Hay padres que creen que la mejor manera de educar a sus hijos, es a fuerza golpes, y hay padres que no. Hay padres que los castigan, y padres que no. Pero una cosa que sí hacen todos los padres, sin excepción, es regañarlos. Sin embargo incluso en los regaños existen situaciones peligrosas, como por ejemplo que a fuerza de tanto reclamo nuestros hijos dejen de prestar atención y terminen perdiéndonos el respeto.
Los llamados de atención deben cumplir siempre con un propósito. Ese propósito es que reconozcan las conductas que no deben realizar. Sin embargo, por lo general apelamos a ellos simplemente para imponer nuestra voluntad sin mayores argumentos.
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Me explicaré con ejemplos. Tu pequeño está jugando. Lo está haciendo en el lugar correcto, en el momento correcto, con los juguetes correctos, pero resulta que estás de mal humor. Entonces decides que como eres el adulto, tú quieres silencio y es obligación del niño obedecerte, que ya no más juego. Lo regañas, y le ordenas que se vaya a su cuarto y que no se atreva a siquiera hacer ruidos.
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Este es uno de los muchos escenarios en que usamos arbitrariamente nuestra autoridad sin reparar no solo en la injusticia que estamos cometiendo, sino en las consecuencias de esas actitudes. A lo mejor te sientes el padre o madre del año porque no le pones un dedo encima a tus hijos, pero créeme reprimirlos solo porque puedes, también daña.
¿Cómo hacer para que los regaños o llamados de atención sean efectivos?
1. Asegúrate de que merecen el regaño
En otras palabras, regáñalos por situaciones que lo merezcan y no solo porque estés molesto. El poder es tentador y corruptor. Para las personas que lo poseen, resulta fácil usarlo indiscriminadamente, y eso por supuesto incluye a los padres. Es vital que pongas especial atención en la manera en que lo usas. De lo contrario podrías dañar tu relación presente y futura con tus hijos.
2. Explícales por qué les estás llamando la atención
¿Te resulta familiar el «porque lo digo yo»? Esta famosísima frase es evidencia contundente de lo que estoy diciendo. La mejor manera de no caer en ella es explicarles correctamente por qué están mereciendo el regaño. De ese modo fomentarás la comunicación y evitarás que se victimicen.
3. Antes de regañar averigua por qué está comportándose de esa manera
En ocasiones los niños se comportan de determinada forma por desconocimiento, aburrimiento, intimidación, o miedo. Es importante que identifiques cuál es el motor de tu pequeño, pues de ello dependerá la forma en que debes llamarle la atención.
4. Que el regaño no exceda el comportamiento
A veces exageramos nuestra reacción ante hechos que apenas merecen unas cuantas palabras. Por ello te aconsejo que respires profundo y actúes con justicia. Si te dejas llevar por un arrebato de carácter, perderás credibilidad tú y perderá todo sentido la lección que quieras que tu hijo aprenda.
5. Aprende a diferenciar cuándo es necesaria una plática y cuándo un regaño
Nunca será lo mismo conversar, que regañar. Cuando hagas uno u otro encárgate de que tus palabras y tu lenguaje corporal no dejen dudas al respecto, eso garantizará que tu mensaje llegue correctamente.
6. No ofendas al regañar
Por último, pero no menos importante, cuida mucho la forma en que te expresas de y con tu hijo. A veces las palabras dañan mucho más que cualquier golpe. No estoy diciendo que el castigo físico sea mejor opción, pero muchas personas creen que porque no golpean a sus hijos, son mejores padres, y esto no siempre es así.
Educar es un arte, y como todo arte se compone de ideas, emociones y un propósito. Requiere de técnica y dedicación. Por ello, mientras más lo practiquemos, hay más posibilidades de que hagamos las mejores piezas.
(FUENTE: Familias)