Acercándonos a la etapa más consumista del año en un contexto económico complejo, la duda invade a gran parte de los argentinos: ¿hasta dónde es recomendable gastar en estas navidades?
Gastar dinero que no se tiene (utilizando al límite las tarjetas de crédito) para comprar los regalos de Navidad puede parecer una alternativa necesaria para muchas personas que no quieren dejar sin regalos a sus familiares y amigos pero.¿Estamos en un momento como para llevar a cabo este plan que probablemente haya funcionado en años pasados? ¿Cómo conviene administrar nuestras finanzas personales para poder cumplir con los regalos, las vacaciones, las fiestas?
Analizaremos a continuación las próximas navidades como un punto de inflexión para nuestra economía doméstica, que nos ofrece la posibilidad de replantearnos aspectos y accionares en lo relacionado con lo material que pueden volverse peligrosos para lo que queda de este año y el 2016.
Algunas reflexiones sobre el consumismo
La palabra consumismo proviene del latín cosumere que significa gastar o destruir.
Cuando gastamos dinero a mansalva se experimenta una inducción al consumo de bienes y servicios que no son necesarios a través de una publicidad agresiva que lleva a la compra de productos rápidamente sustituidos por otros, igualmente superfluos y poco perdurables, con el fin de mantener estable la producción.
Bajo este influjo, lo único importante es el hecho compulsivo de consumir por consumir de forma insaciable. Incluso los más jóvenes, aún sin poder adquisitivo, son bombardeados con campañas consumistas específicamente diseñadas para su imaginario juvenil.
«Queremos que gastes mucho en estas fiestas para que pruebes que amas a tu familia» es el texto de una imagen con un Papá Noél autoritario que circula en la web, y aunque parezca mentira, una gran mayoría de personas a nivel global siguen este lema aunque de manera inconsciente: gastarse un dineral en las Fiestas y en las vacaciones pareciera ser la certificación de amor de los padres para con sus hijos y familiares, bajo una idea totalmente equivocada de lo que son las navidades.
Zygmun Bauman, uno de los sociólogos contemporáneos que más sabe sobre el tema, plantea que hemos llegado a tales niveles de consumismo que materializamos nuestras relaciones sociales y familiares como algo habitual.
En su libro Vida de Consumo, afirma: «Los políticos que claman por la resucitación de los agonizantes valores familiares, y que lo hacen con seriedad, deberían empezar a pensar concienzudamente en las raíces consumistas causantes del deterioro simultáneo de la solidaridad social en los lugares de trabajo y del impulso de cuidar y compartir en el contexto de la familia».
Un interesante llamado de atención para gran parte de nuestros líderes actuales. La economía local es sostenida por niveles de consumo nunca antes vistos, fogoneados por una inflación que hace que los pesos «se prendan fuego» en las manos de quien los recibe.
«El secreto mejor guardado de la sociedad de consumo es la idea de que las personas se transforman en bienes de consumo. Para ser participantes de verdad en la sociedad, tenemos que transformarnos nosotros en bienes de consumo (y por tanto en seres que se pueden comprar, usar, desechar)», continúa Bauman en otro pasaje de su libro que contiene ideas y reflexiones frente a las cuales es imposible mantenerse indiferente.
Navidad y el gasto de fin de año
La navidad es una de las festividades más importantes del cristianismo, al celebrarse el nacimiento de Jesucristo en Belén cada 25 de Diciembre.
En algún momento de la historia moderna, se comenzó a celebrar ese acontecimiento con la reunión familiar y la compra de regalos que eran depositados en un arbolito navideño especialmente adornado.
Esta costumbre se fue instaurando con el paso del tiempo a tal punto de convertirse en un momento en el cuál muchos negocios buscan «salvar el año» con sus ventas, tal es el aumento del consumo por parte de la gente que busca muchas veces «cumplir» con expectativas de regalos demasiado costosos, sobre todo en el caso de los niños.
