Cuando Río de Janeiro está en la mente, no hay tiempo para posadas, para desveladas, ni para romper dietas. Al menos así son los días para dos atletas que persiguen el sueño olímpico. Cincuenta pulsaciones por minuto son las que cuentan cuando amanece. Provienen de los corazones de Brenda Flores, corredora de 5 y diez mil metros (plata y oro en Toronto) y el de María Guadalupe González, marchista ganadora del oro panamericano en los 20 kilómetros.
Esa calma dura poco. Sus latidos llegan casi hasta 200 durante el resto del día y las más de seis horas de entrenamiento les recuerdan que la palabra «descanso» que la Navidad ofrece, es sólo un espejismo que aparece mientras cruzan las cordilleras de Tlaxcala, donde se encuentra el Centro Vacacional Malintzi o suben el nevado de Toluca.
A diferencia del resto de la población, que toma la última semana del año para hacer una pausa y escribir nuevos propósitos, las mujeres en el deporte se quedan lejos de las uvas y el pavo. Es la época más fuerte del año, días de cumplir campamentos donde el único objetivo es hacer deporte, comer y dormir.
“Una de las principales razones por las que hacemos campamento es que estamos de vacaciones en la escuela y es cuando estamos liberados de tareas; con esto cerramos el año” dice Brenda, estudiante de psicología en la FES Iztacala.
Para la corredora estos entrenamientos, que ayudan a generar mayor cantidad de glóbulos rojos, terminan luego de haber recorrido 28 kilómetros en total de las dos sesiones.
La alimentación, aunque no sea con buñuelos o ponche, debe ser la adecuada, dice: “uno como atleta de alto rendimiento siempre está en la delgada línea de los principios de anemia y la buena alimentación por las cargas fuertes de trabajo. Es bueno un chequeo constante”, dice y agradece tener salud, su principal herramienta de trabajo.
A la una de la tarde, Lupita ya corrió también 28 kilómetros y debe comer y dormir para esperar una segunda sesión en la tarde. Los alimentos no entran a su cuerpo después de este gran esfuerzo: “me da asco”, dice y confiesa: “no me gustan las proteínas en polvo” pues prefiere comerlas mejor en un buen trozo de carne o algún otro tipo de alimento, de hecho extraña a su favorito: las tostadas de pata.
Su platillo estrella no es lo único que le causa melancolía. También estar con sus familiares, que aunque en un principio le impidieron se dedicara al deporte y preferían que estudiara, hoy son los que más apoyo le demuestran.
“Es la época del año que más me gusta y se siente feo no estar con ellos, a veces incluso llega a pasar por mi mente el ‘¿qué hago aquí?’, pero ese pensamiento se va”, reflexiona Guadalupe, desde el frío y los cuatro mil 200 metros de altitud del nevado de Toluca, lugar al que asiste dos veces por semana durante el campamento.
Pronto llegará su segunda sesión de entrenamiento que incluye caminata de cinco kilómetros más o trote de 30 minutos y nadar media hora. “Prácticamente ahí se acaba el día”, comenta.
Brenda disfruta el “aquí y el ahora” y aunque la Navidad es una época fuera de tiempo en su vida tiene paciencia: “Para mi la Navidad empieza hasta que regreso del campamento y eso es después del 6 de enero”, cuando la ciudad se dispone a quitar los árboles. Sin embargo el año nuevo es prometedor, es 2016 el año en que Río de Janeiro será la sede deportiva del mundo y Brenda y Lupita no se quieren perder esa fiesta. Esa no.
(FUENTE: MEDIO TIEMPO)