que para cuando ese tiempo pase, nosotros ya tendríamos varias generaciones de muebles», subraya.
Y aunque vivimos en un mundo en el que uno puede comprar en una sola tarde todo lo necesario para amoblar una casa en Ikea, la lenta alternativa de Munro parece haber cautivado a varios clientes.
«Nuestra primera cosecha de sillas estará lista el próximo año y ya las vendimos todas. También hay muchos interesados en todo el mundo que quieren hacer algo similar».
El tiempo, esfuerzo y conocimientos requeridos para cultivar muebles implica que no son baratos. Las sillas cuestan US$4.000, las lámparas empiezan a US$1.000 y los marcos para espejos a US$700.
¿Significa esto que los muebles cultivados sólo son para los ricos? Por el momento sí, pero Munro tiene planes para que no lo sean siempre.
«Al principio en muchos negocios es así. Pero tenemos un plan a 50 años. Y hay muchas posibilidades de expandirse a escala global: donde sea que crezcan árboles, se pueden cultivar muebles», razona.
Fuente: BBC