Cuáles son los accidentes, conflictos, cortocircuitos y desencuentros que con mucha frecuencia terminan por empañar el espíritu festivo de los argentinos
Llegar a ponerse de acuerdo para la organización de las fiestas no fue sencillo. El debate arrancó en octubre: ¿Con los tuyos o con los míos? ¿Con la familia o con amigos? En diciembre, el eje de la discusión viró a ¿regalos sólo para los chicos o para todos? ¿Asado, lechón o vitel toné? En la mayoría de los hogares, esas discusiones ya han sido resueltas. En los próximos días se interpretará la decisión final a la que se llegó después de largas horas de debate familiar. Sin embargo, lo que debería ser un momento de encuentro familiar o con amigos, puede llegar a convertirse en una seguidilla de cortocircuitos y desencuentros que malogren la supuesta noche de paz y de amor.
Olvidos, comentarios innecesarios, excesos en el menú, debates políticos a la hora del brindis, olvidarse de cerrar bien la casa, hasta malas decisiones a la hora de usar pirotecnia son algunas de las cosas que pueden significar que la postal navideña se transforme de pronto en una película de terror. Consultamos especialistas de diferentes disciplinas que nos ayudaron a elaborar una lista de los nueve enemigos de las Fiestas.
El menú que pasa factura
El doctor Alberto Cormillot estima que la mesa navideña aporta unas 10.000 calorías. Es equivalente a veinte veces las calorías de una cena frugal. Basta con hacer la cuenta. una pequeña rebanada de pan dulce, 380 calorías; un puñadito de frutas secas, 160 calorías; medio turrón, 220 calorías; almendras con chocolate, 450 calorías; un chorizo, 450 calorías; lechón a la parrilla, 350 calorías; asado, 300 calorías; jamón ibérico, 305 calorías. y la lista sigue.
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«El mayor impacto de las comidas de las Fiestas se da por la gran cantidad de calorías ingeridas en un período corto, que se vuelve más pronunciada si la persona previamente estaba realizando una alimentación balanceada y saludable o de muy bajas calorías», comentó por su parte la doctora Mónica Katz, codirectora del Posgrado en Nutrición de la Universidad Favaloro. Más allá del impacto que tiene el menú en el aumento de kilos, lo que es seguro es que si no se opta por un menú más frugal, en las siguientes horas nos sentiremos descompuestos.
El pan dulce con frutas políticas
Volver a sentarse a la mesa con la familia política y extendida este año puede ser más complejo que años anteriores. La intensidad del debate político por culpa de las elecciones hará que el reencuentro no sea tan sencillo.
«Este año, la política talló en el pan dulce. La sociedad quedó muy polarizada como consecuencia del largo proceso electoral que vivimos. Si en las familias y los grupos de amigos se mantiene la representación del electorado argentino, la mitad estará a favor del nuevo gobierno y la otra mitad, en contra. Habrá ganadores y perdedores. Entonces, no es una mala idea hacer un acuerdo previo para evitar que discusiones políticas arruinen las Fiestas», apunta el doctor Daniel López Rosetti, que preside la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés y coordina el servicio de estrés del hospital de San Isidro.
El que siempre llega tarde
Hay tradiciones que van cambiando a lo largo de los años. Pero hay otras que no. Y las dinámicas familiares, que pueden llegar a sacar lo mejor o lo peor de cada uno, se suelen desplegar con todo su esplendor en estos encuentros. Siempre está el que organiza el menú, el que propone un menú alternativo, el que pone la casa, el que se queda a ordenar después de los festejos, el que baja línea de si se hacen regalos o no. Y casi en todos los hogares existe la figura del rezagado. El que llega último, poco antes de las doce, pero que su retraso pone en marcha toda la dinámica familiar. ¿Hay que llamarlo? ¿Hay que esperarlo para empezar? ¿Hay que hostigarlo al llegar?
«Las Fiestas son un verdadero cotillón emocional. A nivel de dinámica familiar, vienen a poner de relieve lo que estaba subyacente. Son el factor desencadenante de aquello que estaba latente, por eso generan tanto estrés. Porque muchas veces son el lugar en el que se desencadena ese conflicto que se va desarrollando como por capítulos, en cada encuentro familiar», apunta Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA)
El brindis de los amigos de lo ajeno
El delito no se toma vacaciones. Ni descansa durante las Fiestas. Es algo que saben bien en la Policía Federal, por eso año a año renuevan las recomendaciones de no descuidar la seguridad durante los festejos, ya que todos los años aparecen casos de familias que denuncian haber sido desvalijadas mientras habían ido a la casa de otras personas para pasar las Fiestas.
«Suelen darse robos bajo la la modalidad conocida como escruche, con un ingreso a las propiedades mediante barretamiento de puertas u otras vías de acceso, en algunos casos con una inteligencia previa y marcación, para lo cual se aconseja dejar el inmueble a cargo de vecinos o familiares», explica el abogado penalista Gabriel Iezzi, especialista en temas de seguridad. Las recomendaciones hablan de asegurar tanto puertas como ventanas. Si se tiene, no olvidarse de conectar la alarma. Dejar luces encendidas para que no sea tan evidente que los habitantes de la casa no están. Y si se tiene buena relación con los vecinos, establecer un plan de alerta que permita avisarse unos a otros en caso de movimientos extraños.
Los comentarios innecesarios
Los especialistas recomiendan que hay temas que deberían evitarse en estas fechas. Por ejemplo, todos aquellos temas sobre los que no ha habido coincidencia en el pasado. ¿Qué puede hacer creer que las diferencias vayan a poder zanjarse en la mesa navideña?