Lo paradójico de esto es que durante el resto del año son varias las cuestiones por las cuales la gente se queja de los precios: aumenta la cuota de la obra social, la nafta o el precio del asado que se dispara.
Sin embargo con la llegada de la Navidad se produce el efecto contrario: todo el mundo tiene asumido que celebrar significa comprar y por ende ir de «shopping» justo en el momento del año en el que son más caros la mayoría de los productos.
Muchos podrán justificar esta actitud en la «presión» de los hijos, la elaboración de la «lista de Santa Claus» y demás cuestiones, pero la realidad es que los padres terminan por convencerse por sí solos de que para demostrar lo mucho que quieren a sus primogénitos, la mejor opción es comprar más regalos costosos (mientras más costoso mayor amor), para terminar sometiéndose a la dictadura de la publicidad y olvidando alternativas de consumo más justas desde el punto de vista social y ambiental, como buscar juguetes en las ferias de artesanos local, sin embalajes innecesarios, ni sexistas, ni bélicos, que estimulen la creatividad, realizados con materiales naturales y biodegradables, pagando el producto y no su publicidad.
Además, estamos olvidando incluso lo más importante: que es posible jugar sin juguetes.
La Navidad también puede ser un llamado a una mayor conciencia social, al entender que para mucha gente, los días festivos son unos más en sus vidas y no ven nada especial en la celebración.
Para los pobres, el día de Navidad es un día muy triste. También para los pueblos que agonizan entre la miseria y guerras interminables. Allí no hay Navidad.
Algunos consejos y conclusiones navideñas
Dentro de muy poco, millones de personas cobrarán su aguinaldo (sin retención de ganancias), y no es extraño ver que gran parte de la población ya tiene «comprometido» el mismo, aún antes de recibirlo.
¿Vacaciones? ¿Pagar deudas? ¿Comprar regalos de Navidad? ¿Ahorrar parte del mismo?
Llegó el momento de planificar, por más que lo más «cómodo» sea cobrar e ir corriendo a la tienda de regalos para salir minutos más tarde cargados de bolsas con productos.
Pero para dar al aguinaldo un destino más inteligente que ese, sugiero que antes de pensar en las compras hagas un análisis de tu economía doméstica para decidir qué hacer cuando se disponga de ese dinero extra.
Si tu problema son las deudas y estás «viviendo al día», deberás comenzar por priorizar tus necesidades, y si no podés pagar el total de tus deudas, sería una jugada responsable al menos saldar una parte de las mismas para bajar el monto total y los intereses a pagar.
Si no hay deudas, entonces debes revisar si estás en condiciones de ahorrar ese monto, para luego invertirlo en las distintas alternativas que podrían mantener e incrementar el poder adquisitivo del dinero.
Si la idea pasa por comprar regalos con la tarjeta de crédito para luego ver como hacer para pagar el resumen y de última cancelar el pago mínimo y ocuparse de ello más adelante, te sugiero que lo pienses dos veces: la reciente suba de tasas que dispuso el Banco Central (las LEBAC llegaron hasta casi el 40% en pesos al igual que los plazos fijos) para que la gente no se vuelque al dólar hizo que se dispare el CFT (Costo Financiero Total) que cobran los bancos y emisores de plásticos para quienes no cumplen con el pago total de lo gastado, pudiendo las tasas superar el 100% anual para este tipo de financiamiento.
No está mal querer destinar una parte de nuestros ingresos a la compra de regalos navideños, pero siempre pensando con conciencia social y ecológica, y teniendo en cuenta que para el éxito o fracaso de estas fiestas, lo que realmente determine si quedarán en nuestro recuerdo como un hermoso momento compartido con los seres queridos, no será la cantidad de dinero que gastemos sino la capacidad vincular y afectiva que tengamos con aquellos que más presencia tienen en nuestras vidas y pensamientos.
Fuente: La nación