Manning dijo un par de cosas acerca de lo que significa el fin de una etapa. Y no tienes que ser atleta para experimentarlo.
Si te gusta la NFL, sin duda supiste que Peyton Manning, mariscal de campo de los Denver Broncos, anunció su retiro hace unos días, la segunda semana de marzo.
Hay mucho que se podría escribir al respecto, pero aprovecharé un par de cosas que mencionó durante su discurso con el fin de reflexionar lo que significa el fin de una etapa, pues no tenemos que ser atletas para experimentarlo.
La vida es un continuo de etapas, de las cuales uno va retirándose, unas veces con impaciencia, y otras, sin querer, buscando mantenernos, aferrándonos con el último dedo si es posible. Me parece que en el corazón de Manning aún había una temporada más, pero el entorno no se prestaba más que para un adiós.
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Este escrito toma tres momentos de sus palabras para poder explorar:
1. Reconocimiento
¿Quién es un jugador exitoso? Si analizamos al grupo que ha decidido retirarse este año (Peyton Manning; Calvin Johnson, receptor estrella de Detroit; Jared Allen, ala defensiva que jugó para Kansas City, Minnesota, Chicago y Carolina; Heath Miller, el muy querido ala cerrada de Pittsburgh, y Charles Woodson, esquinero y profundo de los Raiders), todos han recibido multitud de mensajes de agradecimiento y buenos deseos por parte de otros jugadores, entrenadores y fans (tanto de sus equipos como de equipos rivales). Mientras tanto, hay un par de jugadores (los mariscales de campo Johnny Manziel y Geno Smith) que hace unos años eran vistos entre los 10 mejores prospectos, y ahora viven más tiempo en la banca.
Si uno analiza los dos grupos encontraremos los detalles de dos mentalidades diferentes:
– Una, llena de ego, veía su llegada a la liga como la meta. Desde esta mentalidad, veían a otros jugadores (incluso dentro de su mismo equipo) como enemigos. La crítica no era bien recibida y el éxito radicaba en ganar, el desempeño personal y tener los reflectores encima.
– La segunda mentalidad, la que Manning y otros grandes deportistas han mostrado, permite encontrar satisfacción y percibir el éxito tanto en el esfuerzo como en aprender y mejorar de manera continua. Los rivales no son enemigos, sino atletas que por su inteligencia o habilidad te obligan a llevar tus propias habilidades a un nivel superior. La verdadera alegría y motivación es la competencia con estos atletas, pues crecerás no importando el resultado final.
Manning usó un buen espacio de su discurso en reconocer, por apellido, a todos esos jugadores y entrenadores que, debido a su calidad, crearon ese ambiente de competencia y aprendizaje. Esos rivales lo hicieron un mejor mariscal de campo, y la experiencia del juego fue enriquecida gracias a ese talento. También reconoció a los fanáticos, sin quienes el deporte no contaría con esa dosis de pasión siempre presente.
2. La experiencia, la reverencia y los pequeños detalles
“Cuando alguien agota completamente una experiencia, no puede dejar de reverenciarla. Reverencio al futbol americano. Amo este juego y por supuesto que lo extrañaré. Lo extrañaré, absolutamente”: P. Manning.
Al transcurrir los años después del retiro, muchos jugadores hablan de lo mismo; extrañan los pequeños detalles del deporte, y se dan cuenta de lo que realmente importaba. Manning habló de esos detalles que le harían falta:
Ir a comer a cierto restaurante después de una victoria; sus batallas mentales con jugadores y entrenadores talentosos; descifrar junto a su centro ofensivo, Jeff Saturday, las diferentes cargas defensivas que podrían ver; la imagen de su receptor Reggie Wayne sentado en lo alto de la banca junto a él mientras estudiaban las jugadas; hablar de situaciones del juego con comentaristas y analistas; conversar con su padre respecto al juego; llamar a su hermano desde el camión y comentar sus respectivos partidos; el apretón de manos con ciertos jugadores al final del partido.
3. Orientación hacia la maestría
Conforme escuchaba el discurso de Manning la noche del lunes 7 de marzo de 2016, mi mente festejaba, pues muchos de los conceptos que yo trabajo con atletas eran comprobados y celebrados, hasta que llegó al final del discurso y dijo lo siguiente:
“Los expertos especularán que mi esfuerzo y motivación a lo largo de los 18 años de profesionalismo fueron sobre el tema de maestría y dominar todo aspecto del juego. Bueno, pues no les crean, porque cada momento, cada gota de sudor, cada noche en vela de preparación, cada nota que tomé y cada cuadro de película estudiada se trató de una sola cosa: reverencia hacia el juego.”
Pero ¿qué acaba de decir!, exclamé, y entré en un estado momentáneo de shock, de pánico, incluso.
La maestría como orientación es lo que desarrollo en mi trabajo con líderes y atletas, y aquí está este tipo, al que muchos ven como el mejor mariscal de campo de la historia, ¡que viene a decir que no es así!
Después de analizarlo durante la noche, encontré que mi conciencia respecto al concepto de tener una orientación hacia la maestría había sido ampliado, encontré que cuando una persona se mueve con propósito, el eje es la pasión.
Si hay pasión es porque amas eso que haces. Si amas lo que haces, entonces lo puedes reverenciar.
Y sucede lo mismo con el tema de adquirir maestría sobre algo. Si lo que haces no lo disfrutas, no te llena el espíritu, entonces no estarás dispuesto a dedicar energía y tiempo a perfeccionarte en su maestría.
La maestría va de la mano de la pasión y la reverencia en un mismo sistema. Es cuestión personal escoger la perspectiva de la maestría o la reverencia como combustible. Al final no importa, pues a las dos las alimentan valores, principios y una pasión por la jornada, y no por el destino.
Así, cuando es la jornada lo que tiene el foco, puedes cerrar un capítulo de tu vida con palabras como las que Manning dijo al final de su discurso:
“Estoy totalmente convencido de que el final de mi carrera como jugador profesional de la NFL es tan sólo el principio de algo que aún no he descubierto. La vida no está encogiéndose para mí, sino que está transformándose en un mundo nuevo lleno de posibilidades.
Fuente: Forbes