El caso del marinero perdido es tan interesante como conmovedor. Nos habla de un hombre que, por diferentes vicisitudes de la vida, sufrió de manera neurológica los efectos de haber consumido grandes dosis de alcohol durante años. En un momento dado, esto lo llevó a dejar de ser él mismo.
El caso del marinero perdido es realmente fascinante, aunque haya implicado una verdadera tragedia para su protagonista. Nos habla acerca de una de las muchas consecuencias que puede tener el alcoholismo sobre las funciones cognitivas. En algunos casos, esas secuelas no aparecen a corto plazo, sino que se manifiestan con el tiempo.
El protagonista del caso del marinero perdido era un hombre llamado Jimmie G. Se le describe como alguien inteligente, simpático, buen conversador y vivaz. A primera vista, no parecía tener ninguna particularidad en especial. Su estado de ánimo era tranquilo y afable.
Aún así, llegó a una residencia para ancianos con una nota enigmática, que no parecía coincidir con él. Esta nota lo describía como alguien “desvalido, demente, confuso y desorientado”. Por lo mismo, era obvio que tenía que ser tratado por un neurólogo. Le tocó en suerte el doctor Oliver Sacks, alguien especialmente sensible y abierto.
“La memoria es el centinela del cerebro”.
-William Shakespeare-
Una consulta reveladora
La primera consulta comenzó de una manera completamente normal. Jimmie G. habló acerca de su pasado con gran alegría y entusiasmo.
Había sido operador de radio en la Marina. Ocupaba un puesto como suplente en los submarinos, asunto que lo llenaba de orgullo y le traía maravillosos recuerdos.
El protagonista del caso del marinero perdido tenía una frondosa cabellera de color blanco. Contestó con notable exactitud los datos relacionados con su pueblo de origen. Incluso se ofreció a hacer un plano del mismo y se expresó con afecto de su lugar natal. Habló también de su escuela, de su afición por las matemáticas y recordaba incluso los números de teléfono de su infancia.
Lo que más le animaba era hablar de sus experiencias en la Marina. Se refería a las misiones que había cumplido. Mencionó que hubiera querido quedarse trabajando allí, pero prefirió ir a la universidad.
El neurólogo notó algo especial en su manera de referirse al pasado. Cuando Jimmie hablaba de la niñez empleaba el tiempo pasado. Pero cuando aludía a la Marina, lo hacía en presente.
El caso del marinero perdido y la memoria
Cuando el neurólogo notó esta particularidad, por simple intuición, le preguntó a Jimmie en qué año estaban. Al paciente le sorprendió mucho la pregunta y luego, con total naturalidad, respondió: “En 1945”. Y añadió “Hemos ganado la guerra”. Ante esta curiosa respuesta, el doctor Sacks le preguntó por su edad. Nuevamente sorprendido, Jimmie contestó que 19. Estaba a punto de cumplir 20.
Era evidente que Jimmie estaba confundido. Entonces, en un impulso irreflexivo, el neurólogo tomó un espejo y se lo puso al frente. Quería que el hombre viera con sus propios ojos que tenía la cabeza blanca, arrugas en el rostro y, definitivamente, no era ningún jovencito.
Aunque el afán del doctor Sacks era confrontarlo con su error, el efecto fue sorprendente. Jimmie se conmocionó y no daba crédito a lo que estaba viendo. Pensó que era una broma o una pesadilla. También se preguntó si estaba loco. Para él, la imagen que había en el espejo no correspondía, de ninguna manera, a la imagen que tenía de sí mismo.
Un hecho revelador
El neurólogo comprendió su error y desvió la conversación hacia otros tema. Fácilmente consiguió que Jimmie se olvidara del espejo y de la imagen reflejada. Más tarde, el médico tuvo que ausentarse por un momento.
Cuando volvió, Jimmie fue totalmente incapaz de reconocerlo. Era como si jamás en su vida lo hubiera visto. Este hecho le dio la clave a Sacks para hacerse una idea de lo que sucedía.
El caso del marinero perdido tiene que ver con un problema llamado “amnesia anterógrada”. Este problema tiene que ver con la imposibilidad de almacenar recuerdos de corto plazo. Te acuerdas de todo lo que sucedió antes de que se produjera la amnesia, pero no puedes recordar lo que ocurrió hace cinco minutos. Eso era lo que le sucedía Jimmie.
Al indagar en su pasado, se descubrió que Jimmie había bebido mucho alcohol durante años. Esto había dañado su cerebro, generando un problema llamado síndrome de Korsakov.
Toda persona alcohólica puede sufrir de este problema, pues el alcohol altera el metabolismo de la vitamina B1 y esto termina afectando el sistema nervioso central.
El caso del marinero perdido no solo nos habla de una rareza neurológica, sino también de una tragedia humana. No tener memoria a corto plazo equivale a no tener vida. La memoria es parte fundamental de nuestra identidad y dejar de almacenar recuerdos nos sumerge en un limbo en el que el tiempo deja de transcurrir.
Fuente: lamenteesmaravillosa.com