«Las relaciones familiares no son fáciles. Hay tensiones entre padre e hijos grandes. El abanico de conflictos es amplio. Para lograr ese encuentro durante la Navidad o Año Nuevo, hay que compaginar sistemas familiares diferentes. Cuando las familias se amplían, entra en juego la relación con la familia política, con ese hermano que vive en el exterior, con los propios padres. Todos son sistemas familiares distintos, con distintos gustos y distintos tiempos. Pero lo que no tenemos que perder de vista es que esa difícil convivencia dura apenas unas cuatro o cinco horas. No lo sobredimensionemos. Después, cada uno sigue con su vida. No debemos darle tanta trascendencia. Hay que visualizar que no es más que eso y tratar de pasarlo lo mejor posible», apunta Cruppi. Según contó, el conflicto de las Fiestas es un tema que se repite en su consultorio, desde octubre. «Mi recomendación siempre es no someterse. Nadie se tiene que sentir obligado a ir a un lugar en el que sabe que no la va a pasar bien», agrega.
Las estrellitas de colores
El mal uso de la pirotecnia suele empañar los festejos a cientos de familias todos los años. Cada Navidad, en el Instituto del Quemado, se refuerzan las guardias porque se sabe que mientras algunos están en lo mejor de los festejos, otros terminan corriendo a las guardias por haber comprado productos de pirotecnia ilegal, que no tenían certificado de calidad o directamente por haberlos usado mal, sin tomar en consideración recaudos tales como que no deberían ser manipulados por menores de edad.
El año último, en ese hospital se atendieron 19 personas accidentadas con pirotecnia en Navidad, entre ellos cuatro niños que se quemaron mientras manipulaban una «aparentemente inofensiva» estrellita. A una nena, directamente se le prendió fuego el vestido. El año anterior, los heridos fueron 40. En el Instituto del Quemado indican que la cantidad de accidentados se viene reduciendo año a año por las campañas de prevención.
Pero no todo es el fuego. Los oídos también sufren con los festejos. Según explica Liliana Tiberti, coordinadora de Otología y Otoneurocirugía del Hospital Británico y asesora de GAES Centros Auditivos, una bomba de estruendo alcanza los 190 decibeles y un mortero los 145 decibeles, mientras que el oído tiene la capacidad de tolerar sonidos hasta 90 decibeles sin que se produzca daño. «La pirotecnia afecta al oído pudiendo ocasionar problemas graves e irreversibles», apunta.
El exceso en el descorche
La alegría de las fiestas muchas veces se parece al desborde de espuma que le sigue al descorche del champagne. Pero en ocasiones, el sonido de ese destape, tan típico de fines de diciembre, puede ser el preludio de un grito de dolor: cuando alguien resultó destinatario del corcho. Ni que hablar si el impacto terminó en el ojo de alguno.
El año pasado también hubo 47 accidentados en los hospitales oftalmológicos de la ciudad durante la Navidad. En la Clínica de Ojos Santa Lucía hubo 34 personas lesionadas, la mitad de ellos menores de 15 años. Según explicaron los médicos de la guardia, la mayoría de las emergencias atendidas fueron por heridas ocasionadas por corchazos. Lo mismo ocurrió en el Hospital Oftalmológico Lagleyze, que recibió 13 personas lesionadas por tapones de bebidas espumantes.
La pesada carga de creerse Papá Noel
Las compras navideñas resultan ser un verdadero pico de estrés. Sobre todo para los hombres. Según un estudio que realizó la American Psychological Association, el 80 por ciento de las personas define la temporada navideña como «estresante». Otro estudio en el Reino Unido demostró que para el 50 por ciento de los hombres las compras navideñas resultan más estresantes que ser despedidos del trabajo.
El tema del momento de apertura de regalos también suele ser un motivo de conflicto. Por lo general, la mayoría de las familias llegan a un acuerdo para que los regalos se abran en la casa de cada uno y que en el encuentro con la familia extendida sólo se compartan presentes para los más pequeños. Pero casi siempre hay un miembro de la familia que decide incumplir el voto de la mayoría y cae al evento con regalos para todos. El efecto es el contrario y el conflicto se genera porque quienes acataron la consigna terminan sintiendo que cayeron al festejo con las manos vacías.
El síndrome del pariente negativo
En todas las familias siempre hay alguien que anda por la libre. Si se acuerda hacer asado, va a proponer una frugal pavita. Si se coordina ir a la casa del que vive en provincia, se va a quejar por la distancia y si se hace en la casa del que vive en el Centro, se quejará por el calor que hace en ese departamento. Pero más allá de asumir un rol de «el contrera de la familia», puede ser que esté siendo víctima del blue ending, ese síndrome que lo lleva a hacer un innecesario balance de fin de año y que termina incrementando en esa persona la sensación de depresión por no haber alcanzado las metas que se propuso.
«La llegada de fines de año nos empuja a correr para terminar con todo lo que planeamos y no hicimos, con los sueños a medio empezar y los proyectos algo encaminados. Malas noticias: si la idea es que en diciembre hay fecha de vencimiento, el balance no va a cerrar. Después del 31, llega el 1° de enero con el mismo empuje y las mismas ganas de siempre. Terminemos el mes de los sobresaltos con lo que se puede y como se puede. No llegaste, no importa», asegura Adriana Ceballos, que es orientadora familiar y directora de la Red Interpadres.
Fuente: La nación