Cuando nos hallamos ante una situación incómoda, tendemos a reaccionar siguiendo nuestros impulsos. Sin embargo, si aprendemos a conversar con nuestra mente, lograremos descubrir qué nos hace pensar y sentirnos así.
Muchas personas cuando se enfrentan a una emoción incómoda se vuelven más vulnerables a los impulsos. Incluso quienes tratan de racionalizar la situación suelen quedarse en un nivel superficial de análisis que poco valor tiene como brújula. Por ello, hoy vamos a explorar la importancia de aprender a conversar con tu mente y hacerlo de una manera adecuada.
Nuestra mente puede ser una aliada o una enemiga, puede aportarnos claridad o sumirnos en la confusión. Todo depende del enfoque que adoptemos y de nuestra capacidad para ir más allá de los pensamientos superficiales. Superando esta línea nos daremos cuenta de que contamos con más respuestas de las que pensábamos.
El monólogo de la mente
Por lo general, no acostumbramos a conversar con nuestra mente, sino simplemente a recibir órdenes y sugerencias de su parte. Cuando alguien hace un comentario respecto a nosotros, la mente dice » se está burlando de ti». O si nos disponemos a asumir un reto, únicamente nos repite «no puedes hacerlo».
Ante estas situaciones, nosotros no cuestionamos, solo reaccionamos al pensamiento. Así, nos enfadamos con quien hizo el comentario y nos negamos a asumir el reto sin profundizar más allá.
Incluso cuando creemos que estamos llevando a cabo un análisis racional, simplemente estamos cayendo en la rumiación respecto a lo sucedido. Por ejemplo, repasamos una y otra vez el comentario que hizo nuestro amigo y los motivos que tenemos para sentirnos ofendidos por él. Así nos vamos autoconvenciendo, sin llegar en realidad a una conclusión útil, no identificar la raíz del problema o la preocupación.
En lugar de enfrascarnos en un razonamiento circular, tratemos de establecer un diálogo. Indaguemos sobre lo que sentimos y pensamos y exploremos nuevas perspectivas.
Aprende a conversar con tu mente
Sal del automatismo
El primer paso para aprender a conversar con tu mente es proponértelo. Has de tomar la decisión deliberada de no reaccionar ante el primer pensamiento que te surja, de no guiarte por esas creencias que tenemos tan arraigadas y que nos mueven de forma automática. Ante cualquier situación, detente un instante a observar tus pensamientos y analizarlos.
Una de las prácticas más poderosas del mindfulness consiste en lograr que no nos identifiquemos con el contenido de nuestra mente. Es decir, lograr separarnos de lo que pensamos y comprender que no somos ese pensamiento.
Tomar distancia y mirar desde fuera este contenido mental. Desde esa posición podemos recuperar el control y la capacidad para mirar a la realidad desde un nuevo punto de vista.
Cuestiónate
En terapia psicológica es muy común el uso del «diálogo socrático». Esta técnica consiste en acompañar a la persona en un proceso de reflexión, dejando que ella se encargue de elaborar las respuestas que busca. Para ello, suelen utilizarse cuestiones simples y directas, que usen fórmulas como: qué, cómo y para qué.
Puede ser muy útil emplear este mismo diálogo con nosotros mismos. Constituirse en una valiosa ayuda para indagar y profundizar en nuestros pensamientos y sentimientos reales.
Por ejemplo, cuando tengamos que afrontar un reto y nuestra mente nos lo impida, detengámonos y conversemos. Así podría desarrollarse una secuencia de este tipo:
- No puedo hacerlo.
- ¿Por qué no puedes?
- Es muy difícil.
- Pero puedes intentarlo.
- Preferiría no hacerlo.
- ¿Por qué?
- Tengo miedo.
- ¿Qué te da miedo?
- Me da miedo fracasar.
- ¿Y qué ocurre si fracasas?
- Sentiré vergüenza por lo que piensen de mí.
- ¿Qué es más importante, lo que otros piensen o lo que pienses tú?
- Lo que piense yo.
- ¿Y tú quieres lograrlo?
- Sí.
- Entonces inténtalo, estaré a tu lado si sale mal.
Tras conversar con tu mente, actúa
En el ejemplo anterior hemos pasado de un pensamiento automático a una raíz profunda que escondía el miedo a la crítica o al rechazo. Desde este punto podemos actuar porque conocemos el motivo real. Si hubiésemos permanecido en el superficial «no puedo», nada habríamos podido hacer para convencernos de asumir el reto.
Del mismo modo, este tipo de interrogantes pueden ayudarnos a comprender por qué realmente nos enfada el comentario de un amigo o por qué nos entristece la conducta de nuestra pareja. Todas las respuestas están en nosotros, en nuestros temores, carencias y formas de ver el mundo.
Si permanecemos en la superficialidad, continuaremos culpado a otros y reaccionando a sus actos. Adoptando esta actitud estaremos perdiendo la valiosa oportunidad de comprender qué es lo que realmente sucede en nuestro interior para que pensemos y sintamos así.
Fuente: lamenteesmaravillosa.com