Sin duda, la popularización de las herramientas de inteligencia artificial se ha convertido en una tendencia presente en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida: desde computadoras y aparatos inteligentes, hasta robots. Con compañías como OpenAI o Google (con Gemini) integrando estas tecnologías en todos sus servicios, el objetivo ha sido claro: aumentar la productividad y acelerar la generación de contenido.
Sin embargo, no todo es positivo. La llegada de la IA también ha impactado en otros entornos. Por un lado, está la sustitución de empleos por tecnología; por otro, la presión sobre ecosistemas que deben proveer los materiales esenciales para que estas innovaciones funcionen correctamente.
Esa es justo la situación que documenta Karen Hao en Empire of AI, un libro que aborda el auge de la inteligencia artificial, particularmente en torno a OpenAI, y sus consecuencias globales. En específico, Hao explora los efectos del desarrollo tecnológico sobre las reservas minerales y recursos naturales de un país en particular: Chile.
Cobre, litio y el costo ambiental de la IA
De acuerdo con Hao, Chile es el mayor productor de cobre del mundo, responsable de una cuarta parte del suministro global. Esta actividad, que originalmente servía como sustento para la población local, ha provocado afectaciones serias con la llegada de industrias internacionales que demandan este material en enormes cantidades.
Un ejemplo es Chuquicamata, hogar de la mina de cobre a cielo abierto más grande del mundo. Allí, la expansión minera ha sepultado pueblos enteros y agotado el agua necesaria para procesar el mineral. Hao cita el caso de una corporación multinacional que consumió tanto líquido que secó una cuenca completa, afectando a todo el ecosistema a su alrededor.
Hao documenta que la minería ha llevado a muchas comunidades a una situación de mayor pobreza, marcada por el incremento en la delincuencia, depresión, alcoholismo, y una notoria carencia de servicios como agua potable, atención médica o educación, mientras las ganancias del cobre benefician principalmente a empresas extranjeras. Irónicamente, muchos habitantes se ven obligados a trabajar para estas industrias, sin recibir beneficios significativos y enfrentando conflictos con otros grupos originarios.
El litio y los “hermanos espirituales” que desaparecieron
A raíz de la actividad minera por el cobre, también se descubrieron altas concentraciones de litio en el subsuelo, lo que abrió una nueva etapa de explotación aún más acelerada. Chile produce actualmente cerca de un tercio del litio mundial, especialmente en el Salar de Atacama, el más grande del país.
Este litio se obtiene mediante la extracción de salmuera, que luego se evapora en enormes piscinas solares. Como resultado, uno de los efectos colaterales más visibles ha sido la desaparición de los flamencos rosados, que habitaban estos salares y eran considerados por los atacameños como sus “hermanos espirituales”.
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Al igual que con el cobre, a las comunidades locales se les han presentado narrativas que justifican la extracción, bajo el argumento que el país tiene un rol clave para “impulsar un futuro mejor”, traducido en la instalación de megacentros de datos para IA generativa, nuevas centrales eléctricas y líneas de transmisión.
Sonia Ramos, activista chilena contra la minería, aclara que los pueblos originarios no se oponen a la extracción como tal—pues históricamente también la han practicado—, sino a la escala desproporcionada y al desequilibrio ambiental que esta provoca.
Además de los impactos ecológicos, Hao también señala que las IAs generativas, como Midjourney o Stable Diffusion, perpetúan estereotipos racistas, con lo que se presentan a estas comunidades como “pueblos primitivos y tecnológicamente atrasados”.
Resistencia y defensa del ecosistema del Atacama
Como respuesta, los atacameños han iniciado distintas formas de resistencia. Desde bloquear caminos para impedir el acceso a las minas, hasta recurrir a vías legales para exigir el respeto a sus derechos como pueblos indígenas. Gracias a esta presión, las empresas y el gobierno se han visto forzados a incluirlos en las mesas de negociación.
Una de las exigencias clave es medir el impacto ambiental, en especial la cantidad de agua perdida, y documentar los daños provocados por la actividad industrial. Esto es vital no solo por la riqueza mineral, sino porque el desierto de Atacama es considerado un ecosistema único en el mundo.
Por sus condiciones extremas, esta región no solo es ideal para investigaciones médicas o el desarrollo de nuevas fuentes de energía, sino que también ha sido utilizada como entorno análogo para estudiar el clima de Marte. Por eso, concluye Ramos, se deben promover políticas de sostenibilidad y regeneración, que permitan conservar este entorno más allá del corto plazo.
Fuente: Xakala