Contra los males del amor solo se necesitan dos cosas: tiempo y tierra. Dejar pasar el tiempo y poner tierra de por medio. Pero un grave error es forzarnos a no pensar en ese amor perdido o no correspondido. ¿Por qué? La respuesta está en un oso blanco
Intenta no pensar en ese animal. Inténtalo con ganas: no pienses en un oso blanco. ¿A que no puedes evitarlo? Este es el experimento al que sometió a sus alumnos Daniel Wegner, un profesor de psicología de Harvard. Después les pidió que hablaran durante cinco minutos sobre cualquier cosa que se les ocurriera. «Mencionaron un oso blanco enseguida», comenta Wegner. «Si después les pedía que pensaran en cualquier cosa, mencionaban más veces a un oso blanco que a los que les dije que pensaran en él».
Un experimento tan sencillo como éste nos revela lo difícil que resulta cumplir con lo que consciente y libremente hemos escogido.
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El experimento del oso blanco de Wegner –que se ha repetido hasta con animales imposibles como un conejo verde- se engloba en lo que se conoce como supresión del pensamiento, dejar de tener en la mente ciertas ideas. Como técnica de control mental, puede crear obsesiones.
Dicho de otro modo: si nos pasamos el día apartando de nuestra mente la imagen de quien nos ha roto el corazón, no podremos de dejar de pensar en ella e incluso estará más presente. Es mucho peor que tenerla todo el día en la cabeza: «Puedes llegar a cansarte si piensas siempre en algo. Intentar no hacerlo es lo que lo mantiene en nuestra cabeza», sentencia Wegner, un físico metido a psicólogo que colecciona gafas con narices y mostacho de Groucho Marx.
Por eso, si queremos apartar de nuestra cabeza ese amor que nos rompió el corazón tenemos que hacer lo contrario de lo que suelen recomendarnos nuestros amigos. Porque si no te fuerzas en olvidarlo, acabará marchándose.
Fuente: MuyInteresante